(ESTUDIO SOBRE LOS PROBLEMAS
DEL HOMBRE Y EL MUNDO)
El mundo de la pseudoconcreción
y su destrucción
La
dialéctica trata de la "cosa misma". Pero la “cosa
misma" no se manifiesta inmediatamente al hombre. Para captarla
se requiere no sólo hacer un esfuerzo, sino también
dar un rodeo. Por esta razón, el pensamiento dialéctico
distingue entre representación y concepto de las cosas,
y por ello entiende no sólo dos formas y grados de conocimiento de
la realidad, sino dos cualidades de la praxis humana.
La actitud que el hombre adopta primaria e inmediatamente hacia
la realidad no es la de un sujeto abstracto cognoscente, o la de
una mente pensante que enfoca la realidad de un modo especulativo,
sino la de un ser que actúa objetiva y prácticamente,
la de un individuo histórico que despliega su actividad
práctica con respecto a la naturaleza y los hombres y persigue
la realización de sus fines e intereses dentro de un conjunto
determinado de relaciones sociales. Así, pues, la realidad
no se presenta originariamente al hombre en forma de objeto de
intuición, de análisis y comprensión teórica —cuyo
polo complementario y opuesto sea precisamente el sujeto abstracto
cognoscente que existe fuera del mundo y aislado de él—;
se presenta como el campo en que se ejerce su actividad práctico-sensible,
y sobre cuya base surge la intuición práctica inmediata
de la realidad. En la relación práctico-utilitaria
con las cosas, en la cual la realidad se manifiesta como un mundo
de medios, fines, instrumentos, exigencias y esfuerzos para satisfacerla,
el individuo "en situación" se crea sus propias
representaciones de las cosas y elabora todo un sistema correlativo
de conceptos con el que capta y fija el aspecto fenoménico
de la realidad.
Sin embargo,
la "existencia real" y las formas fenoménicas de la realidad —que
se reproducen inmediatamente en la mente de quienes despliegan
una praxis histórica determinada, como conjunto de representaciones o categorías del "pensamiento
ordinario" (que sólo por un "hábito bárbaro" se
consideran conceptos)— son distintas y con frecuencia absolutamente contradictorias
respecto de la ley del fenómeno,
de la estructura de la cosa, o del núcleo interno esencial y
su concepto correspondiente. Los hombres usan el dinero y realizan
con él las transacciones más complicadas sin saber
ni estar obligados a saber qué es el dinero. La
práctica utilitaria
inmediata y el sentido común correspondiente
ponen a los hombres en condiciones de orientarse en el mundo,
de familiarizarse con las cosas y manejarlas, pero no les proporciona
una comprensión de las cosas y de la realidad.
Por esta razón, Marx pudo escribir que en el mundo de las
formas fenoménicas, sustraídas a su concatenación
interna y completamente incomprensibles en este aislamiento, quienes
determinan efectivamente las condiciones sociales se encuentran
a sus anchas, como el pez en el agua. Para ellos no hay nada de
misterioso en lo que es internamente contradictorio,
y su juicio no se escandaliza lo más mínimo
ante la inversión de lo racional y lo irracional. La actividad
práctica a que se hace referencia en este contexto es una
praxis históricamente determinada y unilateral, es la praxis
fragmentaria de los individuos, basada en la división social
del trabajo, en la división de la sociedad en clases y,
en la creciente jerarquización de las posiciones sociales
que de ella deriva. En esta praxis, se forma tanto el ambiente
material determinado del individuo histórico como la atmósfera
espiritual en la que la apariencia superficial de la realidad se
fija como el mundo de la supuesta intimidad, de la confianza y
familiaridad, en el que el hombre se mueve "naturalmente" y
con el cual tiene algo que hacer cada día.
El conjunto
de fenómenos que llenan el ambiente cotidiano y la atmósfera
común de la vida humana, que con su regularidad, inmediatez y evidencia
penetra en la conciencia de los individuos agentes asumiendo un aspecto independiente
y natural, forma el mundo de la pseudoconcreción. A él
pertenecen:
-el mundo de los fenómenos
externos, que se desarrollan en la superficie de los procesos realmente esenciales;
-el mundo del traficar y el manipular, es decir, de la praxis fetichizada
de los hombres que no coincide con la praxis crítica y revolucionaria
de la humanidad;
-el mundo de las representaciones
comunes, que son una proyección de los fenómenos externos en
la conciencia de los hombres, producto de la práctica fetichizada y
forma ideológica de su movimiento;
-el mundo de los objetos fijados,
que dan la impresión de ser condiciones naturales, y no son inmediatamente
reconocidos como resultado de la actividad social de los hombres.
El mundo
de la pseudoconcreción es un claroscuro de verdad y engaño. Su
elemento propio es el doble sentido. El fenómeno muestra la esencia
y, al mismo tiempo, la oculta. La esencia se manifiesta en el fenómeno,
pero sólo de manera inadecuada, parcialmente, en algunas de sus facetas
y ciertos aspectos. El fenómeno indica algo que no es él mismo,
y existe solamente gracias a su contrario. La esencia no se da inmediatamente;
es mediatizada por el fenómeno y se muestra, por tanto, en algo distinto
de lo que es. La esencia se manifiesta en el fenómeno. Su manifestación
en éste revela su movimiento y demuestra que la esencia no es inerte
y pasiva. Pero, igualmente, el fenómeno revela la esencia. La manifestación
de la esencia es la actividad del fenómeno.
El mundo
fenoménico tiene su estructura, su propio orden y su propia legalidad
que puede ser revelada y descrita. Pero la estructura de este mundo fenoménico
no capta aún la relación entre él mismo y la esencia.
Si la esencia no se manifiestas en absoluto en los fenómenos, el mundo
de la realidad se distinguiría de modo radical y esencial del mundo
fenoménico: en tal caso, el mundo de la realidad sería para el
hombre “el otro mundo” (platonismo, cristianismo), y el único
mundo al alcance del hombre sería el mundo de los fenómenos.
Pero el mundo fenoménico no es algo independiente y absoluto: los fenómenos
se convierten en mundo fenoménico en conexión con la esencia.
El fenómeno no es radicalmente distinto de la esencia, y la esencia
no es una realidad de orden distinto a la del fenómeno. Si así fuese,
el fenómeno no tendría ningún vínculo interno con
la esencia, no podría manifestarla y, al mismo tiempo, ocultarla;
la relación entre ambos sería mutuamente externa e indiferente.
Captar el fenómeno de una determinada cosa significa indagar y describir
como se manifiesta esta cosa en dicho fenómeno, y también
como se oculta al mismo tiempo. La comprensión del fenómeno
marca el acceso ala esencia. Sin el fenómeno, sin su manifestación
y revelación, la esencia sería inaccesible. En el mundo de la
pseudoconcreción el lado fenoménico de la cosa, en el que ésta
se manifiesta y oculta, es considerado como la esencia misma, y la diferencia
entre fenómeno y esencia desaparece. ¿Es, pues,
la diferencia entre fenómeno y esencia una diferencia entre lo real
y lo irreal, o entre dos órdenes diversos de la realidad? ¿Es
la esencia más real que el fenómeno? La realidad es la
unidad del fenómeno y la esencia. Por esto, la esencia puede ser tan
irreal como el fenómeno, y éste tan irreal como la
esencia en el caso de que se presenten aislados, y, en este aislamiento, sean considerados como la única o "autentica" realidad.
El fenómeno
es, por tanto, algo que, a diferencia de la esencia, oculta, se manifiesta
inmediatamente, primero y con más frecuencia. Pero ¿por qué la "cosa
misma", la estructura de la cosa, no se manifiesta inmediata y directamente?; ¿por
qué requiere esfuerzos y rodeos para captarla?; ¿por qué la "cosa
misma" se oculta a la percepción inmediata? ¿De qué género
de ocultación se trata? Tal ocultación no puede ser absoluta;
si el hombre, en general, busca la estructura de las cosas y quiere
escrutar la cosa "misma", para que pueda descubrir la esencia oculta
o la estructura de la realidad, debe ya poseer necesariamente antes de iniciar
cualquier indagación cierta conciencia de que existe algo como la estructura
de la cosa, su esencia, la "cosa misma"; es decir, debe saber que,
a diferencia de los fenómenos, que se manifiestan inmediatamente,
existe una verdad oculta de la cosa. El hombre da un rodeo y se esfuerza en
la búsqueda de la verdad sólo porque presupone de alguna manera
su existencia, y posee una conciencia firme de la existencia de
la "cosa misma". Pero, ¿por qué la estructura de la
cosa no es directa e inmediatamente accesible al hombre?; ¿por
qué para alcanzarla es preciso dar un rodeo? ¿Y a qué o
hacia dónde tiende éste? Si en la percepción inmediata
no se da la "cosa misma", sino el fenómeno de la cosa, ¿se
debe ello a que la estructura de la cosa pertenece a una realidad de orden
distinto a la realidad de los fenómenos y, por tanto, se trata
de otra realidad situada detrás de los fenómenos?.
En virtud
de que la esencia -a diferencia de los fenómenos- no se manifiesta
directamente, y por cuanto que el fundamento oculto de las cosas debe ser descubierto
mediante una actividad especial, existen la ciencia y la filosofía. Si
la apariencia fenoménica y la esencia de las cosas coincidieran totalmente,
la ciencia y la filosofia serían superfluas.1
Los esfuerzos
tendientes a descubrir la estructura de las cosas y la "cosa misma" han
sido siempre, desde tiempos inmemoriales, propios de la filosofía. Las
diversas tendencias filosóficas fundamentales son sólo modificaciones
de esta problemática fundamental y de su solución en las distintas
etapas evolutivas de la humanidad. La filosofia es una actividad indispensable
de la humanidad, ya que la esencia de las cosas, la estructura de la realidad,
la "cosa misma", no se muestran directa e inmediatamente. En este
sentido la filosofia puede ser caracterizada como esfuerzo sistemático
y crítico tendiente a captar la cosa misma, la estructura oculta de
la cosa, y descubrir el modo de ser del existente.
El concepto
de la cosa es la comprensión de ella, y comprender lo que la cosa es
significa conocer su estructura. El rasgo más característico
del conocimiento consiste en la descomposición del todo. La dialéctica
no llega al conocimiento desde el exterior o complementariamente, ni tampoco
ello constituye una de sus características, sino que el conocimiento
es la propia dialéctica en una de sus formas; el conocimiento es descomposición
del todo. "El concepto" y "la abstracción" tienen
en la concepción dialéctica el significado de un método
que descompone el todo unitario, para poder reproducir mentalmente la estructura
de la cosa, es decir, para comprender la cosa. 2
El conocimiento
se realiza como separación del fenómeno respecto de la esencia,
de lo secundario respecto de lo esencial, ya que sólo mediante tal separación
se puede mostrar la coherencia interna y, con ello, el carácter especifico
de la cosa.
En este
proceso no se deja a un lado lo secundario, ni se le separa como algo irreal
o menos real, sino que se revela su carácter fenoménico, o secundario,
mediante la demostración de su verdad en la esencia de la cosa. Esta
descomposición del todo unitario, que es un elemento constitutivo del
conocimiento filosófico —en efecto, sin tal descomposición
no hay conocimiento— demuestra una estructura análoga a la
del obrar humano, puesto que también éste se basa en la desintegración
del todo.
El propio
hecho de que el pensamiento se mueva de un modo natural y espontáneo
en dirección opuesta al carácter de la realidad, a la cual aísla
y "mata" y el hecho de que en este movimiento espontáneo se
base la tendencia a la abstracción, no es una particularidad inherente
al pensamiento sino que deriva de su función práctica. Toda acción
es “unilateral” 3, ya que tiende
a determinado fin y, por tanto, aísla algunos aspectos de la realidad
como esenciales para esa acción, mientras deja a un lado, por el momento,
a otros. Mediante esta acción espontánea que pone de manifiesto
determinados aspectos, que son importantes para el logro de cierto fin, el
pensamiento escinde la realidad única, interviene en ella y la "valora".
La tendencia
espontánea de la "praxis" y del pensamiento, a aislar los
fenómenos y a desdoblar la realidad en lo esencial y lo secundario,
va siempreacompañada de unapercepción del todo igualmente espontánea
en la cual son aislados determinados aspectos, aunque esa percepción
sea para la conciencia ingenua menos evidente y, con frecuencia, inconsciente.
El "horizonte" —oscuramente intuido— de una "realidad
indeterminada" como todo, constituye el fondo inevitable
de cada acción y cada pensamiento, aunque resulte inconsciente para
la conciencia ingenua.
Los fenómenos
y las formas fenoménicas de las cosas se reproducen espontáneamente
en el pensamiento cotidiano como realidad (la realidad misma) pero no porque
sean más superficiales y estén más cerca del conocimiento
sensible, sino porque el aspecto fenoménico de la cosa es un producto
espontáneo de la práctica cotidiana. La práctica
utilitaria de cada día crea “el pensamiento común” –en
el cual se captan tanto la cosa y su aspecto superficial como la técnica
del tratamiento de ella como forma de su movimiento y de su existencia. El
pensamiento común es la forma ideológica del obrar humano de
cada día. Pero el mundo que se revela al hombre en la práctica
fetichizada, en el traficar y el manipular, no es el mundo real, aunque tenga la “consistencia” y
la “validez” de este mundo, sino que es “el mundo de
la apariencia” (Marx). La representación de la cosa, que
se hace pasar por la cosa misma y crea la apariencia ideológica, no
constituye un atributo natural de la cosa y de la realidad, sino la proyección
de determinadas condiciones históricas petrificadas, en la
conciencia del sujeto.
La distinción
entre representación y concepto, entre el mundo de la apariencia y el
mundo de la realidad, entre las práctica utilitaria cotidiana de los
hombres y la praxis revolucionaria de la humanidad, o, en pocas palabras, “la
escisión de lo único”, es el modo como el pensamiento capta
la “cosa misma”. La dialéctica es el pensamiento crítico
que quiere comprender la “cosa misma”, y se pregunta sistemáticamente
cómo es posible llegar a la comprensión de la realidad. Es,
pues, lo opuesto a la sistematización doctrinaria o a la romantización
de las representaciones comunes. El pensamiento que quiera conocer adecuadamente
la realidad, y que no se contente con los esquemas abstractos de la realidad,
ni con simples representaciones también abstractas de ella, debe destruir la
aparente independencia del mundo de las relaciones inmediatas cotidianas. El
pensamiento que destruye la pseudoconcreción para alcanzar lo concreto
es, al mismo tiempo, un proceso en el curso del cual bajo el mundo de la apariencia
se revela el mundo real; tras la apariencia externa del fenómeno se
descubre la ley del fenómeno, la esencia 4. Pero lo que confiere
a estos fenómenos el carácter de la psudoconcreción no
es de por sí su existencia, sino la independencia con que esta existencia
se manifiesta. La destrucción de la pseudoconcreción, que
el pensamiento dialéctico debe llevar a cabo, no niega por ello la existencia
u objetividad de estos fenómenos, sino que destruye su pretendida independencia
al demostrar que son causa mediata y, contrarrestando sus pretensiones de independencia,
prueba su carácter derivado.
La dialéctica
no considera los productos como algo fijo, ni las configuraciones y los objetos,
o sesa, todo el conjunto del mundo material cosificado, como algo originario
e independiente; del mismo modo tampoco considera así el mundo de las
representaciones y del pensamiento común ni los acepta bajo su aspecto
inmediato, sino que los somete a un examen en el cual las formas cosificadas
del mundo objetivo e ideal se diluyen, pierden su fijeza, su naturaleza y su
pretendida originariedad, para mostrarse como fenómenos derivados y
medados, como sedimentos y productos de la praxis social de la humanidad. 5
El
pensamiento acríticamente reflexivo 6 coloca de inmediato,
es decir, sin un análisis dialéctico, las representaciones
fijas en una relación causal con las condiciones asimismo
fijas, y presenta este método de "pensamiento bárbaro" como
análisis "materialista" de las ideas. Por cuanto
que los hombres han adquirido conciencia de su época (esto
es, la han vivido, valorado, criticado y comprendido) en las categorías
de "la fe del carbonero" y “el escepticismo pequeño-burgués",
el doctrinario supone que el análisis “científico” de
estas ideas ya se ha cumplido cuando se ha encontrado el adecuado
equivalente económico, social o de clase de cada una de
ellas. Empero, mediante tal "materialización" se
efectúa sólo una doble mistificación: la inversión
del mundo de la apariencia (de las ideas ya fijas) tiene sus raíces
en la materialidad inver-tida (cosificada). La teoría materialista
debe emprender el análisis partiendo de esta cuestión: ¿por
qué los hombres han cobrado conciencia de su tiempo precisamente
en estas categorías, y qué tiempo se muestra
a los hombres en dichas categorías? Con tal planteamiento,
el materialista prepara el terreno para proceder a la destrucción
de la pseudoconcreción, tanto de las ideas como de
las condiciones, y sólo después de esto
puede buscar una explicación racional de la conexión
interna entre el tiempo y las ideas.
Ahora bien,
la destrucción de la pseudoconcreción como método dialéctico
crítico, gracias al cual el pensamiento disuelve las creaciones fetichizadas
del mundo cosificado e ideal, para alcanzar su realidad, es sólo
el segundo aspecto, el reverse de la dialéctica como método
revolucionario de transformación de la realidad. Para que el mundo pueda ser
explicado "críticamente", es necesario que la explicación
misma sea situada en el terreno de la praxis revolucionaria. Más
adelante veremos que la realidad puede ser transformada revolucionariamente sólo
porque, y sólo en la medida en que es creada por nosotros mismos, y
en que sabemos que la realidad es producida por nosotros. La diferencia entre
la realidad natural y la realidad humano-social estriba en que el hombre puede
cambiar y transformar la naturaleza, mientras que la realidad humano-social
puede cambiarla revolucionariamente, pero sólo porque él
mismo ha producido esta realidad.
El mundo
real, oculto de la pseudoconcreción y que, no obstante, se manifiesta
en ella, no es el mundo de las condiciones reales en oposición a las
condiciones irreales, o el mundo de la trascendencia en oposición a
la ilusión subjetiva, sino el mundo de la praxis humana. Es la comprensión
de la realidad humano-social como unidad de la producción y
el producto, del sujeto y el objeto, de la génesis y la estructura.
El mundo real no es, por tanto, un mundo de objetos "reales", fijos,
que bajo su aspecto fetichizado llevan una existencia trascendente como una
variante, entendida en sentido naturalista, de las ideas platónicas,
sino que es un mundo en el cual las cosas, los significados y las relaciones
son considerados como productos del hombre
social, y el hombre mismo se revela como sujeto real del mundo social. El
mundo de la realidad no es una variante secularizada del paraíso,
de un estado de cosas ya realizado y fuera del tiempo, sino que es un proceso
en el curso del cual la humanidad y el individuo realizan su propia
verdad, esto es, llevan a cabo la humanización del hombre. A diferencia
del mundo de la pseudoconcreción, el mundo de la realidad es el mundo
de la realización de la verdad; es el mundo en el que la verdad
no está dada ni predestinada, ni esta calcada indeleblemente en la conciencia
humana; es el mundo en el que la verdad deviene. Por esta razón,
la historia humana puede ser el proceso de la verdad y la historia de la verdad. La
destrucción de la pseudoconcreción significa que la verdad no
es inaccesible, pero tampoco es alcanzable de una vez ypara siempre, sino que
la verdad misma se hace, es decir, se desarrolla y realiza.
En consecuencia, la
destrucción de la pseudoconcreción se efectúa como: 1)
crítica revolucionaria de la praxis de la humanidad que coincide con
el devenir humano del hombre, con el proceso de "humanización
del hombre”, cuyas etapas clave son las revoluciones sociales; 2)
el pensamiento dialéctico, que disuelve el mundo fetichizado de la apariencia,
para llegar a la realidad y a la "cosa misma" ; 3) la realizaciónde
la verdad y la creación de la realidad humana en un proceso ontogénico,
ya que para cada individuo humano el mundo de la verdad es, al
mismo tiempo, su propia creación espiritual como
individuo histórico-social. Cada individuo debe -—personalmente
y sin que nadie pueda sustituirle— formarse una cultura y vivir
su vida.
Por tanto,
no podemos considerar la destrucción de la pseudoconcreción
como el desgarramiento de una cortina y el descubrimiento de la realidad que
se ocultaba tras ella, ya preparada y dispuesta, existiendo independientemente
de la actividad del hombre. La pseudosconcreción es precisamente la
existencia autónoma de los productos humanos y la reducción
del hombre al nivel de la práctica utilitaria. La destrucción
de la pseudoconcreción es el proceso de creación de la realidad
concreta y la visión de la realidad en su concreción. Las tendencias
idealistas han elevado al plano de lo absoluto ya el sujeto, ocupándose
del problema de como abordar la realidad para que ésta sea concreta
o bella; ya el objeto, suponiendo que la realidad es, tanto más real
cuanto más completamente sea desalojado de ella el sujeto. En contraste
con estas corrientes, en la destrucción materialista de la pseudoconcreción,
la liberación del "sujeto" (esto es, la visión concreta
la realidad a diferencia de la “intuición fetichista”) coincide
con la “liberación del objeto” (creación del ambiente
humano como hecho humano de condiciones transparentes y racionales), puesto
que la realidad social de los hombres se crea como unidad dialéctica
de sujeto y objeto.
El lema "ad
fontes", que resuena periódicamente como reacción contra
la pseudoconcreción en sus más variadas manifestaciones, así como
la regla metodológica del análisis positivista ("liberarse
de los prejuicios") s encuentran su fundamento y su justificación
en la destrucción materialista de la pseudoconcreción. La vuelta
misma "a las fuentes" tiene, en general, dos aspectos totalmente
distintos. Bajo el primero de ellos se manifiesta como crítica docta
y, humanísticamente erudita de las fuentes, como examen de los archivos
y fuentes antiguas de las que debe extraerse la auténtica realidad.
Bajo otro aspecto, más profundo y significativo, que a los ojos de la
docta erudición parece bárbaro (como lo demuestra la reacción
contra Shakespeare y Rousseau), el lema "ad fontes” significa critica
de la civilización y de la cultura; significa una tentativa –romántica
o revolucionaria- de descubrir, tras los productos y las creaciones, la acción
y la actividad productiva, de hallar la "autentica realidad" del
hombre concreto tras la realidad cosificada de la cultura imperante, de revelar
el verdadero sujeto histórico bajo las estratificaciones de las convenciones
solidificadas.
La reproducción espiritual
y racional de la realidad
Puesto
que las cosas no se presentan al hombre directamente como
son y el hombre no posee la facultad de penetrar de un modo directo
e inmediato en la esencia de ellas, la humanidad tiene que dar
un rodeo para poder conocer las cosas y la estructura de ellas.
Y precisamente porque ese rodeo es la única vía de
que se dispone para alcanzar la verdad, periódicamente la
humanidad intenta eludir el esfuerzo que supone semejante rodeo
y quiere captar directamente la esencia de las cosas
(el misticismo es justamente una expresión de la impaciencia
humana por conocer la verdad). Pero, al mismo tiempo, con ello
el hombre corre el riesgo de perderse o quedarse a medio camino
al efectuar ese rodeo.
La evidencia
no coincide con la claridad y distinción de las cosas mismas, sino más
bien con la falta de claridad en la representación de ellas. La naturaleza,
por ejemplo, se manifiesta como algo innatural. El hombre debe realizar una
serie de esfuerzos y salir del "estado natural" para llegar a ser
verdaderamente hombre (el hombre se hace transformándose en
hombre) y conocer la realidad como tal. Para los grandes filósofos de
todas las épocas y tendencias —mito platónico de la caverna,
imagen baconiana de los ídolos, Spinoza, Hegel, Heidegger y Marx— el
conocimiento es precisamente una superación de la naturaleza, la actividad
o el "esfuerzo" más alto. La dialéctica de la actividad
y de la pasividad en el conocimiento humano se manifiesta, ante todo,
en el hecho de que el hombre para conocer las cosas como son en sí mismas,
debe transformarlas antes en cosas para sí; para poder conocer las cosas
como son independientemente de él, debe someterlas primero a su propia
práctica; para poder comprobar cómo son cuando no está en
contacto con ellas, debe primeramente entrar en contacto con las cosas. El
conocimiento no es contemplación. La contemplación del mundo
se basa en los resultados de la praxis humana. El hombre sólo conoce
la realidad en la medida en que crea la realidad humana y se
comporta ante todo como ser práctico.
Para poder
acercarnos a la cosa, a su estructura, y encontrar una vía de acceso
a ella, debemos procurar distanciarnos. Como es sabido, resulta difícil estudiar
científicamente los acontecimientos contemporáneos, en tanto
que el análisis de los hechos pasados es relativamente más fácil,
porque la propia realidad ya ha sido objeto de cierta eliminación
y "critica". La ciencia debe "reproducir" artificial y
experimentalmente esta marcha natural de la historia. ¿En qué se
basa este experimento? En el hecho de que la ciencia logra un alejamiento conveniente
y justificado, desde cuya perspectiva las cosas y los acontecimientos se muestran
adecuadamente y sin tergiversaciones. (Schiller, en relación con el
drama, subrayó la importancia de este experimento intelectual, que suple
al alejamiento histórico real).
No es posible
captar de inmediato la estructura de la cosa o la cosa misma mediante
la contemplación o la mera reflexión. Para ello es preciso
una determinada actividad. No se puede penetrar en la “cosa
misma” y responder a la pregunta de qué es la “cosa
en sí misma”, sin realizar un análisis de la actividad
gracias al cual es comprendida la cosa, con la particularidad de que este análisis
debe abarcar el problema de la creación de la actividad que
abre el acceso a la "cosa misma". Esta actividad son los aspectos
o modos diversos de la apropiación humana del mundo. Los
problemas estudiados por la fenomenología bajo el rubro de "intencionalidad
hacia algo", "intención significativa hacia una cosa" o "modos
(diversos) de percepción", fueron ya fundamentados por Marx sobre
una base materialista como modos distintos de la apropiación humana
del mundo: práctico-espiritual, teórico, artístico, religioso,
pero también matemático, físico, etc. Las matemáticas
y la realidad a la que nos introducen no pueden ser apropiadas y, por tanto,
no pueden ser comprendidas con una intencionalidad que no corresponda a la
realidad matemática; por ejemplo, mediante la experiencia religiosa
o la contemplación artística.
El hombre
vive en varios mundos, y cada uno exige una clave distinta; no puede, en consecuencia,
pasar de un mundo a otro sin poseer la clave correspondiente, es decir, sin
cambiar de intencionalidad y de modo de apropiarse la realidad. Para la filosofía
y la ciencia moderna —enriquecida ésta continuamente con el concepto
de praxis— el conocimiento es uno de los modos de apropiación
del mundo por el hombre. Por otro lado dos elementos constitutivos de todo
modo humano de apropiación del mundo son el sentido subjetivo y el sentido
objetivo. ¿Qué intención, qué visión, qué sentido debe
desarrollar el hombre y cómo ha de "prepararse" para captar
y descubrir el sentido objetivo de la cosa? El proceso de captación
y descubrimiento del sentido de la cosa es, a la vez, proceso
de creación del sentido humano correspondiente, gracias al
cual puede ser comprendido el sentido de la cosa. El sentido objetivo de
la cosa puede ser captado si el Tiombre se crea un sentido correspondiente. Estos
mismos sentidos, mediante los cuales el hombre descubre la realidad y su propio
sentido, son un producto histórico-social. 7
Cada peldaño
del conocimiento humano, sensible o racional, y cada modo de asimilación
de la realidad es una actividad basada en la praxis objetiva de la humanidad,
y, por ello, esta vinculada, en uno u otro grado, a todas las demás.
El hombre ve siempre más de lo que percibe directamente. El
edificio que veo ante mí lo percibo ante todo, y en forma inmediata,
como una casa habitable, una fábrica o un monumento histórico,
y esta percepción sensible inmediata se plasma en determinada actitud
como interés, indiferencia, admiración, desagrado, etc. Del mismo
modo, el ruido que escucho lo capto, ante todo, como el ruido de un avión
que se acerca o se aleja, y este simple ruido me permite saber si se trata
de un avión de hélice o a reacción, o de un avión
de caza o transporte, etc. En mi audición y en mi visión participan
pues, en cierto modo, todo mi saber y mi cultura, toda mi experiencia, viva
o arrinconada en el olvido que aflora en determinadas situaciones, mis pensamientos
y reflexiones, aunque todo esto no se manifieste en forma predicativa explícita
en los actos concretos de la percepción y la experiencia. En la asimilación
práctico-espiritual del mundo, de la cual se derivan originariamente
todos los demás modos de asimilación (el teórico, el artístico,
etc.), la realidad es, pues, percibida, como un todo indivisible de entidad
y significados, y está implícitamente comprendida en la
unidad de los juicios de existencia y de valor. Sólo mediante la abstracción,
la tematización y la proyección, se pueden aislar de
este mundo real, pleno e inagotable, determinados aspectos, zonas o esferas,
que el naturalismo ingenuo y el positivismo consideran como los únicos y
auténticos y como la única realidad, mientras desechan el "resto" como
pura subjetividad. La imagen fisicalista del positivismo ha empobrecido el
mundo humano y con su absoluto exclusivismo ha deformado la realidad, ya que
ha reducido el mundo real a una sola dimensión y a un solo
aspecto: la dimensión de la extensión y de las relaciones cuantitativas.
Además ha escindido el mundo humano al proclamar que el mundo del fisicalismo,
el mundo de los valores reales idealizados, de la extensión, de la cantidad,
de la medición y de las formas geométricas es el único
real en tanto que considera el mundo cotidiano del hombre como una ficción.
En el mundo
del fisicalismo —que para el positivismo moderno es la única realidad —el
hombre sólo puede existir como una determinada actividad abstracta,
es decir, como físico, estadista, matemático, lingüísta,
etc., pero nunca con toda su potencialidad, nunca como hombre entero. El
mundo físico como modo tematizado de captar y conocer la realidad física
es sólo una de las posibles imágenes del mundo, la imagen que
ofrece determinadas propiedades esenciales y aspectos de la realidad objetiva.
Pero además del mundo físico existen también otros mundos,
igualmente válidos, como, por ejemplo, el mundo artístico, el
mundo biológico, etc., lo que significa que la realidad no se agota con
la imagen física del mundo. El fisicalismo positivista es responsable del equívoco
de haber considerado una determinada imagen de la realidad como
la realidadmisma, y un determinado modo de asimilación del
mundo como el único auténtico. Con ello, ha negado, en primer
lugar, que el mundo objetivo sea inagotable, y que pueda ser reducido al conocimiento
humano-, lo que contradice una de las tesis fundamentales del materialismo.
En segundo lugar, ha empobrecido el mundo humano, ya que reduce la riqueza
y diversidad de la subjetividad humana, que se crea históricamente en
la praxis objetiva de la humanidad a un sólo modo de apropiación
de la realidad.
Cada una
de las cosas en la que el hombre concentra su mirada, su atención, su
acción o valoración, emerge de un todo que la circunda, y que
el hombre percibe como trasfondo indeterminado, o como una conexión
imaginaria, oscuramente intuida. ¿Cómo percibe el hombre los
objetos singulares? ¿Como únicos y absolutamente aislados? Los
percibe siempre en el horizonte de un todo que, en la mayoría
de los casos no se expresa ni se capta explícitamente. Todo objeto percibido,
observado o elaborado por el hombre es parte de un todo, y precisamente este
todo, no percibido explícitamente, es la luz que ilumina y revela el
objeto singular, observado en su singularidad y en su significado. La conciencia
humana debe, por ello, ser considerada tanto en su aspecto teórico-predicativo,
en forma de conocimiento explícito, fundado, racional y teórico, como en su aspecto ante-predicativo, y
totalmente intuitivo La conciencia es la unidad de ambas formas, que se compenetran
e influyen recíprocamente, ya que en esta
unidad se basan la praxis objetiva y la asimilación práctico-
espiritual de la realidad. La negación o subestimación de la
primera forma conducen al irracionalismo, y a los más diversos tipos de "pensamiento vegetativo". La negación o subestimación
de la segunda forma conducen al racionalismo, al positivismo y al cientificismo,
que con su unilateralidad dan lugar necesariamente al irracionalismo como su
necesario complemento.
¿Por
qué, entonces, el pensamiento teórico se convierte en "medio
universal", a través del cual pasa nuevamente —o
puede pasar— todo lo que ya se ha vivido en la experiencia, intuido en
la intuición, representado en realizado en la acción, sentido
en la sensibilidad; por qué, entonces, "la realidad" (que
el hombre asimila ante todo, y, principalmente, en la actividad práctico-espiritual
y, sobre esta base, en las esferas artística, religiosa, etc.), la realidad
que el hombre vive, valora y elabora, vuelve a ser asimilada otra vez teóricamente?
Cierto “privilegio” de la esfera teórica sobre todas las
demás queda demostrado por el hecho de que se puede elaborar una teoría
de cualquier cosa, y todo puede ser sometido a un explícito examen analítico.
Además del arte existe también la teoría del arte; además
del deporte, existe una teoría del deporte, además de la praxis,
la teoría de la praxis. Pero ¿de qué privilegio se trata? ¿La
verdad del arte está en la teoría del arte, y la verdad de la
praxis en la teoría de la praxis? ¿La eficacia del arte reside
en la teoría del arte, y la eficacia de la praxis en la teoría
de la praxis? Estos supuestos son los que sirven de base a todas las caricaturas
de la teoría y a la concepción burocrático-formalista
de ella. La teoría no es ni la verdad ni la eficacia de tal o cual modo
no teórico de asimilación de la realidad, sino que representa
su comprensión explícitamente reproducida, que de rechazo
ejerce influencia sobre el correspondiente modo de asimilación, en su
intensidad, veracidad, etcétera.
La teoría
materialista del conocimiento como reproducción espiritual de la realidad
capta el doble carácter de la conciencia, que escapa tanto
al positivismo como al idealismo. La conciencia humana es "reflejo",
y, al mismo tiempo, "proyección"; registra y construye, toma
nota y planifica, refleja y anticipa; es al mismo tiempo receptiva y activa.
Para que hablen "las cosas mismas", sin añadir nada, dejando
las cosas como son, hace falta una actividad de un género particular.
La teoría
del conocimiento como reproducción espiritual de la realidad
pone de manifiesto el carácter activo del conocimiento en todos sus niveles. El más
elemental conocimiento sensible no deriva, en ningún
caso, de una percepción pasiva, sino de la actividad perceptiva.
Sin embargo, y como se desprende de la idea fundamental de nuestro estudio,
toda teoría del conocimiento se basa —implícita o explícitamente —en
una determinada teoría de la realidad, y presupone cierta concepción
de la realidad misma. La teoría materialista del conocimiento como reproducción mental de la
realidad deriva de una concepción de la realidad distinta de la concepción
de la que deriva el método de la reducción. La reducción
presupone una sustancia rígida, de elementos inmutables y no derivados,
en los que, en última instancia, se despliegan la diversidad y variedad
de los fenómenos. El fenómeno puede ser explicado si se le reduce
a su esencia, a la ley general, al principio abstracto. La inconsistencia
del reduccionismo, al ser aplicado a la realidad social, se pone de manifiesto
en estas dos famosas frases: Franz Kafka es un intelectual pequeño
burgués, pero no todo intelectual pequeño-burgués es Franz
Kafka. El método del reduccionismo subsume lo singular en lo universal
abstracto, y crea dos polos entre los cuales no hay mediación: lo
individual abstracto, de una parte, y lo universal abstracto, de otra.
El espinozismo
y el fisicalismo son las dos formas más difundidas del método reduccionista, que traduce la riqueza
de la realidad a algo básico y fundamental. Toda la
rica variedad del mundo es arrojada al abismo de la sustancia inmutable.
En Spinoza, este método es el reverso del ascetismo moral, según
el cual toda la riqueza no es, en verdad, riqueza, y todo lo concreto
y singular es ilusorio. En determinada tradición del pensamiento, el
marxismo es concebido como un espinozismo dinámico. La sustancia
inmutable de Spinoza es puesta en movimiento. Desde este punto de vista, el
materialismo marxista no sería, en general, sino una metafísica.
Pero este materialismo no ha introducido el dinamismo en la sustancia inmutable,
sino que define la "dinámica" misma del ser,
su dialéctica, como la "sustancia". Por eso mismo, conocer
la sustancia no significa reducir los “fenómenos” a
la sustancia dinamizada, es decir, a algo que se oculta tras los
fenómenos y no depende de ellos; significa conocer las leyes del movimiento
de la cosa misma. La "sustancia" es el movimiento
mismo de la cosa, o la cosa en movimiento. El movimiento de la cosa
crea diversas fases, formas y aspectos que no pueden ser
comprendidos mediante su reducción a la sustancia, sino que son comprensibles
como explicación de la "cosa misma". No se puede comprender
la religión desde el punto de vista materialista investigando el núcleo
terrenal de las ideas religiosas, y reduciéndolas a un plano material.
Puede ser entendida cuando se la concibe como una actividad invertida
y mistificada del hombre en cuanto sujeto objetivo. La "sustancia" del
hombre es la actividad objetiva (la praxis) y no la sustancia dinamizada
presente en el hombre. El reduccionismo es el método del "no
es otra cosa que". Toda la riqueza del mundo "no es otra cosa que” la
sustancia inmutable puesta en movimiento. Esta es la
razón de que el reduccionismo no pueda explicar racionalmente un desarrollo nuevo, cualitativo.
Para él todo lo nuevo puede ser reducido a condiciones y premisas; lo
nuevo "no es otra cosa que" lo viejo. 8
Si toda
la riqueza del hombre como ser social es reductible a la frase: la
esencia del hombre es la producción de instrumentos,
y si toda la realidad social se halla determinada, en fin de cuentas, por la
economía, entendida como factor económico, surge entonces
esta pregunta: ¿por qué ese factor debe disfrazarse y realizarse
bajo formas que son esencialmente extrañas a ella, como por ejemplo
la imaginación y la poesía?. 9
¿Cómo
es posible comprender lo nuevo? Reduciéndolo a lo viejo, es decir, a
condiciones e hipótesis. En esta concepción lo nuevo aparece
como algo externo que sobreviene en un segundo momento, a la realidad material.
La materia
está en movimiento, pero no tiene la cualidad de la negatividad.10 Solamente
una concepción de la materia que descubre en la materia misma la negatividad,
es decir, la capacidad de producir nuevas cualidades y grados evolutivos
más altos, permite explicar lo nuevo de un modo materialista como una
cualidad del mundo material. Si la materia es concebida como negatividad, la
explicación reductiva deja de ser científica, es decir, carece
de valor la reducción de lo nuevo a postulados, de los fenómenos
concretos a un fundamento abstracto, y el proceso cognoscitivo se convierte
en explicación de fenómenos. La realidad se explica
no por la reducción a algo distinto de ella misma, sino por sí misma,
mediante el desarrollo y la ilustración de sus fases, de los elementos
de su movimiento.11
El punto
de partida de la investigacion debe ser, formalmente, idéntico al resultado.
Este punto de partida debe mantener su identidad en todo el curso del razonamiento,
ya que sólo así se garantiza que el pensamiento no se pierda
en su camino. Pero el sentido de la indagación estriba en que, en su
movimiento en espiral, llega a un resultado que no era conocido en el
punto de partida, y que, por tanto, dada la identidad formal de este último
y del resultado, el pensamiento llega, al final de su movimiento, a algo distinto,
por su contenido, de aquello de que había partido.
De la representación
viva, caótica e inmediata del todo, el pensamiento llega al concepto,
a la determinación conceptual abstracta, mediante cuya formación
se opera el retorno al punto de partida, pero ya no al todo vivo e incomprendido
de la percepción inmediata, sino al concepto del todo ricamente articulado
y comprendido. El camino de la "representación caótica del
todo" a la “rica totalidad de las múltiples determinaciones
y relaciones” coincide con la comprensión de la realidad. El
todo no es cognoscible inmediatamente para el hombre, aunque le sea dado en
forma inmediatamente sensible, es decir, en la representación, en la
opinión, o en la experiencia. El todo, pues, es accesible directamente
al hombre, pero como un todo caótico y nebuloso. Para que el hombre
pueda conocer y comprender este todo, para aclararlo y explicarlo, es necesario
dar un rodeo: lo concreto se vuelve comprensible por medio de lo abstracto;
el todo por medio de la parte. Precisamente por el hecho de que el camino de
la verdad es un rodeo —der Weg der Warheit ist Umweg— el
hombre puede desorientarse o quedarse a mitad del camino.
El método
de ascenso de lo abstracto a lo concreto es el método del pensamiento;
con otras palabras, esto significa que es un movimiento que se opera en los
conceptos, en el elemento de la abstracción. El ascenso de lo abstracto
a lo concreto no es el paso de un plano (sensible) a otro (racional), sino
un movimiento del pensamiento y en el pensamiento. Para que este pueda
avanzar de lo abstracto a lo concreto, debe moverse en su propio elemento,
es decir, en el plano abstracto, que es la negación de lo inmediato,
de la evidencia y de lo concreto sensible. El ascenso de lo abstracto a lo
concreto es un movimiento en el que cada comienzo es abstracto, y cuya dialéctica
consiste en la superación de esta abstracción. Dicho ascenso
es, pues, en general, un movimiento de la parte al todo y del todo a la
parte, del fenómeno a la esencia y de la esencia al fenómeno,
de la totalidad a la contradicción y de la contradicción a la
totalidad, del objeto al sujeto y del sujeto al objeto. El progreso de lo abstracto
a lo concreto como método materialista del conocimiento de la realidad
es la dialéctica de la totalidad concreta, en la que se reproduce idealmente
la realidad en todos sus planos y dimensiones. El proceso del pensamiento
no se limita a transformar el todo caótico de las representaciones en
el todo diáfano de los conceptos; sino que en este proceso, es diseñado,
determinado y comprendido, al mismo tiempo, el todo mismo.
Como es
sabido, Marx distinguía el método de investigación del
método de exposición. Sin embargo, el método de investigación
se pasa por alto como algo conocido, y el método de exposición
es considerado como una forma de presentación, y, por tanto, no
se ve que no es sino el método de explicación, gracias al cual
el fenómeno se vuelve transparente, racional, comprensible. El método
de investigación comprende tres grados:
1) Asimilación minuciosa de la materia, pleno
dominio del material incluyendo todos los detalles históricos
posibles.
Análisis de las diversas formas de desarrollo del material
mismo.
Indagación de coherencia interna, es decir, determinación
de la unidad de esas diversas formas de desarrollo.12
Sin
el pleno dominio de este método de investigación, cualquier
dialéctica se convierte en una vacua especulación.
En cuanto
a la ciencia inicia su propia exposición estamos ya ante el resultado de
una investigación y de una asimilación crítico-científica
de la materia. El comienzo de la exposición es ya un comienzo mediato,
que contiene en germen la estructura de toda la obra. Pero lo que puede y debe
ser el comienzo de la exposición, o sea, del desarrollo científico
(exégesis) de la problemática, no es conocido todavía
al comienzo de la investigación. El inicio de la exposición
y el inicio de la investigación son cosas distintas. El comienzo de
la investigación es casual y arbitrario en tanto que el de la exposición
es necesario.
El Capital de
Marx se inicia —y esto es ya un lugar común —con el análisis
de la mercancía. Pero el hecho de que la mercancía sea una célula
de la sociedad capitalista, su comienzo abstracto, cuyo desarrollo reproduce
la estructura interna de la sociedad capitalista, tal comienzo de la exposición
es resultado de una investigación, el resultado de la asimilación
científica de la materia. Para la sociedad capitalista, la mercancía
es la realidad absoluta, puesto que es la unidad de todas
las determinaciones, el embrión de todas las contradicciones, y, en
este sentido, puede ser caracterizada en términos hegelianos como la
unidad del ser y el no ser, de la distinción y la indistinción,
de la identidad y la no identidad. Todas las determinaciones ulteriores son
definiciones o concreciones más ricas de este "absoluto" de
la sociedad capitalista. La dialéctica de la explicación o exégesis
no puede eclipsar el problema central: ¿cómo llega la ciencia al comienzo
necesario de la exposición, o sea, de la explicación? En
la interpretación de la obra de Marx, el no distinguir e incluso confundir
el comienzo de la indagación con el comienzo de la explicación,
da origen a trivialidades y absurdos. En la indagación el comienzo es
arbitrario, mientras en la exposición es la explicación de
la cosa, justamente porque la presenta en su desarrollo interno
y en su evolución necesaria. El comienzo auténtico
es aquí un comienzo necesario, a partir del cual se desarrollan necesariamente las
restantes determinaciones. Sin un comienzo necesario, la exposición
deja de ser un desarrollo, una explicación, para convertirse en una
mezcolanza ecléctica, o un continuo saltar de acá para allá o,
por último, lo que se opera no es el desarrollo interno y necesario
de la cosa misma, sino el desarrollo del reflejo de la cosa, de la
meditación sobre la cosa, lo cual es —en relación a la
cosa— algo externo y arbitrario. El método de la explicación
no es el desarrollo evolutivo, sino el despliegue, la manifestación
y “complicación” de las contradicciones, el desarrollo
de la cosa por mediación de éstas.
La explicación
es un método que presenta el desenvolvimiento de la cosa como transformación
necesaria de lo abstracto en concreto. El desconocimiento del método
de la explicación dialéctica (basado en la concepción
de la realidad como totalidad concreta) conduce, bien a la absorción
de lo concreto por lo abstracto, o bien a saltarse los términos intermedios
y a la construcción de abstracciones forzadas.
La dialéctica
materialista como método de explicación científica de
la realidad humano-social no significa, por tanto, la búsqueda del núcleo
terreno de las configuraciones espirituales (como supone el materialismo reduccionista,
espinoziano de Feuerbach), ni el acercamiento de los fenómenos culturales
a los equivalentes económicos (como enseñaba Plejanov siguiendo
la misma tradición espinoziana), o la reducción de la cultura
al factor económico. La dialéctica no es el método
de la reducción, sino el método de la reproducción espiritual
e intelectual de la realidad, el método del desarrollo, o explicación,
de los fenómenos sociales partiendo de la actividad práctica
objetiva del hombre histórico.
La
categoría de totalidad, que Spinoza ha anunciado por primera
vez con su natura naturans y natura
naturata, en la filosofía moderna, fue elaborada
en la filosofía clásica alemana como uno de los conceptos centrales que distinguen
polémicamente la dialéctica de la metafísica.
La idea de totalidad, que comprende la realidad en sus leyes internas
y descubre, bajo la superficialidad y casualidad de los fenómenos,
las conexiones internas y necesarias se opone al empirismo
que considera las manifestaciones fenoménicas y casuales,
y no llega a la comprensión de los procesos de desarrollo
de lo real. Desde el ángulo de la totalidad se entiende
la dialéctica de las leyes y de la casualidad de los fenómenos,
de la esencia interna y de los aspectos fenoménicos de la
realidad, de la parte y el todo, del producto y de la producción,
etc. Marx 13 tomó este concepto dialéctico, lo depuró de
mistificaciones idealistasy lo convirtió, en su nueva forma.,
en uno de los conceptos centrales de la dialéctica materialista.
Sin embargo,
los conceptos centrales de la filosofía en los que se revelan los aspectos
esenciales de la realidad tienen un extraño destine No son nunca monopolio
intelectual de la filosofía que por primera vez se sirvió de
ellos y los fundamentó, sino que, gradualmente, pasan a ser propiedad
común. La difusión o aceptación de los conceptos, o el
proceso mediante el cual un concepto adquiere notoriedad universal entraña, al
mismo tiempo, su metamorfosis. También la categoría de totalidad
ha alcanzado en el siglo xx una amplia resonancia y notoriedad, pero, a la
par con ello, se ha visto expuesta continuamente al peligro de ser entendida
de manera unilateral, y transformarse así en su opuesto, es decir, dejar
de ser un concepto dialéctico. La dirección principal
en la que, en los últimos decenios, se ha ido modificando el concepto
de totalidad, ha sido su reducción a una exigencia metodológica, y
una regla metodológica en la indagación de la realidad. Esta
degeneración del concepto ha desembocado en dos trivialidades: que todo
está en conexión con todo y que el todo es más que las
partes.
En la filosofia
materialista, la categoría de totalidad concreta es, ante todo
y en primer lugar, la respuesta a la pregunta: ¿qué es la realidad?
Y sólo en segundo término, y como resultado de la solución
materialista a esta primera cuestión, es y puede ser un principio
epistemológico y una exigencia metodológica. Las corrientes
idealistas del siglo xx han liquidado la triple dimensión de la totalidad
como principio metodológico, reduciéndola esencialmente a una
sola dimensión, a la relación de la parte con el todo,14 y, sobre todo, han separado radicalmente la totalidad (como lógica
y principio epistemológico del conocimiento de la realidad)
de la concepción materialista de la realidad como
totalidad concreta. Con tal separación, la totalidad como principio
metodológico ha perdido su fundamento y coherencia, lo que ha conducido
inmediatamente a su interpretación idealista y al empobrecimiento de
su contenido.
El conocimiento
de la realidad, el modo, la posibilidad de conocerla, dependen, en fin de cuentas,
de una concepción explícita o implícita de la realidad.
La cuestión de cómo puede ser conocido lo real, va precedida
de otra fundamental: qué es la realidad.
¿Qué es
la realidad? Si es un complejo de hechos, de elementos simplísimos y
directamente inderivables, de ello se desprende, en primer lugar, que lo concreto
es el conjunto de todos los hechos, y, en segundo lugar, que la realidad
en su concreción es esencialmente incognoscible, puesto que es posible
añadir a todo fenómeno nuevas facetas y aspectos, hechos ulteriores,
que fueron olvidados o aun no descubiertos, y, me-diante esta adición
infinita, se puede demostrar el carácter abstracto e inconcreto
del conocimiento. "Todo conocimiento, sea intuitivo o discursivo —escribe
uno de los principales detractores contemporáneos de la filosofía
de la totalidad concreta—, es necesariamente conocimiento de aspectos
abstractos y nunca podremos comprender la estructura «concreta» de
la realidad social en sí misma .15
Existe una
diferencia fundamental entre la opinión que considera la realidad como
totalidad concreta, es decir, como un todo estructurado en vías de desarrollo
y autocreación, y el punto de vista según el cual el conocimiento
humano puede o no puede alcanzar la "totalidad" de los diversos aspectos
y hechos, propiedades, cosas, relaciones y procesos de la realidad. En el segundo
caso la realidad es comprendida como el conjunto de todos los hechos. Y puesto
que todos los hechos por principio no pueden ser nunca abarcados por
el conocimiento humano, ya que siempre es posible agregar otros hechos y aspectos;
la tesis de la concreción, o de la totalidad, es conside-rada como algo
místico.16 Pero, en verdad, la totalidad no significa todos
los hechos. Totalidad significa: realidad como un todo estructurado y
dialéctico, en el cual puede ser comprendido racionalmente cualquier
hecho (clases de hechos, conjunto de hechos). Reunir todos los hechos
no significa aún conocer la realidad, y todos los hechos (juntos) no
constituyen aún la totalidad. Los hechos son conocimiento de la realidad
si son comprendidos como hechos de un todo dialéctico, esto es si no
son átomos inmutables, indivisibles e inderivables, cuya conjunción
constituye la realidad, sino que son concebidos como partes estructurales del
todo. Lo concreto, o sea la totalidad, no es, por tanto, todos los hechos,
el conjunto de ellos, el agrupamiento de todos los aspectos, cosas y relaciones,
ya que en este agrupamiento falta aún lo esencial: la totalidad y la
concreción. Sin la comprensión de que la realidad es totalidad
concreta que se convierte en estructura significativa para cada hecho
o conjunto de hechos, el conocimiento de la realidad concreta no pasa de ser
algo místico, o la incognoscible cosa en sí.
La dialéctica
de la totalidad concreta no es un método que pretenda ingenuamente conocer todos los
aspectos de la realidad sin excepción y ofrecer un cuadro "total" de
la realidad con sus infinitos aspectos y propiedades, sino que es una teoría
de la realidad y de su conocimiento como realidad. La totalidad concreta
no es un método para captar y describir todos los aspectos,
caracteres, propiedades, relaciones y procesos de la realidad; es la teoría
de la realidad como totalidad concreta. Si la realidad es entendida coma
concreción, como un todo que posee su propia estructura (y, por tanto,
no es algo caótico), que se desarrolla (y, por ende, no es algo inmutable
y dado de una vez para siempre), que se va creando (y, en consecuencia, no
es un todo perfectamente acabado y variable sólo en sus partes singulares
o en su disposición), de tal concepción de la realidad se desprenden
ciertas conclusiones metodológicas que se convierten en directriz heurística
y principio epistemológico en el estudio, descripción, comprensión,
ilustración y valoración de ciertos sectores tematizados de la
realidad, tanto si se trata de la física o de la ciencia literaria,
de la biología o de la economía política, de problemas
teóricos de las matemáticas o de cuestiones prácticas
vinculadas con la regulación de la vida humana o de las relaciones sociales.
En la ciencia
moderna el pensamiento humano llega tanto al conocimiento dialéctico,
a la concepción dialéctica del conocimiento, que se manifiesta
especialmente en la relación dialéctica de la verdad absoluta
y la verdad relativa, de lo racional y lo empírico, de lo abstracto
y lo concreto, del punto de partida y el resultado, del postulado y la demostración,
como a la comprensión dialéctica de la realidad objetiva. La
posibili-dad de crear una ciencia unitaria y una concepción unitaria
de esta ciencia se basa en el descubrimiento de la más profunda unidad
de la realidad objetiva. El notable desarrollo de la ciencia en el siglo xx
depende del hecho de que cuanto más se especializa y diferencia la ciencia,
cuanto más nuevos campos descubre y describe, tanto más transparente
se vuelve la unidad material interna de los sectores de la realidad
más diversos y alejados, a la vez que se plantea de un modo nuevo el
problema de las relaciones entre mecanismo y organismo, entre causalidad y
teleología, y, con ello, el problema de la unidad del mundo. La
diferenciación de la ciencia (que en determinadas etapas de su desarrollo
parecía amenazar su unidad, y presentaba el peligro de fragmentar el
mundo, la naturaleza y la materia en todos independientes y aislados, y de
transformar a los hombres de ciencia de las distintas especialidades en eremitas
solitarios privados de todo contacto y posibilidad de comunicación),
conduce con sus resultados y consecuencias reales a un descubrimiento
y conocimiento más profundos de la unidad de la realidad.
Por otro lado, esta comprensión más profunda de la unidad de
lo real representa una comprensión también más profunda
del carácter específico de sus distintos sectores y
fenómenos particulares. En abierto contraste con el romántico desprecio
por las ciencias naturales y la técnica, han sido precisamente
la técnica moderna, la cibernética, la física y la biología
las descubridoras de nuevas posibilidades de desarrollo del humanismo y de
la investigación de lo específicamente humano.
Las tentativas
de crear una nueva ciencia unitaria tienen su origen en la comprobación
de que la propia realidad, en su estructura, es dialéctica. La existencia
de analogías estructurales entre los más diversos campos —que,
por otra parte, son absolutamente distintos— se basa en el hecho de que
todas las regiones de la realidad objetiva son sistemas, es decir, complejos
de elementos que se influyen mutuamente.
El paralelismo
del desarrollo en varias ramas de la ciencia, especialmente en la biología,
la física, la química, la tecnología, la cibernética
y la psicología, conduce a la problemática de la organización,
de la estructura, de la integridad, de la interacción dinámica,
y, con ello, a la comprobación de que el estudio de partes y de procesos
aislados no es suficiente, y que, en cambio, el problema esencial es el de "las
relaciones organizadas que resultan de la interacción dinámica.,
y determinan que el comportamiento de la parte sea distinto, según
se examine aisladamente o en el interior de un todo". 17 Las
analogías
estructurales determinan el punto de partida de un examen más profundo
del carácter específico de los fenómenos. El positivismo
ha llevado a cabo en la filosofía una depuración general de los
residuos de la concepción teológica de la realidad
que jerarquizaba a ésta de acuerdo con sus grados de perfección,
y procediendo como un perfecto nivelador ha reducido toda la realidad a la
realidad física. La unilateralidad de la "concepción cientificista
de la filosofía no debe hacernos olvidar los méritos de la obra
destructiva y desmistificadora del positivismo moderno. La jerarquización
de la realidad conforme a un principio no teológico sólo es posible
sobre la base de los grados de complejidad de la estructura,
y de las formas de movimiento de la propia realidad. La jerarquización
de los sistemas de acuerdo con la complejidad de su estructura interna constituye
un fecundo complemento de la Ilustración y de la herencia de Hegel,
quien bajo el rubro de mecanismo, quimismo y organismo examina la realidad
(entendida como sistema) desde el punto de vista de la complejidad de su estructura
interna. Pero sólo la concepción dialéctica del aspecto
ontológico y gnoseológico de la estructura y del sistema permite
llegar a una solución fructífera, y evitar los extremos del formalismo
matemático, de una parte, y del ontologismo me-tafísico, de otra.
Las analogías estructurales de las diversas formas de relaciones
humanas (lenguaje, economía, relaciones de parentesco, etc.) pueden
conducir a una comprensión y explicación más profundas
de la realidad social, a condición de que sean respetadas tanto la analogía
estructural como el carácter específico de los
fenómenos en cuestión.
La concepción
dialéctica de la relación entre la ontología y la gnoseología
permite reconocer la falta de homogeneidad o de correspondencia entre la estructura
lógica (modelo) mediante la cual se explica la realidad
o determinado sector de ella y la estructura de esa misma realidad. Con ayuda
de un determinado modelo, que estructuralmente es de "orden inferior" respecto
a la estructura de determinada esfera de la realidad, esta esfera más
compleja sólo puede ser comprendida de un modo aproximado, y el modelo
puede constituir una primera aproximación a una adecuada descripción
e interpretación de la realidad. Fuera de los límites de esta
primera aproximación la interpretación resulta falsa. Gracias
al concepto de mecanismo, por ejemplo, es posible explicar el mecanismo
de un reloj, el mecanismo de la memoria, el mecanismo de la vida social (del
Estado, de las relaciones sociales, etc.). Pero sólo en el primer caso
el concepto de mecanismo agota la esencia del fenómeno y lo explica
de manera adecuada, mientras que en los otros dos casos, merced al modelo
del mecanismo, se explican solamente ciertos aspectos del fenómeno,
o una determinada apariencia suya fetichizada; es decir, se tiene la posibilidad de
una primera aproximación y de una comprensión conceptual
de los fenómenos. En tales casos se trata de una realidad más
compleja, cuya adecuada descripción y explicación exigen categorías
lógicas (modelos) estructuralmente adecuadas.
Para la
filosofía contemporánea es importante saber distinguir —tras
la diversa, oscura y con frecuencia mistificadora terminología de las
distintas escuelas y tendencias— el problema real central y
el contenido de los conceptos. Ahora bien en el presente caso esto significa
que hay que preguntarse si los conceptos clásicos de la filosofia materialista —como,
por ejemplo, el concepto de la totalidad concreta—- no ofrecen mejores
premisas para la comprensión conceptual de la problemática que
la ciencia contemporánea configura en términos de estructura
y sistema, o bien si el concepto de totalidad concreta implica ambos conceptos.
Desde este punto de vista puede hacerse también la crítica de
la incoherencia o unilateralidad de las tendencias filosóficas que en
cierto modo reflejan el nacimiento espontáneo de la dialéctica
de la ciencia del siglo xx (Lenin), como es, por ejemplo, el caso
de la filosofía del pensador suizo Gonseth. Gonseth subraya
el carácter dialéctico del conocimiento humano, pero ante el
temor de caer en la metafísica no da una respuesta satisfactoria a la
cuestión de si la realidad objetiva que el pensamiento humano conoce
es también dialéctica. Según Gonseth, el conocimiento
humano crea diversos horizontes o imágenes de la realidad, pero nunca
alcanza la realidad "última" de las cosas. Si con ello se
quiere decir que la realidad es inagotable para el conocimiento humano y que,
por tanto, es una totalidad absoluta, mientras que la humanidad sólo
alcanza, en cada etapa de su desarrollo, una totalidad relativa, es decir,
cierto grado de conocimiento de la realidad, podríamos estar conformes
con la posición de Gonseth. Pero algunas de sus formulaciones tienen
un carácter claramente relativista. Según Gonseth, el hombre,
en su conocimiento, no se halla en relación con la realidad misma,
sino sólo con determinados horizontes o imágenes de la realidad,
históricamente cambiantes, que nunca captan la realidad en su estructura "última" y
fundamental. La realidad, por tanto, se evapora y al hombre sólo le
queda una imágen de ella. Gonseth confunde erróneamente dos problemas:
el ontológico y el gnoseológico, el problema de la verdad objetiva
y la dialéctica de la verdad relativa y absoluta. Testimonio fehaciente
de ello es la siguiente formulación característica: "El
mundo natural es tal, y nosotros somos tales, que la realidad no se nos ofrece
en un conocimiento definitivo (lo que es cierto), en su esencia (lo que es
falso)".18 Un conocimiento que se abstraiga de la naturaleza, de la materia,
de la realidad objetiva, no puede dejar de caer, en uno u otro grado,
en el rela-tivismo, puesto que sólo será, un conocimiento o expresión
de imágenes u horizontes de la realidad, sin que pueda definir ni distinguir
cómo es conocida la propia realidad objetiva en estos horizontes o imágenes.
El principio
metodológico de la investigación dialéctica de la realidad
social es el punto de vista de la realidad concreta, que ante todo significa
que cada fenómeno puede ser comprendido como elemento del todo. Un fenómeno
social es un hecho histórico en tanto y por cuanto se le examina como
elemento de un determinado conjunto y cumple por tanto un doble cometido
que lo convierta efectivamente en hecho histórico: de un lado, definirse
a sí mismo, y, de otro lado, definir al conjunto; ser simultáneamente
productor y producto; ser determinante y, a la vez, determinado; ser revelador
y, a un tiempo, descifrarse a sí mismo; adquirir su propio auténtico
significado y conferir sentido a algo distinto. Esta interdependencia y mediación
de la parte y del todo significa al mismo tiempo que los hechos aislados son
abstracciones, elementos artificiosamente separados del conjunto, que únicamente
mediante su acoplamiento al conjunto correspondiente adquieren veracidad y
concreción. Del mismo modo, el conjunto donde no son diferenciados y
determinados sus elementos es un conjunto abstracto y vacío.
La diferencia
entre el conocimiento sistemático-acumulativo y el conocimiento dialéctico
es, esencialmente, la existente entre dos concepciones distintas de la realidad.
Si la realidad es un conjunto de hechos, el conocimiento humano sólo
puede ser abstracto, un conocimiento sistemático-analítico de
las partes abstractas de la realidad, mientras que el todo de la realidad es
incognoscible. "El objeto del estudio científico —afirma
Hayek polemizando con el marxismo— no es nunca la totalidad de todos
los fenómenos observables en determinado instante y lugar, sino siempre
y sólo determinados aspectos, abstraídos de ella. El espíritu
humano no puede jamás abarcar el « conjunto> en el sentido
de totalidad de los diversos aspectos de la situación real".19
Precisamente
porque la realidad es un todo estructurado, que se desarrolla y se crea, el
conocimiento de los hechos, o de conjuntos de hechos de la realidad, viene
a ser el conocimiento del lugar que ocupan en la totalidad de esta realidad.
A diferencia del conocimiento sistemático (que obra por vía acumulativa)
del racionalismo y del empirismo, que parte de principios fijados en un proceso
sistemático de adición lineal de nuevos hechos, el pensamiento
dialéctico arranca de la premisa de que el pensamiento humano se realiza
moviéndose en espiral, donde coda comienzo es abstracto y relativo
Si la realidad es un conjunto dialéctico y estructurado, el conoci-miento
concreto de la realidad consiste, no en la sistemática adición
de unos hechos a otros, y de unos conceptos a otros, sino en un proceso de concretizacion, que
procede del todo a las partes y de las partes al todo; del fenómeno
a la esencia y de la esencia al fenómeno; de la totalidad a las contradicciones
y de las contradicciones a la totalidad, y precisamente en este proceso de
correlación en espiral, en el que todos los conceptos entran en movimiento recíproco y
se iluminan mutuamente, alcanza la concreción. El conocimiento dialéctico
de la realidad no deja intactos los distintos conceptos en el camino ulterior
del conocer; no es una sistematización de conceptos que procede por
adición, una sistematización que se levanta sobre una base inmutable
y de una vez para siempre, sino que es un proceso en espiral de compenetración
y esclarecimientos mutuos de los conceptos, en el que la abstracción
(unilateralidad y aislamiento) de los diversos aspectos es superada
en una correlación dialéctica cuantitativo-cualitativa, regresivo-progresiva.
La concepción dialéctica de la totalidad no sólo significa
que las partes se hallan en una interacción y conexión internas
con el todo, sino también que el todo no puede ser petrificado en una
abstracción situada por encima de las partes, ya que el todo se
crea a sí mismo en la interacción de éstas.
Las ideas
relativas a la cognoscibilidad o incognoscibilidad de la concreción
como conocimiento de todos los hechos se basaban en las concepciones empírico-racionalistas
según las cuales el conocimiento se alcanza mediante un método
de aná-lisis y por acumulación. El postulado de esas concepciones,
la representación atomística de la realidad como agregado de
cosas, procesos y hechos. Por el contrario, en el pensamiento dialéctico
la realidad se concibe y representa como un todo, que no es sólo un
conjunto de relaciones, hechos, y procesos, sino también su creación, su
estructura y génesis. Al todo dialéctico pertenece la creación del
todo, la creación de la unidad, la unidad de las contradicciones y su
génesis. Heráclito representa la concepción dialéctica
de la realidad con su genial imagen simbólica del mundo como un fuego
que se enciende y se apaga según leyes, pero al mismo tiempo subraya
de un modo especial la negatividad de la realidad. Heráclito
llama al fuego "defecto y saturación". 20
En la historia
del pensamiento filosófico se revelan tres concepciones fundamentales
del todo o de la totalidad, basadas en una determinada concepción de
la realidad, que postulan los correspondientes principios epistemológicos:
1) la concepción atomístico-racionalista de Descartes
a Wittgenstein, que
concibe el todo como la totalidad de los elementos y hechos
más simples;
2) la concepción organicista y organicista-dinámica, que
formaliza el todo y afirma el predominio y la prioridad del todo
sobre las partes (Schelling, Spann);
3)
la concepción dialéctica (Heráclito, Hegel, Marx), que
concibe la realidad como un todo estructurado, que se desarrolla
y crea.
En
el siglo xx se ha desplegado un ataque en dos frentes contra la
concepción de la realidad como totalidad. Para los empiristas,
al igual que para los existencialistas, el mundo se ha fragmentado,
se ha disgregado, ha dejado de ser una totalidad y se ha convertido
en un caos, cuya reestructuración corresponde al sujeto.
En el caos del mundo, el orden es introducido por el sujeto trascendental
o por la perspectiva subjetiva, para la cual se ha deshecho la
totalidad del mundo que cede su sitio al divisionismo de los horizontes
subjetivos. 21
El
sujeto que conoce el mundo y para el cual éste existe como
un cosmos u orden divino o totalidad, es siempre un sujeto
social, y la actividad que conoce la realidad natural y humano-social
es la actividad de un sujeto social. La separación de sociedad
y naturaleza marcha al unísono
con la incomprensión de que la realidad humano-social es tan real
como la nebulosa, los átomos y las estrellas aunque no sea la misma realidad.
De aquí deriva el supuesto de que sólo la realidad natural es
la auténtica realidad, mientras que el mundo humano es menos real
que una piedra, un meteoro o el So1, y que sólo una realidad (la humana)
es comprensible, mientras que la otra realidad (la natural) sólo es
explicable.
Para
el materialismo la realidad social puede ser conocida en su concreción
(totalidad) a condición de que se descubra la naturaleza de
la realidad social, de que se destruya la pseudoconcreción y de que
la realidad social sea conocida como unidad dialéctica de la base y
la supraestructura, y el hombre como sujeto objetivo, histórico-social.
La realidad social no puede ser conocida como totalidad concreta
si el hombre, en el ámbito de la totalidad, es considerado únicamente
y, sobre todo, como objeto, y en la práctica histórico-objetiva
de la humanidad no se reconoce su importancia primordial como sujeto. La
cuestión de la concreción, o totalidad de lo real, no concierne,
pues, primariamente, a la plenitud o falta de plenitud de los hechos, o a la
variabilidad y el desplazamiento de los horizontes, sino a la cuestión fundamental: ¿qué es
la realidad? En lo referente a la realidad social, esta pregunta
puede ser contestada si es reducida a esta otra: ¿cómo
es creada la realidad social? Esta problemática que tiene
a indagar qué es la realidad social mediante la verificación
de cómo es creada la realidad social misma entraña una
concepción revolucionaria de la sociedad y el hombre.
Si
volvemos de nuevo a considerar el problema del hecho y de su importancia en
el conocimiento de la realidad social, hay que subrayar, además del
principio generalmente admitido de que cada hecho sólo es comprensible
en su contexto, 22 una
verdad aún más importante y fundamental, que generalmente
se pasa por alto: el concepto mismo de hecho está determinado
por la concepción total de la realidad social. El problema
de qué es el hecho histórico, es sólo un aspecto
parcial del problema principal: qué es la realidad
social.
Estamos
de acuerdo con el historiador soviético Kon cuando dice que los hechos
elementales se han mostrado como algo muy complejo y que la ciencia, que en
el pasado se ocupaba de los hechos singulares, se orienta hoy cada vez más
hacia los procesos y las interrelaciones. La dependencia entre los hechos y
las generalizaciones es una conexión y dependencia recíproca.
Así como la generalización es imposible sin los hechos,
no existe tampoco ningún hecho científico que no contenga algún
elemento de generalización. En cierto sentido el hecho histórico
no es .sólo la premisa de la indagación sino también su
resultado. 23 Pero si entre los hechos y la generalización existe una
relación dialéctica de compenetración lógica se
expresa la verdad de que la generalización es generalización
y cada generalización es generalización de los hechos, ¿cómo
explicar esta reciprocidad lógica? En esta relación lógica
se expresa la verdad de que la generalización es la conexión
interna de los hechos, y de que el propio hecho refleja determinado contexto.
En su esencia ontológica cada hecho refleja toda la realidad, y el significado objetivo de
los hechos consiste en la riqueza y esencialidad con que complementan y al
mismo tiempo reflejan la realidad. Por esta razón es posible
que un hecho revele más y otro menos, o que el mismo hecho diga más
o menos de acuerdo con el método y la actitud subjetiva del científico,
es decir, según la capacidad del hombre de ciencia para interrogar a
los hechos, y descubrir su contenido y significado objetivo. La distinción
de los hechos según su significado y su importancia no es el resultado
de una valoración subjetiva, sino que emana del contenido objetivo de
los propios hechos. En cierto sentido, la realidad no existe de otro modo sino
como conjunto de hechos, como totalidad jerarquizada y articulada de ellos.
Todo proceso cognoscitivo de la realidad social es un movimiento circular,
en el que la indagación parte de los hechos para tornar de nuevo a ellos. ¿Qué ocurre
con estos hechos en el proceso cognoscitivo? El conocimiento de la realidad
histórica es un proceso de asimilación teórica o crítica,
de interpretación y valoración de los hechos; en ese proceso
es imprescindible para el conocimiento objetivo de los hechos la actividad
del hombre, del científico. Esa actividad que revela el contenido objetivo
y el significado de los hechos es el método científico. El método
científico es más o menos eficiente en relación con la
mayor o menor riqueza de la realidad contenida objetivamente en tal o
cual hecho, que es capaz de descubrir, explicar y motivar. Conocida es la indiferencia
demostrada por ciertos métodos y tendencias hacia determinados hechos;
ella se debe a la incapacidad de ver en ellos algo importante, esto es, su
propio contenido y significado objetivo.
El
método
científico es el medio gracias al cual se descifran los hechos. ¿Cómo
es que los hechos no son trasparentes y constituyen un problema, cuyo sentido
debe revelar, ante todo, la ciencia? El hecho es la cifra de la realidad. La
falta de transparencia del hecho para la conciencia
ingenua consiste en el doble papel que desempeña siempre
el hecho, en la duplicidad de la que hemos hablado más arriba. Ver sólo
un aspecto de los hechos, bien sea su inmediatez o su carácter mediato,
su determinación, o solamente su carácter determinante, equivale
a cifrar la cifra, es decir, a no comprender el hecho como cifra. Un político
aparece durante su vida a los ojos de los contemporáneos como un gran político.
Después de su muerte se demuestra que era sólo un político mediocre,
y que su supuesta grandeza no era más que "una ilusión de
su tiempo". ¿Qué es lo que era el hecho histórico? ¿La ilusión que
dio una apariencia de grandeza y "creó" la historia, o la
verdad, que se ha manifestado sólo más tarde y que en el
momento decisivo no existía como acción y realidad? El historiador
debe ocuparse de los acontecimientos tal y como se desarrollaron efectivamente. ¿Pero
qué significa esto? ¿La historia es realmente la historia de
la conciencia humana, la historia de cómo
los hombres han cobrado conciencia de su tiempo y de los hechos
que han sucedido; o bien es la historia de cómo las cosas
han ocurrido realmente y hubieron de reflejarse en la conciencia
humana? Surge aquí un doble peligro: describir los hechos
históricos tal y como debieron ocurrir, esto es,
racionalizar y hacer lógica la historia, o narrar acríticamente
los acontecimientos sin valorarlos, lo que equivale a abandonar
el carácter fundamental de la labor científica, a
saber: la distinción de lo esencial y lo accesorio como
sentido objetivo de los hechos. La existencia misma de
la ciencia depende de la posibilidad de hacer esa distinción.
Sin ella no habría ciencia.
La
mistificación
y la falsa conciencia de los hombres respecto a los acontecimientos, ya sean éstos
contemporáneos o pasados, forman parte de la historia. El historiador
que considerase la falsa conciencia como un fenómeno accesorio o casual, o
que la eliminase como una mentira y falsedad que nada tiene que ver con
la historia, tergiversaría la historia misma. Mientras que la
Ilustración elimina de la historia la falsa conciencia, y presenta la
historia de esa conciencia como una historia de los errores que no se habrían
cometido si los hombres hubiesen .sido más perspicaces y los soberanos
más sabios, la ideología romántica, por el contrario,
considera verdadera la falsa conciencia, porque sólo ella ha tenido
eficacia, efecto e influencia práctica, y, por tanto, solo
ella es la realidad histórica.24 Al ser
hipostasiado el todo y darle una posición privilegiada con
relación a las
partes (hechos) se abre uno de los caminos por los que se llega,
no a la totalidad concreta, sino a la falsa totalidad.
Si el proceso total representa con respecto a los hechos una
realidad auténtica y superior, la realidad puede
existir, en ese caso, independientemente de los hechos, y, sobre
todo, de aquellos que la contradicen. En esta formulación,
que hipostasia e independiza el todo frente a los hechos, hay toda
una justificación teórica del subjetivismo, que ignora
y fuerza los hechos en nombre de una "realidad superior".
La facticidad de los hechos no equivale a su realidad, sino a su
sólida superficialidad, a su unilateralidad, e inmovilidad.
La realidad de los hechos se opone a su facticidad porque
sea una realidad de otro orden, y, por tanto, en este
sentido una realidad independiente de los hechos, sino
porque es la relación interior, la dinámica
y el contraste de la totalidad de los hechos. La preponderancia
del proceso total sobre los hechos, la atribución a la tendencia
a una realidad superior a la de los hechos y, con ello, la
transformación de la tendencia, de tendencia de los hechos
en tendencia independiente de los hechos, expresa el predominio
del todo hipostasiado sobre las partes y, por tanto, de la falsa totalidad
sobre la totalidad concreta. Si el proceso del todo posee una realidad
superior a los hechos y no constituye ya la realidad y regularidad
de cada uno de los hechos, se convierte en algo independiente de
los hechos y lleva, por consiguiente, una existencia de carácter
distinto a la de ellos mismos. El todo es separado de las partes
y existe independientemente de ellas.25
La
teoría
materialista distingue dos contextos de hechos: el contexto de la
realidad, en el cual los hechos existen originaria y primordialmente, y el
contexto de la teoría, en el cual los hechos se dan por segunda vez
y mediatamente ordenados, después de haber sido previamente arrancados
del contexto originario de lo real. Pero ¿cómo se puede hablar
del contexto de lo real, en el cual los hechos existen primaria y originariamente,
si e
DIALÉCTICA DE LO CONCRETO - Karel Kosík
KAREL
KOSÍK
Dialéctica de lo concreto
(ESTUDIO SOBRE LOS PROBLEMAS
DEL HOMBRE Y EL MUNDO)
El mundo de la pseudoconcreción
y su destrucción
La
dialéctica trata de la "cosa misma". Pero la “cosa
misma" no se manifiesta inmediatamente al hombre. Para captarla
se requiere no sólo hacer un esfuerzo, sino también
dar un rodeo. Por esta razón, el pensamiento dialéctico
distingue entre representación y concepto de las cosas,
y por ello entiende no sólo dos formas y grados de conocimiento de
la realidad, sino dos cualidades de la praxis humana.
La actitud que el hombre adopta primaria e inmediatamente hacia
la realidad no es la de un sujeto abstracto cognoscente, o la de
una mente pensante que enfoca la realidad de un modo especulativo,
sino la de un ser que actúa objetiva y prácticamente,
la de un individuo histórico que despliega su actividad
práctica con respecto a la naturaleza y los hombres y persigue
la realización de sus fines e intereses dentro de un conjunto
determinado de relaciones sociales. Así, pues, la realidad
no se presenta originariamente al hombre en forma de objeto de
intuición, de análisis y comprensión teórica —cuyo
polo complementario y opuesto sea precisamente el sujeto abstracto
cognoscente que existe fuera del mundo y aislado de él—;
se presenta como el campo en que se ejerce su actividad práctico-sensible,
y sobre cuya base surge la intuición práctica inmediata
de la realidad. En la relación práctico-utilitaria
con las cosas, en la cual la realidad se manifiesta como un mundo
de medios, fines, instrumentos, exigencias y esfuerzos para satisfacerla,
el individuo "en situación" se crea sus propias
representaciones de las cosas y elabora todo un sistema correlativo
de conceptos con el que capta y fija el aspecto fenoménico
de la realidad.
Sin embargo,
la "existencia real" y las formas fenoménicas de la realidad —que
se reproducen inmediatamente en la mente de quienes despliegan
una praxis histórica determinada, como conjunto de representaciones o categorías del "pensamiento
ordinario" (que sólo por un "hábito bárbaro" se
consideran conceptos)— son distintas y con frecuencia absolutamente contradictorias
respecto de la ley del fenómeno,
de la estructura de la cosa, o del núcleo interno esencial y
su concepto correspondiente. Los hombres usan el dinero y realizan
con él las transacciones más complicadas sin saber
ni estar obligados a saber qué es el dinero. La
práctica utilitaria
inmediata y el sentido común correspondiente
ponen a los hombres en condiciones de orientarse en el mundo,
de familiarizarse con las cosas y manejarlas, pero no les proporciona
una comprensión de las cosas y de la realidad.
Por esta razón, Marx pudo escribir que en el mundo de las
formas fenoménicas, sustraídas a su concatenación
interna y completamente incomprensibles en este aislamiento, quienes
determinan efectivamente las condiciones sociales se encuentran
a sus anchas, como el pez en el agua. Para ellos no hay nada de
misterioso en lo que es internamente contradictorio,
y su juicio no se escandaliza lo más mínimo
ante la inversión de lo racional y lo irracional. La actividad
práctica a que se hace referencia en este contexto es una
praxis históricamente determinada y unilateral, es la praxis
fragmentaria de los individuos, basada en la división social
del trabajo, en la división de la sociedad en clases y,
en la creciente jerarquización de las posiciones sociales
que de ella deriva. En esta praxis, se forma tanto el ambiente
material determinado del individuo histórico como la atmósfera
espiritual en la que la apariencia superficial de la realidad se
fija como el mundo de la supuesta intimidad, de la confianza y
familiaridad, en el que el hombre se mueve "naturalmente" y
con el cual tiene algo que hacer cada día.
El conjunto
de fenómenos que llenan el ambiente cotidiano y la atmósfera
común de la vida humana, que con su regularidad, inmediatez y evidencia
penetra en la conciencia de los individuos agentes asumiendo un aspecto independiente
y natural, forma el mundo de la pseudoconcreción. A él
pertenecen:
-el mundo de los fenómenos
externos, que se desarrollan en la superficie de los procesos realmente esenciales;
-el mundo del traficar y el manipular, es decir, de la praxis fetichizada
de los hombres que no coincide con la praxis crítica y revolucionaria
de la humanidad;
-el mundo de las representaciones
comunes, que son una proyección de los fenómenos externos en
la conciencia de los hombres, producto de la práctica fetichizada y
forma ideológica de su movimiento;
-el mundo de los objetos fijados,
que dan la impresión de ser condiciones naturales, y no son inmediatamente
reconocidos como resultado de la actividad social de los hombres.
El mundo
de la pseudoconcreción es un claroscuro de verdad y engaño. Su
elemento propio es el doble sentido. El fenómeno muestra la esencia
y, al mismo tiempo, la oculta. La esencia se manifiesta en el fenómeno,
pero sólo de manera inadecuada, parcialmente, en algunas de sus facetas
y ciertos aspectos. El fenómeno indica algo que no es él mismo,
y existe solamente gracias a su contrario. La esencia no se da inmediatamente;
es mediatizada por el fenómeno y se muestra, por tanto, en algo distinto
de lo que es. La esencia se manifiesta en el fenómeno. Su manifestación
en éste revela su movimiento y demuestra que la esencia no es inerte
y pasiva. Pero, igualmente, el fenómeno revela la esencia. La manifestación
de la esencia es la actividad del fenómeno.
El mundo
fenoménico tiene su estructura, su propio orden y su propia legalidad
que puede ser revelada y descrita. Pero la estructura de este mundo fenoménico
no capta aún la relación entre él mismo y la esencia.
Si la esencia no se manifiestas en absoluto en los fenómenos, el mundo
de la realidad se distinguiría de modo radical y esencial del mundo
fenoménico: en tal caso, el mundo de la realidad sería para el
hombre “el otro mundo” (platonismo, cristianismo), y el único
mundo al alcance del hombre sería el mundo de los fenómenos.
Pero el mundo fenoménico no es algo independiente y absoluto: los fenómenos
se convierten en mundo fenoménico en conexión con la esencia.
El fenómeno no es radicalmente distinto de la esencia, y la esencia
no es una realidad de orden distinto a la del fenómeno. Si así fuese,
el fenómeno no tendría ningún vínculo interno con
la esencia, no podría manifestarla y, al mismo tiempo, ocultarla;
la relación entre ambos sería mutuamente externa e indiferente.
Captar el fenómeno de una determinada cosa significa indagar y describir
como se manifiesta esta cosa en dicho fenómeno, y también
como se oculta al mismo tiempo. La comprensión del fenómeno
marca el acceso ala esencia. Sin el fenómeno, sin su manifestación
y revelación, la esencia sería inaccesible. En el mundo de la
pseudoconcreción el lado fenoménico de la cosa, en el que ésta
se manifiesta y oculta, es considerado como la esencia misma, y la diferencia
entre fenómeno y esencia desaparece. ¿Es, pues,
la diferencia entre fenómeno y esencia una diferencia entre lo real
y lo irreal, o entre dos órdenes diversos de la realidad? ¿Es
la esencia más real que el fenómeno? La realidad es la
unidad del fenómeno y la esencia. Por esto, la esencia puede ser tan
irreal como el fenómeno, y éste tan irreal como la
esencia en el caso de que se presenten aislados, y, en este aislamiento, sean considerados como la única o "autentica" realidad.
El fenómeno
es, por tanto, algo que, a diferencia de la esencia, oculta, se manifiesta
inmediatamente, primero y con más frecuencia. Pero ¿por qué la "cosa
misma", la estructura de la cosa, no se manifiesta inmediata y directamente?; ¿por
qué requiere esfuerzos y rodeos para captarla?; ¿por qué la "cosa
misma" se oculta a la percepción inmediata? ¿De qué género
de ocultación se trata? Tal ocultación no puede ser absoluta;
si el hombre, en general, busca la estructura de las cosas y quiere
escrutar la cosa "misma", para que pueda descubrir la esencia oculta
o la estructura de la realidad, debe ya poseer necesariamente antes de iniciar
cualquier indagación cierta conciencia de que existe algo como la estructura
de la cosa, su esencia, la "cosa misma"; es decir, debe saber que,
a diferencia de los fenómenos, que se manifiestan inmediatamente,
existe una verdad oculta de la cosa. El hombre da un rodeo y se esfuerza en
la búsqueda de la verdad sólo porque presupone de alguna manera
su existencia, y posee una conciencia firme de la existencia de
la "cosa misma". Pero, ¿por qué la estructura de la
cosa no es directa e inmediatamente accesible al hombre?; ¿por
qué para alcanzarla es preciso dar un rodeo? ¿Y a qué o
hacia dónde tiende éste? Si en la percepción inmediata
no se da la "cosa misma", sino el fenómeno de la cosa, ¿se
debe ello a que la estructura de la cosa pertenece a una realidad de orden
distinto a la realidad de los fenómenos y, por tanto, se trata
de otra realidad situada detrás de los fenómenos?.
En virtud
de que la esencia -a diferencia de los fenómenos- no se manifiesta
directamente, y por cuanto que el fundamento oculto de las cosas debe ser descubierto
mediante una actividad especial, existen la ciencia y la filosofía. Si
la apariencia fenoménica y la esencia de las cosas coincidieran totalmente,
la ciencia y la filosofia serían superfluas.1
Los esfuerzos
tendientes a descubrir la estructura de las cosas y la "cosa misma" han
sido siempre, desde tiempos inmemoriales, propios de la filosofía. Las
diversas tendencias filosóficas fundamentales son sólo modificaciones
de esta problemática fundamental y de su solución en las distintas
etapas evolutivas de la humanidad. La filosofia es una actividad indispensable
de la humanidad, ya que la esencia de las cosas, la estructura de la realidad,
la "cosa misma", no se muestran directa e inmediatamente. En este
sentido la filosofia puede ser caracterizada como esfuerzo sistemático
y crítico tendiente a captar la cosa misma, la estructura oculta de
la cosa, y descubrir el modo de ser del existente.
El concepto
de la cosa es la comprensión de ella, y comprender lo que la cosa es
significa conocer su estructura. El rasgo más característico
del conocimiento consiste en la descomposición del todo. La dialéctica
no llega al conocimiento desde el exterior o complementariamente, ni tampoco
ello constituye una de sus características, sino que el conocimiento
es la propia dialéctica en una de sus formas; el conocimiento es descomposición
del todo. "El concepto" y "la abstracción" tienen
en la concepción dialéctica el significado de un método
que descompone el todo unitario, para poder reproducir mentalmente la estructura
de la cosa, es decir, para comprender la cosa. 2
El conocimiento
se realiza como separación del fenómeno respecto de la esencia,
de lo secundario respecto de lo esencial, ya que sólo mediante tal separación
se puede mostrar la coherencia interna y, con ello, el carácter especifico
de la cosa.
En este
proceso no se deja a un lado lo secundario, ni se le separa como algo irreal
o menos real, sino que se revela su carácter fenoménico, o secundario,
mediante la demostración de su verdad en la esencia de la cosa. Esta
descomposición del todo unitario, que es un elemento constitutivo del
conocimiento filosófico —en efecto, sin tal descomposición
no hay conocimiento— demuestra una estructura análoga a la
del obrar humano, puesto que también éste se basa en la desintegración
del todo.
El propio
hecho de que el pensamiento se mueva de un modo natural y espontáneo
en dirección opuesta al carácter de la realidad, a la cual aísla
y "mata" y el hecho de que en este movimiento espontáneo se
base la tendencia a la abstracción, no es una particularidad inherente
al pensamiento sino que deriva de su función práctica. Toda acción
es “unilateral” 3, ya que tiende
a determinado fin y, por tanto, aísla algunos aspectos de la realidad
como esenciales para esa acción, mientras deja a un lado, por el momento,
a otros. Mediante esta acción espontánea que pone de manifiesto
determinados aspectos, que son importantes para el logro de cierto fin, el
pensamiento escinde la realidad única, interviene en ella y la "valora".
La tendencia
espontánea de la "praxis" y del pensamiento, a aislar los
fenómenos y a desdoblar la realidad en lo esencial y lo secundario,
va siempreacompañada de unapercepción del todo igualmente espontánea
en la cual son aislados determinados aspectos, aunque esa percepción
sea para la conciencia ingenua menos evidente y, con frecuencia, inconsciente.
El "horizonte" —oscuramente intuido— de una "realidad
indeterminada" como todo, constituye el fondo inevitable
de cada acción y cada pensamiento, aunque resulte inconsciente para
la conciencia ingenua.
Los fenómenos
y las formas fenoménicas de las cosas se reproducen espontáneamente
en el pensamiento cotidiano como realidad (la realidad misma) pero no porque
sean más superficiales y estén más cerca del conocimiento
sensible, sino porque el aspecto fenoménico de la cosa es un producto
espontáneo de la práctica cotidiana. La práctica
utilitaria de cada día crea “el pensamiento común” –en
el cual se captan tanto la cosa y su aspecto superficial como la técnica
del tratamiento de ella como forma de su movimiento y de su existencia. El
pensamiento común es la forma ideológica del obrar humano de
cada día. Pero el mundo que se revela al hombre en la práctica
fetichizada, en el traficar y el manipular, no es el mundo real, aunque tenga la “consistencia” y
la “validez” de este mundo, sino que es “el mundo de
la apariencia” (Marx). La representación de la cosa, que
se hace pasar por la cosa misma y crea la apariencia ideológica, no
constituye un atributo natural de la cosa y de la realidad, sino la proyección
de determinadas condiciones históricas petrificadas, en la
conciencia del sujeto.
La distinción
entre representación y concepto, entre el mundo de la apariencia y el
mundo de la realidad, entre las práctica utilitaria cotidiana de los
hombres y la praxis revolucionaria de la humanidad, o, en pocas palabras, “la
escisión de lo único”, es el modo como el pensamiento capta
la “cosa misma”. La dialéctica es el pensamiento crítico
que quiere comprender la “cosa misma”, y se pregunta sistemáticamente
cómo es posible llegar a la comprensión de la realidad. Es,
pues, lo opuesto a la sistematización doctrinaria o a la romantización
de las representaciones comunes. El pensamiento que quiera conocer adecuadamente
la realidad, y que no se contente con los esquemas abstractos de la realidad,
ni con simples representaciones también abstractas de ella, debe destruir la
aparente independencia del mundo de las relaciones inmediatas cotidianas. El
pensamiento que destruye la pseudoconcreción para alcanzar lo concreto
es, al mismo tiempo, un proceso en el curso del cual bajo el mundo de la apariencia
se revela el mundo real; tras la apariencia externa del fenómeno se
descubre la ley del fenómeno, la esencia 4. Pero lo que confiere
a estos fenómenos el carácter de la psudoconcreción no
es de por sí su existencia, sino la independencia con que esta existencia
se manifiesta. La destrucción de la pseudoconcreción, que
el pensamiento dialéctico debe llevar a cabo, no niega por ello la existencia
u objetividad de estos fenómenos, sino que destruye su pretendida independencia
al demostrar que son causa mediata y, contrarrestando sus pretensiones de independencia,
prueba su carácter derivado.
La dialéctica
no considera los productos como algo fijo, ni las configuraciones y los objetos,
o sesa, todo el conjunto del mundo material cosificado, como algo originario
e independiente; del mismo modo tampoco considera así el mundo de las
representaciones y del pensamiento común ni los acepta bajo su aspecto
inmediato, sino que los somete a un examen en el cual las formas cosificadas
del mundo objetivo e ideal se diluyen, pierden su fijeza, su naturaleza y su
pretendida originariedad, para mostrarse como fenómenos derivados y
medados, como sedimentos y productos de la praxis social de la humanidad. 5
El
pensamiento acríticamente reflexivo 6 coloca de inmediato,
es decir, sin un análisis dialéctico, las representaciones
fijas en una relación causal con las condiciones asimismo
fijas, y presenta este método de "pensamiento bárbaro" como
análisis "materialista" de las ideas. Por cuanto
que los hombres han adquirido conciencia de su época (esto
es, la han vivido, valorado, criticado y comprendido) en las categorías
de "la fe del carbonero" y “el escepticismo pequeño-burgués",
el doctrinario supone que el análisis “científico” de
estas ideas ya se ha cumplido cuando se ha encontrado el adecuado
equivalente económico, social o de clase de cada una de
ellas. Empero, mediante tal "materialización" se
efectúa sólo una doble mistificación: la inversión
del mundo de la apariencia (de las ideas ya fijas) tiene sus raíces
en la materialidad inver-tida (cosificada). La teoría materialista
debe emprender el análisis partiendo de esta cuestión: ¿por
qué los hombres han cobrado conciencia de su tiempo precisamente
en estas categorías, y qué tiempo se muestra
a los hombres en dichas categorías? Con tal planteamiento,
el materialista prepara el terreno para proceder a la destrucción
de la pseudoconcreción, tanto de las ideas como de
las condiciones, y sólo después de esto
puede buscar una explicación racional de la conexión
interna entre el tiempo y las ideas.
Ahora bien,
la destrucción de la pseudoconcreción como método dialéctico
crítico, gracias al cual el pensamiento disuelve las creaciones fetichizadas
del mundo cosificado e ideal, para alcanzar su realidad, es sólo
el segundo aspecto, el reverse de la dialéctica como método
revolucionario de transformación de la realidad. Para que el mundo pueda ser
explicado "críticamente", es necesario que la explicación
misma sea situada en el terreno de la praxis revolucionaria. Más
adelante veremos que la realidad puede ser transformada revolucionariamente sólo
porque, y sólo en la medida en que es creada por nosotros mismos, y
en que sabemos que la realidad es producida por nosotros. La diferencia entre
la realidad natural y la realidad humano-social estriba en que el hombre puede
cambiar y transformar la naturaleza, mientras que la realidad humano-social
puede cambiarla revolucionariamente, pero sólo porque él
mismo ha producido esta realidad.
El mundo
real, oculto de la pseudoconcreción y que, no obstante, se manifiesta
en ella, no es el mundo de las condiciones reales en oposición a las
condiciones irreales, o el mundo de la trascendencia en oposición a
la ilusión subjetiva, sino el mundo de la praxis humana. Es la comprensión
de la realidad humano-social como unidad de la producción y
el producto, del sujeto y el objeto, de la génesis y la estructura.
El mundo real no es, por tanto, un mundo de objetos "reales", fijos,
que bajo su aspecto fetichizado llevan una existencia trascendente como una
variante, entendida en sentido naturalista, de las ideas platónicas,
sino que es un mundo en el cual las cosas, los significados y las relaciones
son considerados como productos del hombre
social, y el hombre mismo se revela como sujeto real del mundo social. El
mundo de la realidad no es una variante secularizada del paraíso,
de un estado de cosas ya realizado y fuera del tiempo, sino que es un proceso
en el curso del cual la humanidad y el individuo realizan su propia
verdad, esto es, llevan a cabo la humanización del hombre. A diferencia
del mundo de la pseudoconcreción, el mundo de la realidad es el mundo
de la realización de la verdad; es el mundo en el que la verdad
no está dada ni predestinada, ni esta calcada indeleblemente en la conciencia
humana; es el mundo en el que la verdad deviene. Por esta razón,
la historia humana puede ser el proceso de la verdad y la historia de la verdad. La
destrucción de la pseudoconcreción significa que la verdad no
es inaccesible, pero tampoco es alcanzable de una vez ypara siempre, sino que
la verdad misma se hace, es decir, se desarrolla y realiza.
En consecuencia, la
destrucción de la pseudoconcreción se efectúa como: 1)
crítica revolucionaria de la praxis de la humanidad que coincide con
el devenir humano del hombre, con el proceso de "humanización
del hombre”, cuyas etapas clave son las revoluciones sociales; 2)
el pensamiento dialéctico, que disuelve el mundo fetichizado de la apariencia,
para llegar a la realidad y a la "cosa misma" ; 3) la realizaciónde
la verdad y la creación de la realidad humana en un proceso ontogénico,
ya que para cada individuo humano el mundo de la verdad es, al
mismo tiempo, su propia creación espiritual como
individuo histórico-social. Cada individuo debe -—personalmente
y sin que nadie pueda sustituirle— formarse una cultura y vivir
su vida.
Por tanto,
no podemos considerar la destrucción de la pseudoconcreción
como el desgarramiento de una cortina y el descubrimiento de la realidad que
se ocultaba tras ella, ya preparada y dispuesta, existiendo independientemente
de la actividad del hombre. La pseudosconcreción es precisamente la
existencia autónoma de los productos humanos y la reducción
del hombre al nivel de la práctica utilitaria. La destrucción
de la pseudoconcreción es el proceso de creación de la realidad
concreta y la visión de la realidad en su concreción. Las tendencias
idealistas han elevado al plano de lo absoluto ya el sujeto, ocupándose
del problema de como abordar la realidad para que ésta sea concreta
o bella; ya el objeto, suponiendo que la realidad es, tanto más real
cuanto más completamente sea desalojado de ella el sujeto. En contraste
con estas corrientes, en la destrucción materialista de la pseudoconcreción,
la liberación del "sujeto" (esto es, la visión concreta
la realidad a diferencia de la “intuición fetichista”) coincide
con la “liberación del objeto” (creación del ambiente
humano como hecho humano de condiciones transparentes y racionales), puesto
que la realidad social de los hombres se crea como unidad dialéctica
de sujeto y objeto.
El lema "ad
fontes", que resuena periódicamente como reacción contra
la pseudoconcreción en sus más variadas manifestaciones, así como
la regla metodológica del análisis positivista ("liberarse
de los prejuicios") s encuentran su fundamento y su justificación
en la destrucción materialista de la pseudoconcreción. La vuelta
misma "a las fuentes" tiene, en general, dos aspectos totalmente
distintos. Bajo el primero de ellos se manifiesta como crítica docta
y, humanísticamente erudita de las fuentes, como examen de los archivos
y fuentes antiguas de las que debe extraerse la auténtica realidad.
Bajo otro aspecto, más profundo y significativo, que a los ojos de la
docta erudición parece bárbaro (como lo demuestra la reacción
contra Shakespeare y Rousseau), el lema "ad fontes” significa critica
de la civilización y de la cultura; significa una tentativa –romántica
o revolucionaria- de descubrir, tras los productos y las creaciones, la acción
y la actividad productiva, de hallar la "autentica realidad" del
hombre concreto tras la realidad cosificada de la cultura imperante, de revelar
el verdadero sujeto histórico bajo las estratificaciones de las convenciones
solidificadas.
La reproducción espiritual
y racional de la realidad
Puesto
que las cosas no se presentan al hombre directamente como
son y el hombre no posee la facultad de penetrar de un modo directo
e inmediato en la esencia de ellas, la humanidad tiene que dar
un rodeo para poder conocer las cosas y la estructura de ellas.
Y precisamente porque ese rodeo es la única vía de
que se dispone para alcanzar la verdad, periódicamente la
humanidad intenta eludir el esfuerzo que supone semejante rodeo
y quiere captar directamente la esencia de las cosas
(el misticismo es justamente una expresión de la impaciencia
humana por conocer la verdad). Pero, al mismo tiempo, con ello
el hombre corre el riesgo de perderse o quedarse a medio camino
al efectuar ese rodeo.
La evidencia
no coincide con la claridad y distinción de las cosas mismas, sino más
bien con la falta de claridad en la representación de ellas. La naturaleza,
por ejemplo, se manifiesta como algo innatural. El hombre debe realizar una
serie de esfuerzos y salir del "estado natural" para llegar a ser
verdaderamente hombre (el hombre se hace transformándose en
hombre) y conocer la realidad como tal. Para los grandes filósofos de
todas las épocas y tendencias —mito platónico de la caverna,
imagen baconiana de los ídolos, Spinoza, Hegel, Heidegger y Marx— el
conocimiento es precisamente una superación de la naturaleza, la actividad
o el "esfuerzo" más alto. La dialéctica de la actividad
y de la pasividad en el conocimiento humano se manifiesta, ante todo,
en el hecho de que el hombre para conocer las cosas como son en sí mismas,
debe transformarlas antes en cosas para sí; para poder conocer las cosas
como son independientemente de él, debe someterlas primero a su propia
práctica; para poder comprobar cómo son cuando no está en
contacto con ellas, debe primeramente entrar en contacto con las cosas. El
conocimiento no es contemplación. La contemplación del mundo
se basa en los resultados de la praxis humana. El hombre sólo conoce
la realidad en la medida en que crea la realidad humana y se
comporta ante todo como ser práctico.
Para poder
acercarnos a la cosa, a su estructura, y encontrar una vía de acceso
a ella, debemos procurar distanciarnos. Como es sabido, resulta difícil estudiar
científicamente los acontecimientos contemporáneos, en tanto
que el análisis de los hechos pasados es relativamente más fácil,
porque la propia realidad ya ha sido objeto de cierta eliminación
y "critica". La ciencia debe "reproducir" artificial y
experimentalmente esta marcha natural de la historia. ¿En qué se
basa este experimento? En el hecho de que la ciencia logra un alejamiento conveniente
y justificado, desde cuya perspectiva las cosas y los acontecimientos se muestran
adecuadamente y sin tergiversaciones. (Schiller, en relación con el
drama, subrayó la importancia de este experimento intelectual, que suple
al alejamiento histórico real).
No es posible
captar de inmediato la estructura de la cosa o la cosa misma mediante
la contemplación o la mera reflexión. Para ello es preciso
una determinada actividad. No se puede penetrar en la “cosa
misma” y responder a la pregunta de qué es la “cosa
en sí misma”, sin realizar un análisis de la actividad
gracias al cual es comprendida la cosa, con la particularidad de que este análisis
debe abarcar el problema de la creación de la actividad que
abre el acceso a la "cosa misma". Esta actividad son los aspectos
o modos diversos de la apropiación humana del mundo. Los
problemas estudiados por la fenomenología bajo el rubro de "intencionalidad
hacia algo", "intención significativa hacia una cosa" o "modos
(diversos) de percepción", fueron ya fundamentados por Marx sobre
una base materialista como modos distintos de la apropiación humana
del mundo: práctico-espiritual, teórico, artístico, religioso,
pero también matemático, físico, etc. Las matemáticas
y la realidad a la que nos introducen no pueden ser apropiadas y, por tanto,
no pueden ser comprendidas con una intencionalidad que no corresponda a la
realidad matemática; por ejemplo, mediante la experiencia religiosa
o la contemplación artística.
El hombre
vive en varios mundos, y cada uno exige una clave distinta; no puede, en consecuencia,
pasar de un mundo a otro sin poseer la clave correspondiente, es decir, sin
cambiar de intencionalidad y de modo de apropiarse la realidad. Para la filosofía
y la ciencia moderna —enriquecida ésta continuamente con el concepto
de praxis— el conocimiento es uno de los modos de apropiación
del mundo por el hombre. Por otro lado dos elementos constitutivos de todo
modo humano de apropiación del mundo son el sentido subjetivo y el sentido
objetivo. ¿Qué intención, qué visión, qué sentido debe
desarrollar el hombre y cómo ha de "prepararse" para captar
y descubrir el sentido objetivo de la cosa? El proceso de captación
y descubrimiento del sentido de la cosa es, a la vez, proceso
de creación del sentido humano correspondiente, gracias al
cual puede ser comprendido el sentido de la cosa. El sentido objetivo de
la cosa puede ser captado si el Tiombre se crea un sentido correspondiente. Estos
mismos sentidos, mediante los cuales el hombre descubre la realidad y su propio
sentido, son un producto histórico-social. 7
Cada peldaño
del conocimiento humano, sensible o racional, y cada modo de asimilación
de la realidad es una actividad basada en la praxis objetiva de la humanidad,
y, por ello, esta vinculada, en uno u otro grado, a todas las demás.
El hombre ve siempre más de lo que percibe directamente. El
edificio que veo ante mí lo percibo ante todo, y en forma inmediata,
como una casa habitable, una fábrica o un monumento histórico,
y esta percepción sensible inmediata se plasma en determinada actitud
como interés, indiferencia, admiración, desagrado, etc. Del mismo
modo, el ruido que escucho lo capto, ante todo, como el ruido de un avión
que se acerca o se aleja, y este simple ruido me permite saber si se trata
de un avión de hélice o a reacción, o de un avión
de caza o transporte, etc. En mi audición y en mi visión participan
pues, en cierto modo, todo mi saber y mi cultura, toda mi experiencia, viva
o arrinconada en el olvido que aflora en determinadas situaciones, mis pensamientos
y reflexiones, aunque todo esto no se manifieste en forma predicativa explícita
en los actos concretos de la percepción y la experiencia. En la asimilación
práctico-espiritual del mundo, de la cual se derivan originariamente
todos los demás modos de asimilación (el teórico, el artístico,
etc.), la realidad es, pues, percibida, como un todo indivisible de entidad
y significados, y está implícitamente comprendida en la
unidad de los juicios de existencia y de valor. Sólo mediante la abstracción,
la tematización y la proyección, se pueden aislar de
este mundo real, pleno e inagotable, determinados aspectos, zonas o esferas,
que el naturalismo ingenuo y el positivismo consideran como los únicos y
auténticos y como la única realidad, mientras desechan el "resto" como
pura subjetividad. La imagen fisicalista del positivismo ha empobrecido el
mundo humano y con su absoluto exclusivismo ha deformado la realidad, ya que
ha reducido el mundo real a una sola dimensión y a un solo
aspecto: la dimensión de la extensión y de las relaciones cuantitativas.
Además ha escindido el mundo humano al proclamar que el mundo del fisicalismo,
el mundo de los valores reales idealizados, de la extensión, de la cantidad,
de la medición y de las formas geométricas es el único
real en tanto que considera el mundo cotidiano del hombre como una ficción.
En el mundo
del fisicalismo —que para el positivismo moderno es la única realidad —el
hombre sólo puede existir como una determinada actividad abstracta,
es decir, como físico, estadista, matemático, lingüísta,
etc., pero nunca con toda su potencialidad, nunca como hombre entero. El
mundo físico como modo tematizado de captar y conocer la realidad física
es sólo una de las posibles imágenes del mundo, la imagen que
ofrece determinadas propiedades esenciales y aspectos de la realidad objetiva.
Pero además del mundo físico existen también otros mundos,
igualmente válidos, como, por ejemplo, el mundo artístico, el
mundo biológico, etc., lo que significa que la realidad no se agota con
la imagen física del mundo. El fisicalismo positivista es responsable del equívoco
de haber considerado una determinada imagen de la realidad como
la realidadmisma, y un determinado modo de asimilación del
mundo como el único auténtico. Con ello, ha negado, en primer
lugar, que el mundo objetivo sea inagotable, y que pueda ser reducido al conocimiento
humano-, lo que contradice una de las tesis fundamentales del materialismo.
En segundo lugar, ha empobrecido el mundo humano, ya que reduce la riqueza
y diversidad de la subjetividad humana, que se crea históricamente en
la praxis objetiva de la humanidad a un sólo modo de apropiación
de la realidad.
Cada una
de las cosas en la que el hombre concentra su mirada, su atención, su
acción o valoración, emerge de un todo que la circunda, y que
el hombre percibe como trasfondo indeterminado, o como una conexión
imaginaria, oscuramente intuida. ¿Cómo percibe el hombre los
objetos singulares? ¿Como únicos y absolutamente aislados? Los
percibe siempre en el horizonte de un todo que, en la mayoría
de los casos no se expresa ni se capta explícitamente. Todo objeto percibido,
observado o elaborado por el hombre es parte de un todo, y precisamente este
todo, no percibido explícitamente, es la luz que ilumina y revela el
objeto singular, observado en su singularidad y en su significado. La conciencia
humana debe, por ello, ser considerada tanto en su aspecto teórico-predicativo,
en forma de conocimiento explícito, fundado, racional y teórico, como en su aspecto ante-predicativo, y
totalmente intuitivo La conciencia es la unidad de ambas formas, que se compenetran
e influyen recíprocamente, ya que en esta
unidad se basan la praxis objetiva y la asimilación práctico-
espiritual de la realidad. La negación o subestimación de la
primera forma conducen al irracionalismo, y a los más diversos tipos de "pensamiento vegetativo". La negación o subestimación
de la segunda forma conducen al racionalismo, al positivismo y al cientificismo,
que con su unilateralidad dan lugar necesariamente al irracionalismo como su
necesario complemento.
¿Por
qué, entonces, el pensamiento teórico se convierte en "medio
universal", a través del cual pasa nuevamente —o
puede pasar— todo lo que ya se ha vivido en la experiencia, intuido en
la intuición, representado en realizado en la acción, sentido
en la sensibilidad; por qué, entonces, "la realidad" (que
el hombre asimila ante todo, y, principalmente, en la actividad práctico-espiritual
y, sobre esta base, en las esferas artística, religiosa, etc.), la realidad
que el hombre vive, valora y elabora, vuelve a ser asimilada otra vez teóricamente?
Cierto “privilegio” de la esfera teórica sobre todas las
demás queda demostrado por el hecho de que se puede elaborar una teoría
de cualquier cosa, y todo puede ser sometido a un explícito examen analítico.
Además del arte existe también la teoría del arte; además
del deporte, existe una teoría del deporte, además de la praxis,
la teoría de la praxis. Pero ¿de qué privilegio se trata? ¿La
verdad del arte está en la teoría del arte, y la verdad de la
praxis en la teoría de la praxis? ¿La eficacia del arte reside
en la teoría del arte, y la eficacia de la praxis en la teoría
de la praxis? Estos supuestos son los que sirven de base a todas las caricaturas
de la teoría y a la concepción burocrático-formalista
de ella. La teoría no es ni la verdad ni la eficacia de tal o cual modo
no teórico de asimilación de la realidad, sino que representa
su comprensión explícitamente reproducida, que de rechazo
ejerce influencia sobre el correspondiente modo de asimilación, en su
intensidad, veracidad, etcétera.
La teoría
materialista del conocimiento como reproducción espiritual de la realidad
capta el doble carácter de la conciencia, que escapa tanto
al positivismo como al idealismo. La conciencia humana es "reflejo",
y, al mismo tiempo, "proyección"; registra y construye, toma
nota y planifica, refleja y anticipa; es al mismo tiempo receptiva y activa.
Para que hablen "las cosas mismas", sin añadir nada, dejando
las cosas como son, hace falta una actividad de un género particular.
La teoría
del conocimiento como reproducción espiritual de la realidad
pone de manifiesto el carácter activo del conocimiento en todos sus niveles. El más
elemental conocimiento sensible no deriva, en ningún
caso, de una percepción pasiva, sino de la actividad perceptiva.
Sin embargo, y como se desprende de la idea fundamental de nuestro estudio,
toda teoría del conocimiento se basa —implícita o explícitamente —en
una determinada teoría de la realidad, y presupone cierta concepción
de la realidad misma. La teoría materialista del conocimiento como reproducción mental de la
realidad deriva de una concepción de la realidad distinta de la concepción
de la que deriva el método de la reducción. La reducción
presupone una sustancia rígida, de elementos inmutables y no derivados,
en los que, en última instancia, se despliegan la diversidad y variedad
de los fenómenos. El fenómeno puede ser explicado si se le reduce
a su esencia, a la ley general, al principio abstracto. La inconsistencia
del reduccionismo, al ser aplicado a la realidad social, se pone de manifiesto
en estas dos famosas frases: Franz Kafka es un intelectual pequeño
burgués, pero no todo intelectual pequeño-burgués es Franz
Kafka. El método del reduccionismo subsume lo singular en lo universal
abstracto, y crea dos polos entre los cuales no hay mediación: lo
individual abstracto, de una parte, y lo universal abstracto, de otra.
El espinozismo
y el fisicalismo son las dos formas más difundidas del método reduccionista, que traduce la riqueza
de la realidad a algo básico y fundamental. Toda la
rica variedad del mundo es arrojada al abismo de la sustancia inmutable.
En Spinoza, este método es el reverso del ascetismo moral, según
el cual toda la riqueza no es, en verdad, riqueza, y todo lo concreto
y singular es ilusorio. En determinada tradición del pensamiento, el
marxismo es concebido como un espinozismo dinámico. La sustancia
inmutable de Spinoza es puesta en movimiento. Desde este punto de vista, el
materialismo marxista no sería, en general, sino una metafísica.
Pero este materialismo no ha introducido el dinamismo en la sustancia inmutable,
sino que define la "dinámica" misma del ser,
su dialéctica, como la "sustancia". Por eso mismo, conocer
la sustancia no significa reducir los “fenómenos” a
la sustancia dinamizada, es decir, a algo que se oculta tras los
fenómenos y no depende de ellos; significa conocer las leyes del movimiento
de la cosa misma. La "sustancia" es el movimiento
mismo de la cosa, o la cosa en movimiento. El movimiento de la cosa
crea diversas fases, formas y aspectos que no pueden ser
comprendidos mediante su reducción a la sustancia, sino que son comprensibles
como explicación de la "cosa misma". No se puede comprender
la religión desde el punto de vista materialista investigando el núcleo
terrenal de las ideas religiosas, y reduciéndolas a un plano material.
Puede ser entendida cuando se la concibe como una actividad invertida
y mistificada del hombre en cuanto sujeto objetivo. La "sustancia" del
hombre es la actividad objetiva (la praxis) y no la sustancia dinamizada
presente en el hombre. El reduccionismo es el método del "no
es otra cosa que". Toda la riqueza del mundo "no es otra cosa que” la
sustancia inmutable puesta en movimiento. Esta es la
razón de que el reduccionismo no pueda explicar racionalmente un desarrollo nuevo, cualitativo.
Para él todo lo nuevo puede ser reducido a condiciones y premisas; lo
nuevo "no es otra cosa que" lo viejo. 8
Si toda
la riqueza del hombre como ser social es reductible a la frase: la
esencia del hombre es la producción de instrumentos,
y si toda la realidad social se halla determinada, en fin de cuentas, por la
economía, entendida como factor económico, surge entonces
esta pregunta: ¿por qué ese factor debe disfrazarse y realizarse
bajo formas que son esencialmente extrañas a ella, como por ejemplo
la imaginación y la poesía?. 9
¿Cómo
es posible comprender lo nuevo? Reduciéndolo a lo viejo, es decir, a
condiciones e hipótesis. En esta concepción lo nuevo aparece
como algo externo que sobreviene en un segundo momento, a la realidad material.
La materia
está en movimiento, pero no tiene la cualidad de la negatividad.10 Solamente
una concepción de la materia que descubre en la materia misma la negatividad,
es decir, la capacidad de producir nuevas cualidades y grados evolutivos
más altos, permite explicar lo nuevo de un modo materialista como una
cualidad del mundo material. Si la materia es concebida como negatividad, la
explicación reductiva deja de ser científica, es decir, carece
de valor la reducción de lo nuevo a postulados, de los fenómenos
concretos a un fundamento abstracto, y el proceso cognoscitivo se convierte
en explicación de fenómenos. La realidad se explica
no por la reducción a algo distinto de ella misma, sino por sí misma,
mediante el desarrollo y la ilustración de sus fases, de los elementos
de su movimiento.11
El punto
de partida de la investigacion debe ser, formalmente, idéntico al resultado.
Este punto de partida debe mantener su identidad en todo el curso del razonamiento,
ya que sólo así se garantiza que el pensamiento no se pierda
en su camino. Pero el sentido de la indagación estriba en que, en su
movimiento en espiral, llega a un resultado que no era conocido en el
punto de partida, y que, por tanto, dada la identidad formal de este último
y del resultado, el pensamiento llega, al final de su movimiento, a algo distinto,
por su contenido, de aquello de que había partido.
De la representación
viva, caótica e inmediata del todo, el pensamiento llega al concepto,
a la determinación conceptual abstracta, mediante cuya formación
se opera el retorno al punto de partida, pero ya no al todo vivo e incomprendido
de la percepción inmediata, sino al concepto del todo ricamente articulado
y comprendido. El camino de la "representación caótica del
todo" a la “rica totalidad de las múltiples determinaciones
y relaciones” coincide con la comprensión de la realidad. El
todo no es cognoscible inmediatamente para el hombre, aunque le sea dado en
forma inmediatamente sensible, es decir, en la representación, en la
opinión, o en la experiencia. El todo, pues, es accesible directamente
al hombre, pero como un todo caótico y nebuloso. Para que el hombre
pueda conocer y comprender este todo, para aclararlo y explicarlo, es necesario
dar un rodeo: lo concreto se vuelve comprensible por medio de lo abstracto;
el todo por medio de la parte. Precisamente por el hecho de que el camino de
la verdad es un rodeo —der Weg der Warheit ist Umweg— el
hombre puede desorientarse o quedarse a mitad del camino.
El método
de ascenso de lo abstracto a lo concreto es el método del pensamiento;
con otras palabras, esto significa que es un movimiento que se opera en los
conceptos, en el elemento de la abstracción. El ascenso de lo abstracto
a lo concreto no es el paso de un plano (sensible) a otro (racional), sino
un movimiento del pensamiento y en el pensamiento. Para que este pueda
avanzar de lo abstracto a lo concreto, debe moverse en su propio elemento,
es decir, en el plano abstracto, que es la negación de lo inmediato,
de la evidencia y de lo concreto sensible. El ascenso de lo abstracto a lo
concreto es un movimiento en el que cada comienzo es abstracto, y cuya dialéctica
consiste en la superación de esta abstracción. Dicho ascenso
es, pues, en general, un movimiento de la parte al todo y del todo a la
parte, del fenómeno a la esencia y de la esencia al fenómeno,
de la totalidad a la contradicción y de la contradicción a la
totalidad, del objeto al sujeto y del sujeto al objeto. El progreso de lo abstracto
a lo concreto como método materialista del conocimiento de la realidad
es la dialéctica de la totalidad concreta, en la que se reproduce idealmente
la realidad en todos sus planos y dimensiones. El proceso del pensamiento
no se limita a transformar el todo caótico de las representaciones en
el todo diáfano de los conceptos; sino que en este proceso, es diseñado,
determinado y comprendido, al mismo tiempo, el todo mismo.
Como es
sabido, Marx distinguía el método de investigación del
método de exposición. Sin embargo, el método de investigación
se pasa por alto como algo conocido, y el método de exposición
es considerado como una forma de presentación, y, por tanto, no
se ve que no es sino el método de explicación, gracias al cual
el fenómeno se vuelve transparente, racional, comprensible. El método
de investigación comprende tres grados:
1) Asimilación minuciosa de la materia, pleno
dominio del material incluyendo todos los detalles históricos
posibles.
Análisis de las diversas formas de desarrollo del material
mismo.
Indagación de coherencia interna, es decir, determinación
de la unidad de esas diversas formas de desarrollo.12
Sin
el pleno dominio de este método de investigación, cualquier
dialéctica se convierte en una vacua especulación.
En cuanto
a la ciencia inicia su propia exposición estamos ya ante el resultado de
una investigación y de una asimilación crítico-científica
de la materia. El comienzo de la exposición es ya un comienzo mediato,
que contiene en germen la estructura de toda la obra. Pero lo que puede y debe
ser el comienzo de la exposición, o sea, del desarrollo científico
(exégesis) de la problemática, no es conocido todavía
al comienzo de la investigación. El inicio de la exposición
y el inicio de la investigación son cosas distintas. El comienzo de
la investigación es casual y arbitrario en tanto que el de la exposición
es necesario.
El Capital de
Marx se inicia —y esto es ya un lugar común —con el análisis
de la mercancía. Pero el hecho de que la mercancía sea una célula
de la sociedad capitalista, su comienzo abstracto, cuyo desarrollo reproduce
la estructura interna de la sociedad capitalista, tal comienzo de la exposición
es resultado de una investigación, el resultado de la asimilación
científica de la materia. Para la sociedad capitalista, la mercancía
es la realidad absoluta, puesto que es la unidad de todas
las determinaciones, el embrión de todas las contradicciones, y, en
este sentido, puede ser caracterizada en términos hegelianos como la
unidad del ser y el no ser, de la distinción y la indistinción,
de la identidad y la no identidad. Todas las determinaciones ulteriores son
definiciones o concreciones más ricas de este "absoluto" de
la sociedad capitalista. La dialéctica de la explicación o exégesis
no puede eclipsar el problema central: ¿cómo llega la ciencia al comienzo
necesario de la exposición, o sea, de la explicación? En
la interpretación de la obra de Marx, el no distinguir e incluso confundir
el comienzo de la indagación con el comienzo de la explicación,
da origen a trivialidades y absurdos. En la indagación el comienzo es
arbitrario, mientras en la exposición es la explicación de
la cosa, justamente porque la presenta en su desarrollo interno
y en su evolución necesaria. El comienzo auténtico
es aquí un comienzo necesario, a partir del cual se desarrollan necesariamente las
restantes determinaciones. Sin un comienzo necesario, la exposición
deja de ser un desarrollo, una explicación, para convertirse en una
mezcolanza ecléctica, o un continuo saltar de acá para allá o,
por último, lo que se opera no es el desarrollo interno y necesario
de la cosa misma, sino el desarrollo del reflejo de la cosa, de la
meditación sobre la cosa, lo cual es —en relación a la
cosa— algo externo y arbitrario. El método de la explicación
no es el desarrollo evolutivo, sino el despliegue, la manifestación
y “complicación” de las contradicciones, el desarrollo
de la cosa por mediación de éstas.
La explicación
es un método que presenta el desenvolvimiento de la cosa como transformación
necesaria de lo abstracto en concreto. El desconocimiento del método
de la explicación dialéctica (basado en la concepción
de la realidad como totalidad concreta) conduce, bien a la absorción
de lo concreto por lo abstracto, o bien a saltarse los términos intermedios
y a la construcción de abstracciones forzadas.
La dialéctica
materialista como método de explicación científica de
la realidad humano-social no significa, por tanto, la búsqueda del núcleo
terreno de las configuraciones espirituales (como supone el materialismo reduccionista,
espinoziano de Feuerbach), ni el acercamiento de los fenómenos culturales
a los equivalentes económicos (como enseñaba Plejanov siguiendo
la misma tradición espinoziana), o la reducción de la cultura
al factor económico. La dialéctica no es el método
de la reducción, sino el método de la reproducción espiritual
e intelectual de la realidad, el método del desarrollo, o explicación,
de los fenómenos sociales partiendo de la actividad práctica
objetiva del hombre histórico.
La
categoría de totalidad, que Spinoza ha anunciado por primera
vez con su natura naturans y natura
naturata, en la filosofía moderna, fue elaborada
en la filosofía clásica alemana como uno de los conceptos centrales que distinguen
polémicamente la dialéctica de la metafísica.
La idea de totalidad, que comprende la realidad en sus leyes internas
y descubre, bajo la superficialidad y casualidad de los fenómenos,
las conexiones internas y necesarias se opone al empirismo
que considera las manifestaciones fenoménicas y casuales,
y no llega a la comprensión de los procesos de desarrollo
de lo real. Desde el ángulo de la totalidad se entiende
la dialéctica de las leyes y de la casualidad de los fenómenos,
de la esencia interna y de los aspectos fenoménicos de la
realidad, de la parte y el todo, del producto y de la producción,
etc. Marx 13 tomó este concepto dialéctico, lo depuró de
mistificaciones idealistasy lo convirtió, en su nueva forma.,
en uno de los conceptos centrales de la dialéctica materialista.
Sin embargo,
los conceptos centrales de la filosofía en los que se revelan los aspectos
esenciales de la realidad tienen un extraño destine No son nunca monopolio
intelectual de la filosofía que por primera vez se sirvió de
ellos y los fundamentó, sino que, gradualmente, pasan a ser propiedad
común. La difusión o aceptación de los conceptos, o el
proceso mediante el cual un concepto adquiere notoriedad universal entraña, al
mismo tiempo, su metamorfosis. También la categoría de totalidad
ha alcanzado en el siglo xx una amplia resonancia y notoriedad, pero, a la
par con ello, se ha visto expuesta continuamente al peligro de ser entendida
de manera unilateral, y transformarse así en su opuesto, es decir, dejar
de ser un concepto dialéctico. La dirección principal
en la que, en los últimos decenios, se ha ido modificando el concepto
de totalidad, ha sido su reducción a una exigencia metodológica, y
una regla metodológica en la indagación de la realidad. Esta
degeneración del concepto ha desembocado en dos trivialidades: que todo
está en conexión con todo y que el todo es más que las
partes.
En la filosofia
materialista, la categoría de totalidad concreta es, ante todo
y en primer lugar, la respuesta a la pregunta: ¿qué es la realidad?
Y sólo en segundo término, y como resultado de la solución
materialista a esta primera cuestión, es y puede ser un principio
epistemológico y una exigencia metodológica. Las corrientes
idealistas del siglo xx han liquidado la triple dimensión de la totalidad
como principio metodológico, reduciéndola esencialmente a una
sola dimensión, a la relación de la parte con el todo,14 y, sobre todo, han separado radicalmente la totalidad (como lógica
y principio epistemológico del conocimiento de la realidad)
de la concepción materialista de la realidad como
totalidad concreta. Con tal separación, la totalidad como principio
metodológico ha perdido su fundamento y coherencia, lo que ha conducido
inmediatamente a su interpretación idealista y al empobrecimiento de
su contenido.
El conocimiento
de la realidad, el modo, la posibilidad de conocerla, dependen, en fin de cuentas,
de una concepción explícita o implícita de la realidad.
La cuestión de cómo puede ser conocido lo real, va precedida
de otra fundamental: qué es la realidad.
¿Qué es
la realidad? Si es un complejo de hechos, de elementos simplísimos y
directamente inderivables, de ello se desprende, en primer lugar, que lo concreto
es el conjunto de todos los hechos, y, en segundo lugar, que la realidad
en su concreción es esencialmente incognoscible, puesto que es posible
añadir a todo fenómeno nuevas facetas y aspectos, hechos ulteriores,
que fueron olvidados o aun no descubiertos, y, me-diante esta adición
infinita, se puede demostrar el carácter abstracto e inconcreto
del conocimiento. "Todo conocimiento, sea intuitivo o discursivo —escribe
uno de los principales detractores contemporáneos de la filosofía
de la totalidad concreta—, es necesariamente conocimiento de aspectos
abstractos y nunca podremos comprender la estructura «concreta» de
la realidad social en sí misma .15
Existe una
diferencia fundamental entre la opinión que considera la realidad como
totalidad concreta, es decir, como un todo estructurado en vías de desarrollo
y autocreación, y el punto de vista según el cual el conocimiento
humano puede o no puede alcanzar la "totalidad" de los diversos aspectos
y hechos, propiedades, cosas, relaciones y procesos de la realidad. En el segundo
caso la realidad es comprendida como el conjunto de todos los hechos. Y puesto
que todos los hechos por principio no pueden ser nunca abarcados por
el conocimiento humano, ya que siempre es posible agregar otros hechos y aspectos;
la tesis de la concreción, o de la totalidad, es conside-rada como algo
místico.16 Pero, en verdad, la totalidad no significa todos
los hechos. Totalidad significa: realidad como un todo estructurado y
dialéctico, en el cual puede ser comprendido racionalmente cualquier
hecho (clases de hechos, conjunto de hechos). Reunir todos los hechos
no significa aún conocer la realidad, y todos los hechos (juntos) no
constituyen aún la totalidad. Los hechos son conocimiento de la realidad
si son comprendidos como hechos de un todo dialéctico, esto es si no
son átomos inmutables, indivisibles e inderivables, cuya conjunción
constituye la realidad, sino que son concebidos como partes estructurales del
todo. Lo concreto, o sea la totalidad, no es, por tanto, todos los hechos,
el conjunto de ellos, el agrupamiento de todos los aspectos, cosas y relaciones,
ya que en este agrupamiento falta aún lo esencial: la totalidad y la
concreción. Sin la comprensión de que la realidad es totalidad
concreta que se convierte en estructura significativa para cada hecho
o conjunto de hechos, el conocimiento de la realidad concreta no pasa de ser
algo místico, o la incognoscible cosa en sí.
La dialéctica
de la totalidad concreta no es un método que pretenda ingenuamente conocer todos los
aspectos de la realidad sin excepción y ofrecer un cuadro "total" de
la realidad con sus infinitos aspectos y propiedades, sino que es una teoría
de la realidad y de su conocimiento como realidad. La totalidad concreta
no es un método para captar y describir todos los aspectos,
caracteres, propiedades, relaciones y procesos de la realidad; es la teoría
de la realidad como totalidad concreta. Si la realidad es entendida coma
concreción, como un todo que posee su propia estructura (y, por tanto,
no es algo caótico), que se desarrolla (y, por ende, no es algo inmutable
y dado de una vez para siempre), que se va creando (y, en consecuencia, no
es un todo perfectamente acabado y variable sólo en sus partes singulares
o en su disposición), de tal concepción de la realidad se desprenden
ciertas conclusiones metodológicas que se convierten en directriz heurística
y principio epistemológico en el estudio, descripción, comprensión,
ilustración y valoración de ciertos sectores tematizados de la
realidad, tanto si se trata de la física o de la ciencia literaria,
de la biología o de la economía política, de problemas
teóricos de las matemáticas o de cuestiones prácticas
vinculadas con la regulación de la vida humana o de las relaciones sociales.
En la ciencia
moderna el pensamiento humano llega tanto al conocimiento dialéctico,
a la concepción dialéctica del conocimiento, que se manifiesta
especialmente en la relación dialéctica de la verdad absoluta
y la verdad relativa, de lo racional y lo empírico, de lo abstracto
y lo concreto, del punto de partida y el resultado, del postulado y la demostración,
como a la comprensión dialéctica de la realidad objetiva. La
posibili-dad de crear una ciencia unitaria y una concepción unitaria
de esta ciencia se basa en el descubrimiento de la más profunda unidad
de la realidad objetiva. El notable desarrollo de la ciencia en el siglo xx
depende del hecho de que cuanto más se especializa y diferencia la ciencia,
cuanto más nuevos campos descubre y describe, tanto más transparente
se vuelve la unidad material interna de los sectores de la realidad
más diversos y alejados, a la vez que se plantea de un modo nuevo el
problema de las relaciones entre mecanismo y organismo, entre causalidad y
teleología, y, con ello, el problema de la unidad del mundo. La
diferenciación de la ciencia (que en determinadas etapas de su desarrollo
parecía amenazar su unidad, y presentaba el peligro de fragmentar el
mundo, la naturaleza y la materia en todos independientes y aislados, y de
transformar a los hombres de ciencia de las distintas especialidades en eremitas
solitarios privados de todo contacto y posibilidad de comunicación),
conduce con sus resultados y consecuencias reales a un descubrimiento
y conocimiento más profundos de la unidad de la realidad.
Por otro lado, esta comprensión más profunda de la unidad de
lo real representa una comprensión también más profunda
del carácter específico de sus distintos sectores y
fenómenos particulares. En abierto contraste con el romántico desprecio
por las ciencias naturales y la técnica, han sido precisamente
la técnica moderna, la cibernética, la física y la biología
las descubridoras de nuevas posibilidades de desarrollo del humanismo y de
la investigación de lo específicamente humano.
Las tentativas
de crear una nueva ciencia unitaria tienen su origen en la comprobación
de que la propia realidad, en su estructura, es dialéctica. La existencia
de analogías estructurales entre los más diversos campos —que,
por otra parte, son absolutamente distintos— se basa en el hecho de que
todas las regiones de la realidad objetiva son sistemas, es decir, complejos
de elementos que se influyen mutuamente.
El paralelismo
del desarrollo en varias ramas de la ciencia, especialmente en la biología,
la física, la química, la tecnología, la cibernética
y la psicología, conduce a la problemática de la organización,
de la estructura, de la integridad, de la interacción dinámica,
y, con ello, a la comprobación de que el estudio de partes y de procesos
aislados no es suficiente, y que, en cambio, el problema esencial es el de "las
relaciones organizadas que resultan de la interacción dinámica.,
y determinan que el comportamiento de la parte sea distinto, según
se examine aisladamente o en el interior de un todo". 17 Las
analogías
estructurales determinan el punto de partida de un examen más profundo
del carácter específico de los fenómenos. El positivismo
ha llevado a cabo en la filosofía una depuración general de los
residuos de la concepción teológica de la realidad
que jerarquizaba a ésta de acuerdo con sus grados de perfección,
y procediendo como un perfecto nivelador ha reducido toda la realidad a la
realidad física. La unilateralidad de la "concepción cientificista
de la filosofía no debe hacernos olvidar los méritos de la obra
destructiva y desmistificadora del positivismo moderno. La jerarquización
de la realidad conforme a un principio no teológico sólo es posible
sobre la base de los grados de complejidad de la estructura,
y de las formas de movimiento de la propia realidad. La jerarquización
de los sistemas de acuerdo con la complejidad de su estructura interna constituye
un fecundo complemento de la Ilustración y de la herencia de Hegel,
quien bajo el rubro de mecanismo, quimismo y organismo examina la realidad
(entendida como sistema) desde el punto de vista de la complejidad de su estructura
interna. Pero sólo la concepción dialéctica del aspecto
ontológico y gnoseológico de la estructura y del sistema permite
llegar a una solución fructífera, y evitar los extremos del formalismo
matemático, de una parte, y del ontologismo me-tafísico, de otra.
Las analogías estructurales de las diversas formas de relaciones
humanas (lenguaje, economía, relaciones de parentesco, etc.) pueden
conducir a una comprensión y explicación más profundas
de la realidad social, a condición de que sean respetadas tanto la analogía
estructural como el carácter específico de los
fenómenos en cuestión.
La concepción
dialéctica de la relación entre la ontología y la gnoseología
permite reconocer la falta de homogeneidad o de correspondencia entre la estructura
lógica (modelo) mediante la cual se explica la realidad
o determinado sector de ella y la estructura de esa misma realidad. Con ayuda
de un determinado modelo, que estructuralmente es de "orden inferior" respecto
a la estructura de determinada esfera de la realidad, esta esfera más
compleja sólo puede ser comprendida de un modo aproximado, y el modelo
puede constituir una primera aproximación a una adecuada descripción
e interpretación de la realidad. Fuera de los límites de esta
primera aproximación la interpretación resulta falsa. Gracias
al concepto de mecanismo, por ejemplo, es posible explicar el mecanismo
de un reloj, el mecanismo de la memoria, el mecanismo de la vida social (del
Estado, de las relaciones sociales, etc.). Pero sólo en el primer caso
el concepto de mecanismo agota la esencia del fenómeno y lo explica
de manera adecuada, mientras que en los otros dos casos, merced al modelo
del mecanismo, se explican solamente ciertos aspectos del fenómeno,
o una determinada apariencia suya fetichizada; es decir, se tiene la posibilidad de
una primera aproximación y de una comprensión conceptual
de los fenómenos. En tales casos se trata de una realidad más
compleja, cuya adecuada descripción y explicación exigen categorías
lógicas (modelos) estructuralmente adecuadas.
Para la
filosofía contemporánea es importante saber distinguir —tras
la diversa, oscura y con frecuencia mistificadora terminología de las
distintas escuelas y tendencias— el problema real central y
el contenido de los conceptos. Ahora bien en el presente caso esto significa
que hay que preguntarse si los conceptos clásicos de la filosofia materialista —como,
por ejemplo, el concepto de la totalidad concreta—- no ofrecen mejores
premisas para la comprensión conceptual de la problemática que
la ciencia contemporánea configura en términos de estructura
y sistema, o bien si el concepto de totalidad concreta implica ambos conceptos.
Desde este punto de vista puede hacerse también la crítica de
la incoherencia o unilateralidad de las tendencias filosóficas que en
cierto modo reflejan el nacimiento espontáneo de la dialéctica
de la ciencia del siglo xx (Lenin), como es, por ejemplo, el caso
de la filosofía del pensador suizo Gonseth. Gonseth subraya
el carácter dialéctico del conocimiento humano, pero ante el
temor de caer en la metafísica no da una respuesta satisfactoria a la
cuestión de si la realidad objetiva que el pensamiento humano conoce
es también dialéctica. Según Gonseth, el conocimiento
humano crea diversos horizontes o imágenes de la realidad, pero nunca
alcanza la realidad "última" de las cosas. Si con ello se
quiere decir que la realidad es inagotable para el conocimiento humano y que,
por tanto, es una totalidad absoluta, mientras que la humanidad sólo
alcanza, en cada etapa de su desarrollo, una totalidad relativa, es decir,
cierto grado de conocimiento de la realidad, podríamos estar conformes
con la posición de Gonseth. Pero algunas de sus formulaciones tienen
un carácter claramente relativista. Según Gonseth, el hombre,
en su conocimiento, no se halla en relación con la realidad misma,
sino sólo con determinados horizontes o imágenes de la realidad,
históricamente cambiantes, que nunca captan la realidad en su estructura "última" y
fundamental. La realidad, por tanto, se evapora y al hombre sólo le
queda una imágen de ella. Gonseth confunde erróneamente dos problemas:
el ontológico y el gnoseológico, el problema de la verdad objetiva
y la dialéctica de la verdad relativa y absoluta. Testimonio fehaciente
de ello es la siguiente formulación característica: "El
mundo natural es tal, y nosotros somos tales, que la realidad no se nos ofrece
en un conocimiento definitivo (lo que es cierto), en su esencia (lo que es
falso)".18 Un conocimiento que se abstraiga de la naturaleza, de la materia,
de la realidad objetiva, no puede dejar de caer, en uno u otro grado,
en el rela-tivismo, puesto que sólo será, un conocimiento o expresión
de imágenes u horizontes de la realidad, sin que pueda definir ni distinguir
cómo es conocida la propia realidad objetiva en estos horizontes o imágenes.
El principio
metodológico de la investigación dialéctica de la realidad
social es el punto de vista de la realidad concreta, que ante todo significa
que cada fenómeno puede ser comprendido como elemento del todo. Un fenómeno
social es un hecho histórico en tanto y por cuanto se le examina como
elemento de un determinado conjunto y cumple por tanto un doble cometido
que lo convierta efectivamente en hecho histórico: de un lado, definirse
a sí mismo, y, de otro lado, definir al conjunto; ser simultáneamente
productor y producto; ser determinante y, a la vez, determinado; ser revelador
y, a un tiempo, descifrarse a sí mismo; adquirir su propio auténtico
significado y conferir sentido a algo distinto. Esta interdependencia y mediación
de la parte y del todo significa al mismo tiempo que los hechos aislados son
abstracciones, elementos artificiosamente separados del conjunto, que únicamente
mediante su acoplamiento al conjunto correspondiente adquieren veracidad y
concreción. Del mismo modo, el conjunto donde no son diferenciados y
determinados sus elementos es un conjunto abstracto y vacío.
La diferencia
entre el conocimiento sistemático-acumulativo y el conocimiento dialéctico
es, esencialmente, la existente entre dos concepciones distintas de la realidad.
Si la realidad es un conjunto de hechos, el conocimiento humano sólo
puede ser abstracto, un conocimiento sistemático-analítico de
las partes abstractas de la realidad, mientras que el todo de la realidad es
incognoscible. "El objeto del estudio científico —afirma
Hayek polemizando con el marxismo— no es nunca la totalidad de todos
los fenómenos observables en determinado instante y lugar, sino siempre
y sólo determinados aspectos, abstraídos de ella. El espíritu
humano no puede jamás abarcar el « conjunto> en el sentido
de totalidad de los diversos aspectos de la situación real".19
Precisamente
porque la realidad es un todo estructurado, que se desarrolla y se crea, el
conocimiento de los hechos, o de conjuntos de hechos de la realidad, viene
a ser el conocimiento del lugar que ocupan en la totalidad de esta realidad.
A diferencia del conocimiento sistemático (que obra por vía acumulativa)
del racionalismo y del empirismo, que parte de principios fijados en un proceso
sistemático de adición lineal de nuevos hechos, el pensamiento
dialéctico arranca de la premisa de que el pensamiento humano se realiza
moviéndose en espiral, donde coda comienzo es abstracto y relativo
Si la realidad es un conjunto dialéctico y estructurado, el conoci-miento
concreto de la realidad consiste, no en la sistemática adición
de unos hechos a otros, y de unos conceptos a otros, sino en un proceso de concretizacion, que
procede del todo a las partes y de las partes al todo; del fenómeno
a la esencia y de la esencia al fenómeno; de la totalidad a las contradicciones
y de las contradicciones a la totalidad, y precisamente en este proceso de
correlación en espiral, en el que todos los conceptos entran en movimiento recíproco y
se iluminan mutuamente, alcanza la concreción. El conocimiento dialéctico
de la realidad no deja intactos los distintos conceptos en el camino ulterior
del conocer; no es una sistematización de conceptos que procede por
adición, una sistematización que se levanta sobre una base inmutable
y de una vez para siempre, sino que es un proceso en espiral de compenetración
y esclarecimientos mutuos de los conceptos, en el que la abstracción
(unilateralidad y aislamiento) de los diversos aspectos es superada
en una correlación dialéctica cuantitativo-cualitativa, regresivo-progresiva.
La concepción dialéctica de la totalidad no sólo significa
que las partes se hallan en una interacción y conexión internas
con el todo, sino también que el todo no puede ser petrificado en una
abstracción situada por encima de las partes, ya que el todo se
crea a sí mismo en la interacción de éstas.
Las ideas
relativas a la cognoscibilidad o incognoscibilidad de la concreción
como conocimiento de todos los hechos se basaban en las concepciones empírico-racionalistas
según las cuales el conocimiento se alcanza mediante un método
de aná-lisis y por acumulación. El postulado de esas concepciones,
la representación atomística de la realidad como agregado de
cosas, procesos y hechos. Por el contrario, en el pensamiento dialéctico
la realidad se concibe y representa como un todo, que no es sólo un
conjunto de relaciones, hechos, y procesos, sino también su creación, su
estructura y génesis. Al todo dialéctico pertenece la creación del
todo, la creación de la unidad, la unidad de las contradicciones y su
génesis. Heráclito representa la concepción dialéctica
de la realidad con su genial imagen simbólica del mundo como un fuego
que se enciende y se apaga según leyes, pero al mismo tiempo subraya
de un modo especial la negatividad de la realidad. Heráclito
llama al fuego "defecto y saturación". 20
En la historia
del pensamiento filosófico se revelan tres concepciones fundamentales
del todo o de la totalidad, basadas en una determinada concepción de
la realidad, que postulan los correspondientes principios epistemológicos:
1) la concepción atomístico-racionalista de Descartes
a Wittgenstein, que
concibe el todo como la totalidad de los elementos y hechos
más simples;
2) la concepción organicista y organicista-dinámica, que
formaliza el todo y afirma el predominio y la prioridad del todo
sobre las partes (Schelling, Spann);
3)
la concepción dialéctica (Heráclito, Hegel, Marx), que
concibe la realidad como un todo estructurado, que se desarrolla
y crea.
En
el siglo xx se ha desplegado un ataque en dos frentes contra la
concepción de la realidad como totalidad. Para los empiristas,
al igual que para los existencialistas, el mundo se ha fragmentado,
se ha disgregado, ha dejado de ser una totalidad y se ha convertido
en un caos, cuya reestructuración corresponde al sujeto.
En el caos del mundo, el orden es introducido por el sujeto trascendental
o por la perspectiva subjetiva, para la cual se ha deshecho la
totalidad del mundo que cede su sitio al divisionismo de los horizontes
subjetivos. 21
El
sujeto que conoce el mundo y para el cual éste existe como
un cosmos u orden divino o totalidad, es siempre un sujeto
social, y la actividad que conoce la realidad natural y humano-social
es la actividad de un sujeto social. La separación de sociedad
y naturaleza marcha al unísono
con la incomprensión de que la realidad humano-social es tan real
como la nebulosa, los átomos y las estrellas aunque no sea la misma realidad.
De aquí deriva el supuesto de que sólo la realidad natural es
la auténtica realidad, mientras que el mundo humano es menos real
que una piedra, un meteoro o el So1, y que sólo una realidad (la humana)
es comprensible, mientras que la otra realidad (la natural) sólo es
explicable.
Para
el materialismo la realidad social puede ser conocida en su concreción
(totalidad) a condición de que se descubra la naturaleza de
la realidad social, de que se destruya la pseudoconcreción y de que
la realidad social sea conocida como unidad dialéctica de la base y
la supraestructura, y el hombre como sujeto objetivo, histórico-social.
La realidad social no puede ser conocida como totalidad concreta
si el hombre, en el ámbito de la totalidad, es considerado únicamente
y, sobre todo, como objeto, y en la práctica histórico-objetiva
de la humanidad no se reconoce su importancia primordial como sujeto. La
cuestión de la concreción, o totalidad de lo real, no concierne,
pues, primariamente, a la plenitud o falta de plenitud de los hechos, o a la
variabilidad y el desplazamiento de los horizontes, sino a la cuestión fundamental: ¿qué es
la realidad? En lo referente a la realidad social, esta pregunta
puede ser contestada si es reducida a esta otra: ¿cómo
es creada la realidad social? Esta problemática que tiene
a indagar qué es la realidad social mediante la verificación
de cómo es creada la realidad social misma entraña una
concepción revolucionaria de la sociedad y el hombre.
Si
volvemos de nuevo a considerar el problema del hecho y de su importancia en
el conocimiento de la realidad social, hay que subrayar, además del
principio generalmente admitido de que cada hecho sólo es comprensible
en su contexto, 22 una
verdad aún más importante y fundamental, que generalmente
se pasa por alto: el concepto mismo de hecho está determinado
por la concepción total de la realidad social. El problema
de qué es el hecho histórico, es sólo un aspecto
parcial del problema principal: qué es la realidad
social.
Estamos
de acuerdo con el historiador soviético Kon cuando dice que los hechos
elementales se han mostrado como algo muy complejo y que la ciencia, que en
el pasado se ocupaba de los hechos singulares, se orienta hoy cada vez más
hacia los procesos y las interrelaciones. La dependencia entre los hechos y
las generalizaciones es una conexión y dependencia recíproca.
Así como la generalización es imposible sin los hechos,
no existe tampoco ningún hecho científico que no contenga algún
elemento de generalización. En cierto sentido el hecho histórico
no es .sólo la premisa de la indagación sino también su
resultado. 23 Pero si entre los hechos y la generalización existe una
relación dialéctica de compenetración lógica se
expresa la verdad de que la generalización es generalización
y cada generalización es generalización de los hechos, ¿cómo
explicar esta reciprocidad lógica? En esta relación lógica
se expresa la verdad de que la generalización es la conexión
interna de los hechos, y de que el propio hecho refleja determinado contexto.
En su esencia ontológica cada hecho refleja toda la realidad, y el significado objetivo de
los hechos consiste en la riqueza y esencialidad con que complementan y al
mismo tiempo reflejan la realidad. Por esta razón es posible
que un hecho revele más y otro menos, o que el mismo hecho diga más
o menos de acuerdo con el método y la actitud subjetiva del científico,
es decir, según la capacidad del hombre de ciencia para interrogar a
los hechos, y descubrir su contenido y significado objetivo. La distinción
de los hechos según su significado y su importancia no es el resultado
de una valoración subjetiva, sino que emana del contenido objetivo de
los propios hechos. En cierto sentido, la realidad no existe de otro modo sino
como conjunto de hechos, como totalidad jerarquizada y articulada de ellos.
Todo proceso cognoscitivo de la realidad social es un movimiento circular,
en el que la indagación parte de los hechos para tornar de nuevo a ellos. ¿Qué ocurre
con estos hechos en el proceso cognoscitivo? El conocimiento de la realidad
histórica es un proceso de asimilación teórica o crítica,
de interpretación y valoración de los hechos; en ese proceso
es imprescindible para el conocimiento objetivo de los hechos la actividad
del hombre, del científico. Esa actividad que revela el contenido objetivo
y el significado de los hechos es el método científico. El método
científico es más o menos eficiente en relación con la
mayor o menor riqueza de la realidad contenida objetivamente en tal o
cual hecho, que es capaz de descubrir, explicar y motivar. Conocida es la indiferencia
demostrada por ciertos métodos y tendencias hacia determinados hechos;
ella se debe a la incapacidad de ver en ellos algo importante, esto es, su
propio contenido y significado objetivo.
El
método
científico es el medio gracias al cual se descifran los hechos. ¿Cómo
es que los hechos no son trasparentes y constituyen un problema, cuyo sentido
debe revelar, ante todo, la ciencia? El hecho es la cifra de la realidad. La
falta de transparencia del hecho para la conciencia
ingenua consiste en el doble papel que desempeña siempre
el hecho, en la duplicidad de la que hemos hablado más arriba. Ver sólo
un aspecto de los hechos, bien sea su inmediatez o su carácter mediato,
su determinación, o solamente su carácter determinante, equivale
a cifrar la cifra, es decir, a no comprender el hecho como cifra. Un político
aparece durante su vida a los ojos de los contemporáneos como un gran político.
Después de su muerte se demuestra que era sólo un político mediocre,
y que su supuesta grandeza no era más que "una ilusión de
su tiempo". ¿Qué es lo que era el hecho histórico? ¿La ilusión que
dio una apariencia de grandeza y "creó" la historia, o la
verdad, que se ha manifestado sólo más tarde y que en el
momento decisivo no existía como acción y realidad? El historiador
debe ocuparse de los acontecimientos tal y como se desarrollaron efectivamente. ¿Pero
qué significa esto? ¿La historia es realmente la historia de
la conciencia humana, la historia de cómo
los hombres han cobrado conciencia de su tiempo y de los hechos
que han sucedido; o bien es la historia de cómo las cosas
han ocurrido realmente y hubieron de reflejarse en la conciencia
humana? Surge aquí un doble peligro: describir los hechos
históricos tal y como debieron ocurrir, esto es,
racionalizar y hacer lógica la historia, o narrar acríticamente
los acontecimientos sin valorarlos, lo que equivale a abandonar
el carácter fundamental de la labor científica, a
saber: la distinción de lo esencial y lo accesorio como
sentido objetivo de los hechos. La existencia misma de
la ciencia depende de la posibilidad de hacer esa distinción.
Sin ella no habría ciencia.
La
mistificación
y la falsa conciencia de los hombres respecto a los acontecimientos, ya sean éstos
contemporáneos o pasados, forman parte de la historia. El historiador
que considerase la falsa conciencia como un fenómeno accesorio o casual, o
que la eliminase como una mentira y falsedad que nada tiene que ver con
la historia, tergiversaría la historia misma. Mientras que la
Ilustración elimina de la historia la falsa conciencia, y presenta la
historia de esa conciencia como una historia de los errores que no se habrían
cometido si los hombres hubiesen .sido más perspicaces y los soberanos
más sabios, la ideología romántica, por el contrario,
considera verdadera la falsa conciencia, porque sólo ella ha tenido
eficacia, efecto e influencia práctica, y, por tanto, solo
ella es la realidad histórica.24 Al ser
hipostasiado el todo y darle una posición privilegiada con
relación a las
partes (hechos) se abre uno de los caminos por los que se llega,
no a la totalidad concreta, sino a la falsa totalidad.
Si el proceso total representa con respecto a los hechos una
realidad auténtica y superior, la realidad puede
existir, en ese caso, independientemente de los hechos, y, sobre
todo, de aquellos que la contradicen. En esta formulación,
que hipostasia e independiza el todo frente a los hechos, hay toda
una justificación teórica del subjetivismo, que ignora
y fuerza los hechos en nombre de una "realidad superior".
La facticidad de los hechos no equivale a su realidad, sino a su
sólida superficialidad, a su unilateralidad, e inmovilidad.
La realidad de los hechos se opone a su facticidad porque
sea una realidad de otro orden, y, por tanto, en este
sentido una realidad independiente de los hechos, sino
porque es la relación interior, la dinámica
y el contraste de la totalidad de los hechos. La preponderancia
del proceso total sobre los hechos, la atribución a la tendencia
a una realidad superior a la de los hechos y, con ello, la
transformación de la tendencia, de tendencia de los hechos
en tendencia independiente de los hechos, expresa el predominio
del todo hipostasiado sobre las partes y, por tanto, de la falsa totalidad
sobre la totalidad concreta. Si el proceso del todo posee una realidad
superior a los hechos y no constituye ya la realidad y regularidad
de cada uno de los hechos, se convierte en algo independiente de
los hechos y lleva, por consiguiente, una existencia de carácter
distinto a la de ellos mismos. El todo es separado de las partes
y existe independientemente de ellas.25
La
teoría
materialista distingue dos contextos de hechos: el contexto de la
realidad, en el cual los hechos existen originaria y primordialmente, y el
contexto de la teoría, en el cual los hechos se dan por segunda vez
y mediatamente ordenados, después de haber sido previamente arrancados
del contexto originario de lo real. Pero ¿cómo se puede hablar
del contexto de lo real, en el cual los hechos existen primaria y originariamente,
si ese contexto sólo puede ser conocido arrancando
a los hechos del contexto de la realidad?. El hombre no puede conocer el contexto
de la realidad de otro modo que separando y aislando los hechos del contexto,
y haciéndolos relativamente independientes. Aquí está el fundamento de
todo conocimiento: la escisión del todo. El conocimiento
es siempre una oscilación dialéctica (decimos dialéctica
porque existe también una oscilación metafísica, que parte
de ambos polos considerados como magnitudes constantes, y registra sus relaciones
exteriores y reflexivas), oscilación entre los hechos y el contexto
(totalidad); ahora bien, el centro mediador activo de esa oscilación
es el método de investigación. La absolutización de esta
actividad del método(y semejante actividad es innegable), da
origen a la ilusión idealista de que el pensa-miento crea lo concreto,
o de que los hechos únicamente adquieren sentido y significado en la
mente del hombre.
El
problema fundamental de la teoría materialista del conocimiento 26 no
es otro que el de la relación y posibilidad de transformar la totalidad
concreta en totalidad abstracta: ¿cómo lograr que el pensamiento,
al reproducir mentalmente la realidad, se mantenga a la altura de la totalidad concreta, y
no degenere en totalidad abstracta? Si se separan radicalmente realidad y facticidad
se hace imposible distinguir en los hechos nuevas tendencias y contradicciones,
ya que para la falsa totalidad todo hecho esta ya predeterminado antes
de cualquier indagación, y se halla identificado e hipostasiado, de
una vez y para siempre, por toda la tendencia evolutiva. Esta misma tendencia,
que se muestra con la pretensión de constituir una realidad de grado superior, degenera
en abstracción y, por tanto, en una realidad de grado inferior respecto
de los hechos empíricos, ya que no representa una tendencia histórica
de los propios hechos, sino una tendencia que se da al margen de ellos, detrás,
y por encima de los hechos e inde-pendientemente de ellos.
La
falsa totalización y síntesis se manifiesta en el método
del principio abstracto, que deja a un lado la riqueza de la realidad,
es decir, su contradictoriedad y multiplicidad de significados, para abarcar
exclusivamente los hechos concordantes con el principio abstracto. El principio
abstracto, elevado al rango de totalidad, es una totalidad vacia,
que trata la riqueza de lo real como un ''residuo" irracional e incomprensible.
El método del “principio abstracto” deforma la imagen total de
la realidad (acontecimientos históricos, obras artísticas) y, al
mismo tiempo, es insensible a los detalles. Sabe de ellos, los
registra, pero no los comprende, porque no entiende su significado. No
revela el sentido objetivo de los hechos (detalles), sino que lo oscurece.
Altera así la integridad del fenómeno investigado, porque lo
descompone en dos esferas independientes; la parte que
conviene al principio y que, por eso, es explicada, y la
parte que contradice a aquél y que queda, por ello, en la sombra (sin
explicación ni comprensión racional), como un "residuo" no
explicado e inexplicable del fenómeno.
El
punto de vista de la totalidad concreta no tiene nada de común con la
totalidad "holista",
organicista o neorromántica, que hipostasia el todo sobre las partes,
y efectúa la mitologización del todo. 27 La
dialéctica
no puede concebir la totalidad como un todo ya acabado y formalizado que determina
las partes, por cuanto a la propia determinación de la totalidad pertenecen
la génesis y el desarrollo de la totalidad, lo que
implica desde el punto de vista metodológico, la indagación de
cómo nace la totalidad, y cuáles son las fuentes
internas de su desarrollo y movimiento. La totalidad no es un todo ya
preparado, que se llena de un contenido, de la cualidad de las partes o de
sus relaciones, sino que la totalidad misma se concretiza y esta concreción
no es sólo creación del contenido, sino también creación
del todo. El carácter genético-dinámico de la totalidad
fue puesto de manifiesto por Marx en unos pasajes geniales de sus Grundrisse: "En
un sistema burgués desarrollado cada relación económica
presupone otras relaciones en la forma económica burguesa y, por
tanto, cada hecho es, al mismo tiempo, un supuesto; así ocurre, en efecto,
en todo sistema orgánico. Este mismo sistema orgánico, como totalidad,
que tiene sus supuestos y su desarrollo en el sentido de la totalidad,
consiste precisamente en someter a sí todos los elementos de la sociedad,
o en crearse los órganos que aún le faltaban. Se convierte
en totalidad histórica. La evolución hacia esta totalidad
es un elemento de su proceso, de su desarrollo". 28
La
concepción
genético-dinámica de la totalidad es un supuesto de la comprensión
racional del surgimiento de una nueva cualidad. Los supuestos que fueron en
su origen condiciones históricas de la aparición del capital,
después de surgir y constituirse este, se manifiestan como resultado
de su propia realización y reproducción; ya no son condiciones
de su surgimiento histórico, sino resultado y condiciones de
su existencia histórica. Los distintos elementos que históricamente
han precedido al surgimiento del capitalismo, y que han existido independientemente
de él y que con respecto a el han tenido una existencia "antediluviana" (como
el dinero, el valor, el cambio, la fuerza de trabajo) después de
aparecer el capital entran a formar parte del proceso de reproducción
de éste y existen como elementos orgánicos suyos. Así el
capital, en la época del capitalismo, se convierte en una estructura
significativa, que determina el contenido interno y el sentido objetivo
de los factores o elementos, sentido que era distinto en la fase precapitalista. La
creación de la totalidad como estructura significativa es, por tanto,
y al mismo tiempo, un proceso en el cual se crea realmente el contenido objetivo
y el significado de todos sus factores y partes. Esta mutua conexión,
así como la profunda diferencia entre las condiciones de su aparición
y las condiciones de su existencia histórica (las primeras de las cuales
constituyen una premisa histórica independiente, dada una sola vez,
mientras las segundas son producidas y reproducidas en las formas históricas
de existencia), incluye la dialéctica de lo lógico y de
lo histórico: la investigación lógica muestra dónde
comienza lo histórico, y lo histórico completa y presupone lo
lógico.
La
agudización
del problema en el sentido de si es primero la totalidad o las contradicciones, e
incluso la división de los marxistas contemporáneos en dos campos
opuestos, 29 según se dé preferencia a la totalidad o a las
contradicciones, expresa sencillamente una incomprensión de la dialéctica
materialista. El problema no está en reconocer la prioridad de
la totalidad sobre las contradicciones, o de las contradicciones sobre la totalidad,
ya que precisamente semejante separación elimina tanto la totalidad
como las contradicciones de carácter dialéctico. En efecto, la
totalidad sin contradicciones es vacía e inerte y las contradicciones
fuera de la totalidad son formales y arbitrarias. La relación dialéctica
de las contradicciones y de la totalidad, las contradicciones en la totalidad
y la totalidad de las contradicciones, la concreción de la totalidad
determinada por las contradicciones y las leyes propias de las contradicciones
en la totalidad, constituyen uno de los límites que separan, en el problema
de la totalidad, a la concepción materialista de la concepción
estructuralista. En segundo lugar, la totalidad como medio conceptual para
comprender los fenómenos sociales es abstracta si no se subraya que
esa totalidad es totalidad de base y supraestructura,, y de su recíproca
relación, movimiento y desarrollo, pero dando a la base un papel determinante.
Y, en fin, también la totalidad de base y supraestructura es abstracta
si no se demuestra que es el hombre, como sujeto histórico real, quien
crea en el proceso de producción y reproducción social la base
y la supraestructura, forma la realidad social como totalidad de las relaciones
sociales, instituciones e ideas, y en esta creación de la objetiva
realidad social se crea al mismo tiempo a sí mismo como ser histórico
y social, lleno de sentido y potencialidad humana, y realiza el proceso infinito
de "humanización del hombre".
La
totalidad concreta como concepción dialéctico-materialista
del conocimiento de
lo real (cuya dependencia, respecto de la problemática ontológica
de la realidad, ya hemos subrayado reiteradas veces) significa por tanto un
proceso indivisible cuyos elementos son: la destrucción de la pseudoconcreción,
es decir, de la aparente y fetichista objetividad del fenómeno, y el
conocimiento de su auténtica objetividad; en segundo lugar, el conocimiento
del carácter histórico del fenómeno, en el cual se manifiesta
de modo peculiar la dialéctica de lo singular y lo general humano; y,
por ultimo, el conocimiento del contenido objetivo y del significado del
fenómeno, de su función objetiva y del lugar histórico
que ocupa en el seno del todo social. Si el conocimiento no ha llevado a cabo
la destrucción de la pseudoconcreción, si no ha descubierto,
bajo la aparente objetividad del fenómeno, su auténtica objetividad
histórica y confunde, por tanto, la pseudoconcreción con
la concreción, entonces el conocer quedará prisionero de esa
intuición fetichista cuyo fruto es la mala totalidad. 30 La realidad
social es entendida aquí como un conjunto o totalidad de estructuras
autónomas que se influencian recíprocamente. El sujeto ha desaparecido,
o más exactamente, el auténtico sujeto, el hombre como sujeto
objetivamente práctico es sustituido por un sujeto fetichizado, mitologizado,
cosificado; es decir, por el movimiento autónomo de las estructuras.
La totalidad en un sentido materialista es creación de la producción
social del hombre, mientras que para el estructuralismo la totalidad surge
de la acción recíproca de las conexiones y estructuras autónomas.
En la "mala totalidad"- la realidad social solamente es intuida bajo
la forma de objeto, de resultados y de hechos ya dados, y no subjetivamente,
como praxis objetiva humana. Los frutos de la actividad del hombre son separados
de la actividad misma. El doble movimiento de los productos al productor y
del productor a los productos,31 en el cual el productor, el creador,
el hombre esta por encima de su creación, en la "mala
totalidad" relativista "es sustituido por el movimiento, simple o
complejo de las estructuras autónomas; es decir, por resultados
y productos considerados aisladamente, por la objetivación de la práctica
humana objetivo-espiritual. Por esto mismo, en las concepciones estructuralistas,
la "sociedad" se acerca al arte sólo exteriormente, como
condicionalidad social, no desde dentro, subjetivamente, a semejanza de su
creador, el hombre social. La otra característica fundamental de la
concepción estructuralista de la totalidad, además del idealismo,
es el sociologismo. 32
- La falsa totalidad se manifiesta en tres formas fundamentales:
como totalidad vacía, en la que faltan los
aspectos reflejos, la determinación de los elementos singulares
y el análisis: esta totalidad vacía excluye la
reflexión, es decir, la asimilación de la realidad
en forma de elementos aislados, y la actividad del pensamiento
analítico.
- Como totalidad abstracta, en la que el todo es formalizado
frente a las partes, y a la “tendencia” hipostasiada
se le atribuye una “realidad superior”. A la
totalidad así entendida le falta la génesis y el
desarrollo, la creación del todo, la estructuración
y la desestructuración. La totalidad es un todo cerrado.
- Como mala totalidad
en la que el auténtico
sujeto es sustituido por un sujeto mitologizado.
Así como
otros conceptos muy importantes de la filosofía materialista —la
falsa conciencia, la reificación o cosificación,
la relación de sujeto y objeto— pierden su carácter
dialéctico si se consideran aisladamente, al margen de la
teoría materialista de la historia, y de los conceptos con
los cuales forman unidad, y en cuyo "sistema abierto" adquieren
un significado auténtico, así también la categoría
de totalidad pierde su carácter dialéctico si se
la concibe sólo "horizontalmente", como relación
de las partes y el todo, y se prescinde de otras características
orgánicas suyas: su dimensión genético-dinámica
(creación del todo y unidad de las contradicciones), y su
dimensión "vertical", que es la dialéctica
del fenómeno y la esencia. Esta dialéctica es aplicada
por Marx en su análisis del intercambio simple y capitalista
de mercancías. El fenómeno más elemental
y mas banal de la vida cotidiana de la sociedad capitalista -el
simple intercambio de mercancías—, en el que los hombres
intervienen como simples compradores o vendedores, en un ulterior
examen, resulta ser una apariencia superficial, que se halla determinada
y mediatizada por procesos profundos y esenciales de la sociedad
capitalista, esto es, por la existencia y explotación del
trabajo asalariado. La libertad y la igualdad del simple intercambio, en
el sistema capitalista de producción de mercancías
se desarrolla y realiza como desigualdad y falta de libertad. "El
obrero que compra mercancías por tres chelines aparece al
vendedor en la misma función y en la misma igualdad —bajo
la forma de tres chelines— que el rey que efectúa
la misma operación. Cualquier diferencia entre ellos desaparece” 34
En las dimensiones de la relación interna del fenómeno
y la esencia y en el desarrollo de las contradicciones propias
de esta relación, la realidad es concebida concretamente, es
decir, como totalidad concreta, mientras que la hipóstasis
del aspecto fenoménico produce una visión abstracta
y conduce a la apología.
1. “ … Si los hombres captasen inmediatamente las
conexiones, ¿para qué serviría la ciencia?" (Marx
a Engels, carta del 27-6-1867). "Toda ciencia estaría
de más, si la forma de manifestarse las cosas y la esencia
de éstas coincidiesen directamente." Marx, El
Capital, III, Sec. VII, cap. XLVIII, pag. 757, trad, de W.
Roces, 3* ed. esp., Fondo de Cultura Económica, México-Buenos
Aires 1965. "La Forma exterior. . . a diferencia
de la realidadsustancial que en ella se exterioriza. .
. está sujeta a la misma ley que todas las formas exteriores
y su fondo oculto. Las primeras se reproducen de un modo directo y espontáneo
como formas discursivas que se desarrollasen por su cuenta;
el segundo es la ciencia quien ha de descubrirlo." Marx, El
Capital, I, Sec, VI, cap. XVII, pág. 454, ed. esp.
cit.
2. Algunos filósofos {por ejemplo, Granger, "L'ancienne
et la nouvelle economique", Esprit, 1956, pág.
515) atribuyen el "método de la abstracción" y
del "concepto" sólo a Hegel. En realidad, este
es el único camino de la filosofía para llegar a
la estructura de la cosa, es decir, a su comprensión.
3. Marx, Hegel y Goethe señalaron esta "unilateralidad" práctica
frente a la universalidad ficticia de los románticos
4. El Capital, de Marx, está construido
metodológicamente sobre la distinción entre falsa
conciencia y comprensión real de la cosa, de suerte que
las categorías principales de la comprensión conceptual
de la realidad investigada se dan por pares:
Fenómeno - Esencia
Mundo de la apariencia - mundo
real
Apariencia externa del fenómeno - ley del fenómeno
Existencia real - núcleo interno, esencial, oculto
Movimiento visible - movimiento real interno
Representación - concepto
Falsa conciencia - consciencia real
Sistematización doctrinaria de las representaciones (ideología) - teoría
y ciencia
5. “Le marsisme este un effort pour lire derrière
la pseudos-inmédiateté du monde économique
réifié les relations interhumaines qui l´ont
edifié et se sont disimules derrière leer oeuvre” A.
de Waelhens, “Lí idée phénoménologique
d´intentionalité” en Husserl et la pensée
moderne, La Haya, 1959, págs. 127-128. Esta
definición de un autor no marxista constituye un testimonio
sintomático de la problemática filosófica
del siglo HS, en la cual la destrucción de la pseudoconcreción
y de las múltiples formas de enajenación se ha
convertido en una de las cuestiones esenciales. Los diversos
filósofos se distinguen por el modo de resolverla,
pero la problemática es común tanto al positivismo
(lucha de Carnal y Neurath contra la metafísica real
o supuesta) como a la fenomenología y el existencialismo. Es
sintomático que el verdadero sentido del método
fenomenológico husserliano y la conexión interna
de su núcleo racional con la problemática filosófica
del siglo XX, sólo fuesen descubiertos por un filósofo
de orientación marxista, cuya obra es la primera
tentativa seria de confrontación de la fenomenología
y la filosofía materialista. El autor define
expresivamente el carácter paradójico y rico
en contrastes de la destrucción fenomenológica
de la pseudoconcreción: “… Le monde
de l´apparence abatí accaparé, dans le
langage ordinaire, tout le sens de la notion de la réalité…Puisque
les apparences s´y sont imposées à titre
de monde réel, leer elimination se présentait
comme une mise entre parenthèse de ce monde…,
et la réalité authentique à laquelle on
revenait prenait paradoxalemente la forme d´irréalité d´une
consciente pure” Tranc-Duc-Thao, Phénoménologie
et matérialisme dialectique, París, 1951,
págs. 223-224. (Fenomenología y materialismo
dialéctico, Ed. Lautaro. Buenos Aires, 1959).
6. Hegel define así el pensamiento reflexivo: “La
reflexión es la actividad que consiste en poner de
manifiesto las oposiciones y en pasar de una a otra, pero
sin poner en evidencia sus conexiones y la unidad que las
compenetra” Hegel, Phil.
Der Religión, I, s. 126 (Werke, Bd.
XI) Véase también Marx, Gruñidse pág.
10.
7. Véase C. Marx, Manuscritos económico-filosóficos
de 1844, en C. Marx y F. Engels. Escritos económicos
varios, trad. esp. de W. Roces, Ed. Grijalbo, México,
D. F., 1962, págs. 86-87.
8. En la destrucción de la pseudoconcreción ha desempeñado
un papel positivo el Círculo de Viena, ya que con
sus tesis de que la materia no es algo que se encuentre tras
los fenómenos o que los trascienda, sino que por el
contrario los objetos y procesos materiales son la materia,
ha acabado con las concepciones metafísicas que aún
solbrevivían
(Cf. Neurath, Empirische Soziologie, Viena, 1931,
págs.
59-61).
9. Estos problemas se abordarán de un modo más detallado
en los capítulos sobre el factor económico
y la filosofía del trabajo.
10. En las polémicas contra el materialismo dialéctico
se atribuye obstinadamente al materialismo moderno la concepción
mecanicista y metafísica de la materia de las teorías
del siglo XVIII. ¿Por qué únicamente
el espíritu y no la materia posee la cualidad de la
negatividad? También la tesis de Sastre según
la cual el materialismo no puede ser la filosofía
de la revolución
(Cf. Sastre, Matèrialisme et Révolution, París,
1949), deriva de la concepción metafísica de
la materia, como indirectamente reconoce en definitiva
incluso Merleau-Ponty: “On s´est vuelque fois
demandé avec
raison comment un matérialisme pouvait étre
dialectique” (Sastre: Materialismo
et Révolution), comment la matiere, si l´on
prend le mot a la rigueur, pouvait contenir le principe de
productivité et
de nouveauté qui s´appelle une dialectique (Temps
Modernes I, pág. 521). Todas las discusiones
relativas a la aceptación o rechazo de la “dialéctica
de la naturaleza” giran en torno a este problema.
11. El término “entwinckeln” es una traducción
del latín “explicatio” y significa “Entfaltung,
klare Dargestaltung eines zunächst dunkel verworrenen “geheimnisvollen
Ganzen” (“despliegue, clara exposición
de una totalidad misteriosa que se presenta primeramente
oscura e intrincada)” (Hoffmeister, Goethe un
der deutsche Idealismos, Leipzig, 1932, páginas
120-121). En
este sentido lo utilizan Goethe y Marx.
12. Cf. Marx: El Capital, I, ed. esp. cit. (Postfacio
a la segunda edición).
13. Una detallada exposición del “punto de vista
de la totalidad” como principio metodológico de
la filosofía de Marx es dada por G. Lukács
en su famoso libro: Geschichte und Klassenbewusstsein, Berlin,
1923. a
las ideas de Lukács se remite Lucien Goldmann. Véase,
por ejemplo: Le Dieu caché, París, 1955.
14. Un ejemplo clásico es Kart Mannheim y la teoría
de la totalidad estructural que procede de él.
15. Poller, Misère de l´historicisme, París,
1956, pág. 80.
16. Cf. Popper, loc. cit.
17. Bertalanffy, General System Theory; véase General
Systems, vol. I, 1956.
18. Gonseth, Remarque sur l´idée
de complementarité, Dialéctica,
1948, pág. 413.
19. Hayek, Scientisme et sciences socials, París,
1953, pág. 79.
20. Herakleitos (Diels. frgm. B. 65-Hipool.).
21. No deja de ser
elocuente que el primer gran encuentro filosófico
internacional, celebrado después de la Segunda Guerra
Mundial, entre el marxismo y el idealismo, haya girado en torno
al problema de la totalidad. En esta discusión
teórica hay un evidente trasfondo práctico: ¿es
posible transformar la realidad por la vía revolucionaria?, ¿la
realidad humano-social puede ser modificada desde sus fundamentos
y en su conjunto, es decir, en su totalidad e íntegramente,
o sólo son efectivos y realizables los cambios parciales,
en tanto que el todo subsiste como una entidad inmutable o un
horizonte inaccesible? Véase, a este respecto, la polémica
de Lukács con Jaspers en el Reencontré de
Génève, 1948. la estrecha conexión
de la problemática de la totalidad con la problemática
de la revolución puede comprobarse, asimismo, con las
necesarias modificaciones, incluso en la situación checa.
Véase la concepción de la totalidad de Sabina como
principio revolucionario en el año 1839. K. Kosik, La
democracia radical checa, Praga, 1958 (en checo).
22. Véase Carl L. Becker, “What are Historical
Facts?”. The
Western Political Quarterly, vol. VIII, 1955, n. 3.
23. I.
Kon El idealismo filosófico y la crisis del pensamiento
histórico-burgués, Moscú, 1959, pág.
237 (en ruso).
24. En tal error cae, por ejemplo, Henri Lévy-Bruhl en
el artículo: “Quést-ce que le fair historique?”, Revue
de synthèse historique, 1926, vol. 42, págs,
53-59. Kon, en la obra citada, interpreta erróneamente
la posición de Bruhl, y, por ello, al polemizar con él
no da en el blanco.
25. Al mismo tiempo, es posible observar aquí la génesis
de todas las mistificaciones objetivamente idealistas. Algunos
valiosos análisis de esta problemática en Hegel
pueden encontrarse en la obra de Lask Fichtes Iealismus und
Geschichte Lask, Ges. Schriften, I. Band, Tübingen,
1923, págs. 67-68, 280, 338.
26. Dejemos, por ahora, a un lado la cuestión de cómo
la misma realidad humano-social se transforma, y puede transformarse,
de totalidad concreta en falsa totalidad y
viceversa.
27. La genial intuición del joven Schelling acerca de
la naturaleza como unidad del producto y de la productividad, no
ha sido apreciada aún suficientemente. Sin embargo,
ya en aquel entonces se afirma en su pensamiento una fuerte tendencia
a hipostasiar el todo, como lo demuestra, por ejemplo, un texto
del año 1799: “…si en cada todo orgánico
todo se sostiene por un apoyo recíproco, así también
esta organización entendida como un todo deberá preexistir
a las partes; no era el todo el que podía surgir de las
partes, sino las partes del todo” (Schelling, Werke, Munich,
1927, Zeiter Hauptband, pág. 279).
29. Esta opinión fue expresada en el Coloquio Filosófico
Internacional sobre la dialéctica, que tuvo lugar en Royamont
en septiembre de 1960. mi comunicación “Dialéctica
de lo concreto” no era sino una respuesta polémica
a dicha objeción.
30. La expresión “mala totalidad” proviene
de Kart Honrad, quien en una aguda polémica con el formalismo
distingue la totalidad concreta del marxismo de la mala o falsa
totalidad del estructralismo. Cf. K. Konrad, Contraste
de contenido y forma, Stredisko, 1934 (en checo).
31. Véase Leibniz: “C´est par considération
des ouvrages qu´on peut decouvrir l´ouvrier”.
32. De este problema se ocupa detalladamente el capítulo “Historicidad
y falso historicismo”.
33. Polemizando con Schelling en la introducción a la Fenomenología
del espíritu, Hegel critica la concepción
romántica de la totalidad en la que todos los gatos
son pardos. Los románticos se sienten atraídos
por la totalidad, pero se trata de una totalidad vacía
ya que le falta la plenitud y la determinación de las
relaciones. Desde el momento en que el romántico
absolutiza lo inmediato, puede ahorrarse el camino de lo particular
a lo general, y, de un pistoletazo, alcanzarlo todo –Dios,
lo Absoluto, la Vida- Aquí está la causa principal
de que los románticos intentaran en vano escribir novelas. De
la relación entre la totalidad vacía de los románticos
y el arte romántico trata la obra de Bernh von Arxe, Novellistisches
Dasein, Zurich, 1953, págs. 90. 96.