MANUEL UGARTE
PRECURSOR DEL NACIONALISMO POPULAR

POR JUAN CARLOS JARA

“Mañana, cuando se escriba la historia del pensamiento americano, a ti te tendrán que erigir en tu país y fuera de él, un pedestal aparte, más alto que el de los corderos de Panurgo”.

Rufino Blanco Fombona, carta a Ugarte, 31.1.1911

1

...Es un lugar común en la historia de las ideas argentinas datar el nacimiento del nacionalismo contemporáneo en los años del primer centenario, representándolo en las figuras señeras de Manuel Gálvez (1882-1962) y Ricardo Rojas (1882-1957). A este respecto sostienen Payá y Cárdenas: “El nacionalismo, entendido como una doctrina coherente que interpreta el país y su historia, vio la luz en la Argentina con la aparición de dos obras: ‘La restauración nacionalista’, de Ricardo Rojas, en 1909, y ‘El diario de Gabriel Quiroga’, de Manuel Gálvez, pocos meses después ” [1]. Estas dos obras serán, asimismo, para Mónica Quijada, “los dos pilares sobre los que se asienta el nacionalismo del Centenario ” [2] y en el mismo sentido se expide Fermín Chávez, en prólogo a la tercera edición del libro de Rojas [3] , aunque en su caso agrega un tercer pilar: el “Prometeo” de Lugones, publicado en el mismo año 1910 [4] .
...Parecida actitud, por último, con la particularidad de omitir toda mención al libro de Gálvez, es la que adopta Enrique Zuleta Alvarez en los dos exhaustivos tomos de su historia del nacionalismo argentino [5].
Sintomáticamente, ninguno de los autores nombrados se detiene en la figura precursora de Manuel Ugarte (1875-1951), un hombre que, pese a militar en las filas del socialismo -o acaso por esa misma circunstancia-, supo entrever mejor que nadie, a principios del siglo XX, el poderoso vínculo que unía la noción de patria (en su caso, de patria grande latinoamericana) con la posibilidad de liberación nacional y social de las masas explotadas de nuestra tierra.
...Sin pretender menoscabar la importancia de los citados libros de Rojas y Gálvez, de los que hablaremos más adelante, creemos necesario hacer la siguiente salvedad previa: el nacionalismo que nace o se prefigura con estas obras, tal vez por una interesada y sesgada lectura posterior, hecha tanto por “autoritaristas” como por “democráticos” [6], se convierte en realidad en el precursor de una de las vertientes del nacionalismo, ésa -reaccionaria y sin pueblo- que alguna vez le hizo exclamar a Jauretche, “yo no soy nacionalista, soy nacional”, y en otra ocasión, con motivo de una polémica con Jordán Bruno Genta: "el nacionalismo de ustedes se parece al amor del hijo junto a la tumba del padre; el nuestro, se parece al amor del padre junto a la cuna del hijo, y esta es la sustancial diferencia. Para ustedes la nación se realizó y fue derogada; para nosotros, sigue todavía naciendo" [7].
...El nacionalismo de derecha, punta de lanza en la caída de gobiernos populares como los de Yrigoyen y Perón -derrotas nacionales usufructuadas a la postre por el liberalismo más crudamente colonial- ciertamente dista en puntos básicos de aquella otra vertiente del nacionalismo (con mayor preponderancia social y, en ciertos casos, de clara orientación marxista) a la que se ha denominado nacionalismo popular o nacionalismo revolucionario y que reconoce raíces ideológicas en autores del siglo XIX como el último Alberdi, los hermanos José y Rafael Hernández, Carlos Guido y Spano y el médico, abogado e ingeniero agrónomo español Juan Bialet-Massé, entre otros.
...Para los días del Centenario -quizá sin saberlo él mismo- esta corriente tenía a su expositor más eminente en Manuel Ugarte, autor de “El porvenir de la América Española” (Valencia, 1910). Un escritor venezolano, contemporáneo de Ugarte y bolivariano ejemplar, Rufino Blanco Fombona, lo supo ver con claridad: “Hay dos corrientes de ideas entre los argentinos, por un lado, la que empieza con Rivadavia y sigue con Mitre, y su hermana, a la cual pertenece Manuel Gálvez, que últimamente nos hablaba del protectorado argentino desde Chile a México, y por otro, el nacionalismo popular latinoamericano expresado en Dorrego, Juan B. Alberdi y Manuel Ugarte” [8].
Que un venezolano nos recuerde cuáles son las auténticas bases de nuestro pensamiento nacional y popular no es exclusiva característica de los días presentes, como puede apreciarse…


[1] Payá, Carlos y Cárdenas, Eduardo. El primer nacionalismo argentino en Manuel Gálvez y Ricardo Rojas, Bs. As., Peña Lillo, 1978; p 13.
[2] Quijada, Mónica. Manuel Gálvez: 60 años de pensamiento nacionalista, Bs. As., CEAL, 1985; p. 25.
[3] Bs. As., Peña Lillo, 1971; p. 7.
[4] La mayoría de los autores que han estudiado el fenómeno del nacionalismo argentino datan su origen, más restringidamente, en la década de 1920. Julio Irazusta (El pensamiento político nacionalista, Bs. As., Obligado, 1975) lo sitúa específicamente en 1927 con el nacimiento de “La Nueva República”. Por su parte, la historiadora hispano norteamericana Marysa Navarro Gerassi, en Los nacionalistas (Bs. As., Jorge Alvarez, 1968), pese a distinguir correctamente dos expresiones diferenciadas: el nacionalismo popular y el de derecha, solo se aboca al estudio de éste último, partiendo también de la década del ‘20. Por último, los profesores María Inés Barbero y Fernando Devoto (Los nacionalistas, CEAL, 1983) luego de subdividir al nacionalismo en cinco grupos diferentes, terminan definiéndolo, en globo, como un “movimiento que, tras algunas voces precursoras de la década del diez (significativamente, sólo mencionan a Rojas y a Gálvez) surgirá en los años veinte…”, etc., etc.
[5] Cfr. El nacionalismo argentino, Bs. As., La Bastilla, 1975.
[6] Al respecto es muy esclarecedor el trabajo presentado por Eduardo Toniolli a las Jornadas de Pensamiento Argentino, organizadas en Rosario en noviembre del 2003. (Cfr: http://jornadas.tripod.com.ar).
[7] Jauretche, Arturo. FORJA y la Década Infame, Bs. As., Coyoacán, 1962; p. 43.
[8] Prólogo a Francisco Solano López y la guerra del Paraguay de Carlos Pereyra. Citado por Norberto Galasso en “Cuadernos para la Emancipación”, Nº 5, Córdoba, agosto-diciembre 1994; p.9

2

“LA RESTAURACION NACIONALISTA”.

...El libro de Ricardo Rojas había nacido como una misión burocrática encomendada por el gobierno nacional con el fin de “estudiar el régimen de la educación histórica en las escuelas europeas”.
...“Cumplí el encargo - dice Rojas en el prólogo a la segunda edición [9] -, regresé a mi país, presenté el informe, y, bajo el título de ‘La restauración nacionalista’, dicho informe, impreso oficialmente, fue repartido gratis a los maestros y publicistas de la República”.
...El calor oficial, que jamás acompañó la vida ni la obra de Ugarte, parecía signar con su favor aquel libro de Rojas, seguramente el más importante de los muchos que escribiera, y el cual, ya desde el título, “por su tono alarmante, inactual y agresivo”, pretendía ser “un grito de escándalo” lanzado con audacia juvenil en plena plaza pública. Sin embargo, cuando apareció publicado [10], “un largo silencio sucedió a su aparición de un extremo al otro del país. Los principales diarios de Buenos Aires ni siquiera publicaron el habitual acuse de recibo. Las más altas personalidades de la política y las letras guardaron también un prudente mutismo” [11].
...Era lógico, ya que además de rebelarse contra una educación cosmopolita y alejada de las tradiciones nacionales, Rojas estampaba en su libro frases y pasajes de penetrante contenido nacional, a contramano de la mentalidad de factoría que había presidido hasta entonces el accionar político y económico de la “plutocracia grotesca”, como llamaba Rojas a la elite dominante.
...No era poca cosa sostener en la Argentina ultraliberal de 1909 que el Estado, “en nuestra sociedad anárquica y egoísta ha tenido la iniciativa de casi todos los progresos” [12], o afirmar, en abierta fractura con la política educativa de la época, enciclopédica e irremediablemente europeísta, que “el momento aconseja con urgencia imprimir a nuestra educación un carácter nacionalista por medio de la Historia y las humanidades ” [13] y que “el fin de la Historia en la enseñanza es el patriotismo” [14].
...Resultan también notables algunas apreciaciones como ésta, que tan ajustadamente le sigue cuadrando a no pocos cultores de nuestras evanescentes letras actuales: “la literatura no es vano ejercicio, sino esfuerzo trascendental ligado a la existencia misma de la nación” [15], o esta otra, de relevante valor epistemológico: “un hecho histórico americano cambia mirado desde Europa; así el hecho histórico europeo, cambia mirado desde América, cuando se le mira con los ojos americanos, y no con lentes de doctor alemán o gafas de político francés ” [16].
...El mismo Rojas adopta por momentos esa perspectiva y, al observar la historia argentina “con ojos americanos”, constata: “la montonera no fue sino el ejército de la independencia luchando en el interior, y casi todos los caudillos que la capitaneaban habían hecho su aprendizaje en la guerra contra los realistas. Había más afinidades entre Rosas y su pampa o entre Facundo y su montaña, que entre el señor Rivadavia o el señor García y el país que querían gobernar. La Barbarie, siendo gaucha, y puesto que iba a caballo, era más argentina, era más nuestra. Ella no había pensado en entregar la soberanía del país a una dinastía europea. Por lo contrario, la defendió” [17].
...¿Cómo no se iban a unir en contra del joven intelectual santiagueño [18] “La Vanguardia, marxista; La Protesta, àcrata, y El Pueblo, católico”, además de “La Prensa” y “La Nación”, si Rojas lanzaba estos mandobles contra los dogmas historiográficos del mitrismo, al tiempo que cargaba contra la falta de “espíritu nacional” de la clase dirigente y de sus aliados de la prensa periódica, cuyo propósito “de granjería y de cosmopolitismo” los obligaba a poner “un cuidado excesivo en el mantenimiento de la paz exterior y del orden interno, aun a costa de los principios más altos, para salvar los dividendos de capitalistas británicos, o evitar la censura quimérica de una Europa que nos ignora ”? [19]
...Lamentablemente, esa llamativa unanimidad en la crítica y en el silenciamiento, hicieron mella en el espíritu combativo del joven Rojas, quien años después, al prologar una segunda edición de su libro, confiesa que ya no comulga con muchos de los dichos “de simple valor polémico” de éste y se preocupa por dejar sentado que el texto de 1909 había sido mal comprendido por la mayor parte de sus críticos e incluso por algunos de sus más exacerbados partidarios.
...Ya para entonces, 1922, la vida pública de Rojas, como crudamente señala Norberto Galasso, se había convertido “en una permanente transacción con los grandes poderes de la factoría, como recurso para permanecer en la vidriera de la fama” [20].
...Si el confesado propósito de “La Restauración…” había sido “obligar a las gentes a que revisaran el ideario ya envejecido de Sarmiento y de Alberdi”, lo que él mismo hará en otro libro rescatable, “Blasón de Plata”, de 1910; el sentido posterior de su obra y de su trayectoria (rupturista durante las dos guerras, radical luego de caído Yrigoyen, alvearista y notorio enemigo del peronismo más tarde) muestran con toda nitidez la claudicación y renuncia flagrante de aquellos ideales de juventud.
...Sólo como hipótesis planteamos la posibilidad de que esa claudicación ya estuviera prefigurada en el texto de 1909 y en el recóndito elitismo de su pensamiento político coetáneo.
...Son pocos los pasajes de “La Restauración…” en los que Rojas menciona al pueblo, criollo o inmigrado, pero cuando lo hace, invariablemente, utiliza expresiones como “turba ignara”, “huestes descalzas” u “hordas cosmopolitas”.
...Paradójicamente, esa lejanía de lo popular lo aproxima al “ideario envejecido” del Alberdi de “Las Bases” y el Sarmiento de “Civilización y Barbarie”, ante los que él pretendía reaccionar. Y más aún, lo acerca al Echeverría del “Dogma Socialista”, quien luego de largas tiradas destinadas a ensalzar los principios revolucionarios de 1789 -libertad, igualdad, fraternidad- terminaba aseverando que “el sufragio universal es absurdo”, pues la democracia “no es el despotismo absoluto de las masas, ni de las mayorías; es el régimen de la razón” y, por lo tanto, “sólo es llamada a ejercerla la parte sensata y racional de la comunidad social ” [21].
...Del mismo modo opinaba Rojas, quien, con casi idénticos argumentos, participa del debate abierto en 1911 en referencia a la reforma electoral llevada adelante por el presidente Roque Sáenz Peña.
...Respondiendo a una encuesta del diario “La Nación” -a cuya redacción, por otra parte, pertenecía- Rojas discurre en dos extensos artículos sobre las condiciones geográficas, sociales, históricas y jurídicas en las que debería asentarse el nuevo sistema electoral argentino, y concluye aconsejando la calificación del voto, pues, “¿cómo han de decidir de los destinos públicos los analfabetos, los incapaces, los inconscientes?” [22].
...Como si el problema del sufragio fuera una cuestión de mayor o menor ilustración y no de concretos intereses en pugna, Rojas aboga por una “oligarquía de maestros” que “antes de llegar a la verdadera democracia” deberá modelar la cultura ciudadana “de un pueblo heterogéneo, escéptico, ignorante y sensual”. Así, afirma Rojas, el progreso cultural del país, permitirá el aumento del grupo de electores selectos en condiciones de ejercer el derecho de votar. Por otra parte, ¿por qué alarmarse si se le niega “a un analfabeto huarpe, quichua o guaraní, morador de un rancho solitario, el derecho de elegir diputados y electores de presidente”, si al fin de cuentas, “la constitución no se opone al voto calificado” y “la igualdad y la libertad verdaderas no podrán serlo sino más tarde, cuando la humanidad redimida de las fuerzas cósmicas emprendan su ultimo esfuerzo de redención sobre la tierra ”? [23].


[9] Bs. As., La Facultad, 1922.
[10] Cuenta Rojas que el manuscrito “no fue leído por nadie en la Casa de Gobierno” y solo ante su gestión personal se le permitió imprimirlo en los talleres de la Penitenciaría Nacional. “Durante varias semanas -acota Rojas- trabajé a la par de los presos, que me tomaron gran simpatía, consiguiendo de sus manos un volumen estampado con amor y con elegancia”. (Prólogo a la edición de La Facultad). Tal conspiración de silencio administrativo contrasta con la opinión de María Teresa Gramuglio quien nos habla de la existencia de un “nacionalismo oficial” tendiente a conferir por entonces, a la educación pública, el rango de herramienta integradora de una sociedad cada vez más heterogénea. (Estudio preliminar a El diario de Gabriel Quiroga, de Manuel Gálvez, Bs. As., Taurus, 2001; p.23).
[11] Rojas, Ricardo. La Restauración Nacionalista, Bs. As., Peña Lillo, 1971; p. 17.
[12] Id., p. 131.
[13] Id., p. 84.
[14] Id., p. 47.
[15] Id., p. 164.
[16] Id., p. 80-81.
[17] Id., p. 97-98.
[18] Aunque nacido en Tucumán, Rojas se crió en Santiago del Estero, provincia de la que su padre, Absalón Rojas, fue gobernador.
[19] Id., p. 133-34.
[20] Jauretche, Arturo. Libros y alpargatas, civilizados o bárbaros. Introducción y comentarios de Norberto Galasso, Bs. As., Los Nacionales Editores, 1983; p 38.
[21] Echeverría, Esteban. Obras completas, Bs. As., Carlos Casavalle Editor, 1870-1874, v.4.
[22] “Cuestiones electorales. La encuesta de La Nación. Opinión del señor Ricardo Rojas”, diario “La Nación”, 11 de septiembre de 1911; p. 10. Recordemos que sólo dos años antes, en La Restauración Nacionalista, Rojas opinaba que “en el estado actual de nuestro país es preferible el analfabeto con ciertos instintos sanos, que el alfabeto sin preocupaciones a favor de la nación”. (Op. Cit., p. 153).
[23] Íbidem.

3

“EL DIARIO DE GABRIEL QUIROGA”.

...Manuel Gálvez, amigo y contertulio de Rojas, quien por esos días lo visita periódicamente en su quinta “Sweet Home” de Olivos [24] , publica esta inflamada requisitoria contra “el cosmopolitismo y la desnacionalización actuales”, en y con motivo de la fecha del centenario.
...Su estilo ameno, directo y desprejuiciado -al que se anima, sin duda, por haber ideado el subterfugio de adjudicar esos apuntes a Gabriel Quiroga, personaje ficcional, aunque notorio “alter ego” suyo- asiste a Gálvez para proclamar su ideario nacionalista, arriesgándose, paradójicamente, a que sus conciudadanos lo acusen de “mal patriota” o se nieguen a oírlo “porque están de fiestas”, y a sabiendas de que “entre tantos elogios, como los que la adulación cosmopolita y la vanidad casera asestarán a mi patria, daré ‘la nota discordante’. Pero no me aflijo. Por el contrario, ello me encanta, pues considero delicioso no estar de acuerdo con los demás ” [25].
...El tono provocador, audaz de esas palabras recorre las páginas de este libro polémico que, sin embargo, “pasó casi inadvertido” [26] en el momento de su aparición.
...Su leit motiv, como en el texto de Rojas, lo constituye la crítica recurrente al abandono de las tradiciones nacionales y la consiguiente desnacionalización del espíritu argentino en aras de una búsqueda desenfrenada de la riqueza material y el progreso sin alma.
...Gálvez dirige su ataque al carácter cosmopolita del nuevo país; cosmopolitismo especialmente arraigado en Buenos Aires, “ciudad tentacular”, y desde allí transmitido a los pueblos mediterráneos, donde, empero, se conservan aún atisbos de resistencia como el amor a la patria y el culto del pasado tradicional y romántico.
...Hay sin dudas un profundo sentimiento reaccionario en esa idealización decadentista del interior, cuya filiación verán algunos en el Miguel Cané de “Prosa ligera”, quejoso de la insolencia de la servidumbre inmigrada: “hoy nos sirve un sirviente europeo que nos roba, que se viste mejor que nosotros y que recuerda su calidad de hombre libre apenas se le mira con rigor. Pero en las provincias del interior, sobre todo en las campañas, quedan aún rastros vigorosos de la vida patriarcal de antaño, no tan mala como se piensa” [27].
...También Gálvez exalta la ”tradición colonial” de la vida provinciana, “nuestro pasado romántico y ferviente”, en el que, paradójicamente, finca su optimismo sobre el porvenir argentino; pero, diferenciándose del autor de “Juvenilia” -al que llama burlonamente “Homais de protocolo” [28] -, no deja de señalar el aislamiento, la chatura y la secular escasez en que vegetan las provincias del Norte y percibe que esa situación de estancamiento sólo puede ser superada por la presencia niveladora de la próspera Buenos Aires. “Todas las excelencias provincianas serán perdidas mientras no realicemos el milagro de llevar Buenos Aires a las provincias y de traer las provincias a Buenos Aires” [29]. Para ello es imprescindible, amén de “llenar las provincias de ferrocarriles y de escuelas”, cumplir “una sabia política hidráulica”, ya que “dar agua a las provincias es darle civilización, ideas, higiene, población, trabajo, riqueza. El agua será para las gentes de provincia lo que hará nacer su actividad mental y material ” [30].
...En cuanto al otro término de la relación -el que más desvela a Gálvez-: “traer las provincias a Buenos Aires”, el futuro novelista, en consonancia con la propuesta de su amigo Rojas, plantea recuperar la vida espiritual del país “por la educación de los ciudadanos, el estudio del alma colectiva y la sugestión de los viejos ideales” [31] . Pero no se queda sólo allí; si con ello no alcanzara, la dupla Gálvez- Quiroga propone un método más expeditivo: la guerra con el Brasil, y más específicamente el desastre que sobrevendría a una casi segura derrota, “pues sólo el desastre logrará hacernos reconcentrar en nosotros mismos, ver nuestra historia y nuestra vida más seriamente que hasta ahora, y saber que la gloria reside en cosas nobles, estables y profundas” [32].
...La entrada del Diario en que consigna esta extravagante idea corresponde a 1907, pero en la última de ellas, datada el 16 de mayo de 1910, el autor se regocija porque otro hecho violento, aunque de alcance doméstico, ha venido a demostrar que la “energía nacional” no había desaparecido. Hace referencia al vandalismo de ciertas patotas de jóvenes “bien” que en respuesta a la actitud anarquista de boicot a los festejos del centenario, se dedicaron a empastelar imprentas y a perseguir y maltratar obreros “mientras echaban a vuelo las notas del himno patrio”. Tales hechos de violencia, afirma Gálvez, “han socavado un poco el materialismo del presente, han hecho nacer sentimientos nacionalistas, han realizado una conmoción de entusiasmos dormidos y tal vez han vuelto innecesaria la guerra y la catástrofe que hasta hoy me parecían de absoluta necesidad como terapéutica de caso extremo” [33].
...El profundo desacierto de Gálvez radica en creer que algo podía esperar el país de los sectores minoritarios de la clase oligárquica, cuyo patriotismo conservador era de vuelo tan bajo que, ante el primer atisbo de levantamiento de las masas, correría a refugiarse en los brazos protectores del “odiado” amo extranjero. El nacionalismo preconizado por Gálvez en este libro, como antes lo vislumbramos en el de Rojas, tiene los límites férreos propuestos por su elitista desconfianza hacia el pueblo. Años después, pese a sus simpatías por el peronismo y ante la disyuntiva entre el poder reaccionario de la Santa Sede y el de las masas haciendo su revolución, terminará por definirse a favor del primero, publicando una de sus obras más antipopulares, “Tránsito Guzmán”, la que marca el ocaso definitivo de su carrera como novelista.
...Lo apuntado, sin embargo, no es motivo para que dejemos de destacar, entre incontables y desconcertantes máculas, los logros, que son muchos, verdaderas iluminaciones de la obra que venimos comentando, paradójicamente dedicada a Mitre y a Sarmiento [34], aunque en rigor destinada a criticar acerbamente las ideas esenciales de ambos próceres.
...En ese sentido, las páginas dedicadas al sanjuanino resultan antológicas: “Sarmiento quedará como el más grande de los argentinos porque ha sido el más argentino de todos”. Pero no por su ilustración o por su afán liberal y progresista, sino porque “dentro de sí, tal vez sin saberlo, llevaba toda la barbarie de su tiempo”. Es más, “sus libros, informes y bárbaros, son la obra de un faccioso y equivalen en literatura a la montonera y a la política de desorganización”.
...Para Galvez el unitarismo de Sarmiento “y su anhelo de implantar en el país instituciones y costumbres norteamericanas son cosas incomprensibles”, dado que Sarmiento “era el tipo genuino del federal y del castellano viejo” y espiritualmente se hallaba “más cerca del Chacho que de Rivadavia y de Juan Cruz Varela”. Por eso lo menos admirable del sanjuanino es su obra unitaria, civilizadora, “exótica dentro de un temperamento como el suyo”.
...Años después, en su biografía de Sarmiento, con muchos más elementos de juicio a su alcance, Gálvez desarrollará estos conceptos - no del todo de acuerdo con el revisionismo rosista tradicional-, atenuando un tanto su entusiasmo por don Domingo, pero, en el fondo, sin modificaciones demasiado sustanciales [35].
...Algo más dura resulta su crítica respecto de Alberdi, sobre todo una en la que, al par de mostrar una notable penetración y honestidad intelectual, Gálvez contradice otros pasajes, notoriamente racistas de su libro [36].
...Su crítica al pensador tucumano se centra en una expresión de éste: “En América, lo que no es europeo es salvaje”. “Con tal frase entendía negar el americanismo”, comenta Gálvez. Y arremete: “Alberdi, como los sociólogos librescos de ahora, parecía ignorar que la mezcla de las razas es un hecho evidente. Tal vez no haya una sola familia tradicional cuya sangre europea, en el pasado secular, se librara de la aleación inevitable con la estirpe aborigen. (…) Viajando por el interior de la República se comprueba la existencia del tipo americano, que no es español ni es indio, si bien participa en algo de uno y otro” [37]. Esta correcta y, para la Argentina de la época, insólita apreciación del fenómeno del mestizaje, lo lleva a sostener la existencia de un “tipo americano, genuino y característico” y más aún: “otro dato que prueba la realidad de mis afirmaciones es que, diferenciándonos de los europeos tan visiblemente, los hispanoamericanos tenemos infinidad de costumbres, sentimientos e ideas comunes. (…) Todas las semejanzas que tenemos los hispanoamericano unos con otros, mal que nos pese a los argentinos, nos acercan increíblemente y revelan, no sé si por suerte o por desgracia, la existencia de un tipo uniforme en los países americanos de habla española” [38]. Más adelante veremos que esta idea es compartida por Manuel Ugarte, quien, dicho sea al pasar, frecuentó la amistad tanto de Gálvez como de Rojas, especialmente del primero, con quien mantuvo asidua correspondencia desde Europa [39].
...Imposible sería reseñar en pocas páginas -constreñidos como estamos por el espacio- este libro breve y apasionado, pero lleno de ideas siempre audaces e incitantes. No nos resistimos a copiar ésta que destina a Alberdi pero le cae, como sayo de sastrería, a muchos pedantes académicos de ayer y del presente: “Hay hombres que, no habiendo salido jamás de Buenos Aires sino para ir a Europa, escriben seriamente y sapientísimamente volúmenes de sociología argentina” [40]. O esta otra: “Los cuarenta años de nuestra barbarie no son otra cosa que la rebelión del espíritu americano contra el espíritu europeo” [41] . O finalmente esta aseveración, que lo muestra como un verdadero adelantado de la escuela histórica revisionista, tanto de derecha como de izquierda [42]: “Los caudillos, oponiéndose al unitarismo, salvaron al país, sin saberlo indudablemente, de su precoz desnacionalización. Ellos fueron los oscuros trabajadores de nuestra nacionalidad. Mientras los unitarios meditaban constituciones abstractas, tramaban pactos con los gobiernos extranjeros contra su propio país y escribían odas retóricas y pedantes, en las entrañas de aquella barbarie, hoy tan incomprendida, se elaboraban la conciencia nacional y el espíritu eterno de la futura Patria ” [43].


[24] Cfr. Gálvez, Manuel. Amigos y maestros de mi juventud, Bs. As., Hachette, 1961; p. 308
[25] Galvez, Manuel. El Diario de Gabriel Quiroga, Bs. As., Taurus, 2001; p. 80.
[26] Gálvez, M. Amigos y maestros de mi juventud, p. 308. Agrega Galvez: “La edición era apenas de quinientos ejemplares y se vendió lentamente. Nunca ha sido reeditado”. Después de su muerte, en 2001, lo volvió a editar Taurus, con un prólogo “halperindonghiano” de María Teresa Gramuglio.
[27] Cané, Miguel. Prosa ligera, Bs. As., Vaccaro, 1919; p. 79 (La 1ª edición es de 1903).
[28] Gálvez, M. El Diario de Gabriel Quiroga; p. 108.
[29] Ídem; p. 150.
[30] Ídem; p. 151.
[31] Ídem; p. 86.
[32] Ídem; p. 103.
[33] Ídem; p. 202.
[34] Dice la dedicatoria: “A la memoria de aquellos dos espíritus eminentes que enaltecieron a la patria de prestigios insignes, espíritus fecundos y prodigiosos, espíritus preclaros en los libros y en las armas y en el gobierno de los pueblos; aquellos dos espíritus románticos y buenos, que fueron el ornamento de nuestra historia, que expresaron el alma de la patria vieja y que llevaron sobre la tierra estos nombres sonoros, augustos, inolvidables: ¡Mitre, Sarmiento!”.
[35] Cfr. Gálvez, Manuel. Vida de Sarmiento. El hombre de autoridad, Bs., As, Tor, 1952 (2ª. edición).
[36] Por ejemplo ésta: “Las revoluciones provincianas y los actos de salvajismo que cometen en la capital jóvenes de familias pudientes, sobre todo en los carnavales, cuando aullando como pampas asaltan a las gentes pacíficas en bárbaros malones, revelan el espectro del indio en ciertos argentinos civilizados. Y lo mismo sucede con el mulato. Hay personas respetables, cultas, correctas, en quienes el atavismo y la influencia de sangre blanca sobre la línea ascendente han borrado al remoto abuelo mulato y que, sin embargo, en tal momento de su vida realizan un acto indigno de ellos. Es el mulato que reaparece”. (En: Gálvez, M. El Diario de Gabriel Quiroga; p. 141).
[37] Ídem; p. 127.
[38] Ídem; p. 129.
[39] Sobre su amistad con Gálvez ver las páginas que éste le dedica en el tomo IV de sus Memorias: En el mundo de los seres reales, Bs. As., Hachette, 1965; p. 247 a 252.
[40] Gálvez, M. El Diario de Gabriel Quiroga; p. 128.
[41] Ídem; p. 131.
[42] Sobre la existencia de ambas tendencias dentro del revisionismo histórico argentino, es provechoso consultar la polémica reciente entre Norberto Galasso y Jorge O. Sulé, en los sitios de Internet www.pensamientonacional.com.ar y www.discepolo.org.ar/index2.htm.
[43] Gálvez, M. El Diario de Gabriel Quiroga; p. 132.

4

“EL PORVENIR DE AMERICA LATINA”

...Si bien es cierto que libros como “La Restauración Nacionalista”- como vimos, desvirtuado en buena parte por la obra posterior de Rojas-, y “El Diario de Gabriel Quiroga”, de Gálvez, constituyen un aporte sin duda importante para el desarrollo de una tendencia ideológica de signo nacional en la Argentina, la contribución de Manuel Ugarte -silenciada póstumamente con más empeño aun de lo que fuera en vida- consta de puntos focales de tal originalidad y vigencia que lo ubican como un visionario en muchos aspectos del quehacer político y cultural argentino (y latinoamericano) del último siglo. Nos abocaremos en estas páginas, exclusivamente, a su libro de 1910 “El porvenir de la América Española”, coetáneo de los textos de Rojas y Gálvez, pero desatendido -cuando no simplemente ignorado- por los estudiosos del pensamiento político argentino y particularmente del, por algunos denominado, “primer nacionalismo” o “nacionalismo del Centenario [44] .

...El texto de Ugarte comienza contemplando, “con perspectiva histórica”, el drama del descubrimiento y la conquista americanas por parte de Europa.
Sin plegarse a las prejuiciosas leyendas (negra y rosa), prevalecientes por entonces, deduce con criterio particular que la conquista fue cruel y fanática (aunque llena de rasgos heroicos) porque el espíritu de la Edad Media aún pervivía en los conquistadores. Éstos estaban conformados en la atmósfera feudal, dominada por la violencia y el exterminio y no dejaron crimen por cometer en las nuevas tierras. Pero, lejos de achacar esas iniquidades al pueblo español, Ugarte recuerda que para el régimen feudal “el fuerte tenía derechos naturales sobre el débil” y por lo tanto las manchas de la conquista deberían ser cargadas por un siglo, no por una nación.
...Los indios -dice Ugarte- poseían otro sentido, más altruista, de la solidaridad, pero los descubridores, pese a todos sus crímenes, dieron cima a “la más noble victoria del espíritu humano”. Por eso, paradójicamente, la conquista fue una proeza heroica y al mismo tiempo una catástrofe. Algunos se felicitan de esto último en nombre del progreso. Pero Ugarte no comparte ese prejuicio. No existen los hombres inferiores, “todos pueden alcanzar su desarrollo si les colocamos en una atmósfera favorable”. Por eso, “si queremos ser plenamente americanos, el primitivo dueño de los territorios tiene que ser aceptado como componente en la mezcla insegura de la raza en formación [45] .
...La defensa del mestizaje - “mezcla hirviente de la futura raza sudamericana”- que hace Ugarte en este libro, en directa conexión con el José Vasconcelos de “La raza cósmica” (1925), resulta inusual en la literatura argentina de la época, tan plagada de darwinismo social y racismo spenceriano o puramente criollo. La sociología discriminatoria que entre nosotros cultivaron los Bunge, Ingenieros, Alvarez, Rivarola y tantos otros, herederos directos de los Alberdi, Mitre [46] y Sarmiento del siglo XIX, demostró la carencia más absoluta del sentido de la realidad y como bien dice Rodolfo Puiggrós “todo lo redujo a una subalterna acusación de impotencia de la cruza de español, negro e indio comparada a la pureza, la inteligencia y la capacidad de trabajo de los anglosajones y germanos [47].
...Ugarte, en cambio, cree imprescindible reconocer que a los mestizos “desde el punto de vista de la nacionalidad, les debemos la mitad de lo que somos [48], porque ellos formaron parte de los ejércitos libertadores y fueron después, en el Río de la Plata, quienes “dieron su sangre a Artigas, Ramírez o Quiroga para tener en jaque la tiranía de los puertos y el espíritu absorbente de sus representantes [49].
...Eso no implica -en opinión de Ugarte-, que lo que hay en nuestra sangre de ascendencia española no deba ser reivindicado. Sobre todo el aporte de la “inmigración actual”, que nos trae “lo mejor de España [50]. “Lejos de quejarnos de nuestra filiación, enorgullezcámonos de ella- dice-; porque lo que hace la fuerza de los grupos es la constante comunión con los antepasados [51]. Lo que no significa reivindicar sin más, el supuesto título de europeos trasplantados. Eso sería totalmente absurdo, ya que no es posible negar que los americanos del Sur se distinguen de una manera profunda de todas las nacionalidades, sin exceptuar la española.
...La diferencia, para Ugarte, proviene del “suelo, las inmigraciones y la levadura indígena”. Por eso, somos herederos de Moctezuma y Guatemozín, “de quienes nadie puede avergonzarse”, pero también reconocemos la filiación hispánica, ya que de, lo contrario, “nos condenamos a edificar en el viento”. Solo fortificaremos nuestra originalidad “cultivando el orgullo de lo que somos [52]”.
...En EEUU no hubo mezclas. Entre nosotros sí. No por eso somos mejores o peores- razona Ugarte. Somos simplemente diferentes. “En vez de atarnos a la zaga de otros pueblos, tratemos de cohesionar las moléculas utilizando del mejor modo posible nuestras características y nuestra composición [53].
...Pensar en contrario sería atarse a “atavismos insepultos”; esos de los que hablan los publicistas de la época pero que Ugarte, menos ceñido a sociologismos vacuos que a su potente genio político, avizora como fruto de la incertidumbre en que vivimos los latinoamericanos “ante el porvenir de un continente dividido”. La desunión de las veinte repúblicas nacidas con un destino común, y ahora desmigajadas cuando no enfrentadas por meras rencillas de campanario, constituye nuestro verdadero drama y el problema a resolver en el inmediato futuro. “Hay más diferencia entre dos provincias de una nación de Europa que entre cualquiera de nuestros países”, incluido Brasil, hijo de Portugal y por ende “fragmento de la gran España”. Diferenciándose de Gálvez y su pretensión bélica de patria minúscula, Ugarte afirma rotundamente que “el Brasil forma parte integrante del haz hispanoamericano y su destino como nación es inseparable del resto del continente [54]. Un destino que nos enfrenta inexorablemente con la otra América, la América anglosajona, cuyos intereses son inconciliables con los nuestros.
...A partir de este punto, Ugarte despliega un amplio caudal de argumentos para demostrar la antinomia histórica entre las dos Américas y concluye: “todo tiende a alejar a los latinos de los anglosajones y todo concurre al mismo tiempo a hacer que estos últimos influyan de una manera preponderante sobre los primeros [55]”.
...No desconoce la lógica histórica del expansionismo norteamericano -contra el que viene batallando desde hace ya casi una década [56] -, por lo que, sin agotarse en “recriminaciones estériles”, recomienda “medir el horizonte y desarrollar la acción más eficaz para salvaguardar los destinos” de esta parte del continente.
...Ugarte habla pensando en el porvenir de América Latina. “Empecemos por saber hasta dónde llegan nuestras fuerzas para poder defender si es necesario a medio siglo de distancia las prolongaciones de nuestro espíritu [57]. Pero la unificación es vital y no admite deserciones. “Nuestros Eldorados que no saben manufacturar sus productos y nuestras Prusias que compran sus armamentos al extranjero [58] no pueden salvarse desunidos ni restringiendo su unidad a unos pocos países menos indefensos por su lejanía geográfica del usurpador. “Para salvar el imperio de nuestra raza en la mitad del Nuevo Mundo, no basta que las cuatro o cinco repúblicas más prósperas se mantengan inaccesibles. Desde el punto de vista general, sería reducir de una manera monstruosa el radio de nuestra influencia, sin conseguir trazar por eso una demarcación definitiva. Y desde el punto de vista particular de cada Estado las tierras sacrificadas así no resultarían más que un puente tendido al invasor, que se acercaría irradiando cada vez con mayor fuerza desde la frontera en marcha, hasta transformarse en un gigantesco vecino absorbente [59]”.
...Ugarte reclama así la unificación de toda la América española, “desde el norte de México hasta el estrecho de Magallanes”, por encima de querellas y susceptibilidades secundarias fomentadas en muchos casos por el propio accionar imperialista.
...La pregunta que el lector de “El porvenir…” se hace a esta altura es ¿qué ocurre con Europa y, esencialmente, con Gran Bretaña? ¿Cómo ve Ugarte nuestra vinculación con los países del Viejo Mundo?
...Con cierta ingenuidad, tal vez nacida del hecho de que Ugarte escribe pensando en el continente entero y no exclusivamente en la Argentina o en el extremo sur del mismo, tras reconocer que “todo el comercio sudamericano” está en poder de Europa, no ve en ello riesgo alguno, pues “lo que hace que el peligro europeo se desvanezca es su propia composición: la diversidad de naciones y de intereses que lo forman [60]. Hay una “amenaza real”, la de los Estados Unidos y una amenaza que él cree “ficticia”, la de Europa. De todas maneras, esa confianza no le impide advertir el peligro que implica para nuestros países “entregarse a los empréstitos y a la industria de una sola gran nación”. Por el contrario, la voluntad unida de América Latina debe tender “a reunir el mayor número de competidores” con el objeto de “neutralizar los apetitos y crecer al calor de las rivalidades [61]” de las potencias. “Nuestra táctica debe inspirarse en la que Francia siguió durante el último conflicto: ni con aquéllos ni con estos [62], afirma Ugarte, pronosticando así la que sería luego su posición neutralista durante las dos guerras mundiales.
...Esa prescindencia tanto de Estados Unidos como de Europa, ese delicado equilibrio de intereses mutuamente contrapesados, constituye para Ugarte -aparte de la imprescindible unificación de todas las secciones latinoamericanas-, una de las principales medidas que puede esgrimir nuestro continente, “no solo para detener la influencia invasora de la América inglesa, sino también -de una manera más amplia- para ponerse al abrigo de todas las intrusiones [63]. Para ello, sugiere luchar contra el enemigo imperialista usando a nuestro favor los fundamentos de la doctrina Monroe. Con el auxilio de la política, ese “junco flexible [64], y “puesto que los Estados Unidos se empeñan en preservarnos de Europa, dejémosles hacer, a condición, naturalmente, de que Europa nos defienda de los Estados Unidos [65].
...Pero Ugarte no se detiene allí. Emulando en algunos aspectos la política emancipadora propiciada por Mariano Moreno un siglo antes en su “Plan Revolucionario de Operaciones”, propone sembrar la discordia en el campo enemigo, ya que “la poderosa República del Norte tiene también sus puntos vulnerables [66]. Más allá de “la concentración de las fortunas y el aumento de los monopolios”, preanunciadores de gigantescas crisis económicas, Estados Unidos vive “un hondo antagonismo de pueblos, una lucha a muerte entre hombres blancos y hombres de color que, utilizada por un adversario inteligente, puede llegar a desangrar su empuje [67]. Del mismo modo, aparece en el panorama mundial un factor nuevo: el Japón, que le disputa el predominio en Asia y por lo tanto, al igual que Europa, “contribuirá a contener a los yanquis si sabemos encauzar los hechos hasta equilibrar las tres fuerzas que se anulan [68]. Por último, no descarta Ugarte el estallido que ante cualquier “circunstancia oportuna” producirá el fermento revolucionario en los países anexados por el expansionismo imperialista.
...Así, “acumulados sobre la base de la unidad, estos elementos constituyen el andamiaje de un sistema de defensa [69], del que Ugarte no excluye otros aspectos de importancia como el arte y las comunicaciones.
...Con respecto al primero, nuestro autor -poeta y narrador él mismo- aboga por un arte propio, nacional, pues “los que arguyen que la belleza es universal, olvidan que el sol también lo es, y que sin embargo su aspecto y su influencia cambian según el lugar del mundo que nos sirve de observatorio [70]. En ese sentido es importante la construcción de una nueva noción de nacionalidad, en la cual “las fronteras están más lejos de lo que suponen los que solo atienden a mantener dominaciones efímeras, sin comprender que por sobre los intereses del grupo están los de la patria y por sobre los de la patria los de la confederación moral que forman los latinos dentro del Continente [71]”.
...Con el fin de estrechar los lazos de esa confederación por ahora solo moral - pero observable claramente en el matiz propio de nuestra literatura, de nuestras instituciones políticas, de nuestro idioma, de nuestros héroes en común, como San Martín y Bolívar- Ugarte proclama la urgente necesidad de “establecer comunicaciones especiales entre las diferentes repúblicas [72], a través de la instalación de líneas telegráficas y ferrocarriles. Las primeras porque “es un contrasentido que las noticias de la América española nos lleguen después de haber pasado por Washington [73]”, y los segundos porque “del intercambio de productos, gentes e ideas, de la creciente comunidad de costumbres y de propósitos, brotará acaso al cabo de poco tiempo la necesidad de estrechar los vínculos hasta unificar el porvenir como confundimos el pasado [74]. Esbozando el principio de lo que muchas décadas después Samir Amin llamaría la “desconexión”, Ugarte sostiene que “para alcanzar el resultado apetecido sería preferible que esas comunicaciones no se unieran con las de la nación invasora y dejaran al Norte, por lo menos durante algunos años, mientras ganamos vigor, una interrupción y un hueco [75]. Con igual osadía, en una época de crudo liberalismo colonial, plantea también la necesidad de que las vías férreas que nos intercomuniquen sean “por lo menos propiedad de los Estados por los cuales atraviesen [76]”.
...Otros dos puntos insoslayables de los planteos de Ugarte en este libro impar son los vinculados con las reformas sociales y políticas que los tiempos demandan, siempre teniendo en cuenta que “la civilización no consiste en aplicar dócilmente todas las fórmulas modernas, sino en tener vida propia y en examinar las que se ajustan al grupo [77]”.
...Con respecto a la cuestión política y en franca oposición al pensamiento elitista de Gálvez y Rojas, Ugarte se manifiesta con claridad: “Algunos han atribuido el desorden a la forma de gobierno, basándose en la frase de Rousseau: «La democracia conviene a los Estados pequeños, la aristocracia a los medianos y la monarquía a los grandes.» Pero ni Rousseau hizo por justificar esa máxima, ni los que invocan tan alta autoridad tienen en cuenta el ejemplo de los Estados Unidos. Además, en tales cuestiones no basta considerar lo conveniente; hay que tener en cuenta lo justo. Aun suponiendo que en los países vastos resulte difícil mantener la forma republicana, no sería ésta una razón para caer en el contrasentido más evidente. Partiendo de la base de que según el mismo Rousseau cada ciudadano tiene derecho a la libertad, y dado que ésta es propiedad inalienable de cada uno, fuera sofisma inconcebible reconocerla a quinientos mil para negarla a diez millones. Toda forma de gobierno encierra sus peligros y en evitarlos está la habilidad del legislador. Suprimir el sufragio libre porque de él derivan la dictadura y el fraude, fuera lo mismo que abolir el pensamiento porque éste es susceptible de encaminarse hacia el mal [78]”.
...En lo atinente a la cuestión social, las opiniones de Ugarte -por entonces incómodo afiliado al partido socialista de Juan B. Justo- son también firmes y tajantes. “Una concepción ensanchada de la justicia empieza a exigir que, después de haber democratizado el poder político, hagamos lo posible por democratizar el poder económico [79]”. Para ello aboga por el arbitraje estatal, “porque si el Estado se negara a inmiscuirse en las relaciones de los grupos que coexisten en su seno, tendría que negarse, para ser lógico, a intervenir en las disputas callejeras [80]. Así, y ya que “el porvenir de un país no puede inmolarse en aras de la riqueza individual”, es necesaria la intervención del Estado para la cristalización urgente de reivindicaciones laborales, como la jornada de ocho horas, el descanso semanal, la reglamentación del trabajo de la mujer y el niño, la prohibición del trabajo nocturno y diversas medidas de higiene y salubridad en los talleres, que ayuden a subsanar “los desfallecimientos de una legislación antigua que sólo defiende las propiedades en detrimento de los hombres [81]”.
...Ahora bien, ese intervencionismo estatal trae consigo “un corolario obligado”: la participación obrera en las ganancias. Con su buena lógica de siempre, Ugarte lo explica de este modo: “si los que entregan su oro a una empresa reciben dividendos ¿por qué no ha de recibirlos el operario que incorpora a ella su capital de sangre [82]?”.
...Estas avanzadas reformas sociales se deben combinar, en opinión de Ugarte, con la asistencia estatal a los más débiles “mediante socorros, pensiones, tutelas o seguros que establezcan una solidaridad tangible entre las diversas porciones de la nación”. El gasto público que insumirían dichas medidas podría ser sufragado con “el impuesto progresivo sobre la renta y los derechos del Estado en las sucesiones”, pero si con ello no alcanzara “siempre quedaría el recurso de poner a contribución el factor principal de nuestras prosperidades [83], es decir, la tierra.
...Aquí es, sin duda, donde el pensamiento de Ugarte alcanza mayores niveles de atrevimiento: proponer la expropiación de parte de la renta agraria, en manos de propietarios ausentistas y parasitarios, para que el Estado la distribuya en favor de la prosperidad de la república y de sus habitantes más desvalidos, sigue siendo hoy la piedra de toque donde se detienen los impulsos incendiarios de no pocos revolucionarios de gabinete.
...La diferencia es que Ugarte era un revolucionario a secas, un pensador rebelde del Tercer Mundo, cuando esta expresión ni siquiera había sido acuñada. Él percibía con claridad que en países como los nuestros, asolados por el imperialismo, con sus tareas nacionales de unificación e independencia política todavía inconclusas, “la cuestión obrera no puede desinteresarnos del problema nacional”, aunque teniendo siempre en claro que “la victoria del país y el adelanto sindical son vasos comunicantes [84]. Ugarte sabía que sin pueblo no hay revolución posible pero también estaba convencido de que sin patria liberada no hay posibilidad de liberación popular alguna. Por eso diría dos años más tarde: “yo creo que el socialismo debe ser nacional” y por eso reclamaba, en fecha tan precoz como 1910, la intervención estatal en la economía declarándose a favor de la nacionalización de servicios públicos (tranvías y ferrocarriles), minas, canteras y sobre todo del negocio del seguro, que “absorbe desde el extranjero una parte fabulosa de nuestra riqueza [85]”.
...Un último apartado merecen las concepciones históricas de Ugarte que lo ubican, como bien apunta Norberto Galasso, “en el papel de uno de los primeros revisionistas de nuestra historia, continuador de Alberdi y desarrollando su misma concepción federal - provinciana [86]. En efecto, el pensador tucumano había esbozado, en su crítica a la “Historia de Belgrano” de Mitre, que “la revolución argentina es un detalle de la revolución de América; como ésta es un detalle de la de España; como ésta es un detalle de la revolución francesa y europea [87] . Ugarte desarrolla esa tesis, opuesta a la visión mitrista de la historia -oficialmente vigente hasta el día de hoy-, que describe a la revolución de Mayo como una resultante de las invasiones inglesas y, por ende, como un mero golpe antiespañol de inspiración librecambista y probritánica [88]. Citemos a Ugarte: “En las alturas predominaba el autoritarismo -dice-. En la masa fermentaban las ideas democráticas. Si el movimiento de protesta contra los virreyes cobró tan colosal empuje, fue porque la mayoría de los hispanoamericanos ansiaba obtener las libertades económicas, políticas, religiosas y sociales que un gobierno profundamente atrasado y conservador negaba a todos, no sólo en América, sino en la misma España. Los que pedían un régimen colonial más amplio en las tierras jóvenes se alzaban contra la misma fuerza opresora que combatían en el Mundo Viejo los que reclamaban una Constitución. La revuelta fue un paso dado hacia las ideas liberales que defendían en la madre patria muchos patriotas ilustres. Y lo que se reflejó, agrandado por la distancia, lo que se encarnó en dos símbolos, el virrey y el comerciante, el pesado engranaje administrativo y las ágiles fuerzas productoras, fue la rajadura que dividía a la raza en dos porciones antagónicas. No nos levantamos contra España, sino contra el grupo retardatario que en uno y otro hemisferio nos impedía vivir [89].
...Filiado también en el Alberdi de los “Escritos Póstumos [90]”, que afirmaba irónicamente en su impugnación a Mitre: “si el caudillaje es producto de la democracia bárbara, el despotismo es producto de la democracia inteligente”, Ugarte -en esto concordando también con Rojas y con Gálvez- comienza a vislumbrar el sentido de las luchas civiles del siglo XIX y de algunos de sus protagonistas todavía ocultos “tras la leyenda sanguinaria que levantaron los adversarios como una polvareda de huida [91]”. En explícita alusión a la historia oficial afirma: “Los procedimientos rudos unidos a la dificultad de separar en lo que a tales episodios se refiere la verdad del error, envueltos como estamos todavía en las pasiones y las represalias, hacen que nos dejemos influenciar a menudo por la opinión corriente. Pero deduciendo sin pasión, leyendo la vida a través de los comentarios que la adulteran o la violan, caemos fácilmente en la cuenta de que Rosas y Artigas, hombres apasionados y violentos, no hubieran levantado tantas resistencias en una época que precisamente pertenecía a los hombres violentos y apasionados, si no hubieran vivido en lucha con las pequeñas oligarquías locales. Dueñas éstas de los medios de publicidad, e inspiradoras de los pocos que por aquel tiempo podían servirse eficazmente de una pluma, se defendieron con entusiasmo, y los dictadores rojos tuvieron que sucumbir ante el ataque de los que, apostados en las cuatro esquinas de la opinión, les hacían una guerra insostenible. Pero esos gauchos bravos habían nacido en momentos en que Europa ardía en la llama de la Revolución, y a medio siglo de distancia, con las modificaciones fundamentales que imponía la atmósfera, sintetizaban de una manera confusa en el Mundo Nuevo el esfuerzo de los de abajo contra los de arriba. No eran instrumentos de la barbarie. Eran producto de una democracia tumultuosa en pugna con los grupos directores [92] ”.

...Finalmente, otro rasgo, de ningún modo sorprendente, que une a este libro de Ugarte con los reseñados de Gálvez y Rojas, es el eco glacial con que fue recibido por la pequeña y por la gran prensa de nuestro país. A diferencia de la notable repercusión en toda la Patria Grande, entre nosotros fue ignorado o en todo caso displicentemente recibido como en este comentario del órgano oficial del Partido Socialista: “El Porvenir de la América Española es una proclama alarmista. Muchos han venido agitando la opinión con el peligro yanqui. Pero los pueblos de nuestro continente no los han escuchado (…). Y si la propaganda alarmista no encuentra eco en ellos debe ser porque el peligro no existe. No creemos en la dominación yanqui y opinamos que toda la conquista no pasará de las republiquetas en donde se vive en perpetua revuelta [93]”.
...El desdén de “saihb” blanco con que habla el articulista “revolucionario” nos exime de toda acotación.


[44] Cabe acotar que en su voluminosa Crítica de las ideas políticas argentinas (Bs. As., Sudamericana, 2002), Juan José Sebreli dedica sólo tres (3) líneas, en la página 343, a comentar el pensamiento de Ugarte. Lo ve como el intento -de más está decir, frustrado- de un socialista sui géneris influido por las ideas nacionalistas de la época.
[45] Ugarte, Manuel. El porvenir de América Latina, Bs. As., Indoamérica, 1953; p.8. (La primera edición, con el título El porvenir de la América Española, fue publicada por la editorial Prometeo, de Valencia, España, en 1910).
[46] El racismo de Mitre más que en sus dichos está en sus hechos, que es donde, aconsejaba Burke, se debe ir a buscar el rasgo definitorio de los políticos prácticos.
[47] Puiggrós, Rodolfo. Historia crítica de los partidos políticos argentinos, Bs. As., Hyspamérica, 1986, T. 1; p. 16.
[48] Ugarte, M. Op. Cit; p. 16.
[49] Ídem; p. 15.
[50] Discrepando con el pensamiento anticosmopolita de Rojas y Gálvez, Ugarte considera que “las inmigraciones internacionales”, no solo la española, se agruparon “alrededor de lo que existía” y modificaron el ambiente “sin alcanzar a transformarlo”, pues “la nacionalidad y el espíritu autóctono tienen ya el vigor necesario para absorber esa fuerza sin peligro y sin disminución” (Op. Cit, pp.12 y 38). Siguiendo este orden de ideas Jauretche y Scalabrini Ortiz hablarán después de la fenomenal “digestión social” de los inmigrantes por parte del país criollo.
[51] Ídem; p. 11.
[52] Ídem; p. 41-42.
[53] Ídem; p. 42.
[54] Ídem; p. 25.
[55] Ídem; p. 52.
[56] Desde su serie de artículos sobre “el peligro yanqui”, en el diario “El País” de Buenos Aires, durante el año 1901.
[57] Ugarte, M. El porvenir de América Latina; p. 54.
[58] Ídem; p. 62.
[59] Ídem; p. 59.
[60] Ídem; p. 80. Recordemos que en este estudio nos ceñimos a las ideas de Ugarte de 1910 y particularmente de su libro El porvenir de la América Española. No mucho tiempo después, ya en sus artículos del diario “La Patria” (1914), su óptica sobre el imperialismo europeo es más realista y crítica.
[61] Ídem; pp. 90-91.
[62] Ídem; p. 109.
[63] Ídem; p. 93.
[64] Ídem p. 80.
[65] Íbidem. Al fin de cuentas, ésa y no otra fue la política de Perón en su lucha de treinta años contra los imperialismos yanqui y europeo.
[66] Ídem; p. 99.
[67] Íbidem.
[68] Ídem; p. 105.
[69] Ídem; p. 99.
[70] Ídem; p. 148.
[71] Ídem; p. 113.
[72] Ídem; p. 97.
[73] Ídem; p. 96.
[74] Ídem; p. 98.
[75] Ídem; p. 97.
[76] Íbidem.
[77] Ídem; p. 120.
[78] Ídem; pp. 122-123.
[79] Ídem; p. 137.
[80] Ídem; p. 139.
[81] Ídem; p. 140.
[82] Ídem; p. 141.
[83] Ídem; p. 142.
[84] Ídem; p. 145.
[85] Ídem; p. 143.
[86] Galasso, Norberto. Manuel Ugarte. I. Del vasallaje a la liberación nacional, Bs. As., Eudeba, 1973; p. 243. El nacionalismo sudamericano por el que Ugarte comienza a bregar desde los albores del siglo XX influirá sobre la concepción de no pocos historiadores. Uno de ellos, Eduardo Astesano, al hacer la autocrítica del revisionismo argentino clásico, confiesa muchas décadas más tarde: “estábamos encerrados en los límites de la República Argentina, independizada constitucionalmente en 1860 (por Mitre, Sarmiento y Vélez Sarsfield) como ‘Nación Argentina’, de la ‘Nación Sudamericana ‘reconocida en el Tucumán de 1816, definida con claridad por los libertadores Bolívar, San Martín, Belgrano y Artigas”. (En revista “Crear” Nº 16, noviembre- diciembre 1983, p. 22-23).
[87] Alberdi, Juan Bautista. Grandes y pequeños hombres del Plata, Bs. As., Plus Ultra, 1991; p. 62. La primera edición, seguramente conocida por Ugarte, se incluye en los Escritos Póstumos del tucumano, publicados en Buenos Aires entre 1895 y 1901.
[88] En su prólogo a La Joven literatura hispanoamericana (París, Colin, 1906), Ugarte aún adhería a la caracterización mitrista de Mayo. La crítica de su amigo Blanco Fombona (cfr. Letras y letrados de Hispano-América, París, Ollendorf, 1908; p. 103 a 127), más la probable lectura de Alberdi y Andrés Bello, quien también caracterizaba a la revolución como una guerra intestina, lo condujo por el nuevo rumbo mucho más fructífero y contiguo a la verdad histórica. Lo continuarían más tarde José León Suárez en su folleto de 1916 “Carácter de la revolución americana”, y particularmente los escritores de la Izquierda Nacional: Rivera, Ramos, Galasso, etc.
[89] Ugarte, M. El porvenir de América Latina; p. 29.
[90] Y por supuesto en Saldías -corresponsal suyo-, Ernesto Quesada, David Peña y otros esforzados protorevisionistas argentinos.
[91] Ugarte, M. Op. Cit; p. 125.
[92] Ídem; pp. 125- 126.
[93] Galasso, N. Op. Cit; p. 248.

5

ALGUNAS REFLEXIONES FINALES

Se publican entre nosotros toda suerte de obras, pertenecientes a las más variadas literaturas, en sus ejemplos más sublimes o detestables; cuanto engendro sociológico emana de la cabeza de cualquier profesor universitario de tercer orden de cualquier país del mundo y de cualquier siglo, libros de ciencia política, de viajes, de aventuras, de memorias, novelas, poesías, ensayos, tratados de economía, en una palabra cuanto puede abrazar el espíritu humano, despierto o dormido, pero el nombre de Ugarte no figura jamás.

Jorge Abelardo Ramos, 1962 (Prólogo a “El destino de un continente”, de Ugarte).

...Durante toda su existencia de virtual desterrado, se le negó a Manuel Ugarte el reconocimiento que su vida y su obra merecían. Póstumamente, el eclipse no casual de su figura y de su producción persiste con mayor intensidad.
...Hace pocos años, en un artículo periodístico, Pedro Orgambide sostenía: “Ugarte es, aún, el gran olvidado del pensamiento político argentino [94]. Pero no nos engañemos. No se trata de un olvido puramente azaroso. Las “pequeñas oligarquías locales” que Ugarte marcara a fuego, aliadas del imperialismo y, en tanto dueñas de los medios de publicidad, constructoras y divulgadoras de una nefasta historia “ad usum delphini”, dejaron caer sobre la palabra y el pensamiento del gran escritor la más densa de las redes de silencio, un escamoteo al mismo tiempo refinado y abyecto.
...Ese mutismo mediático, que también envolvió en el transcurso del siglo XX a figuras como Jauretche, Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui, Puiggrós, Ramos, Cooke [95] y tantos otros tributarios argentinos de su pensamiento continental, se enmarcó en una política bien definida de la cultura y de la historia del país.
...Así, arrostrando a conciencia el odio de una oligarquía que en otros países es “más noble” porque “fusila”, Ugarte supo combinar hace un siglo las más avanzadas concepciones sociales con la idea nacionalista, de patria y, más aún, de patria grande latinoamericana. “Es la patria mía, en su concreción directa que es la Argentina, y en su ampliación virtual que es la América hispana, lo que he tratado de defender [96], declaraba en 1923, reafirmando su adscripción a un nacionalismo que, desde esa perspectiva, poco tenía que ver con el de sus amigos Rojas y Gálvez.
...Afirma Juan José Hernández Arregui -uno de los notorios discípulos ideológicos de Ugarte-: “en su forma más genérica, el nacionalismo (se refiere específicamente al nacionalismo de derecha) es hispanista, antiliberal, católico y partidario de los regímenes de fuerza [97] ”.
...Si algunos de esos rasgos pueden ser atribuidos al pensamiento de Ugarte, es menester deslindar posibles equívocos.
...Ugarte defendió a España, sobre todo porque le molestaba el “derrotismo histórico sin justificación” de quienes veían en la herencia española una suerte de rémora étnica originaria de todos nuestros males [98], pero su amor por la madre patria - a fin de cuentas instrumento de defensa cultural contra el avance imperialista-, jamás cayó en el hispanismo inquisitorial de otros hombres del nacionalismo. Cuando en 1911 alguien lo acusa de “hispanizante”, Ugarte responde: “No puedo hacer a ningún hombre inteligente que haya leído mis libros la injuria de suponerlo capaz de semejantes equivocaciones. El divorcio con España, cuyo nombre pronuncio siempre respetuosamente, es un hecho y nadie pretende rehacer la historia. Pero así como los Estados Unidos han cultivado en su radio y han empujado hasta los territorios limítrofes su tradición y su idioma, nosotros debemos tratar de mantener, por lo menos en las tierras que nos pertenecen todavía, nuestra lengua y nuestras costumbres, base insustituible de toda originalidad [99].
...Si fue antiliberal en algunos aspectos como el económico, en otros, como el político se mostró enemigo de todo régimen de fuerza, de los “militarismos inútiles” como él decía. Y si pudo afirmar en 1923: “el trust del petróleo y la Stándard Oil Company tiene hoy, desgraciadamente, más importancia para nuestra América que la revolución francesa y la Declaración de los Derechos del hombre [100], era porque sabía distinguir claramente entre la democracia formal, vacía de contenido popular y subordinada en última instancia a los grandes monopolios internaciones, y la verdadera democracia nacida de las entrañas del pueblo. Así, cuando a raíz de las elecciones del 24 de febrero de 1946, los dirigentes de la Unión Democrática, concientes de su derrota en los distritos populares, comenzaron a cifrar todas sus esperanzas en el escrutinio de los barrios céntricos, Ugarte alzó su voz para preguntar: “¿Qué democracia es ésa, que necesita esperar el asfalto para defender su credo y reniega de la opinión de las zonas esencialmente proletarias? [101] .
...En cuanto a la religión, pese a sus convicciones católicas, que conservó toda la vida, sólo le va a interesar como posible factor de unidad de América Latina. Por otra parte, nada más lejos de la religiosidad de Ugarte que el clericalismo de sacristía, burdo y esencialmente anticristiano, que cultivan muchos miembros de lo que Jorge Abelardo Ramos llamaba el “nacionalismo de shortorn” y Perón, más llanamente, “piantavotos de Felipe II”.

...Pero decíamos que, además de nacionalista, Manuel Ugarte fue un revolucionario, un revolucionario nacional, latinoamericano. Normalmente, por una de esas aberraciones propias del pensar “politoilógico” de los que subordinan su pensamiento a las ideologías generadas en los centros imperiales, suele entenderse la palabra revolucionario como diametralmente opuesta a nacional. Ha quedado delineada, creemos, en las apretadas páginas anteriores, una visión diferente y, a nuestro juicio, incontrastable: Manuel Ugarte fue nacional, tal vez el más nacional de los intelectuales argentinos del centenario, y al mismo tiempo fue, sin duda, el más revolucionario, lúcido y consecuente de todos ellos. “A pesar de todas las delincuencias, la patria existe”, decía en una conferencia en un local obrero de El Salvador en 1911. E instaba más adelante: “debemos preservar colectivamente, nacionalmente, continentalmente, al gran conjunto común de ideas, de tradiciones y de vida propia, fortificando cada vez más el sentimiento que nos une, para poder realizar en el porvenir entre nosotros y de acuerdo con nuestro espíritu, la democracia total que será la patria grande de mañana [102]”.
...La combinación explosiva de términos no necesariamente enfrentados como nacionalismo y democracia o socialismo y patria, resultaba (y resulta aún hoy) incompatible con las ideas dominantes en la sociedad, que como se sabe son las ideas de la clase dominante en esa sociedad.
...Sin embargo, Manuel Ugarte -y he ahí el secreto de su “muerte civil”- fue revolucionario y fue nacionalista [103]. No revolucionario suspendido fuera del tiempo y del espacio. No nacionalista en el sentido que identifica nacionalidad con defensa ultramontana de concepciones apolilladas hace ya mucho tiempo. Nacionalista y revolucionario en el único sentido en que pueden serlo los habitantes de países balcanizados y sojuzgados como los que sobreviven y luchan de este lado del mundo. Nacionalista y revolucionario continental, popular y, sobre todo, enemigo jurado de toda sujeción imperialista.
...Cuando Juan B. Justo -padre del izquierdismo cipayo argentino- y sus seguidores de “La Vanguardia” se exaltaban jubilosos al recordar en 1913 la captura imperialista de Panamá, Ugarte se alzó de inmediato para condenar esa actitud, lo que le valió ser expulsado del Partido Socialista. En la polémica que en esa ocasión se suscitó, arremetiendo contra el “eterno antipatriotismo, llaga más o menos oculta de la agrupación [104], recordará: “en una reunión del comité Ejecutivo en que se me dijo que una carne con cuero era preferible a la bandera, contesté que la independencia argentina y de América no se había hecho con una carne con cuero clavada en la punta de una lanza, sino con nuestros colores gloriosos y respetados, ante los cuales me inclino”. Lo que no le impedía afirmar en el mismo escrito: “un congreso podría separarme del partido, pero no expulsar el socialismo de mi corazón [105]".
...Esa convicción socialista y a la vez nacional - que lo aleja, paradójicamente, tanto del socialismo “municipal y espeso” de sus correligionarios como del vago nacionalismo agrario de la “Causa” yrigoyenista-, le permite ofrecer en “El porvenir de la América Española”, a un siglo exacto del movimiento emancipador de Mayo, un programa político, coherente y realizable, para lograr la revolución nacional inconclusa en América Latina.
...Dicho programa - verdadero Proyecto Nacional Latinoamericano- fue puesto en práctica, con mayor o menor empuje y convicción, por los diversos movimientos nacionales que florecieron en el continente en los años de la segunda posguerra y, particularmente en nuestro país, durante la década 1945-1955.
...Sabiéndolo leer sin anteojeras ideologistas o “gafas de político europeo” - como diría Rojas-, en las páginas visionarias de “El porvenir…” están prefigurados el artículo 40 de la constitución del ‘49 y la obra social de Evita; la nacionalización de los ferrocarriles y teléfonos y la creación de la marina mercante; la repatriación de la deuda exterior y los primeros pasos hacia la concreción de una industria pesada; la legislación laboral, previsional y social del peronismo y la política de unidad sudamericana, condensada en la frase de su líder: “el año 2000 nos encontrará unidos o dominados”.
...La matriz ugarteana, y principalmente la de su libro de 1910, está presente en las luchas, triunfos y realizaciones del nacionalismo popular en el siglo XX. Y su proyecto, inconcluso pero no derrotado, sigue tan vigente como nunca.


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[94] Pedro Orgambide en diario “Clarín” del 26 de enero de 2003.
[95] No por nada los tres últimos participaron, en noviembre de 1954, del Funeral Cívico a Ugarte, organizado con motivo de la repatriación de sus restos.
[ 96] Ugarte, Manuel. El destino de un continente, Bs. As., Ediciones de la Patria Grande, 1962; pp. 41-42.
[97] Hernández Arregui, Juan José. La formación de la conciencia nacional, Bs. As., Plus Ultra, 1973, p 165.
[98] Cfr. Ugarte, Manuel. La reconstrucción de Hispanoamérica, Bs. As., Coyoacán, 1961; p 29.
[99] Galasso N. Op. Cit.; p. 253.
[100] Galasso, N.; Op. Cit.; p 256.
[101] Galasso, Norberto. “Manuel Ugarte: el remedio a nuestros males está en nuestras propias manos”, revista “Crear” Nº 13, Bs. As., abril - mayo 1983; p 67.
[102] Galasso N., Op. Cit; p. 265.
[103] En su libro póstumo, La reconstrucción de Hispanoamérica (Bs., As., Coyoacán, 1961; p. 71), se autodenomina “nacionalista fervoroso”.
[104] Galasso, N., Op. Cit.; p. 309.
[105] Ídem, p. 309-310.