|
Conferencia magistral
en el XX� Congreso de la Asociaci�n Latinoamericana de
Sociolog�a, M�xico, 2 al 6 de octubre de 1995. Immanuel Wallerstein: [email protected] |
Celebramos el XX� Congreso de ALAS y discutimos las
perspectivas de la reconstrucci�n de la Am�rica Latina y el Caribe.
No es un tema nuevo. Se lo discute en Am�rica Latina desde 1945, si
no desde el siglo XVIII. �Qu� podemos decir ahora que sea diferente
de lo que ya se ha dicho?
Creo que nos encontramos en un
momento de bifurcaci�n fundamental
en el desarrollo del sistema-mundo. Pienso que, no obstante, lo
discutimos como si se tratara de una transici�n ordinaria mas en el
cauce de una evoluci�n cuasi-predestinada. Lo que debemos hacer es
"impensar" no s�lo el desarrollismo neocl�sico tradicional, sino
tambi�n el desarrollismo de sus cr�ticos de izquierda, cuyas tesis
resurgen regularmente a pesar de todos sus rechazos, pero que en
realidad comparten la misma epistemolog�a.
Yo voy elaborar
dos tesis principales en esta ponencia.
Tesis No. 1: Es absolutamente imposible que la
Am�rica Latina se desarrolle, no importa cuales sean las pol�ticas
gubernamentales, porque lo que se desarrolla no son los pa�ses. Lo
que se desarrolla es �nicamente la econom�a-mundo capitalista y esta
econom�a-mundo es de naturaleza
polarizadora.
Tesis No. 2:
La econom�a-mundo capitalista se desarrolla con tanto �xito
que se est� destruyendo, y por eso nos encontramos frente a una
bifurcaci�n hist�rica que se�ala la desintegraci�n de este
sistema-mundo, sin que se nos ofrezca a cambio ninguna garant�a de
mejoramiento de nuestra existencia social...
A pesar de todo,
pienso que les traigo a Vds. un mensaje de esperanza.
Veamos.
Empecemos con la Tesis No. 1. Las fuerzas dominantes
del sistema-mundo han sostenido, desde por lo menos los comienzos
del siglo XIX, que el desarrollo econ�mico fue un proceso muy
natural, que todo lo que se requiere para realizarlo es liberar las
fuerzas de producci�n y permitir a los elementos capitalistas crecer
r�pidamente, sin impedimentos. Evidentemente, tambi�n fue esencial
la voluntad. Cuando el Estado franc�s empezaba a reconstruir la vida
econ�mica de sus colonias a principios del siglo XX, se llamaba a
esta pol�tica "la mise en valeur des territoires" ("la valorizaci�n
de los territorios"). Eso lo dice todo. Antes los territorios no
val�an nada, y luego (con el desarrollo impuesto por los franceses)
valen algo.
Desde 1945, la situaci�n geopol�tica cambiaba
fundamentalmente con el alcance pol�tico del mundo no-europeo o
no-occidental. Pol�ticamente el mundo no-occidental se divid�a en
dos sectores, el Bloque Socialista (llamado comunista), y el otro
denominado Tercer Mundo. Desde el punto de vista del Occidente, y
evidentemente sobre todo de los Estados Unidos, el bloque comunista
fue �dejado� a su propia cuenta, para que sobreviviera
econ�micamente como pudiera. Y este bloque eligi� un programa
estatal de industrializaci�n r�pida con el objetivo de "superar" al
Occidente. Jruschov promet�a "enterrar" a los Estados Unidos en el
a�o 2000.
La situaci�n en el Tercer Mundo fue bastante
diferente. En los primeros a�os despu�s de 1945, Estados Unidos
concentr� todos sus esfuerzos en ayudar a Europa Occidental y al
Jap�n a "reconstruirse." Al principio, ignor� largamente al Tercer
Mundo, con la excepci�n parcial de la Am�rica Latina, campo de
preferencia para los Estados Unidos desde largo tiempo antes. Lo que
predicaba los Estados Unidos en Am�rica Latina era la tradicional
canci�n neocl�sica: abrir las fronteras economicas, permitir la
inversi�n extranjera, crear la infraestructura necesaria para
fomentar el desarrollo, concentrarse en las actividades para las
cuales tienen estos pa�ses una "ventaja comparativa." Una nueva
literatura cient�fica comenzaba a aparecer en los Estados Unidos
sobre el "problema" del desarrollo de los pa�ses
subdesarrollados.
Los intelectuales de la Am�rica Latina
fueron muy recalcitrantes a esta pr�dica. Reaccionaron bastante
ferozmente. La primera reacci�n importante fue la de la nueva
instituci�n internacional, la CEPAL, presidida entonces por Ra�l
Prebisch, cuya creaci�n misma fue contestada en�rgicamente por el
gobierno estadounidense. La CEPAL negaba los beneficios de una
pol�tica econ�mica de fronteras abiertas y abogaba en contra por un
rol regulador de los gobiernos a fin de reestructurar las econom�as
nacionales. La recomendaci�n principal fue la de promover la sustituci�n de importaciones para la
protecci�n de las industrias nacientes, una pol�tica ampliamente
adoptada. Cuando resumimos las acciones sugeridas por la CEPAL,
vemos que lo esencial fue que si el Estado segu�a una pol�tica sabia
podr�a asegurar el desarrollo nacional y, en consecuencia, un
aumento serio en el producto nacional bruto per capita.
Hasta
cierto punto, las recomendaciones de CEPAL fueron seguidas por los
gobiernos latinoamericanos y efectivamente hubo una mejor�a
econ�mica, aunque limitada, en los a�os cincuenta y sesenta. Sabemos
ahora que esta mejor�a no perdur� y fue, en
primer t�rmino, consecuencia de la tendencia general de las
actividades econ�micas a nivel mundial de un per�odo
Kondratieff-A. En todo caso, la mejora de la situaci�n media
en Am�rica Latina parec�a insignificante para la mayor�a de los
intelectuales latinoamericanos que decidieron radicalizar el
lenguaje y los an�lisis de la CEPAL. Hemos llegado a la �poca de los
dependentistas, primera versi�n (entre otros Dos Santos, Marini,
Caputo, Cardoso de los a�os 60, y Frank, lo mismo que Amin fuera de
Am�rica Latina).
Los dependentistas pensaban que tanto los
an�lisis como los remedios preconizados por la CEPAL eran muy
t�midos. De un lado, pensaban que para desarrollarse, los gobiernos
de los pa�ses perif�ricos deber�an ir
mucho m�s all� de una simple sustituci�n de importaciones;
deber�an, en las palabras de Amin, desconectarse definitivamente de la
econom�a-mundo capitalista (seg�n, impl�citamente, suced�a con el
modelo de los pa�ses comunistas).
De otro lado, los an�lisis
de los dependentistas fueron mucho m�s pol�ticos. Incorporaron a sus
razonamientos las situaciones pol�ticas presentes en cada pa�s y en
el sistema-mundo. Consideraban en consecuencia las alianzas
existentes y potenciales y en fin los obst�culos efectivos para una
reestructuraci�n econ�mica. Por supuesto, aceptaban que el rol de
las sociedades transnacionales, de los gobiernos occidentales, del
FMI, del Banco Mundial y todos los otros esfuerzos imperialistas,
eran negativos y nefastos. Pero, al mismo tiempo, y con una igual
pasi�n, si no m�s vigorosa, atacaban a los partidos comunistas
latinoamericanos y detr�s de ellos a la Uni�n Sovi�tica. Sosten�an
que la pol�tica defendida por aquellos partidos -una alianza entre
los partidos socialistas y los elementos progresistas de la
burgues�a-, equival�a al fin de cuentas a las recomendaciones de los
imperialistas, a un reforzamiento del rol pol�tico y social de las
clases medias, y que con tal pol�tica no podr�a jam�s lograrse una
Revolucion popular. En suma, sosten�an que eso no era ni
revolucionario, ni eficaz, si el objetivo de verdad era una
transformaci�n social profunda.
Los dependentistas escrib�an
en un momento de euforia de la izquierda mundial: la �poca del Che y
del foquismo, de la revoluci�n mundial de 1968, de la victoria de
los vietnamitas, de un mao�smo furioso que se expand�a a prisa a
trav�s del mundo. Pero el Oriente no era ya tan rojo como se
proclamaba. Todo eso no tomaba en consideraci�n los comienzos de una
fase Kondratieff-B. O mejor dicho, la izquierda latinoamericana y
mundial pensaba que el impacto de un estancamiento de la
econom�a-mundo afectar�a en primer lugar las instituciones pol�ticas
y econ�micas del �Primer Mundo�, el capitalista. En realidad, el
impacto m�s inmediato de la crisis fue sobre los gobiernos llamados
revolucionarios en el Tercer Mundo y en el bloque comunista. Desde
los a�os setenta, todos estos gobiernos se hallaron en dificultades
econ�micas y presupuestarias enormes que no pod�an resolver, ni
siquiera parcialmente, sin comprometer sus pol�ticas estatales tan
publicitadas y sus ret�ricas tan acariciadas. Comenzaba el repliegue
generalizado.
A nivel intelectual fue introducido el tema del
desarrollo dependiente (Cardoso de los a�os 70 y otros). Es decir,
un poco de paciencia, compa�eros; un poco de sabidur�a en la
manipulaci�n del sistema existente, y podremos hallar algunas
posibilidades intermedias que son al menos un paso en la buena
direcci�n. El mundo cient�fico y period�stico iniciaba el concepto
de los NICs (New Industrial
Countries). Y los NICs eran propuestos como los modelos a
imitar.
Con el estancamiento mundial, la derrota de los
guevarismos, y el repliegue de los intelectuales latinoamericanos,
los poderosos no necesitaban m�s las dictaduras militares, no mucho
m�s en todo caso, para frenar los entusiasmos izquierdistas. �Ol�!,
viene la democratizaci�n. Sin duda, vivir en un pa�s pos-dictadura
militar era inmensamente m�s agradable que vivir en las c�rceles o
en el exilio. Pero, visto con m�s cuidado, los "vivas" por la
democratizaci�n de Am�rica Latina fueron un poco exagerados. Con
esta democratizaci�n parcial (incluidas las amnist�as para los
verdugos) ven�an los ajustes � la
FMI y la necesidad para los pobres de apretarse los cinturones a�n
mas. Y debemos notar que si en los a�os 70 la lista de los nichos
principales inclu�a normalmente a M�xico y Brasil, al lado de Corea
y Taiwan, en los a�os 80 M�xico y Brasil desaparec�an de estas
listas, dejando solos a los cuatro dragones de Asia
Oriental.
Vino luego el choque producido por la ca�da de los
comunismos. El repliegue de los a�os 70 y 80 se convirti� en fuga
desordenada durante los a�os 90. Una gran parte de los izquierdistas
de ayer se convert�an en <span
class="georgia11bordoItalic">Herald </span> os del
mercado y los que no segu�an este camino buscaban ansiosamente
senderos alternativos. Rechazaban, sin duda, los senderos luminosos,
pero no quer�an renunciar a la posibilidad de alguna, cualquier
luminosidad. Desgraciadamente, no fue f�cil encontrarla.
Para
no desmoronarse frente al j�bilo de una derecha mundial resucitada,
que se felicita de la confusi�n de las fuerzas populares en todas
partes, debemos analizar con ojos nuevos, o al menos nuevamente
abiertos, la historia del sistema- mundo capitalista de los �ltimos
siglos. �Cu�l es el problema principal de los
capitalistas en un sistema capitalista? La respuesta es clara:
individualmente, optimizar sus beneficios y, colectivamente,
asegurar la acumulaci�n continua e incesante de capital. Hay
ciertas contradicciones entre estos dos objetivos, el individual y
el colectivo, pero no voy a discutir eso aqu�. Voy a limitarme al
objetivo colectivo. �Como hacerlo? Es menos obvio de lo que se
piensa a menudo. Los beneficios son la diferencia entre los ingresos
para los productores y los costes de producci�n. Evidentemente, si
se ampl�a el foso entre los dos, aumentan los beneficios. Luego, �si
se reducen los costes, aumentan los beneficios? Lo parece, a
condici�n de que no afecte la cantidad de ventas. Pero, sin duda, si
se reducen los costes, es posible que se reduzcan los ingresos de
los compradores potenciales. De otra parte, �si se aumentan los
precios de venta, aumentan los beneficios? Lo parece, a condici�n de
que no afecte la cantidad de ventas. Pero, si se aumentan los
precios, los compradores potenciales pueden buscar otros vendedores
menos caros, si existen. �Claro que las decisiones son
delicadas!
No son, adem�s, los �nicos dilemas. Hay dos
variedades principales de costes para los capitalistas: los costes
de la fuerza de trabajo (incluso la fuerza de trabajo para la
producci�n de todos los insumos) y los costes de las transacciones.
Pero lo que reducen los costes de la fuerza de trabajo podr�a
acrecentar los costes de las transacciones y vice versa.
Esencialmente, es una cuesti�n de ubicaci�n. Para minimizar los
costes de transacciones, es menester concentrar las actividades
geogr�ficamente, es decir, en zonas de altos costes de fuerza de
trabajo. Para reducir los costes de fuerza de trabajo, es �til
dispersar las actividades productivas, pero eso afecta negativamente
los costes de las transacciones. Por lo tanto, desde hace por lo
menos 500 a�os, los capitalistas reubican sus centros de producci�n
de ac� para all�, cada 25 a�os m�s o menos, en correlaci�n esencial
con los ciclos de Kondratieff. En las fases A, priman los costes de
transacciones y hay centralizaci�n, y en las fases B, priman los
costes de fuerza de trabajo y hay la fuga de f�bricas a la
periferia.
El problema se complica a�n m�s. No es suficiente
obtener beneficios. Debe hacerse lo necesario para guardarlos. Son
los costes de protecci�n. �Protecci�n contra quienes y contra qu�?
Contra los bandidos, por supuesto. Pero tambi�n, y sin duda m�s
importante, contra los gobiernos. No es tan obvio c�mo protegerse
contra los gobiernos si se es capitalista de un nivel poco
interesante, porque necesariamente tal tipo de capitalista no trata
habitualmente con m�ltiples gobiernos. Podr�a defenderse contra un
gobierno d�bil (donde se ubican fuerzas de trabajo baratas) para
evitar impuestos y eludir sobornos, pero necesita para ello de una
fuerte influencia de los gobiernos centrales sobre los gobiernos
d�biles, influencia por la que debe pagar un nueva renta. Es decir,
a fin de reducir la renta perif�rica, deben pagar una cierta renta
central. Para protegerse contra el robo de los gobiernos, deben
sostener financieramente los gobiernos.
Finalmente, para
hacer ganancias mayores y no menores, los capitalistas necesitan
monopolios, por lo menos monopolios relativos, al menos monopolios
en ciertos rincones de la vida econ�mica, por algunas d�cadas. �Y
c�mo obtener estos monopolios? Claro que toda monopolizaci�n exige
un rol fundamental de los gobiernos, sea legislando o decretando,
sea impidiendo a otros gobiernos legislar o decretar. De otro lado,
los capitalistas deben crear los canales culturales que favorezcan
tales redes monopol�sticas, y para eso necesitan el apoyo de los
creadores y mantenedores de patrones culturales. Todo esto resulta
en costes adicionales para las capitalistas.
A pesar de todo esto
(o tal vez a causa de todo esto), es posible ganar magn�ficamente,
como puede verse estudiando la historia del sistema-mundo
capitalista desde sus principios. Sin embargo, en el siglo XIX
aparec�a una amenaza a esta estructuraci�n, que pod�a hacer caer el
sistema. Con una fuerte centralizaci�n de la producci�n acrecentada,
emerg�a la amenaza de "las clases peligrosas," sobre todo en Europa
Occidental de la primera mitad del siglo XIX. En el lenguaje de la
antig�edad, que fue introducido en nuestra armadura intelectual por
la Revolucion Francesa, hablamos del problema del
�proletariado�.
Los proletarios de la Europa Occidental
comenzaron a ser militantes en la primera mitad del siglo XIX y la
reacci�n inicial de los gobiernos fue reprimirlos. En este �poca el
mundo pol�tico se divid�a, principalmente, entre conservadores y
liberales, entre los que denegaban por completo los valores de la
Revolucion Francesa y los que trataban, en el seno de un ambiente
hostil, de recuperar su empuje para continuar la construcci�n de un
Estado constitucional, laico y reformista. Los intelectuales de
izquierda, denominados dem�cratas, o republicanos, o radicales, o
jacobinos, o algunas veces socialistas, no eran m�s que una peque�a
banda.
Fue la revoluci�n "mundial" de 1848 lo que sirvi� como
choque para las estructuras del sistema-mundo. Mostr� dos cosas. La
clase obrera era verdaderamente peligrosa y pod�a desbaratar el
funcionamiento del sistema. En consecuencia, no era sabio ignorar
todas sus reivindicaciones. Del otro lado, la clase obrera no era lo
bastante fuerte como para hacer caer el sistema con sublevaciones
casi espont�neas. Es decir, el programa de los reaccionarios fue
autodestructor, pero lo mismo era el programa de los partidarios de
conspiraciones izquierdistas. La conclusi�n a derecha y a izquierda
fue esencialmente centrista. La derecha se dec�a que sin duda
algunas concesiones deber�an hacerse frente a las reclamaciones
populares. Y la izquierda naciente se dec�a que deber�a organizarse
para una lucha pol�tica larga y dif�cil a fin de llegar al poder.
Entraba en escena el conservadurismo moderno y el socialismo
cient�fico. Seamos claros: el conservadurismo moderno y el
socialismo cient�fico son o llegaron a ser dos alas, dos avatares
del liberalismo reformista, intelectualmente ya
triunfante.
La construcci�n del estado liberal "europeo"
(europeo en sentido amplio) fue el hecho pol�tico principal del
siglo XIX y la contrapartida esencial de la ya consumada conquista
europea del mundo entero basada sobre el racismo
teorizado. Llamo a esto la institucionalizaci�n de la
ideolog�a liberal como geocultura de la econom�a-mundo capitalista.
El programa liberal para los Estados del centro, Estados en los
cuales la amenaza de las clases peligrososas aparec�a como
inminente, sobre todo en el per�odo 1848- 1914, fue triple. Primero, dar
progresivamente a todo el mundo el sufragio. La l�gica era
que el voto satisfar�a el deseo de participaci�n, creando para los
pobres un sentido de pertenencia a la "sociedad" y, de ese modo, no
exigir�an mucho m�s. Segundo, aumentar progresivamente los ingresos
reales de las clases inferiores a trav�s del bienestar
estatal. La l�gica era que los pobres estar�an tan contentos de
cesar de vivir en la indigencia, que aceptar�an quedar m�s pobres
que las clases superiores. Los costes de esas transferencias de
plusval�a ser�an menores que los costes de insurrecciones y en todo
caso ser�an pagados por el Tercer Mundo. Y
tercero, crear la identidad
nacional y tambi�n transnacional blanco-europea. La l�gica
era que las luchas de clases ser�an sustituidas por las luchas
nacionales y globales raciales y de esa manera las clases peligrosas
de los pa�ses del centro se ubicar�an en el mismo lado que sus
elites.
Debemos reconocer que este programa liberal fue un
�xito enorme. El estado liberal logro la doma de los clases
peligrosas en el centro, es decir, de los proletariados urbanos
(incluso si �stos estaban bien organizados, sindicalizados y
politizados). El c�lebre consentimiento de �stos a las pol�ticas
nacionales de guerra en 1914, es la m�s evidente prueba del fin de
la amenaza interna para las clases dominantes.
Sin embargo,
en el momento mismo en que se resolv�a ese problema para los
poderosos, surg�a una nueva amenaza de otras clases peligrosas, las
clases populares del Tercer Mundo. La revoluci�n mexicana de 1910
fue una se�al importante, pero seguramente no la �nica. Pensemos en
las revoluciones en Afganist�n, Persia y China. Y pensemos en la
revoluci�n de liberaci�n nacional rusa, que fue esencialmente una
revoluci�n por pan, por tierra, pero ante todo, por la paz, es
decir, con el fin de no seguir una pol�tica nacional que serv�a
principalmente a los intereses de las grandes potencias de
Occidente.
�Se dir�a que todas estas revoluciones, incluso la
mexicana, fueron ambiguas? Cierto, pero no existen revoluciones no
ambiguas. �Se dir�a que todas estas revoluciones, incluso la
mexicana, fueron finalmente recuperadas? Cierto, pero no existe
revoluciones nacionales que no fueran recuperadas al seno de este
sistema-mundo capitalista. No es esta la cuesti�n
interesante.
Desde el punto de vista de los poderosos del
mundo, la posible sublevaci�n global de los pueblos perif�ricos y
descuidados constitu�a una grave amenaza para la estabilidad del
sistema, al menos tan grave como la posible sublevaci�n europea de
los proletarios.
Ten�an que tomar cuenta de eso y decidir
c�mo hacerle frente. En especial, porque los bolcheviques en Rusia
se presentaban, para la izquierda mundial, como un movimiento con
una posici�n verdaderamente antisist�mica. Los bolcheviques
afirmaban que la pol�tica de "centrificaci�n" de los
socialdem�cratas deber�a ser descartada. Quer�an encabezar una
sublevaci�n global renovada.
El debate derecha-centro sobre
el m�todo para combatir las clases peligrosas se repet�a. Como lo
hizo en el caso de los proletariados europeos en la primera mitad
del siglo XIX, la derecha de nuevo favorec�a la represi�n, pero esta
vez en forma racista-popular (es decir, el fascismo). El centro
favorec�a la reforma recuperadora. El centro fue encarnado por dos
l�deres sucesivos en los Estados Unidos, Woodrow Wilson y Franklin
Delano Rossevelt, que adaptaron las t�cticas decimon�nicas del
liberalismo a la nueva escena mundial. Woodrow
Wilson proclam� el principio de la autodeterminaci�n de los
pueblos. Este principio fue el equivalente global del
sufragio nacional. Una persona, un voto; un pueblo, un pa�s
soberano. Como en el caso del sufragio, no se pensaba dar todo a
todos inmediatamente. Para Wilson, esa fue, m�s o menos, la salida
ante la desintegraci�n de los imperios derrotados austro-h�ngaro,
otomano y ruso. No intento aplicarlo al Tercer Mundo, como es obvio,
pues el mismo Wilson fue quien intervino en M�xico para vencer a
Pancho Villa. Pero en 1933, con la Pol�tica del Buen Vecino,
Roosevelt incluy�, al menos te�ricamente, la Am�rica Latina. Y en la
Segunda Guerra Mundial, extendi� la doctrina a los imperios
oeste-europeos en desintegraci�n, aplic�ndolo primeramente al Asia y
m�s tarde al �frica y al Caribe.
Adem�s, cuando Roosevelt
inclu�a en sus Cuatro Libertades "la libertad de la necesidad"
("freedom from want"), hablaba de
la redistribuci�n de la plusval�a. Pero no fue muy espec�fico. Unos
a�os despu�s, su sucesor Traman proclamo en su Discurso Inaugural
cuatro prioridades nacionales. El �nico punto que recordamos fue el
celebre Punto Cuatro, con el afirmaba que los Estados Unidos deb�an
"lanzarse en un programa nuevo y audaz" en ayuda de los pa�ses
"subdesarrollados." Comenz� lo que era el
equivalente del estado de bienestar a nivel nacional, esto es, el
desarrollo del Tercer Mundo a trav�s de un keynesianismo
mundial.
Este programa liberal mundial patrocinado por
los Estados Unidos, poder hegem�nico, tuvo tambi�n un �xito enorme.
Sus razones se remontan a 1920, al Congreso de Bak�, convocado por
los bolcheviques. En el momento en que Lenin y los otros vieron que
era imposible impulsar a los proletariados europeos hacia una
verdadera vuelta a la izquierda, decidieron no esperar a Godot.
Giraron hacia el Oriente, hacia los Movimientos de Liberaci�n
Nacional del Tercer Mundo como aliados para la supervivencia del
r�gimen sovi�tico. A las revoluciones proletarias las substitu�an
efectivamente con las revoluciones anti-imperialistas. Pero con eso
aceptaron lo esencial de la estrategia liberal-wilsoniana. El
antiimperialismo fue un vocabulario m�s fanfarroneado y m�s
impaciente que la misma autodeterminaci�n de los pueblos. Desde este
momento, los bolcheviques se transformaron en el ala izquierda del
liberalismo global. Con la Segunda Guerra Mundial, Stalin prosigui�
este camino m�s all�. En Yalta acepto un rol limitado y consagrado
en el seno del sistema que los Estados Unidos pensaban crear en el
per�odo de posguerra. Y cuando en los a�os cincuenta y despu�s, los
sovi�ticos predicaban la "construcci�n socialista" de esos pa�ses,
en el fondo utilizaban un vocabulario m�s fanfarroneado y m�s
impaciente para el mismo concepto de desarrollo de los pa�ses
subdesarrollados, predicado por los Estados Unidos. Y cuando, en
Asia y Africa, una colonia despu�s de otra pod�a obtener su
independencia, con luchas de una facilidad variable, fue con el
consentimiento tal vez oculto y todav�a prudente, pero no obstante
importante, de los Estados Unidos.
Cuando digo que la
estrategia liberal mundial fue un gran �xito, pienso en dos cosas.
Primero, entre 1945 y 1970, en la gran
mayor�a de pa�ses del mundo, los movimientos herederos de los temas
de la Vieja Izquierda del siglo XIX llegaron al poder, utilizando
varias etiquetas: comunista, alrededor de la Uni�n Sovi�tica;
movimientos de liberaci�n nacional, en Africa y Asia;
socialdem�crata, en Europa occidental; populista, en Am�rica Latina.
Segundo, el resultado del hecho de que
tantos movimientos de la Vieja Izquierda hayan llegado al poder
estatal, supuso una euforia debilitadora y, al mismo tiempo, tambi�n
el ingreso de todos estos movimientos en la maquinaria del sistema
hist�rico capitalista. Cesaron de ser antisist�micos y pasaron a ser
pilares del sistema sin dejar de gargarizar un lenguaje
izquierdista, esta vez con lengua de
madera (langue de bois). Ese
�xito, por tanto, fue m�s fr�gil de lo que pensaban los poderosos, y
en todo caso no fue tan destacado como la recuperaci�n de la clase
obrera blanca- occidental. Hubo dos diferencias fundamentales entre
las situaciones nacionales de los pa�ses del centro y la del
sistema-mundo globalmente. El coste de una distribuci�n nacional
ampliada de la plusval�a a los obreros occidentales no fue enorme
como porcentaje del total mundial y
pudo ser pagado en gran parte por las clases populares del Tercer
Mundo. Hacer una redistribuci�n significativa hacia las poblaciones
del Tercer Mundo, por el contrario, habr�a tenido que ser pagado
necesariamente por los poderosos y eso habr�a limitado gravemente
las posibilidades de una acumulaci�n de capital en el futuro. De
otra parte, fue imposible utilizar la carta del racismo para
integrar los pueblos de color en el sistema-mundo. Si todo el mundo
era considerado como "nosotros" �qui�n iba a ser el otro a denegar y
despreciar? El desprecio racial hacia afuera hab�a sido un elemento
crucial en la construcci�n de la lealtad de los nativos de sangre
privilegiada hacia sus naciones. Pero esta vez, no exist�a un Tercer
Mundo para el Tercer Mundo.
En el a�o 1968 marco el comienzo
de un desmoronamiento r�pido de todo lo que los poderosos erigieron
en el sistema-mundo con la geocultura liberal despu�s de 1945. Dos
elementos concurr�an. El alza fenomenal de la econom�a-mundo alcanz�
sus l�mites e �bamos a entrar en la fase-B de nuestro ciclo
Kondratieff actual. Pol�ticamente, hab�amos llegado a la cima de los
esfuerzos antisist�micas mundiales Vietnam, Cuba, el comunismo con
rostro humano en Checoslovaquia, el movimiento de poder negro en los
Estados Unidos, los inicios de la revoluci�n cultural en China, y
tantos otros movimientos no previstos en los a�os cincuenta. Eso
culminaba con las revoluciones de 1968, revoluciones sobre todo
estudiantiles, pero no exclusivamente, en muchos
pa�ses.
Vivimos despu�s las consecuencias de la ruptura
hist�rica generada por esta segunda revoluci�n mundial, una ruptura
que ha tenido sobre las estrategias pol�ticas un impacto tan grande
como el impacto de la primera revoluci�n mundial, que fue esa de
1848. Claro que los revolucionarios han perdido en lo inmediato. Los
m�ltiples incendios impresionantes a trav�s del mundo durante tres
a�os, se extinguieron para terminar en la creaci�n de varias
peque�as sectas maoizantes que desaparecieron pronto.
Sin
embargo, 1968 dej� heridas y agonizantes a dos v�ctimas no poco
importantes: la ideolog�a liberal y los movimientos de la Vieja
Izquierda. Para la ideolog�a liberal, el golpe m�s serio fue la
p�rdida de su rol como la �nica ideolog�a imaginable de la
modernidad racional. Entre 1789 e 1848, el liberalismo exist�a ya,
pero solamente como una ideolog�a posible, confrontado por un
conservadurismo duro y un radicalismo naciente. Entre 1848 e 1968, a
mi juicio, como vengo de afirmar, el liberalismo llego a ser la
geocultura del sistema-mundo capitalista. Los conservadores y los
socialistas (o radicales) se han convertido en avatares del
liberalismo. Despu�s de 1968, los conservadores y los radicales han
retrocedido a sus actitudes anteriores a 1848, negando la validad
moral del liberalismo. La Vieja Izquierda, comprometida con el
liberalismo, hizo esfuerzos valientes para cambiar de piel,
adoptando un barniz de Nueva Izquierda, pero no lo logr� en
realidad. M�s bien, ha incidido negativamente en los peque�os
movimientos de la Nueva Izquierda, mucho m�s de lo �stos incidieran
a su vez en la Vieja Izquierda. Segu�a as�, inevitablemente, el
declive global de los movimientos de la Vieja Izquierda.
Al
mismo tiempo, sufr�amos los azares de una fase-B de otro ciclo
Kondratieff. No es necesario rememorar ahora los itinerarios en
detalle. Recordemos �nicamente dos momentos. En 1973 la OPEP lanz�
al alza los precios del petr�leo. Observemos las varias
consecuencias. Fue una bonanza en renta para los pa�ses productores
incluso en Am�rica Latina, M�xico, Venezuela y Ecuador. Fue una
bonanza para las empresas transnacionales de petr�leo. Fue una
bonanza para los bancos transnacionales en los cuales fue depositada
la renta no gastada en seguida. Ayudaba, por un cierto tiempo, a los
Estados Unidos en su competencia con la Europa Occidental y con el
Jap�n, porque los Estados Unidos eran menos dependientes de la
importaci�n de petr�leo. Fue un desastre para todos los pa�ses del
Tercer Mundo y del bloque comunista que no eran productores de
petr�leo. Los presupuestos nacionales cayeron en d�ficits
dram�ticos. Complic� las dificultades de los pa�ses centrales
reduciendo a�n m�s la demanda global para sus
productos.
�Cu�l fue el resultado? Hubo dos etapas.
Primeramente, los bancos transnacionales, con el apoyo de los
gobiernos centrales, ofrec�an en�rgicamente empr�stitos a los
gobiernos pobres en situaciones desesperadas, e inclusive a los
propios gobiernos productores de petr�leo. Claro que los gobiernos
pobres acogieron este salvavidas para mantenerse contra la amenaza
de tumultos populares y los gobiernos productores de petr�leo se
aprovecharon de tal ofrecimiento para "desarrollarse" r�pidamente.
Al mismo tiempo, estos empr�stitos redujeron los problemas
econ�micos de los pa�ses centrales aumentando su posibilidad de
vender sus productos en el mercado mundial.
La �nica peque�a
dificultad con esta bella soluci�n era que
hab�a que rembolsar los empr�stitos. En unos a�os, el inter�s
compuesto de las deudas llego a ser un porcentaje enorme de los
presupuestos anuales de los pa�ses deudores. Fue imposible controlar
ese sumidero galopante de los recursos nacionales. La Polonia debe
su crisis de 1980 a �ste problema. Y en 1982 M�xico anuncio que no
pod�a continuar pagando como antes.
Tal crisis de la deuda
perdur� en la prensa unos a�os y luego esa prensa la olvid�. Para
los pa�ses endeudados, sin embargo, la crisis perdura todav�a, no
solamente como una carga presupuestaria, sino como un castigo en la
forma de las exigencias draconianas que el FMI impuso sobre estos
Estados. El nivel de vida en todos estos Estados ha ca�do
abruptamente, sobre todo para el estrato m�s pobre, que es un 85-95%
de la poblaci�n.
Quedaron los dilemas de una econom�a-mundo
en estancamiento. Si no era posible atenuar m�s este estancamiento
mundial con los empr�stitos a pa�ses pobres, era necesario hallar en
los a�os ochenta otros expedientes. El mundo financiero-pol�tico ha
inventado dos. Un nuevo prestador se present�, los Estados Unidos
que, bajo Reagan, practicaba una pol�tica
keynesiana oculta. Como lo sabemos, la pol�tica de Reagan ha
sostenido ciertas grandes empresas estadounidenses y ha limitado el
desempleo, pero acentuando la polarizaci�n interna. As� ha ayudado a
sostener los ingresos en Europa Occidental y Jap�n. Pero
evidentemente el mismo problema iba a presentarse. El inter�s sobre
la deuda empezaba a ser demasiado pesado. De nuevo sobrevino una
crisis de deuda nacional. Los Estados Unidos se hallaron en una
situaci�n tan desconcertante, que para jugar el rol de l�der militar
del mundo en la Guerra del Golfo en 1991, fue necesario que Jap�n,
Alemania, Arabia Saudita y Kuwait pagaran lo esencial de los gastos.
�Sic transit gloria!. A fin de
impedir un poco un ocaso precipitado que estaba en marcha, los
Estados Unidos recurren a la soluci�n FMI, infligi�ndose su propio
castigo. Se llama "El Contrato para Am�rica." Exactamente como
insiste el FMI para los pa�ses pobres, los EE.UU. est�n reduciendo
el nivel de vida de los pobres propios, sin perjuicio de mantener,
inclusive aumentar, las posibilidades de acumulaci�n para una
minor�a de su poblaci�n.
El segundo expediente result� del
hecho de que un aspecto fundamental de toda fase-B de los ciclos
Kondratieff, es la dificultad acentuada de obtener grandes
beneficios en el sector productivo. O para ser m�s precisos, la fase
B se caracteriza, se explica, por la restricci�n de beneficios. Eso
no llega a ser un obst�culo para un gran capitalista. Si no hay un
margen suficiente de beneficios en la producci�n, se vuelve hacia el sector financiero para sacar
ganancias de la especulaci�n. En las decisiones econ�micas de
los a�os ochenta, vemos que esto se traduc�a en el fen�meno del
s�bito control (takeover) de grandes corporaciones por medio de los
llamados "junk bonds" o bonos
il�citos. Visto desde el exterior, lo que sucede es que las grandes
corporaciones se est�n endeudando, con la misma consecuencia, en el
corto plazo que podr�a suponer para la econom�a-mundo, una inyecci�n
de actividad econ�mica para luchar contra el estancamiento. Pero
luchan con las mismas limitaciones de los dem�s. Deben pagar las
deudas. Cuando eso se muestra imposible, la empresa va a la
bancarrota o entra un "FMI privado" que impone la reestructuraci�n,
es decir, la despedida de empleados. Lo que ocurre much�simo en
estos d�as.
De estos acontecimientos tristes, casi
indecentes, de los a�os 1970-1995, �qu� conclusiones pol�ticas han
sacado las masas populares? Me parece obvio.
La primera conclusi�n es que la perspectiva de
reformas graduales que permitir�an la eliminaci�n del foso
rico-pobre, desarrollado-subdesarrollado, no es posible en la
situaci�n actual y que todos los que lo hab�an sostenido fueron
mentirosos o manipuladores. Pero, �qui�nes fueron �stos? Ante todo,
fueron los movimientos de la Vieja Izquierda.
La revoluci�n
de 1968 ha sacudido la fe en el reformismo, incluso el tipo de
reformismo que se llamaba revolucionario. Los veinticinco a�os
posteriores de eliminaci�n de las ganancias econ�micas de los a�os
1945-1970, destruyeron las ilusiones que a�n persist�an. Pa�s tras
pa�s, el pueblo dio un voto de no-confianza a los movimientos
herederos de la Vieja Izquierda, sea populista, sea de liberaci�n
nacional, sea social-Democrata, sea leninista. El derrumbe de los
comunismos en 1989 fu� la culminaci�n de la revoluci�n de 1968, la
ca�da de los movimientos que pretend�an ser los m�s fuertes y los
m�s militantes. Su p�rdida de apoyo popular fu� ultra-dram�tico y
para muchas personas, incluso evidentemente para muchos
intelectuales de las Am�ricas, fu� un desarreglo de toda una vida
mental y espiritual.
Los coyotes del capitalismo gritaron
victoria. Pero los defensores m�s sofisticados del sistema actual
sab�an mejor. La derrota del leninismo, y es una
derrota definitiva, es un cat�strofe para los poderosos. Elimin� el
�ltimo y mejor escudo pol�tico, su �nica garant�a, como fue el hecho
de que las masas creyeran en la certidumbre de un �xito del
reformismo. Y en consecuencia, ahora esas masas no est�n m�s
dispuestas a ser tan pacientes como en el pasado. La ca�da de los
comunismos es un fen�meno muy radicalizarte para el sistema. Lo que
se derrumb� en 1989 fue precisamente la ideolog�a
liberal.
Lo que proporcionaba el liberalismo a las
clases �peligrosas� fue sobre todo la esperanza, o mejor, la
seguridad del progreso. Fue una esperanza muy materialista, todo el
mundo finalmente tendr�a un nivel de vida confortable y saludable,
una educaci�n, una posici�n honorable para s� mismo y sus
descendientes. Y lo fue prometido si no para hoy, pues para un
pr�ximo ma�ana. La esperanza justificaba las demoras, a condici�n de
que hubiera ciertas reformas gubernamentales visibles y alguna
tambi�n visible actividad militante de parte de los que la
esperaban. Mientras tanto, los pobres trabajaron, votaron y
sirvieron en los ej�rcitos. Es decir, hicieron funcionar el sistema
capitalista.
Empero, si deb�an perder esta esperanza, �qu�
har�an las clases �peligrosas�? Lo sabemos, porque lo vivimos
actualmente. Renuncian a su fe en los Estados,
no �nicamente en el Estado en manos de los "otros," sino en todo
Estado. Llegan a ser muy c�nicos en lo que concierne a los
pol�ticos, los bur�cratas y tambi�n respecto de los l�deres llamados
revolucionarios. Empiezan a abrazar un anti-estatismo
radical. Es poco menos que querer hacer desaparecer los Estados que
no dan ninguna confianza. Podemos ver esta actitud en el Tercer
Mundo, en el mundo ex-socialista, as� como tambi�n en los pa�ses
centrales. �En los Estados Unidos lo mismo que en
M�xico!
�Est�n contentas, la gente
ordinaria, con esta nueva postura? Tampoco. Al contrario, tienen
mucho miedo. Los Estados fueron sin duda opresivos, desconfiables,
pero fueron tambi�n, al mismo tiempo, fuentes de seguridad
cotidiana. En ausencia de fe en los Estados, �qui�nes van garantizar
la vida y la propiedad personal? Llega a ser necesario retornar al
sistema pre-moderno: debemos proveernos de nuestra propia seguridad.
Funcionamos como la polic�a, el recaudador de impuestos y el maestro
escolar. Adem�s, porque es dif�cil asumir todas estas tareas, nos
sometemos a "grupos" construidos de m�ltiples maneras y con varias
etiquetas. Lo nuevo no es que estos grupos se organicen, sino que
comiencen a asumir las funciones que otrora pertenec�an a la esfera
estatal. Y al hacer eso, las poblaciones est�n menos y menos listas
a aceptar lo que los gobiernos les impongan para estas actividades.
Despu�s de cinco siglos de fortalecimiento de los estructuras
estatales, en el seno de un sistema interestatal tambi�n en
fortalecimiento continuado, vivimos actualmente la primera gran
retracci�n del rol de los Estados y necesariamente por tanto tambi�n
del rol del sistema interestatal.
No es algo menor. Es
un terremoto en el sistema
hist�rico del cual somos participantes. Estos grupos a los cuales
nos sometemos representan una cosa muy distinta de las naciones que
constru�amos en los dos �ltimos siglos. Los miembros no son
"ciudadanos," porque las fronteras de los grupos no son definidos
jur�dicamente sino m�micamente, no para incluir sino para
rechazar.
�Es esto bueno o malo? �Y para qui�nes? Desde el
punto de vista de los poderosos, es un fen�meno muy vol�til. Desde
el punto de vista de una derecha resucitada, da la posibilidad de
erradicar el estado de bienestar y permitir el florecimiento de los
ego�smos de corta duraci�n ("apr�s moi le
d�luge!"). Desde el punto de vista de las clases oprimidas,
es una espada de doble filo y tampoco est�n seguras de si deber�an
luchar contra la derecha porque sus proposiciones les producen da�os
inmediatos graves o apoyar la destrucci�n de un Estado que les ha
defraudado.
Pienso que el colapso
de la fe popular en la inevitabilidad de una transformaci�n
igualizante es el m�s serio golpe para los defensores del sistema
actual, pero seguramente no es el �nico. El sistema-mundo
capitalista est� desagreg�ndose a causa de un conjunto de vectores.
Podr�amos decir que esta desagregaci�n es muy sobredeterminada. Voy
a discutir brevemente algunos de estos vectores inquietantes para el
funcionamiento del sistema-mundo.
Antes de hacerlo, debo
decir que no se presenta como un problema de tecnolog�a. Algunos
sostienen que el proceso continuo de mecanizaci�n de la producci�n
resultar� en la eliminaci�n de empleos posibles. No lo creo. Podemos
todav�a inventar otras tareas para la fuerza de trabajo. Otros
declaran que la revoluci�n inform�tica acarrear� un proceso de
globalizaci�n que en s� hace caduco el rol de los estados. No lo
creo tampoco, porque la globalidad ha sido elemento esencial de la
econom�a-mundo capitalista desde el siglo XVI. No es nada nuevo. Si
estos fueron los �nicos problemas de los capitalistas en el siglo
SXXI., estoy seguro que podr�an hacer lo necesario a fin de mantener
el impulso de la acumulaci�n incesante de capital. Hay cosas
peores.
Primeramente, para los
empresarios hay dos dilemas que son casi imposibles de resolver:
a) la desruralizaci�n del mundo
b) la crisis ecol�gica.
Los dos son buenos ejemplos de procesos que van de cero a ciento
por ciento y cuando llegan cerca de la as�ntota, pierden valor como
mecanismos de ajuste. Esto constituye la fase �ltima de una
contradicci�n interna.
�C�mo ocurri� que el mundo moderno se
haya desruralizado progresivamente? Una explicaci�n tradicional es
que la industrializaci�n exige la urbanizaci�n. Pero no es verdad.
Todav�a quedan industrias localizadas en las regiones rurales y
hemos ya notado la oscilaci�n c�clica entre la concentraci�n y la
dispersi�n geogr�fica de la industria mundial. La explicaci�n es
diferente. Cada vez que hay estancamiento c�clico en la
econom�a-mundo, uno de los resultados al fin de estos per�odos es
una movilizaci�n acrecentada de los proletarios urbanos contra la
declinaci�n de su poder de compra. As� se crea una tensi�n que los
capitalistas resisten, por supuesto. Sin embargo, la organizaci�n
obrera aumenta y comienza a ser peligrosa. Al mismo tiempo, las
reorganizaciones empresariales alcanzan un momento en que podr�an
relanzar la econom�a-mundo sobre la base de nuevos productos
monopolizados. Pero falta un elemento, la demanda global
suficiente.
Frente a esto, la soluci�n es cl�sica: alzar los
ingresos de los proletarios, sobre todo de los obreros calificados,
incluso facilitar para algunos el ingreso en esas categor�as. Del
mismo golpe, resuelven los problemas de la tensi�n pol�tica y de la
falta de demanda suficiente. Pero hay una contrapartida. El
porcentaje de plusval�a que corresponde a los propietarios ha
disminuido. Para compensar esta ca�da de plusval�a relativa, de
nuevo existe una soluci�n cl�sica: transferir algunos sectores de
actividad econ�mica que no son m�s muy rentables, hacia zonas donde
hay una poblaci�n rural importante, una parte de la cual podr�a ser
atra�da a nuevas localidades urbanas de producci�n, por salarios que
representan para ellos un aumento de sus entradas familiares, pero
que en la escena mundial representan costes de trabajo industrial
m�nimos. En efecto, a fin de resolver las dificultades recurrentes
de los estancamientos c�clicos, los capitalistas fomentan cada vez
una desruralizaci�n parcial del mundo. Pero, �y si no hay m�s
poblaciones a desruralizar? Hoy nos acercamos a esta situaci�n. Las
poblaciones rurales, todav�a hace no mucho fuertes en la propia
Europa, han desaparecido enteramente de muchas regiones del mundo y
disminuyen en todas partes. Probablemente, son menos de 50%
mundialmente hoy y dentro de 25 a�os la cifra va ser menos de 25%.
La consecuencia es clara. No habr� nuevas
poblaciones de bajo pago para compensar los salarios m�s elevados de
los sectores proletarizados anteriormente. En efecto, el
coste de trabajo aumentar� mundialmente, sin que los capitalistas
puedan evitarlo.
Lo mismo pasa con la ecolog�a. �Por qu�
existe hoy una crisis ecol�gica? No es complicado explicarlo. A fin
de maximizar los beneficios, hay dos recursos principales para un
capitalista: no pagar demasiado a los obreros y no pagar demasiado
por el proceso de producci�n. �Como hacer esto? De nuevo es obvio:
hacerlo pagar en gran parte por "otros." Se llama "la
externalizaci�n de costes." Hay dos m�todos principales de
externalizar costes. Uno es esperar que el estado pague por la
infraestructura necesaria por la producci�n y la venta de los
productos. La desagregaci�n de los estados representa una amenaza
aguda para esto. Pero el segundo y m�s importante m�todo es no pagar
los costes ecol�gicos: por ejemplo, no reemplazar los bosques
cortados o no pagar por la limpieza de desperdicios
t�xicos.
Mientras exist�an otros bosques, o zonas a�n no
utilizadas, luego no tonificadas, el mundo y los capitalistas pod�an
ignorar las consecuencias. Pero hoy tocan los l�mites de la
externalizaci�n de costes. No hay m�s muchos bosques. Los efectos
negativos de una toxificaci�n excesivamente aumentada de la tierra,
implican impactos serios y m�ltiples que nos anuncian los
cient�ficos avisados. Por eso han surgido movimientos verdes. Desde
un punto de vista global, hay �nicamente dos soluciones: hacer pagar
los costes por los capitalistas; y/o aumentar los impuestos. Pero
esto �ltimo es poco probable, dadas las tendencias de reducir el rol
de los Estados. Y lo primero implica una reducci�n seria en las
ganancias de los capitalistas.
Hay otros vectores que
representan dilemas, no para los empresarios, pero s� para los
Estados. Primero, la polarizaci�n socio-econ�mica cada d�a m�s aguda
del mundo corre parejas con la polarizaci�n demogr�fica del mundo.
Cierto, hay una transformaci�n demogr�fica en proceso desde 200 a�os
al menos y ahora mismo toca por primera vez al Africa que en el
per�odo pos-1945 ten�a la tasa de crecimiento m�s alta del mundo. No
obstante, aunque las tasas en general bajen, el foso entre el Norte,
donde las tasas son a menudo negativas, y el Tercer Mundo, donde a�n
son altas, a�n sigue ensanch�ndose. Si hay recuperaci�n de la
econom�a-mundo en el primer cuarto del siglo XXI, el foso econ�mico
ya se agrandar�, porque la recuperaci�n ser� fuertemente
desigual.
La consecuencia es f�cil de prever. Habr� un fuerte
aumento de la migraci�n Sur-Norte, legal o ilegalmente. No importa.
No hay mecanismos posibles para terminarlo y a�n limitarlo
seriamente. Las personas que querr�an venir al Norte son reclutadas
entre los m�s capaces del Tercer Mundo y est�n determinadas a
llegar. Habr� muchos empleos insuficientemente pagados para ellos.
Por supuesto, habr� una oposici�n pol�tica xen�foba contra ellos,
pero no bastar� para cerrar las puertas.
Si al mismo tiempo
el rol de los Estados disminuye (y esto servir� tambi�n para
permitir el aumento del n�mero de emigrantes), la integraci�n
econ�mica de estos inmigrantes ser� limitada. Si la oposici�n
pol�tica no logra frenar la entrada, probablemente lograr� limitar
los derechos pol�ticos y sociales de los inmigrantes. En este caso,
preveo lo siguiente: el n�mero verdadero de inmigrantes "sure�os" y
sus descendientes inmediatos en los pa�ses del Norte ser� entre 10-35% por ciento de la poblaci�n, si no m�s. Y
esto no solo en Am�rica del Norte y Europa Occidental, sino tambi�n
en Jap�n. Al mismo tiempo, este 10-35% de la poblaci�n m�s joven,
mucho m�s pobre, y ubicado en barrios urbanos segregados de hecho,
ser� una poblaci�n obrera sin derechos pol�ticos o sociales.
Retornaremos a la situaci�n de la Gran Breta�a y la Francia
en la primera mitad del siglo XIX, aquella de proletariados que son
clases peligrosas. As� se deshace
doscientos a�os de recuperaci�n liberal y esta vez sin posibilidad
de repetir el gui�n. Preveo que las zonas de conflicto social
las m�s intensas en el siglo s XXI, no ser�n las Somalias y las
Bosnias, sino las Francias y los Estados Unidos. �Las estructuras
estatales ya debilitadas van a sobrevivir ese tipo de guerra
civil?
Y si esto no fuera bastante, hay el problema de la
democratizaci�n. �Problema, digo yo? �S�, problema! La
democratizaci�n no es una mera cuesti�n de partidos m�ltiples,
sufragio universal y elecciones libres. La
democratizaci�n es una cuesti�n de acceso igual a las verdaderas
decisiones pol�ticas y a un nivel de vida y a una seguridad social
razonable. La democracia no puede coexistir con una gran
dolarizaci�n socio-econ�mica, ni al nivel nacional, ni al nivel
mundial. No obstante, existe una ola de sentimiento democratizador
que se fortalece enormemente estos d�as. �Como se traduce ella? La
prensa y los �ltimos <span class="georgia11bordoItalic">Herald </span> os del
liberalismo anuncian que la democratizaci�n se muestra en la ca�da
de varias dictaduras a trav�s del mundo. Sin duda, esto representa
un esfuerzo de democratizar estos pa�ses. Pero estoy un poco
desenga�ado del �xito efectivo de estos cambios. Lo que es m�s
interesante es la presi�n continua, no �nicamente en el Sur, sino
inclusive de modo m�s fuerte en los pa�ses del Norte, para aumentar
los gastos para la salud, la educaci�n, y la vida de los sectores
sociales mas retrasados. Pero esta presi�n agudiza, y much�simo, los
dilemas fiscales de los estados. La ola de democratizaci�n ser� la
�ltima clave en el ata�d ("nail in the coffin") del estado liberal.
Vemos lo que pasa estos d�as en los Estados Unidos.
Para
todas estas razones, el per�odo frente a nosotros, los pr�ximos 30-40 a�os, ser� el momento de la
desintegraci�n del sistema hist�rico capitalista. No ser� un
momento agradable de vivir. Ser� un per�odo negro, lleno de
inseguridades personales, incertidumbres del futuro y odios
viciosos. Al mismo tiempo, ser� un per�odo de transici�n masiva
hacia algo otro, un sistema (o unos
sistemas) nuevo(s). Al decir esto, sin duda se preguntan Vds. porque
les he dicho que les traigo un mensaje de esperanza.
Nos
hallamos en una situaci�n de bifurcaci�n muy cl�sica. Las
perturbaciones aumentan en todas direcciones. Est�n fuera de
control. Todo parece ca�tico. No podemos, nadie puede, prever lo que
resultar�. Pero no quiere decir que no podamos tener un impacto
sobre el tipo de nuevo orden que va ser constituido al fin. Todo lo
contrario. En una situaci�n de bifurcaci�n
sist�mica, toda acci�n peque�a tiene consecuencias enormes.
El todo se construye de cosas infinitesimales. Los poderosos del
mundo lo saben bien. Preparan de m�ltiple maneras la construcci�n de
un mundo post-capitalista, una nueva forma de sistema hist�rico
desigual a fin de mantener sus privilegios. El desaf�o para
nosotros, soci�logos y otros intelectuales y para todas las personas
en pos de un sistema democr�tico e igualitario (los dos adjetivos
tienen id�ntico significado), es mostrarnos tan imaginativos como
los poderosos y tan audaces, pero con la diferencia de que debemos
vivir nuestras creencias en la democracia igualitaria, lo que no
hac�an nunca (o raramente) los movimientos de la Vieja Izquierda.
�Como hacerlo? Es esto que debemos discutir hoy, ma�ana y pasado
ma�ana. Es posible hacerlo, pero no existe una certidumbre sobre
eso. La historia no garantiza nada. El �nico progreso que existe es
aquello por lo cual luchamos con, record�moslo, unas grandes
posibilidades de perder. Hic Rhodus, hic
salta. La esperanza reside, ahora como siempre, en nuestra
inteligencia y en nuestra voluntad colectiva.
Reproducido por el Siese Manuel Ugarte en C�rdoba
el 20.08.07
[ Arriba
]