La crisis social,
económica y política del capitalismo en su fase imperialista,
en las dos últimas décadas del siglo XX y principios
del XXI, acarreó simultáneamente una profunda crisis
en las estructuras de las organizaciones sociales y políticas
que están, o estaban, al servicio de los intereses de las
oligarquías y del imperio. Estos cambios obligan también,
ante las nuevas realidades del proyecto imperialista neoliberal,
a que los partidos que representan a los sectores progresistas y
revolucionarios superen los modelos pasados. Igualmente, la crisis
del modelo de socialismo burocratizado, nos obliga a la búsqueda
creadora de nuevos códigos y preceptos políticos y
organizativos. Tal como decía Samuel Robinson “Inventamos
o erramos”.
Con el propósito de avanzar en la vía
venezolana al socialismo es obvio que el partido también
debe adecuarse a las características del proyecto que estamos
construyendo, para profundizar la independencia de la República,
en tránsito hacia la construcción del Socialismo Bolivariano.
Como decíamos en el Prólogo del libro
de Luís Bilbao, “Teoría y práctica del
partido revolucionario”:
“Vivimos tiempos de convulsión social
y política partera de cambios y transformaciones. Históricamente
se puede demostrar que es en momentos como éste en los que
los pueblos han evidenciado las carencias y debilidades ante la
ausencia de organizaciones políticas y populares sólidas,
unidas y claras para acompañar el salto cualitativo de las
masas en su espontaneidad creadora y su madurez cuando están
listas para el salto revolucionario. La unidad popular, en Venezuela
y en América Latina y el Caribe, se debate hoy entre; consolidar
un instrumento político que conduzca, dirija y consolide
sus luchas y avances como proyecto revolucionario; o permanecer
orgánicamente dispersas para continuar sometidos a los dictámenes
de corporaciones trasnacionales y oligarquías que practican
programas y proyectos que inevitablemente conducen a la extinción
de la especie humana”.
Hoy ello no está en discusión, salvo
excepciones que pretenden atrincherarse en viejas y aisladas estructuras
o fracciones. Sin embargo, ese instrumento político al que
nos referimos debe tener algunos puntos de partida básicos
que debemos discutir y ante los cuales tenemos que lograr coherencia
y claridad.
En el marco del “Congreso Comunal de Caracas,
hacia el Socialismo del Siglo XXI”, realizado durante tres
meses en la ciudad capital, concebido como espacio de construcción
colectiva para generar aportes, entre otros, en la definición
del programa, la organización, la táctica y la estrategia
del PSUV, hemos encontrado y percibido diversas corrientes de pensamiento
en las que se inscriben aquellos que han declarado su voluntad de
ser parte del mismo.
Como consecuencia de este proceso hemos identificado
una vertiente que, más allá de sus inclinaciones favorables
a las ideas de Bolívar, Martí, Marx, Lenin, Mao, Trotsky,
Gramsci, el Che Guevara, Mariátegui y Rosa Luxemburgo, entre
otros, coincide en pensamiento, estrategia y acción, con
la necesidad de impulsar un partido revolucionario de nuevo tipo,
auténtico, no sólo por sus orígenes, si no
también, por su compromiso con los excluidos.
Hemos creído ineludible contribuir a este
proceso desde una perspectiva crítica, apropiándonos
de un discurso y una praxis que identifica un modo particular de
ver el proceso de transformación pero, además, concebir
un militante y un partido que atiendan las necesidades de los tiempos
que vivimos.
Convencidos de la necesidad de orientar y ganar
la voluntad de la mayoría, de manera democrática,
para la construcción certera del PSUV, fuerte y sólido
en sus principios teóricos y su práctica organizativa,
hemos decidido, con humildad y firmeza, elaborar y difundir este
papel de trabajo, que contiene las premisas fundamentales que nos
identifican, con el fin de provocar y contribuir al debate:
Premisa I:
Creemos fundamental en la transferencia del poder
del viejo Estado al pueblo organizado. Debemos rescatar la verdadera
esencia de la democracia como proceso de acción y participación
protagónica del pueblo. La transferencia del poder es, ante
la centralización por parte del viejo Estado, la desordenada
descentralización y la inoperante desconcentración,
la opción más expedita para hacer eficiente el proceso
de democratización del poder sin intermediarios. Esto no
niega la necesidad, durante un período de transición
por definir, de un Estado fuerte, con autoridad, planificado y que
ejerza control, pero a la vez supeditado al poder vinculante de
las organizaciones sociales (art. 70 de LCRBV), las cuales deberán
incidir directamente en la planificación, ejecución,
evaluación y sanción de proyectos de impacto local,
regional y nacional, apostando incluso a la posibilidad de incidir
en el plano internacional a través de la integración
de los pueblos en la lucha por la autodeterminación y/o el
intercambio que propicie relaciones fraternales y solidarias con
todos los pueblos del mundo. Esta premisa, como las otras que hemos
de mencionar, requiere de garantías institucionales y económicas
para la formación y capacitación de los ciudadanos
y ciudadanas organizados en función de generar las competencias
necesarias para lograr éste y otros objetivos.
Premisa II:
Creemos en la construcción colectiva del
poder popular. Durante años se ha despreciado el saber y
la experiencia popular, considerados como el producto de la ignorancia,
desconociendo la riqueza y profundidad que posee. Asumimos que el
poder vertical es la reproducción del modelo de dominación
imperialista, por lo que la horizontalidad en las relaciones políticas
permitiría que, de manera colectiva, se desarrolle la construcción
del poder que naturalmente corresponde al soberano y que ha sido
expropiado, como producto del apoyo y los intereses imperialistas
impuestos desde el exterior, por la oligarquía local.
El socialismo supone la ruptura de la desigualdad
en el plano del ejercicio del poder, esto es la división
entre dirigentes y dirigidos, entre quienes mandan y quienes obedecen.
En este sentido, confiamos en que los saberes populares están
labrando el camino para la emancipación (más aún
que la simple libertad como concepto abstracto o la “igualdad
ante la Ley”, idea ésta profundamente burguesa) a través
de variados e incontables procesos de carácter local. Por
ello vemos al partido como un instrumento emancipador del pueblo,
el cual profundamente enraizado en él, ha de convertirse
en el arma política de los movimientos sociales para garantizar
el ejercicio efectivo del poder popular, en sus distintas variantes,
e impedir que los explotadores conserven, o retomen, el control
del Estado o, -como en experiencias del pasado que tuvieron como
norte la liberación de la humanidad-, éste se convierta
en una herramienta asfixiante de la sociedad para instituir nuevas
formas de dominación. Es por ello, que el partido deberá
facilitar y potenciar la instalación de redes comunales que
faciliten la construcción colectiva del poder, para un nuevo
Estado, propulsando la transferencia de poderes al pueblo de la
vieja estructura estatal, sólo concebida para la acumulación
de capital y perpetuar la explotación humana y de la naturaleza,
en beneficio de privilegios excluyentes y en detrimento de la naturaleza.
A su vez el Partido es el espacio necesario para transformar, que
no reformar, el aparato estatal que heredamos, hacerlo eficiente
para la sociedad, particularmente para las mayorías, deuda
esta que estamos por saldar y que constituye un obstáculo
para el avance de la revolución. Esto último es crucial,
porque el Estado puntofijista fue estructurado y concebido a la
medida de los intereses que el imperialismo y la oligarquía
requirió, para sojuzgar a los sectores sociales explotados,
disfrazando, bajo el manto de la democracia representativa, la pretensión
de perpetuar para siempre la exclusión y la desigualdad.
Para la profundización del proceso y la
marcha hacia el socialismo es necesario un Estado verdaderamente
revolucionario, por lo que es urgente la construcción de
uno nuevo. Cuando hablamos de poder popular nos referimos a la vez
a la demolición del viejo aparato estatal, a la creación
de otro, caracterizado por el protagonismo y la presencia del soberano
en todos sus niveles de dirección, control y decisión.
Premisa III:
Creemos en la autonomía del poder popular.
No podemos concebir que las organizaciones sociales se deban a la
imposición de un partido; creemos profundamente en la independencia
de criterio y conciencia de los colectivos y nuestra acción
se debe al respeto de esta autonomía como la única
que ha hecho posible la riqueza, el dinamismo y la amplia participación
del pueblo, acelerado esto por el certero e indudable liderazgo
del Comandante Chávez. Consideramos que cualquier acción
que se proponga el partido debe estar orientada por el espíritu
de persuadir y sumar voluntades del poder popular. Negamos la imposición
de criterios, ideas o proyectos e invitamos a ser crítico-constructivos
de las ideas que nazcan de otras organizaciones o colectivos de
carácter político, así como de las instituciones
del Estado. Es por ello que nos consideramos facilitadores de los
procesos de toma de decisión de diferentes sectores, siempre
y cuando vayan en beneficio del colectivo mayoritario, dando continuidad
al curso exitoso de la revolución. La necesaria autonomía
del poder popular, orientada conforme a los principios tácticos
y estratégicos de la revolución bolivariana, es la
única vía a través de la cual garantizaremos
el desarrollo de la revolución socialista y bolivariana.
Premisa IV:
Creemos que, como militantes del proceso revolucionario,
debemos ser críticos en el seno del partido y disciplinados
para acatar y defender las decisiones mayoritarias del mismo, aún
a pesar de disentir de ellas. Creemos que la confrontación
dialéctica (proceso de contraposición de dos o más
ideas contrarias que permiten la construcción de una nueva,
distinta a las anteriores y superior a ellas) es el método
de pensamiento necesario para el debate y el desarrollo de las ideas
dentro del partido. Ello nos lleva a asumirnos como una línea
de pensamiento crítico que jamás aceptará una
idea “pura” sino, al contrario, que trabajará
para que toda propuesta sea sometida al más riguroso debate
como paso previo a su incorporación en nuestro accionar.
Trabajaremos para que todo, absolutamente todo, se someta a este
método; igualmente seremos disciplinados al aceptar una idea
como propia, aún cuando en el debate no haya sido lo suficientemente
convincente como para persuadirnos a apoyarla, siempre y cuando
la mayoría esté de acuerdo y así la asuma.
Esta premisa no debe dar cabida nunca al democratismo o anarquismo.
La disciplina en las tareas de la revolución asignadas es
imprescindible para el triunfo.
Premisa V:
Creemos en el conocimiento como arma fundamental
para emancipar a nuestro pueblo. La revolución es ante todo
un hecho cultural. Para ello es imprescindible la formación
política y la reafirmación de los valores culturales
del pueblo, como vía para el logro de una sociedad socialista,
emancipada, igualitaria, solidaria, justa, fraterna, con igualdad
de condiciones más que de oportunidades. Para lograr esta
premisa, la adquisición de conocimientos debe reivindicar
la sabiduría del pueblo, basarse en valores socialistas para
avanzar en la construcción colectiva del saber, recurriendo
para ello a la utilización de lo acumulado históricamente
por la experiencia, tradicional o no, de nuestro país o de
otros procesos revolucionarios de América Latina, el Caribe
y del mundo, que demuestren su efectividad, pertinencia y aprobación
por parte de los colectivos.
Premisa VI:
Creemos que la ética revolucionaria es el
principal soporte del ejercicio de la autoridad y la militancia.
Ella no puede estar supeditada a consideraciones de carácter
táctico o circunstanciales, a condiciones momentáneas
según las cuales el logro de una tarea o meta justifica cualquier
tipo de conducta por más desviada que sea. Parafraseando
y, a la vez, superando a Maquiavelo decimos que “Los principios
revolucionarios determinan los medios para el logro de las tareas
y los objetivos”.
Los valores sobre los cuáles se expresa
la moral - como el ejercicio del deber revolucionario hasta sus
últimas consecuencias, la honestidad, la transparencia y
la lucha contra la exclusión - constituyen pivotes sobre
los cuales se erige la fuerza de la revolución en el desarrollo
del combate antiimperialista, la creación de un Partido masivo
de vanguardia y la lucha por la construcción del socialismo
bolivariano. La ética revolucionaria está reñida
con el ejercicio individual del poder, ya que éste conduce
a nuevas formas de opresión y conspira contra el protagonismo
colectivo, cada vez más necesario para las luchas actuales
y las que se avecinan. La ética revolucionaria debe expresarse
de manera clara en la práctica cotidiana y no sólo
en las palabras, si hemos de crear una organización sólida
para el proceso de transformación. Por ello la lucha contra
la corrupción y el burocratismo es una prioridad del militante
de la Revolución Bolivariana.
Premisa VII:
Creemos en un partido antiimperialista y socialista.
Si entendemos que la construcción del Socialismo Bolivariano
pasa necesariamente por la autodeterminación nacional y la
independencia de la patria, concluiremos que el carácter
del proceso actual debe estar condicionado por la definición
antiimperialista y en esa medida debe serlo el partido revolucionario.
Entendemos, como lo señalaba Mariátegui, que es imposible
el desarrollo pleno del antiimperialismo, sin avanzar progresivamente
hacia el socialismo, por lo cual el partido debe encarnarlo como
objetivo supremo y estratégico. Nuestro partido debe reivindicar
el nacionalismo revolucionario y el internacionalismo que nos enseña
que “La patria es la América”
Premisa VIII:
Creemos en un partido socialmente heterogéneo.
El bloque histórico social llamado a ser la vanguardia de
la revolución comprende mucho más que las clases trabajadoras
(la clase obrera o proletariado). Éste debe estar conformado
por todas las fuerzas revolucionarias en una síntesis que
congregue a los y las trabajadoras, amas de casa, estudiantes y
productores (as) del campo y la ciudad, las mujeres o minorías
enfrentadas a la exclusión sexista, los pueblos originarios
vilipendiados y sobre-explotados, las etnias y nacionalidades sometidas
y discriminadas, los y las excluidas social y culturalmente, la
juventud discriminada y subordinada, los movimientos ambientalistas,
en fin por todos los y las discriminadas por la gran burguesía
local y transnacional y a los y las afectadas por la ofensiva neoliberal
del capitalismo.
Premisa IX:
Creemos en un partido fuerte, omnipresente, pero
no omnipotente. Consideramos que el Estado, el Gobierno y las organizaciones
sociales deben ser autónomas e independientes entre si, ello
no quiere decir en ningún caso que deben confrontarse y mucho
menos enfrentarse. Quiere decir que debe haber una definida diferencia
entre las tareas y competencias de unas y otras. La tarea del partido
debe ser la de servir en todo momento de garante y conductor del
proceso organizativo, de movilización y referente programático
e ideológico de las conductas éticas y morales de
los revolucionarios y de las orientaciones y acciones generales
que hagan posible la conducción del proceso bolivariano antiimperialista
hacia la construcción del socialismo.
El partido, por ejemplo, no puede asfixiar o confiscar
la autonomía de los sindicatos, de los Comités de
Tierra o de los Consejos Comunales. Esto sería repetir los
errores de la URSS, en la que el Buró Político se
“tragó” al Comité Central y con ello al
partido, convirtiéndose en la autoridad suprema del gobierno,
que a su vez dirigía al Estado, y este controlado por el
Secretario General del Buró, acabó con el PCUS, mientras
este hacía lo mismo con los soviets, el legítimo poder
popular de las masas en la Revolución Soviética.
Evidentemente, en un gobierno revolucionario los
intereses, facultades y obligaciones de cada quien, si bien son
diferentes, deben estar articulados en una relación dialéctica
de unidad y autonomía, máxime cuando una de las definiciones
fundamentales del Socialismo Bolivariano que promovemos es el rescate
del principio de una democracia integral, protagónica y participativa,
para la construcción y defensa del proceso.
A partir de estas premisas proponemos
que el Partido Socialista Unido de Venezuela sea:
1.El espacio colectivo
de dirección y orientación táctica y estratégica
de la revolución socialista bolivariana, conformado por las
venezolanas y venezolanos comprometidos con el proceso revolucionario
que manifiesten su voluntad de afiliación, asuman los principios
estatutarios y la responsabilidad por el financiamiento del partido.
2. Heredero y fiel
expresión de la corriente histórica social de nuestros
antepasados y los héroes de las luchas por la libertad, la
igualdad social y la autodeterminación. Para la construcción
del socialismo, a partir de la experiencia histórica de nuestra
patria y de Latinoamérica y el Caribe, y a la vez, inspirados
por las tendencias del pensamiento libertario mundial, busca la
construcción de un modelo social original, siendo consecuente
con el ideal bolivariano.
3. Propulsor de la
unidad de todos los sectores y organizaciones sociales que contribuyan
al cambio y al progreso social, entendido este último como
la mejor manera de distribuir la riqueza, enarbolando la equidad
social en el ámbito político de mayor estabilidad
y libertad posible.
4. Vigilante del comportamiento
de los dirigentes y militantes para contrarrestar la influencia
de la ideología dominante que lleva a quienes ocupan cargos
de responsabilidad política, económica o social en
el proceso, a utilizar con fines personales el ejercicio del poder
y hacer de éste una parcela para el usufructo o provecho
propio. Esas tentaciones y comportamientos deben ser erradicados
por completo. La vanidad, la soberbia, la adulación, el afán
de lucro, el pragmatismo, la ineficiencia burocrática, en
fin el alejamiento de los principios revolucionarios deben combatirse
con firmeza hasta desaparecer para potenciar las fuerzas revolucionarias,
bolivarianas y socialistas. En el partido el dirigente es un militante
más, o mejor aún: el militante más ejemplar
y abnegado. El militante, sea o no dirigente, es el hombre o mujer
llamado a ser ejemplo del “hombre nuevo” que debemos
construir.
Además, proponemos que el
PSUV tenga como guía:
1. La consecución
del socialismo, el desarrollo endógeno, sustentable y autogestionario,
teniendo como principio la autonomía e independencia alimentaria,
el equilibrio ecológico y la protección ambiental,
así como el aprovechamiento racional de los recursos naturales
para superar las necesidades y carencias urgentes de los sectores
sociales más vulnerables. El proyecto de emancipación,
además de suprimir las desigualdades en el campo económico,
debe ser abarcador y total hasta erradicar todas las expresiones
de opresión, incluyendo las políticas y culturales,
ello implica entonces la eliminación progresiva de cada una
de ellas: patrones-asalariados; trabajo manual-trabajo intelectual;
dirigentes-dirigidos; campo-ciudad; desigualdades de género
y generacionales; discriminación étnica; dominación
tecnológica, cultural o comunicacional, entre otros.
Proponemos que su misión
sea:
1. La defensa irrestricta
de la revolución bolivariana, la soberanía del pueblo
y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela;
el impulso de la unidad cívico-militar bajo la concepción
de guerra de todo el pueblo para la defensa de la integridad nacional;
la construcción de la sociedad socialista; la educación
y el desarrollo del conocimiento en los principios bolivarianos,
socialistas y antiimperialistas; la organización del pueblo
para profundizar la movilización permanente, la contraloría
social, el protagonismo y la democracia participativa.
Y que como principios organizativos
el partido tenga:
1. La elección
directa de todos sus niveles dirigentes, el libre debate y el respeto
de las ideas en el marco de los principios revolucionarios y bolivarianos,
la revocatoria del mandato y la sujeción de la minoría
a las decisiones de la mayoría. Debe desarrollar exigentes
criterios y condiciones transparentes en las postulaciones a los
cargos dirigentes, dejando a un lado la manipulación de la
militancia, el clientelismo y el “compadrazgo”. Todo
acto de elección debe estar ceñido de manera estricta
a la evaluación y decisión voluntaria de la militancia,
orientada por la conciencia y consecuencia revolucionaria.
Por último, en lo internacional
proponemos que:
1. Sean principios
internacionales del partido: la solidaridad, la lucha antiimperialista,
el respeto a la autodeterminación de los pueblos, la lucha
por la paz y la amistad, el reconocimiento a la diversidad étnica
y cultural y la integración latinoamericana y caribeña
para cumplir el sueño del Libertador.
El debate de esta propuesta permitirá sentar
las bases para una discusión que lleve a las definiciones
necesarias del proceso revolucionario en la presente etapa.
Así mismo, es necesario reflexionar acerca
de la estrategia y la táctica, la definición de la
etapa, el enemigo principal, las alianzas y compromisos para el
logro de los objetivos tácticos y estratégicos, todo
lo cual deberá ser incorporado a los dos documentos básicos
del partido: sus estatutos y su programa.
¡La Revolución es
poder del pueblo!
¡Patria, Socialismo o Muerte!
¡Venceremos!
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