Perspectivas de la reconstrucci�n de AL y el Caribe
Conferencia magistral en el XX� Congreso de la Asociaci�n Latinoamericana de Sociolog�a, M�xico, 2 al 6 de octubre de 1995.
Immanuel Wallerstein: [email protected]

Celebramos el XX� Congreso de ALAS y discutimos las perspectivas de la reconstrucci�n de la Am�rica Latina y el Caribe. No es un tema nuevo. Se lo discute en Am�rica Latina desde 1945, si no desde el siglo XVIII. �Qu� podemos decir ahora que sea diferente de lo que ya se ha dicho?

Creo que nos encontramos en un momento de bifurcaci�n fundamental en el desarrollo del sistema-mundo. Pienso que, no obstante, lo discutimos como si se tratara de una transici�n ordinaria mas en el cauce de una evoluci�n cuasi-predestinada. Lo que debemos hacer es "impensar" no s�lo el desarrollismo neocl�sico tradicional, sino tambi�n el desarrollismo de sus cr�ticos de izquierda, cuyas tesis resurgen regularmente a pesar de todos sus rechazos, pero que en realidad comparten la misma epistemolog�a.

Yo voy elaborar dos tesis principales en esta ponencia.

Tesis No. 1: Es absolutamente imposible que la Am�rica Latina se desarrolle, no importa cuales sean las pol�ticas gubernamentales, porque lo que se desarrolla no son los pa�ses. Lo que se desarrolla es �nicamente la econom�a-mundo capitalista y esta econom�a-mundo es de naturaleza polarizadora.

Tesis No. 2: La econom�a-mundo capitalista se desarrolla con tanto �xito que se est� destruyendo, y por eso nos encontramos frente a una bifurcaci�n hist�rica que se�ala la desintegraci�n de este sistema-mundo, sin que se nos ofrezca a cambio ninguna garant�a de mejoramiento de nuestra existencia social...

A pesar de todo, pienso que les traigo a Vds. un mensaje de esperanza. Veamos.

Empecemos con la Tesis No. 1. Las fuerzas dominantes del sistema-mundo han sostenido, desde por lo menos los comienzos del siglo XIX, que el desarrollo econ�mico fue un proceso muy natural, que todo lo que se requiere para realizarlo es liberar las fuerzas de producci�n y permitir a los elementos capitalistas crecer r�pidamente, sin impedimentos. Evidentemente, tambi�n fue esencial la voluntad. Cuando el Estado franc�s empezaba a reconstruir la vida econ�mica de sus colonias a principios del siglo XX, se llamaba a esta pol�tica "la mise en valeur des territoires" ("la valorizaci�n de los territorios"). Eso lo dice todo. Antes los territorios no val�an nada, y luego (con el desarrollo impuesto por los franceses) valen algo.

Desde 1945, la situaci�n geopol�tica cambiaba fundamentalmente con el alcance pol�tico del mundo no-europeo o no-occidental. Pol�ticamente el mundo no-occidental se divid�a en dos sectores, el Bloque Socialista (llamado comunista), y el otro denominado Tercer Mundo. Desde el punto de vista del Occidente, y evidentemente sobre todo de los Estados Unidos, el bloque comunista fue �dejado� a su propia cuenta, para que sobreviviera econ�micamente como pudiera. Y este bloque eligi� un programa estatal de industrializaci�n r�pida con el objetivo de "superar" al Occidente. Jruschov promet�a "enterrar" a los Estados Unidos en el a�o 2000.

La situaci�n en el Tercer Mundo fue bastante diferente. En los primeros a�os despu�s de 1945, Estados Unidos concentr� todos sus esfuerzos en ayudar a Europa Occidental y al Jap�n a "reconstruirse." Al principio, ignor� largamente al Tercer Mundo, con la excepci�n parcial de la Am�rica Latina, campo de preferencia para los Estados Unidos desde largo tiempo antes. Lo que predicaba los Estados Unidos en Am�rica Latina era la tradicional canci�n neocl�sica: abrir las fronteras economicas, permitir la inversi�n extranjera, crear la infraestructura necesaria para fomentar el desarrollo, concentrarse en las actividades para las cuales tienen estos pa�ses una "ventaja comparativa." Una nueva literatura cient�fica comenzaba a aparecer en los Estados Unidos sobre el "problema" del desarrollo de los pa�ses subdesarrollados.

Los intelectuales de la Am�rica Latina fueron muy recalcitrantes a esta pr�dica. Reaccionaron bastante ferozmente. La primera reacci�n importante fue la de la nueva instituci�n internacional, la CEPAL, presidida entonces por Ra�l Prebisch, cuya creaci�n misma fue contestada en�rgicamente por el gobierno estadounidense. La CEPAL negaba los beneficios de una pol�tica econ�mica de fronteras abiertas y abogaba en contra por un rol regulador de los gobiernos a fin de reestructurar las econom�as nacionales. La recomendaci�n principal fue la de promover la sustituci�n de importaciones para la protecci�n de las industrias nacientes, una pol�tica ampliamente adoptada. Cuando resumimos las acciones sugeridas por la CEPAL, vemos que lo esencial fue que si el Estado segu�a una pol�tica sabia podr�a asegurar el desarrollo nacional y, en consecuencia, un aumento serio en el producto nacional bruto per capita.

Hasta cierto punto, las recomendaciones de CEPAL fueron seguidas por los gobiernos latinoamericanos y efectivamente hubo una mejor�a econ�mica, aunque limitada, en los a�os cincuenta y sesenta. Sabemos ahora que esta mejor�a no perdur� y fue, en primer t�rmino, consecuencia de la tendencia general de las actividades econ�micas a nivel mundial de un per�odo Kondratieff-A. En todo caso, la mejora de la situaci�n media en Am�rica Latina parec�a insignificante para la mayor�a de los intelectuales latinoamericanos que decidieron radicalizar el lenguaje y los an�lisis de la CEPAL. Hemos llegado a la �poca de los dependentistas, primera versi�n (entre otros Dos Santos, Marini, Caputo, Cardoso de los a�os 60, y Frank, lo mismo que Amin fuera de Am�rica Latina).

Los dependentistas pensaban que tanto los an�lisis como los remedios preconizados por la CEPAL eran muy t�midos. De un lado, pensaban que para desarrollarse, los gobiernos de los pa�ses perif�ricos deber�an ir mucho m�s all� de una simple sustituci�n de importaciones; deber�an, en las palabras de Amin, desconectarse definitivamente de la econom�a-mundo capitalista (seg�n, impl�citamente, suced�a con el modelo de los pa�ses comunistas).

De otro lado, los an�lisis de los dependentistas fueron mucho m�s pol�ticos. Incorporaron a sus razonamientos las situaciones pol�ticas presentes en cada pa�s y en el sistema-mundo. Consideraban en consecuencia las alianzas existentes y potenciales y en fin los obst�culos efectivos para una reestructuraci�n econ�mica. Por supuesto, aceptaban que el rol de las sociedades transnacionales, de los gobiernos occidentales, del FMI, del Banco Mundial y todos los otros esfuerzos imperialistas, eran negativos y nefastos. Pero, al mismo tiempo, y con una igual pasi�n, si no m�s vigorosa, atacaban a los partidos comunistas latinoamericanos y detr�s de ellos a la Uni�n Sovi�tica. Sosten�an que la pol�tica defendida por aquellos partidos -una alianza entre los partidos socialistas y los elementos progresistas de la burgues�a-, equival�a al fin de cuentas a las recomendaciones de los imperialistas, a un reforzamiento del rol pol�tico y social de las clases medias, y que con tal pol�tica no podr�a jam�s lograrse una Revolucion popular. En suma, sosten�an que eso no era ni revolucionario, ni eficaz, si el objetivo de verdad era una transformaci�n social profunda.

Los dependentistas escrib�an en un momento de euforia de la izquierda mundial: la �poca del Che y del foquismo, de la revoluci�n mundial de 1968, de la victoria de los vietnamitas, de un mao�smo furioso que se expand�a a prisa a trav�s del mundo. Pero el Oriente no era ya tan rojo como se proclamaba. Todo eso no tomaba en consideraci�n los comienzos de una fase Kondratieff-B. O mejor dicho, la izquierda latinoamericana y mundial pensaba que el impacto de un estancamiento de la econom�a-mundo afectar�a en primer lugar las instituciones pol�ticas y econ�micas del �Primer Mundo�, el capitalista. En realidad, el impacto m�s inmediato de la crisis fue sobre los gobiernos llamados revolucionarios en el Tercer Mundo y en el bloque comunista. Desde los a�os setenta, todos estos gobiernos se hallaron en dificultades econ�micas y presupuestarias enormes que no pod�an resolver, ni siquiera parcialmente, sin comprometer sus pol�ticas estatales tan publicitadas y sus ret�ricas tan acariciadas. Comenzaba el repliegue generalizado.

A nivel intelectual fue introducido el tema del desarrollo dependiente (Cardoso de los a�os 70 y otros). Es decir, un poco de paciencia, compa�eros; un poco de sabidur�a en la manipulaci�n del sistema existente, y podremos hallar algunas posibilidades intermedias que son al menos un paso en la buena direcci�n. El mundo cient�fico y period�stico iniciaba el concepto de los NICs (New Industrial Countries). Y los NICs eran propuestos como los modelos a imitar.

Con el estancamiento mundial, la derrota de los guevarismos, y el repliegue de los intelectuales latinoamericanos, los poderosos no necesitaban m�s las dictaduras militares, no mucho m�s en todo caso, para frenar los entusiasmos izquierdistas. �Ol�!, viene la democratizaci�n. Sin duda, vivir en un pa�s pos-dictadura militar era inmensamente m�s agradable que vivir en las c�rceles o en el exilio. Pero, visto con m�s cuidado, los "vivas" por la democratizaci�n de Am�rica Latina fueron un poco exagerados. Con esta democratizaci�n parcial (incluidas las amnist�as para los verdugos) ven�an los ajustes � la FMI y la necesidad para los pobres de apretarse los cinturones a�n mas. Y debemos notar que si en los a�os 70 la lista de los nichos principales inclu�a normalmente a M�xico y Brasil, al lado de Corea y Taiwan, en los a�os 80 M�xico y Brasil desaparec�an de estas listas, dejando solos a los cuatro dragones de Asia Oriental.

Vino luego el choque producido por la ca�da de los comunismos. El repliegue de los a�os 70 y 80 se convirti� en fuga desordenada durante los a�os 90. Una gran parte de los izquierdistas de ayer se convert�an en <span class="georgia11bordoItalic">Herald </span> os del mercado y los que no segu�an este camino buscaban ansiosamente senderos alternativos. Rechazaban, sin duda, los senderos luminosos, pero no quer�an renunciar a la posibilidad de alguna, cualquier luminosidad. Desgraciadamente, no fue f�cil encontrarla.

Para no desmoronarse frente al j�bilo de una derecha mundial resucitada, que se felicita de la confusi�n de las fuerzas populares en todas partes, debemos analizar con ojos nuevos, o al menos nuevamente abiertos, la historia del sistema- mundo capitalista de los �ltimos siglos. �Cu�l es el problema principal de los capitalistas en un sistema capitalista? La respuesta es clara: individualmente, optimizar sus beneficios y, colectivamente, asegurar la acumulaci�n continua e incesante de capital. Hay ciertas contradicciones entre estos dos objetivos, el individual y el colectivo, pero no voy a discutir eso aqu�. Voy a limitarme al objetivo colectivo. �Como hacerlo? Es menos obvio de lo que se piensa a menudo. Los beneficios son la diferencia entre los ingresos para los productores y los costes de producci�n. Evidentemente, si se ampl�a el foso entre los dos, aumentan los beneficios. Luego, �si se reducen los costes, aumentan los beneficios? Lo parece, a condici�n de que no afecte la cantidad de ventas. Pero, sin duda, si se reducen los costes, es posible que se reduzcan los ingresos de los compradores potenciales. De otra parte, �si se aumentan los precios de venta, aumentan los beneficios? Lo parece, a condici�n de que no afecte la cantidad de ventas. Pero, si se aumentan los precios, los compradores potenciales pueden buscar otros vendedores menos caros, si existen. �Claro que las decisiones son delicadas!

No son, adem�s, los �nicos dilemas. Hay dos variedades principales de costes para los capitalistas: los costes de la fuerza de trabajo (incluso la fuerza de trabajo para la producci�n de todos los insumos) y los costes de las transacciones. Pero lo que reducen los costes de la fuerza de trabajo podr�a acrecentar los costes de las transacciones y vice versa. Esencialmente, es una cuesti�n de ubicaci�n. Para minimizar los costes de transacciones, es menester concentrar las actividades geogr�ficamente, es decir, en zonas de altos costes de fuerza de trabajo. Para reducir los costes de fuerza de trabajo, es �til dispersar las actividades productivas, pero eso afecta negativamente los costes de las transacciones. Por lo tanto, desde hace por lo menos 500 a�os, los capitalistas reubican sus centros de producci�n de ac� para all�, cada 25 a�os m�s o menos, en correlaci�n esencial con los ciclos de Kondratieff. En las fases A, priman los costes de transacciones y hay centralizaci�n, y en las fases B, priman los costes de fuerza de trabajo y hay la fuga de f�bricas a la periferia.

El problema se complica a�n m�s. No es suficiente obtener beneficios. Debe hacerse lo necesario para guardarlos. Son los costes de protecci�n. �Protecci�n contra quienes y contra qu�? Contra los bandidos, por supuesto. Pero tambi�n, y sin duda m�s importante, contra los gobiernos. No es tan obvio c�mo protegerse contra los gobiernos si se es capitalista de un nivel poco interesante, porque necesariamente tal tipo de capitalista no trata habitualmente con m�ltiples gobiernos. Podr�a defenderse contra un gobierno d�bil (donde se ubican fuerzas de trabajo baratas) para evitar impuestos y eludir sobornos, pero necesita para ello de una fuerte influencia de los gobiernos centrales sobre los gobiernos d�biles, influencia por la que debe pagar un nueva renta. Es decir, a fin de reducir la renta perif�rica, deben pagar una cierta renta central. Para protegerse contra el robo de los gobiernos, deben sostener financieramente los gobiernos.

Finalmente, para hacer ganancias mayores y no menores, los capitalistas necesitan monopolios, por lo menos monopolios relativos, al menos monopolios en ciertos rincones de la vida econ�mica, por algunas d�cadas. �Y c�mo obtener estos monopolios? Claro que toda monopolizaci�n exige un rol fundamental de los gobiernos, sea legislando o decretando, sea impidiendo a otros gobiernos legislar o decretar. De otro lado, los capitalistas deben crear los canales culturales que favorezcan tales redes monopol�sticas, y para eso necesitan el apoyo de los creadores y mantenedores de patrones culturales. Todo esto resulta en costes adicionales para las capitalistas.
A pesar de todo esto (o tal vez a causa de todo esto), es posible ganar magn�ficamente, como puede verse estudiando la historia del sistema-mundo capitalista desde sus principios. Sin embargo, en el siglo XIX aparec�a una amenaza a esta estructuraci�n, que pod�a hacer caer el sistema. Con una fuerte centralizaci�n de la producci�n acrecentada, emerg�a la amenaza de "las clases peligrosas," sobre todo en Europa Occidental de la primera mitad del siglo XIX. En el lenguaje de la antig�edad, que fue introducido en nuestra armadura intelectual por la Revolucion Francesa, hablamos del problema del �proletariado�.

Los proletarios de la Europa Occidental comenzaron a ser militantes en la primera mitad del siglo XIX y la reacci�n inicial de los gobiernos fue reprimirlos. En este �poca el mundo pol�tico se divid�a, principalmente, entre conservadores y liberales, entre los que denegaban por completo los valores de la Revolucion Francesa y los que trataban, en el seno de un ambiente hostil, de recuperar su empuje para continuar la construcci�n de un Estado constitucional, laico y reformista. Los intelectuales de izquierda, denominados dem�cratas, o republicanos, o radicales, o jacobinos, o algunas veces socialistas, no eran m�s que una peque�a banda.

Fue la revoluci�n "mundial" de 1848 lo que sirvi� como choque para las estructuras del sistema-mundo. Mostr� dos cosas. La clase obrera era verdaderamente peligrosa y pod�a desbaratar el funcionamiento del sistema. En consecuencia, no era sabio ignorar todas sus reivindicaciones. Del otro lado, la clase obrera no era lo bastante fuerte como para hacer caer el sistema con sublevaciones casi espont�neas. Es decir, el programa de los reaccionarios fue autodestructor, pero lo mismo era el programa de los partidarios de conspiraciones izquierdistas. La conclusi�n a derecha y a izquierda fue esencialmente centrista. La derecha se dec�a que sin duda algunas concesiones deber�an hacerse frente a las reclamaciones populares. Y la izquierda naciente se dec�a que deber�a organizarse para una lucha pol�tica larga y dif�cil a fin de llegar al poder. Entraba en escena el conservadurismo moderno y el socialismo cient�fico. Seamos claros: el conservadurismo moderno y el socialismo cient�fico son o llegaron a ser dos alas, dos avatares del liberalismo reformista, intelectualmente ya triunfante.

La construcci�n del estado liberal "europeo" (europeo en sentido amplio) fue el hecho pol�tico principal del siglo XIX y la contrapartida esencial de la ya consumada conquista europea del mundo entero basada sobre el racismo teorizado. Llamo a esto la institucionalizaci�n de la ideolog�a liberal como geocultura de la econom�a-mundo capitalista. El programa liberal para los Estados del centro, Estados en los cuales la amenaza de las clases peligrososas aparec�a como inminente, sobre todo en el per�odo 1848- 1914, fue triple. Primero, dar progresivamente a todo el mundo el sufragio. La l�gica era que el voto satisfar�a el deseo de participaci�n, creando para los pobres un sentido de pertenencia a la "sociedad" y, de ese modo, no exigir�an mucho m�s. Segundo, aumentar progresivamente los ingresos reales de las clases inferiores a trav�s del bienestar estatal. La l�gica era que los pobres estar�an tan contentos de cesar de vivir en la indigencia, que aceptar�an quedar m�s pobres que las clases superiores. Los costes de esas transferencias de plusval�a ser�an menores que los costes de insurrecciones y en todo caso ser�an pagados por el Tercer Mundo. Y tercero, crear la identidad nacional y tambi�n transnacional blanco-europea. La l�gica era que las luchas de clases ser�an sustituidas por las luchas nacionales y globales raciales y de esa manera las clases peligrosas de los pa�ses del centro se ubicar�an en el mismo lado que sus elites.

Debemos reconocer que este programa liberal fue un �xito enorme. El estado liberal logro la doma de los clases peligrosas en el centro, es decir, de los proletariados urbanos (incluso si �stos estaban bien organizados, sindicalizados y politizados). El c�lebre consentimiento de �stos a las pol�ticas nacionales de guerra en 1914, es la m�s evidente prueba del fin de la amenaza interna para las clases dominantes.

Sin embargo, en el momento mismo en que se resolv�a ese problema para los poderosos, surg�a una nueva amenaza de otras clases peligrosas, las clases populares del Tercer Mundo. La revoluci�n mexicana de 1910 fue una se�al importante, pero seguramente no la �nica. Pensemos en las revoluciones en Afganist�n, Persia y China. Y pensemos en la revoluci�n de liberaci�n nacional rusa, que fue esencialmente una revoluci�n por pan, por tierra, pero ante todo, por la paz, es decir, con el fin de no seguir una pol�tica nacional que serv�a principalmente a los intereses de las grandes potencias de Occidente.

�Se dir�a que todas estas revoluciones, incluso la mexicana, fueron ambiguas? Cierto, pero no existen revoluciones no ambiguas. �Se dir�a que todas estas revoluciones, incluso la mexicana, fueron finalmente recuperadas? Cierto, pero no existe revoluciones nacionales que no fueran recuperadas al seno de este sistema-mundo capitalista. No es esta la cuesti�n interesante.

Desde el punto de vista de los poderosos del mundo, la posible sublevaci�n global de los pueblos perif�ricos y descuidados constitu�a una grave amenaza para la estabilidad del sistema, al menos tan grave como la posible sublevaci�n europea de los proletarios.

Ten�an que tomar cuenta de eso y decidir c�mo hacerle frente. En especial, porque los bolcheviques en Rusia se presentaban, para la izquierda mundial, como un movimiento con una posici�n verdaderamente antisist�mica. Los bolcheviques afirmaban que la pol�tica de "centrificaci�n" de los socialdem�cratas deber�a ser descartada. Quer�an encabezar una sublevaci�n global renovada.

El debate derecha-centro sobre el m�todo para combatir las clases peligrosas se repet�a. Como lo hizo en el caso de los proletariados europeos en la primera mitad del siglo XIX, la derecha de nuevo favorec�a la represi�n, pero esta vez en forma racista-popular (es decir, el fascismo). El centro favorec�a la reforma recuperadora. El centro fue encarnado por dos l�deres sucesivos en los Estados Unidos, Woodrow Wilson y Franklin Delano Rossevelt, que adaptaron las t�cticas decimon�nicas del liberalismo a la nueva escena mundial. Woodrow Wilson proclam� el principio de la autodeterminaci�n de los pueblos. Este principio fue el equivalente global del sufragio nacional. Una persona, un voto; un pueblo, un pa�s soberano. Como en el caso del sufragio, no se pensaba dar todo a todos inmediatamente. Para Wilson, esa fue, m�s o menos, la salida ante la desintegraci�n de los imperios derrotados austro-h�ngaro, otomano y ruso. No intento aplicarlo al Tercer Mundo, como es obvio, pues el mismo Wilson fue quien intervino en M�xico para vencer a Pancho Villa. Pero en 1933, con la Pol�tica del Buen Vecino, Roosevelt incluy�, al menos te�ricamente, la Am�rica Latina. Y en la Segunda Guerra Mundial, extendi� la doctrina a los imperios oeste-europeos en desintegraci�n, aplic�ndolo primeramente al Asia y m�s tarde al �frica y al Caribe.

Adem�s, cuando Roosevelt inclu�a en sus Cuatro Libertades "la libertad de la necesidad" ("freedom from want"), hablaba de la redistribuci�n de la plusval�a. Pero no fue muy espec�fico. Unos a�os despu�s, su sucesor Traman proclamo en su Discurso Inaugural cuatro prioridades nacionales. El �nico punto que recordamos fue el celebre Punto Cuatro, con el afirmaba que los Estados Unidos deb�an "lanzarse en un programa nuevo y audaz" en ayuda de los pa�ses "subdesarrollados." Comenz� lo que era el equivalente del estado de bienestar a nivel nacional, esto es, el desarrollo del Tercer Mundo a trav�s de un keynesianismo mundial.

Este programa liberal mundial patrocinado por los Estados Unidos, poder hegem�nico, tuvo tambi�n un �xito enorme. Sus razones se remontan a 1920, al Congreso de Bak�, convocado por los bolcheviques. En el momento en que Lenin y los otros vieron que era imposible impulsar a los proletariados europeos hacia una verdadera vuelta a la izquierda, decidieron no esperar a Godot. Giraron hacia el Oriente, hacia los Movimientos de Liberaci�n Nacional del Tercer Mundo como aliados para la supervivencia del r�gimen sovi�tico. A las revoluciones proletarias las substitu�an efectivamente con las revoluciones anti-imperialistas. Pero con eso aceptaron lo esencial de la estrategia liberal-wilsoniana. El antiimperialismo fue un vocabulario m�s fanfarroneado y m�s impaciente que la misma autodeterminaci�n de los pueblos. Desde este momento, los bolcheviques se transformaron en el ala izquierda del liberalismo global. Con la Segunda Guerra Mundial, Stalin prosigui� este camino m�s all�. En Yalta acepto un rol limitado y consagrado en el seno del sistema que los Estados Unidos pensaban crear en el per�odo de posguerra. Y cuando en los a�os cincuenta y despu�s, los sovi�ticos predicaban la "construcci�n socialista" de esos pa�ses, en el fondo utilizaban un vocabulario m�s fanfarroneado y m�s impaciente para el mismo concepto de desarrollo de los pa�ses subdesarrollados, predicado por los Estados Unidos. Y cuando, en Asia y Africa, una colonia despu�s de otra pod�a obtener su independencia, con luchas de una facilidad variable, fue con el consentimiento tal vez oculto y todav�a prudente, pero no obstante importante, de los Estados Unidos.

Cuando digo que la estrategia liberal mundial fue un gran �xito, pienso en dos cosas. Primero, entre 1945 y 1970, en la gran mayor�a de pa�ses del mundo, los movimientos herederos de los temas de la Vieja Izquierda del siglo XIX llegaron al poder, utilizando varias etiquetas: comunista, alrededor de la Uni�n Sovi�tica; movimientos de liberaci�n nacional, en Africa y Asia; socialdem�crata, en Europa occidental; populista, en Am�rica Latina. Segundo, el resultado del hecho de que tantos movimientos de la Vieja Izquierda hayan llegado al poder estatal, supuso una euforia debilitadora y, al mismo tiempo, tambi�n el ingreso de todos estos movimientos en la maquinaria del sistema hist�rico capitalista. Cesaron de ser antisist�micos y pasaron a ser pilares del sistema sin dejar de gargarizar un lenguaje izquierdista, esta vez con lengua de madera (langue de bois). Ese �xito, por tanto, fue m�s fr�gil de lo que pensaban los poderosos, y en todo caso no fue tan destacado como la recuperaci�n de la clase obrera blanca- occidental. Hubo dos diferencias fundamentales entre las situaciones nacionales de los pa�ses del centro y la del sistema-mundo globalmente. El coste de una distribuci�n nacional ampliada de la plusval�a a los obreros occidentales no fue enorme como porcentaje del total mundial y pudo ser pagado en gran parte por las clases populares del Tercer Mundo. Hacer una redistribuci�n significativa hacia las poblaciones del Tercer Mundo, por el contrario, habr�a tenido que ser pagado necesariamente por los poderosos y eso habr�a limitado gravemente las posibilidades de una acumulaci�n de capital en el futuro. De otra parte, fue imposible utilizar la carta del racismo para integrar los pueblos de color en el sistema-mundo. Si todo el mundo era considerado como "nosotros" �qui�n iba a ser el otro a denegar y despreciar? El desprecio racial hacia afuera hab�a sido un elemento crucial en la construcci�n de la lealtad de los nativos de sangre privilegiada hacia sus naciones. Pero esta vez, no exist�a un Tercer Mundo para el Tercer Mundo.

En el a�o 1968 marco el comienzo de un desmoronamiento r�pido de todo lo que los poderosos erigieron en el sistema-mundo con la geocultura liberal despu�s de 1945. Dos elementos concurr�an. El alza fenomenal de la econom�a-mundo alcanz� sus l�mites e �bamos a entrar en la fase-B de nuestro ciclo Kondratieff actual. Pol�ticamente, hab�amos llegado a la cima de los esfuerzos antisist�micas mundiales Vietnam, Cuba, el comunismo con rostro humano en Checoslovaquia, el movimiento de poder negro en los Estados Unidos, los inicios de la revoluci�n cultural en China, y tantos otros movimientos no previstos en los a�os cincuenta. Eso culminaba con las revoluciones de 1968, revoluciones sobre todo estudiantiles, pero no exclusivamente, en muchos pa�ses.

Vivimos despu�s las consecuencias de la ruptura hist�rica generada por esta segunda revoluci�n mundial, una ruptura que ha tenido sobre las estrategias pol�ticas un impacto tan grande como el impacto de la primera revoluci�n mundial, que fue esa de 1848. Claro que los revolucionarios han perdido en lo inmediato. Los m�ltiples incendios impresionantes a trav�s del mundo durante tres a�os, se extinguieron para terminar en la creaci�n de varias peque�as sectas maoizantes que desaparecieron pronto.

Sin embargo, 1968 dej� heridas y agonizantes a dos v�ctimas no poco importantes: la ideolog�a liberal y los movimientos de la Vieja Izquierda. Para la ideolog�a liberal, el golpe m�s serio fue la p�rdida de su rol como la �nica ideolog�a imaginable de la modernidad racional. Entre 1789 e 1848, el liberalismo exist�a ya, pero solamente como una ideolog�a posible, confrontado por un conservadurismo duro y un radicalismo naciente. Entre 1848 e 1968, a mi juicio, como vengo de afirmar, el liberalismo llego a ser la geocultura del sistema-mundo capitalista. Los conservadores y los socialistas (o radicales) se han convertido en avatares del liberalismo. Despu�s de 1968, los conservadores y los radicales han retrocedido a sus actitudes anteriores a 1848, negando la validad moral del liberalismo. La Vieja Izquierda, comprometida con el liberalismo, hizo esfuerzos valientes para cambiar de piel, adoptando un barniz de Nueva Izquierda, pero no lo logr� en realidad. M�s bien, ha incidido negativamente en los peque�os movimientos de la Nueva Izquierda, mucho m�s de lo �stos incidieran a su vez en la Vieja Izquierda. Segu�a as�, inevitablemente, el declive global de los movimientos de la Vieja Izquierda.

Al mismo tiempo, sufr�amos los azares de una fase-B de otro ciclo Kondratieff. No es necesario rememorar ahora los itinerarios en detalle. Recordemos �nicamente dos momentos. En 1973 la OPEP lanz� al alza los precios del petr�leo. Observemos las varias consecuencias. Fue una bonanza en renta para los pa�ses productores incluso en Am�rica Latina, M�xico, Venezuela y Ecuador. Fue una bonanza para las empresas transnacionales de petr�leo. Fue una bonanza para los bancos transnacionales en los cuales fue depositada la renta no gastada en seguida. Ayudaba, por un cierto tiempo, a los Estados Unidos en su competencia con la Europa Occidental y con el Jap�n, porque los Estados Unidos eran menos dependientes de la importaci�n de petr�leo. Fue un desastre para todos los pa�ses del Tercer Mundo y del bloque comunista que no eran productores de petr�leo. Los presupuestos nacionales cayeron en d�ficits dram�ticos. Complic� las dificultades de los pa�ses centrales reduciendo a�n m�s la demanda global para sus productos.

�Cu�l fue el resultado? Hubo dos etapas. Primeramente, los bancos transnacionales, con el apoyo de los gobiernos centrales, ofrec�an en�rgicamente empr�stitos a los gobiernos pobres en situaciones desesperadas, e inclusive a los propios gobiernos productores de petr�leo. Claro que los gobiernos pobres acogieron este salvavidas para mantenerse contra la amenaza de tumultos populares y los gobiernos productores de petr�leo se aprovecharon de tal ofrecimiento para "desarrollarse" r�pidamente. Al mismo tiempo, estos empr�stitos redujeron los problemas econ�micos de los pa�ses centrales aumentando su posibilidad de vender sus productos en el mercado mundial.

La �nica peque�a dificultad con esta bella soluci�n era que hab�a que rembolsar los empr�stitos. En unos a�os, el inter�s compuesto de las deudas llego a ser un porcentaje enorme de los presupuestos anuales de los pa�ses deudores. Fue imposible controlar ese sumidero galopante de los recursos nacionales. La Polonia debe su crisis de 1980 a �ste problema. Y en 1982 M�xico anuncio que no pod�a continuar pagando como antes.

Tal crisis de la deuda perdur� en la prensa unos a�os y luego esa prensa la olvid�. Para los pa�ses endeudados, sin embargo, la crisis perdura todav�a, no solamente como una carga presupuestaria, sino como un castigo en la forma de las exigencias draconianas que el FMI impuso sobre estos Estados. El nivel de vida en todos estos Estados ha ca�do abruptamente, sobre todo para el estrato m�s pobre, que es un 85-95% de la poblaci�n.

Quedaron los dilemas de una econom�a-mundo en estancamiento. Si no era posible atenuar m�s este estancamiento mundial con los empr�stitos a pa�ses pobres, era necesario hallar en los a�os ochenta otros expedientes. El mundo financiero-pol�tico ha inventado dos. Un nuevo prestador se present�, los Estados Unidos que, bajo Reagan, practicaba una pol�tica keynesiana oculta. Como lo sabemos, la pol�tica de Reagan ha sostenido ciertas grandes empresas estadounidenses y ha limitado el desempleo, pero acentuando la polarizaci�n interna. As� ha ayudado a sostener los ingresos en Europa Occidental y Jap�n. Pero evidentemente el mismo problema iba a presentarse. El inter�s sobre la deuda empezaba a ser demasiado pesado. De nuevo sobrevino una crisis de deuda nacional. Los Estados Unidos se hallaron en una situaci�n tan desconcertante, que para jugar el rol de l�der militar del mundo en la Guerra del Golfo en 1991, fue necesario que Jap�n, Alemania, Arabia Saudita y Kuwait pagaran lo esencial de los gastos. �Sic transit gloria!. A fin de impedir un poco un ocaso precipitado que estaba en marcha, los Estados Unidos recurren a la soluci�n FMI, infligi�ndose su propio castigo. Se llama "El Contrato para Am�rica." Exactamente como insiste el FMI para los pa�ses pobres, los EE.UU. est�n reduciendo el nivel de vida de los pobres propios, sin perjuicio de mantener, inclusive aumentar, las posibilidades de acumulaci�n para una minor�a de su poblaci�n.

El segundo expediente result� del hecho de que un aspecto fundamental de toda fase-B de los ciclos Kondratieff, es la dificultad acentuada de obtener grandes beneficios en el sector productivo. O para ser m�s precisos, la fase B se caracteriza, se explica, por la restricci�n de beneficios. Eso no llega a ser un obst�culo para un gran capitalista. Si no hay un margen suficiente de beneficios en la producci�n, se vuelve hacia el sector financiero para sacar ganancias de la especulaci�n. En las decisiones econ�micas de los a�os ochenta, vemos que esto se traduc�a en el fen�meno del s�bito control (takeover) de grandes corporaciones por medio de los llamados "junk bonds" o bonos il�citos. Visto desde el exterior, lo que sucede es que las grandes corporaciones se est�n endeudando, con la misma consecuencia, en el corto plazo que podr�a suponer para la econom�a-mundo, una inyecci�n de actividad econ�mica para luchar contra el estancamiento. Pero luchan con las mismas limitaciones de los dem�s. Deben pagar las deudas. Cuando eso se muestra imposible, la empresa va a la bancarrota o entra un "FMI privado" que impone la reestructuraci�n, es decir, la despedida de empleados. Lo que ocurre much�simo en estos d�as.

De estos acontecimientos tristes, casi indecentes, de los a�os 1970-1995, �qu� conclusiones pol�ticas han sacado las masas populares? Me parece obvio.

La primera conclusi�n es que la perspectiva de reformas graduales que permitir�an la eliminaci�n del foso rico-pobre, desarrollado-subdesarrollado, no es posible en la situaci�n actual y que todos los que lo hab�an sostenido fueron mentirosos o manipuladores. Pero, �qui�nes fueron �stos? Ante todo, fueron los movimientos de la Vieja Izquierda.

La revoluci�n de 1968 ha sacudido la fe en el reformismo, incluso el tipo de reformismo que se llamaba revolucionario. Los veinticinco a�os posteriores de eliminaci�n de las ganancias econ�micas de los a�os 1945-1970, destruyeron las ilusiones que a�n persist�an. Pa�s tras pa�s, el pueblo dio un voto de no-confianza a los movimientos herederos de la Vieja Izquierda, sea populista, sea de liberaci�n nacional, sea social-Democrata, sea leninista. El derrumbe de los comunismos en 1989 fu� la culminaci�n de la revoluci�n de 1968, la ca�da de los movimientos que pretend�an ser los m�s fuertes y los m�s militantes. Su p�rdida de apoyo popular fu� ultra-dram�tico y para muchas personas, incluso evidentemente para muchos intelectuales de las Am�ricas, fu� un desarreglo de toda una vida mental y espiritual.

Los coyotes del capitalismo gritaron victoria. Pero los defensores m�s sofisticados del sistema actual sab�an mejor. La derrota del leninismo, y es una derrota definitiva, es un cat�strofe para los poderosos. Elimin� el �ltimo y mejor escudo pol�tico, su �nica garant�a, como fue el hecho de que las masas creyeran en la certidumbre de un �xito del reformismo. Y en consecuencia, ahora esas masas no est�n m�s dispuestas a ser tan pacientes como en el pasado. La ca�da de los comunismos es un fen�meno muy radicalizarte para el sistema. Lo que se derrumb� en 1989 fue precisamente la ideolog�a liberal.

Lo que proporcionaba el liberalismo a las clases �peligrosas� fue sobre todo la esperanza, o mejor, la seguridad del progreso. Fue una esperanza muy materialista, todo el mundo finalmente tendr�a un nivel de vida confortable y saludable, una educaci�n, una posici�n honorable para s� mismo y sus descendientes. Y lo fue prometido si no para hoy, pues para un pr�ximo ma�ana. La esperanza justificaba las demoras, a condici�n de que hubiera ciertas reformas gubernamentales visibles y alguna tambi�n visible actividad militante de parte de los que la esperaban. Mientras tanto, los pobres trabajaron, votaron y sirvieron en los ej�rcitos. Es decir, hicieron funcionar el sistema capitalista.

Empero, si deb�an perder esta esperanza, �qu� har�an las clases �peligrosas�? Lo sabemos, porque lo vivimos actualmente. Renuncian a su fe en los Estados, no �nicamente en el Estado en manos de los "otros," sino en todo Estado. Llegan a ser muy c�nicos en lo que concierne a los pol�ticos, los bur�cratas y tambi�n respecto de los l�deres llamados revolucionarios. Empiezan a abrazar un anti-estatismo radical. Es poco menos que querer hacer desaparecer los Estados que no dan ninguna confianza. Podemos ver esta actitud en el Tercer Mundo, en el mundo ex-socialista, as� como tambi�n en los pa�ses centrales. �En los Estados Unidos lo mismo que en M�xico!

�Est�n contentas, la gente ordinaria, con esta nueva postura? Tampoco. Al contrario, tienen mucho miedo. Los Estados fueron sin duda opresivos, desconfiables, pero fueron tambi�n, al mismo tiempo, fuentes de seguridad cotidiana. En ausencia de fe en los Estados, �qui�nes van garantizar la vida y la propiedad personal? Llega a ser necesario retornar al sistema pre-moderno: debemos proveernos de nuestra propia seguridad. Funcionamos como la polic�a, el recaudador de impuestos y el maestro escolar. Adem�s, porque es dif�cil asumir todas estas tareas, nos sometemos a "grupos" construidos de m�ltiples maneras y con varias etiquetas. Lo nuevo no es que estos grupos se organicen, sino que comiencen a asumir las funciones que otrora pertenec�an a la esfera estatal. Y al hacer eso, las poblaciones est�n menos y menos listas a aceptar lo que los gobiernos les impongan para estas actividades. Despu�s de cinco siglos de fortalecimiento de los estructuras estatales, en el seno de un sistema interestatal tambi�n en fortalecimiento continuado, vivimos actualmente la primera gran retracci�n del rol de los Estados y necesariamente por tanto tambi�n del rol del sistema interestatal.

No es algo menor. Es un terremoto en el sistema hist�rico del cual somos participantes. Estos grupos a los cuales nos sometemos representan una cosa muy distinta de las naciones que constru�amos en los dos �ltimos siglos. Los miembros no son "ciudadanos," porque las fronteras de los grupos no son definidos jur�dicamente sino m�micamente, no para incluir sino para rechazar.

�Es esto bueno o malo? �Y para qui�nes? Desde el punto de vista de los poderosos, es un fen�meno muy vol�til. Desde el punto de vista de una derecha resucitada, da la posibilidad de erradicar el estado de bienestar y permitir el florecimiento de los ego�smos de corta duraci�n ("apr�s moi le d�luge!"). Desde el punto de vista de las clases oprimidas, es una espada de doble filo y tampoco est�n seguras de si deber�an luchar contra la derecha porque sus proposiciones les producen da�os inmediatos graves o apoyar la destrucci�n de un Estado que les ha defraudado.

Pienso que el colapso de la fe popular en la inevitabilidad de una transformaci�n igualizante es el m�s serio golpe para los defensores del sistema actual, pero seguramente no es el �nico. El sistema-mundo capitalista est� desagreg�ndose a causa de un conjunto de vectores. Podr�amos decir que esta desagregaci�n es muy sobredeterminada. Voy a discutir brevemente algunos de estos vectores inquietantes para el funcionamiento del sistema-mundo.

Antes de hacerlo, debo decir que no se presenta como un problema de tecnolog�a. Algunos sostienen que el proceso continuo de mecanizaci�n de la producci�n resultar� en la eliminaci�n de empleos posibles. No lo creo. Podemos todav�a inventar otras tareas para la fuerza de trabajo. Otros declaran que la revoluci�n inform�tica acarrear� un proceso de globalizaci�n que en s� hace caduco el rol de los estados. No lo creo tampoco, porque la globalidad ha sido elemento esencial de la econom�a-mundo capitalista desde el siglo XVI. No es nada nuevo. Si estos fueron los �nicos problemas de los capitalistas en el siglo SXXI., estoy seguro que podr�an hacer lo necesario a fin de mantener el impulso de la acumulaci�n incesante de capital. Hay cosas peores.

Primeramente, para los empresarios hay dos dilemas que son casi imposibles de resolver:
a) la desruralizaci�n del mundo
b) la crisis ecol�gica.
Los dos son buenos ejemplos de procesos que van de cero a ciento por ciento y cuando llegan cerca de la as�ntota, pierden valor como mecanismos de ajuste. Esto constituye la fase �ltima de una contradicci�n interna.

�C�mo ocurri� que el mundo moderno se haya desruralizado progresivamente? Una explicaci�n tradicional es que la industrializaci�n exige la urbanizaci�n. Pero no es verdad. Todav�a quedan industrias localizadas en las regiones rurales y hemos ya notado la oscilaci�n c�clica entre la concentraci�n y la dispersi�n geogr�fica de la industria mundial. La explicaci�n es diferente. Cada vez que hay estancamiento c�clico en la econom�a-mundo, uno de los resultados al fin de estos per�odos es una movilizaci�n acrecentada de los proletarios urbanos contra la declinaci�n de su poder de compra. As� se crea una tensi�n que los capitalistas resisten, por supuesto. Sin embargo, la organizaci�n obrera aumenta y comienza a ser peligrosa. Al mismo tiempo, las reorganizaciones empresariales alcanzan un momento en que podr�an relanzar la econom�a-mundo sobre la base de nuevos productos monopolizados. Pero falta un elemento, la demanda global suficiente.

Frente a esto, la soluci�n es cl�sica: alzar los ingresos de los proletarios, sobre todo de los obreros calificados, incluso facilitar para algunos el ingreso en esas categor�as. Del mismo golpe, resuelven los problemas de la tensi�n pol�tica y de la falta de demanda suficiente. Pero hay una contrapartida. El porcentaje de plusval�a que corresponde a los propietarios ha disminuido. Para compensar esta ca�da de plusval�a relativa, de nuevo existe una soluci�n cl�sica: transferir algunos sectores de actividad econ�mica que no son m�s muy rentables, hacia zonas donde hay una poblaci�n rural importante, una parte de la cual podr�a ser atra�da a nuevas localidades urbanas de producci�n, por salarios que representan para ellos un aumento de sus entradas familiares, pero que en la escena mundial representan costes de trabajo industrial m�nimos. En efecto, a fin de resolver las dificultades recurrentes de los estancamientos c�clicos, los capitalistas fomentan cada vez una desruralizaci�n parcial del mundo. Pero, �y si no hay m�s poblaciones a desruralizar? Hoy nos acercamos a esta situaci�n. Las poblaciones rurales, todav�a hace no mucho fuertes en la propia Europa, han desaparecido enteramente de muchas regiones del mundo y disminuyen en todas partes. Probablemente, son menos de 50% mundialmente hoy y dentro de 25 a�os la cifra va ser menos de 25%. La consecuencia es clara. No habr� nuevas poblaciones de bajo pago para compensar los salarios m�s elevados de los sectores proletarizados anteriormente. En efecto, el coste de trabajo aumentar� mundialmente, sin que los capitalistas puedan evitarlo.

Lo mismo pasa con la ecolog�a. �Por qu� existe hoy una crisis ecol�gica? No es complicado explicarlo. A fin de maximizar los beneficios, hay dos recursos principales para un capitalista: no pagar demasiado a los obreros y no pagar demasiado por el proceso de producci�n. �Como hacer esto? De nuevo es obvio: hacerlo pagar en gran parte por "otros." Se llama "la externalizaci�n de costes." Hay dos m�todos principales de externalizar costes. Uno es esperar que el estado pague por la infraestructura necesaria por la producci�n y la venta de los productos. La desagregaci�n de los estados representa una amenaza aguda para esto. Pero el segundo y m�s importante m�todo es no pagar los costes ecol�gicos: por ejemplo, no reemplazar los bosques cortados o no pagar por la limpieza de desperdicios t�xicos.

Mientras exist�an otros bosques, o zonas a�n no utilizadas, luego no tonificadas, el mundo y los capitalistas pod�an ignorar las consecuencias. Pero hoy tocan los l�mites de la externalizaci�n de costes. No hay m�s muchos bosques. Los efectos negativos de una toxificaci�n excesivamente aumentada de la tierra, implican impactos serios y m�ltiples que nos anuncian los cient�ficos avisados. Por eso han surgido movimientos verdes. Desde un punto de vista global, hay �nicamente dos soluciones: hacer pagar los costes por los capitalistas; y/o aumentar los impuestos. Pero esto �ltimo es poco probable, dadas las tendencias de reducir el rol de los Estados. Y lo primero implica una reducci�n seria en las ganancias de los capitalistas.

Hay otros vectores que representan dilemas, no para los empresarios, pero s� para los Estados. Primero, la polarizaci�n socio-econ�mica cada d�a m�s aguda del mundo corre parejas con la polarizaci�n demogr�fica del mundo. Cierto, hay una transformaci�n demogr�fica en proceso desde 200 a�os al menos y ahora mismo toca por primera vez al Africa que en el per�odo pos-1945 ten�a la tasa de crecimiento m�s alta del mundo. No obstante, aunque las tasas en general bajen, el foso entre el Norte, donde las tasas son a menudo negativas, y el Tercer Mundo, donde a�n son altas, a�n sigue ensanch�ndose. Si hay recuperaci�n de la econom�a-mundo en el primer cuarto del siglo XXI, el foso econ�mico ya se agrandar�, porque la recuperaci�n ser� fuertemente desigual.

La consecuencia es f�cil de prever. Habr� un fuerte aumento de la migraci�n Sur-Norte, legal o ilegalmente. No importa. No hay mecanismos posibles para terminarlo y a�n limitarlo seriamente. Las personas que querr�an venir al Norte son reclutadas entre los m�s capaces del Tercer Mundo y est�n determinadas a llegar. Habr� muchos empleos insuficientemente pagados para ellos. Por supuesto, habr� una oposici�n pol�tica xen�foba contra ellos, pero no bastar� para cerrar las puertas.

Si al mismo tiempo el rol de los Estados disminuye (y esto servir� tambi�n para permitir el aumento del n�mero de emigrantes), la integraci�n econ�mica de estos inmigrantes ser� limitada. Si la oposici�n pol�tica no logra frenar la entrada, probablemente lograr� limitar los derechos pol�ticos y sociales de los inmigrantes. En este caso, preveo lo siguiente: el n�mero verdadero de inmigrantes "sure�os" y sus descendientes inmediatos en los pa�ses del Norte ser� entre 10-35% por ciento de la poblaci�n, si no m�s. Y esto no solo en Am�rica del Norte y Europa Occidental, sino tambi�n en Jap�n. Al mismo tiempo, este 10-35% de la poblaci�n m�s joven, mucho m�s pobre, y ubicado en barrios urbanos segregados de hecho, ser� una poblaci�n obrera sin derechos pol�ticos o sociales. Retornaremos a la situaci�n de la Gran Breta�a y la Francia en la primera mitad del siglo XIX, aquella de proletariados que son clases peligrosas. As� se deshace doscientos a�os de recuperaci�n liberal y esta vez sin posibilidad de repetir el gui�n. Preveo que las zonas de conflicto social las m�s intensas en el siglo s XXI, no ser�n las Somalias y las Bosnias, sino las Francias y los Estados Unidos. �Las estructuras estatales ya debilitadas van a sobrevivir ese tipo de guerra civil?

Y si esto no fuera bastante, hay el problema de la democratizaci�n. �Problema, digo yo? �S�, problema! La democratizaci�n no es una mera cuesti�n de partidos m�ltiples, sufragio universal y elecciones libres. La democratizaci�n es una cuesti�n de acceso igual a las verdaderas decisiones pol�ticas y a un nivel de vida y a una seguridad social razonable. La democracia no puede coexistir con una gran dolarizaci�n socio-econ�mica, ni al nivel nacional, ni al nivel mundial. No obstante, existe una ola de sentimiento democratizador que se fortalece enormemente estos d�as. �Como se traduce ella? La prensa y los �ltimos <span class="georgia11bordoItalic">Herald </span> os del liberalismo anuncian que la democratizaci�n se muestra en la ca�da de varias dictaduras a trav�s del mundo. Sin duda, esto representa un esfuerzo de democratizar estos pa�ses. Pero estoy un poco desenga�ado del �xito efectivo de estos cambios. Lo que es m�s interesante es la presi�n continua, no �nicamente en el Sur, sino inclusive de modo m�s fuerte en los pa�ses del Norte, para aumentar los gastos para la salud, la educaci�n, y la vida de los sectores sociales mas retrasados. Pero esta presi�n agudiza, y much�simo, los dilemas fiscales de los estados. La ola de democratizaci�n ser� la �ltima clave en el ata�d ("nail in the coffin") del estado liberal. Vemos lo que pasa estos d�as en los Estados Unidos.

Para todas estas razones, el per�odo frente a nosotros, los pr�ximos 30-40 a�os, ser� el momento de la desintegraci�n del sistema hist�rico capitalista. No ser� un momento agradable de vivir. Ser� un per�odo negro, lleno de inseguridades personales, incertidumbres del futuro y odios viciosos. Al mismo tiempo, ser� un per�odo de transici�n masiva hacia algo otro, un sistema (o unos sistemas) nuevo(s). Al decir esto, sin duda se preguntan Vds. porque les he dicho que les traigo un mensaje de esperanza.

Nos hallamos en una situaci�n de bifurcaci�n muy cl�sica. Las perturbaciones aumentan en todas direcciones. Est�n fuera de control. Todo parece ca�tico. No podemos, nadie puede, prever lo que resultar�. Pero no quiere decir que no podamos tener un impacto sobre el tipo de nuevo orden que va ser constituido al fin. Todo lo contrario. En una situaci�n de bifurcaci�n sist�mica, toda acci�n peque�a tiene consecuencias enormes. El todo se construye de cosas infinitesimales. Los poderosos del mundo lo saben bien. Preparan de m�ltiple maneras la construcci�n de un mundo post-capitalista, una nueva forma de sistema hist�rico desigual a fin de mantener sus privilegios. El desaf�o para nosotros, soci�logos y otros intelectuales y para todas las personas en pos de un sistema democr�tico e igualitario (los dos adjetivos tienen id�ntico significado), es mostrarnos tan imaginativos como los poderosos y tan audaces, pero con la diferencia de que debemos vivir nuestras creencias en la democracia igualitaria, lo que no hac�an nunca (o raramente) los movimientos de la Vieja Izquierda. �Como hacerlo? Es esto que debemos discutir hoy, ma�ana y pasado ma�ana. Es posible hacerlo, pero no existe una certidumbre sobre eso. La historia no garantiza nada. El �nico progreso que existe es aquello por lo cual luchamos con, record�moslo, unas grandes posibilidades de perder. Hic Rhodus, hic salta. La esperanza reside, ahora como siempre, en nuestra inteligencia y en nuestra voluntad colectiva.

Reproducido por el Siese Manuel Ugarte en C�rdoba el 20.08.07

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