Solicitados por
EL CID EDITOR para actualizar y ampliar el libro "Brasil
va a la guerra", para una edición venezolana, nos vimos
enfrentados a dos posibles soluciones: reescribir todo el material
a la luz de los conocimientos actuales que tenemos sobre el imperialismo
o subimperialismo brasileño o mantener las partes de éste
que siguen teniendo vigencia, complementándolas con un análisis
del desarrollo del proceso desde 1971 y un balance de la situación
actual.
Considerando que, infelizmente, casi todas nuestras denuncias y
pronósticos sobre el expansionismo protagonizado por el régimen
militar brasileño se confirmaron, decidimos mantener en lo fundamental
la estructura inicial del libro. Pensamos que es una solución
técnicamente más correcta, más honesta, más
auténtica, una mejor contribución a una futura historia
de esa absurda aventura colonialista de los geopolíticos de
nuestro Brasil.
Así, incluimos en la presente edición, sin modificaciones,
las notas originales publicadas en el semanario uruguayo Marcha, a
partir de octubre de 1971. Esas notas ya habían sido editadas
por la Fundación de Cultura Universitaria bajo el título "¿Irá Brasil
a la guerra?" y adoptadas como texto en la Universidad de la República
Oriental del Uruguay.
Del material contenido en la edición argentina de Schapire
Editor solamente eliminamos -por históricamente superados- los
capítulos relativos al peronismo y el titulado "Brasil
y Argentina: comparaciones y contrastes", anacrónico por
la estadística.
Para completar la visión panorámica del expansionismo
brasileño fueron incluidos en este libro un amplio estudio sobre
la Amazonia, (publicado por la revista Estrategia) y otro sobre los
objetivos brasileños en Portugal, África y Atlántico
Sur (originariamente, una serie de notas periodísticas escritas
para Prensa Latina).
En la parte final del libro, escrito especialmente para esta edici6n,
encontrará el lector un amplío y profundo análisis
de la evolución y de la situación actual del procesa
expansionista brasileño, en sus múltiples frentes.
Este es un libro de denuncia, de denuncia de uno de los aspectos
más brutales de la acción del régimen militar
brasileño, de su política exterior, netamente colonialista.
No contentos con mantener hace 14 años al pueblo
brasileño sometido a una casi total privación de sus libertades
políticas y a una brutal expoliación social en beneficio
especialmente de las empresas transnacionales que dominan cada vez más
la economía del país, los militares de derecha brasileños
tratan de extender esa opresión allende las fronteras.
A pesar del lenguaje a veces duro, sectario o polémico que utilizamos,
no hacemos ninguna acusación que no esté plenamente respaldada
por las propias afirmaciones de los geopolíticos, diplomáticos
y gobernantes brasileños o por hechos publicados por la censurada
a autocensurada prensa de Brasil.
Infelizmente no existe ninguna exageración, ni un mínimo
de "ciencia ficción" en nuestra denuncia. Por absurdos, fantásticos,
delirantes, megalómanas que parezcan, los planes de los geopolíticos
brasileños son reales. Y están en plena y acelerada
ejecución, cuando no fracasaron melancólicamente como en el caso
de la Comunidad Afro- Luso- Brasileña.
El "porqué" de estas denuncias sobre
el "imperialismo" o subimperialismo
brasileño 1
En los últimos años,
pasaron a proliferar en forma creciente, entre los militares de derecha
y los diplomáticos brasileños,
teorías sobre el papel hegemónico que estaría reservado
a Brasil en América del Sur.
En la Escuela Superior de Guerra, en la Escuela de Estado Mayor de las
FF. AA. y en Itamaratí 2,
se estudia intensamente el problema y -lo que es más serio- se
elaboran planes específicos para ser aplicados en "el momento
oportuno".
De esos estudios surgieron varias teorías netamente expansionistas.
Alcanza con citar algunas, para comprobar lo ambiciosos que son los planes
geopolíticos brasileños: … las de las fronteras
ideológicas, la de la Fuerza Interamericana de Paz, la del gendarme
mantenedor del orden continental, la del satélite privilegiado,
la del destino manifiesto de Brasil al sur del Caribe, la de la vocación
rioplatense de Brasil, la de que las fronteras brasileñas
deben estar en los Andes, la de las aperturas hacia el Pacífico,
la del puerto libre en el Caribe, la del control del Atlántico
Sur, la de la instalación en la Antártida, la de heredar
-integración con Portugal mediante- las colonias lusas de África,
etcétera.
Inicialmente, todas esas teorías parecían de ciencia ficción,
sueños de pobre. Sin embargo, a medida que Brasil protagoniza
el papel de "delegado" del Departamento de Estado, del Pentágono
y de Wall Street en América del Sur, que asegura su posición
de "base de operaciones preferencial del capitalismo internacional" en
el hemisferio y, consecuentemente, se consolida rápidamente como
una potencia industrial, las teorías se transforman en praxis
expansionista.
El golpe en Bolivia, financiado y dirigido por los servicios de inteligencia
de las FF.AA. brasileñas; las amenazas de diarios oficialistas
brasileños de invasión del Uruguay; las programadas maniobras
en la frontera, la concentración de tropas en el sur de Brasil;
el Operativo Treinta Horas; la construcción o ampliación
acelerada de carreteras hacia el Sur; la inauguración de la mayor
base aérea de América del Sur en Santa Maria; la construcción
del superpuerto de Río Grande; las campañas de terrorismo
ideológico, contra los gobiernos progresistas de Perú y
Chile; la programada expedición a la Antártida; la construcción
de carreteras esencialmente estratégicas como la Transamazónica
y la Cuiabá-Santarem y los proyectos de integración con
Portugal, son síntomas ineludibles de que las teorías ya
se concretan en planes y que algunos de ellos ya se encuentran en ejecución
acelerada -"en ritmo de Brasil grande" - para utilizar uno
de los slogans preferidos por la propaganda oficialista brasileña.
Había, consecuentemente, que denunciarlos.
Cuando, con bastante atraso, llegó a ser conocido en Uruguay un
editorial del O Estado de S. Pablo, amigos uruguayos y argentinos entendieron
que la réplica debería partir de un brasileño. Se
evitaría, así, que la natural reacción de los pueblos
hermanos afectase a Brasil en su conjunto; que el odio generado por los
planes y acciones de los militares de derecha fuese dirigido contra el
pueblo brasileño. Había que aclarar que el pueblo brasileño
no es el enemigo; es igualmente víctima (como los bolivianos y
posiblemente otros pueblos hermanos mañana) del fanatismo y de
la brutalidad de los ultras brasileños.
Absolutamente conscientes de las consecuencias (amigos que llegan de
Brasil nos advierten sobre las posibles represalias, a cargo del servicio
de inteligencia del III Ejército, a que estaríamos expuestos;
los militares de derecha brasileños nos consideran traidores,
y estaríamos condenados a muerte, etcétera) , no hesitamos
un momento en asumir la responsabilidad de las denuncias. Había
que ser consecuente con treinta años de militancia antiimperialista.
No iríamos a cambiar de idea sobre el imperialismo ahora, cuando
-desgraciadamente- nuestro país, por la mano de gobernantes fanatizados
y al servicio del capitalismo mundial, intenta actuar también
en forma imperialista. Eso no significa que no nos sintamos cada vez
más brasileños, más identificados con nuestro pueblo
(después de nueve años de exilio, seguimos pensando y soñando
en portugués). Es, verdad que nos sentimos, igualmente, ciudadanos
de la Patria Grande. En fin, una "doble nacionalidad" que,
seguramente, en pocos años -después de la liberación
de América latina-, estará vigente para todos nosotros,
latinoamericanos.
He aquí el texto completo del sonado editorial, aparecido el
14-1-71.
"Lo que ocurre en Uruguay está lejos de ser un asunto interno de
ese pequeño país enclavado entre dos grandes potencias de América
latina, Brasil y la Argentina. Dentro de los cuadros continentales y hemisféricos,
lo que allí ocurre afecta a la seguridad nacional de sus vecinos. Es natural,
pues, que los gobiernos responsables y las opiniones públicas de los países
latinoamericanos más directamente interesados acompañen con creciente
preocupación la crisis uruguaya, que hoy está prácticamente
institucionalizada. La diplomacia brasileña siempre permaneció particularmente
atenta a las lecciones de la historia y a las razones de la geopolítica.
En los tiempos áureos de la diplomacia del Imperio, la Cuenca del Plata
fue siempre la preocupación primera del gobierno brasileño. Era
para allá que Brasil acostumbraba enviar a sus mejores hombres.
"Desde entonces cambió el escenario histórico. Otras son,
hoy, las fuerzas que desafían, a partir del Sur, nuestra seguridad nacional.
En el siglo pasado, el motivo central de las luchas que ensangrentaron las tierras
donde las fronteras de Brasil y Uruguay se encuentran era el sueño megalómano
de los caudillos que tenían por ambición formar, en el Plata, un
imperio que en tamaño y poder rivalizase con el de Brasil. Fue ése
el sueño del dictador Rosas, de la Argentina, y más tarde, el de
Solano López, de Paraguay. En uno y otro caso, brasileños y uruguayos
se unieron para combatir, con las armas en las manos, las ambiciones de los dos
tiranos. Hoy, ya no son ésos los problemas que nos preocupan, pues desde
entonces las relaciones de amistad y de buena vecindad entre Brasil y sus dos
vecinos se consolidaron. Aun así, corno ya en 1966 observó en un
editorial este diario -en uno de esos momento críticos por los que atravesó Uruguay,
viviendo aún bajo un gobierno colegiado y desafiado por el peligro de
la 'revolución (comunista) de arriba': 'no nos hallamos en condiciones
de dormir tranquilos, pues si no pueden ser mejores las relaciones entre los
gobiernos argentino, paraguayo, uruguayo y brasileño, la verdad es que
LOS ACONTECIMIENTOS DE URUGUAY NOS AMENAZAN COLOCAR NOS, DE UN MOMENTO A OTRO,
DELANTE DE UNA SITUACION PERFECTAMENTE IDENTICA A AQUELLA QUE EN 1851 FORZO A
BRASIL A TRASPONER LAS FRONTERAS DEL SUR PARA QUE EL URUGUAY NO FUESE ABSORBIDO
POR LA ARGENTINA DE ROSAS. 4
"EI problema, hoy, en el Uruguay, como también en grados variados,
en otros tantos países de la América latina, es el desafío
representado por la subversión del comunismo internacional. En el país
oriental, a mediados de la década de 1960, se intentó aplicar
la receta de la 'revolución de arriba', según el modelo tanguista
Hoy hay dos grupos totalitarios que intentan conquistar el poder: los tupamaros
anarquizantes de inspiración castrista, que emplean los métodos
terroristas, y el de la Unidad Popular, que pretende repetir el éxito
de su homónima chilena.
"El Pacto Andino, originalmente un tratado de mercado común subregional,
está recibiendo una connotación ideológica, pudiendo, por
tanto, intensificar peligrosamente la guerra fría en América latina.
La progresiva comunización de Bolivia y las crecientes inseguridades de
Uruguay son nuevas amenazas ante las cuales la diplomacia brasileña tendrá que
movilizarse."
Iniciado con la explotación de la India y con el tráfico
de negros del continente africano, ya en el siglo XV, el colonialismo lusitano
todavía se mantiene quinientos años después. Angola,
Guinea, Mozambique, Macao y una serie de islas estratégicamente
situadas en el Atlántico, constituyen los restos del gran imperio
y una prueba de la vocación imperialista de los compatriotas de
Camoens. El espíritu de los "Lusíadas" continúa
absolutamente vivo.
La estrategia colonialista de Portugal presenta aspectos verdaderamente
geniales. Los lusos aplicaron, con total clarividencia y gran éxito
inicial, lo que hoy denominamos geopolítica. Tenían una visión
global del proceso económico, y establecieron una estrategia y una
praxis colonialistas tremendamente avanzadas para la época. Ya
en el siglo XVI, crearon los portugueses un esquema de explotación
conjunta y combinada de cuatro continentes. Con los capitales obtenidos
en el saqueo de la India (cuyas especias vendían en Europa), instalaron
en Brasil el más moderno complejo agroindustrial de la época,
el azucarero. Negros traídos de África producían en
el continente americano el azúcar destinado a los pueblos europeos
que, en plena revolución mercantil, constituían un rico y
creciente mercado de consumo de productos tropicales. Movilizando recursos
humanos y financieros de los dos continentes hacia un tercero, y ahí fabricando
productos destinados a un cuarto continente, los portugueses pueden reivindicar
el título de inspiradores de los monopolios globales de nuestra época.
Los RockefelIer y las "multinacionales" innovaron muy poco…
En lo relativo a nuestra América, queda igualmente comprobada
la clarividencia colonialista de los lusitanos. Incapacitados, materialmente,
para copar todo el continente sur, trataron de adueñarse de la porción
estratégicamente más importante. El litoral del nordeste brasileño
está varios miles de kilómetros más cerca de Europa (el
mercado consumidor) y del continente africano (la fuente de mano de obra) que
el argentino y el de los países del Pacífico. El territorio ocupado
por los portugueses constituye aquella que los teóricos geopolíticos
denominan una zona equidistante (entre Europa, África, América
del Norte y el Cono Sur), In que le asegura una gran importancia económica,
política y militar. Además, está situado en la zona climática
tropical, lo que posibilitaba el desarrollo de una economía complementaria
de la europea (y, actualmente, de la norteamericana).
La visión geopolítica lusa queda también evidenciada
en el intento de establecer los límites atlánticos de su
imperio americano: la Cuenca del Amazonas al Norte y la del Plata al Sur.
Dominando los dos únicos grandes caminos de penetración naturales
utilizables en la época, los portugueses tendrían el control
de toda América del Sur. De ahí sus esfuerzos al fundar e
intentar mantener la Colonia del Sacramento. Sus propósitos fracasaron
solamente porque los ingleses ya habían impuesto su hegemonía,
y tenían también una clara visión geopolítica
de América: aseguraron el surgimiento del Uruguay.
Con la transferencia de la corte portuguesa para Brasil (1808), y la vacancia
del trono español, se registró un ensayo más de Portugal
de integrar en su corona todo el hemisferio. Los planes de Carlota Joaquina,
mujer de Juan VI de Portugal y hermana de Fernando VII de España,
aparecen como el último intento colonialista de establecer la unidad
continental. El fracaso de los mismos determinó la victoria de la "solución" inglesa,
la "balcanización" de América del Sur.
Ocurre que ya entonces (en realidad desde el Tratado de Methuen, 1703,
que prohibía la industrialización de Portugal) éste
estaba condenado como potencia colonialista de primera clase. Sus propósitos
de mantener un imperio global chocaban con obstáculos insuperables.
En especial, con su incapacidad de hacer la revolución industrial
en la metrópoli, lo que colocó a los portugueses en la condición
de simples intermediarios entre sus colonias y la burguesía industrial
británica. Sus limitaciones demográficas también fueron
decisivas en el fracaso: los portugueses eran muy pocos. Tuvieron que limitarse
a repetir la experiencia de los fenicios: fueron fundamentalmente mercaderes-navegantes,
no colonizadores. Su estrategia consistía en establecer puestos
de intercambio y de extracción de las riquezas naturales de sus
colonias. Consecuentemente, la colonización portuguesa en Brasil
(que ya fue denominada "civilización de cangrejos") quedó limitada
a una estrecha franja del litoral.
b) El espíritu de los “bandeirantes”
La incapacidad lusitana para ocupar y poblar el hinterland brasileño
dio margen a un fenómeno geopolítico interesante, tal vez
inédito en la historia. Quien expandió el imperio Portugués
en América en el sentido de profundidad, quien efectivamente conquistó e
incorporó a la corona lusa un territorio de varios millones de kilómetros
cuadrados, no fueron los conquistadores europeos. Fueron sus descendientes
nacidos en Brasil -mestizos o puros-, pero ya auténticamente brasileños:
los bandeirantes. Fueron los pobladores de Sao Paulo quienes conquistaron
el interior y llevaron las fronteras portuguesas mucho más lejos
de la línea establecida por el Tratado de Tordesillas.
Los bandeirantes no fueron un instrumento conciente del colonialismo portugués.
Tenían propósitos e intereses propios. Cuando conquistaban
la Amazonia o destruían las misiones jesuíticas en el Sur,
no pensaban en “aumentar la gloria y la riqueza de la Corona de Portugal" ni
en "propagar la fe cristiana”. Pretendían solamente descubrir
oro, plata, piedras preciosas, capturar y esclavizar indios, Muchas veces,
incluso, chocaban violentamente con los lusitanos, especialmente con el
fisco portugués, siempre voraz e insaciable. Esos enfrentamientos,
que en varias oportunidades llegaron a la lucha armada (el principal pasó a
la historia como la "Guerra de los Emboabas), tenían nítidas
características nacionalistas. Sin embargo, la acción de
los paulistas terminaba por servir a los intereses del colonialismo luso.
Esa dualidad quo caracterizó la acción de los bandeirantes
prevaleció a lo largo de la historia brasileña. La conjugación
de los intereses nacionales (brasileños) y los del colonialismo
o. imperialismo de turno determinarían la política del Brasil
independiente en relación can los pueblos vecinos hasta nuestros
días. La estrategia continental brasileña -una típica
estrategia de subimperio._ fue generalmente establecida en función
de la composición de esos intereses: los nacionales y los metropolitanos.
En algunos casos, prevalecieron los intereses brasileños o, mejor
dicho, de las clases dominantes brasileñas. En otros, los intereses
imperiales fueron los predominantes. Así, cuando liquida a Rosas
y cuando destruye al Paraguay de Solano López, Brasil actúa
como brazo armado del imperialismo inglés, como gendarme. Los beneficios
que saca de los conflictos son mínimos; la gran beneficiaria es
Inglaterra. Al revés, cuando Pedro II obliga a Uruguay a firmar
el tratado de 1851, surgen como fundamentales los intereses de la oligarquía
ganadera y esclavista de Rio Grande do Sul. Es obvio que, cuando el barón
de Rio Branco incorpora más de 830 mil kilómetros cuadrados
al territorio brasileño, también actúa en función
de los intereses nacionales.
Fueron intentos del subimperio de actuar como imperio, por cuenta propia.
El ejemplo más importante de esa tendencia dual de la política
brasileña lo da el barón de Mauá, el padre de la burguesía
industrial y financiera brasileña. Su lucha nacionalista (rebelión
frente a los banqueros de Londres, sus planes de industrializar Brasil,
que podrían haber anticipado en casi un siglo la revolución
industrial brasileña) fueron una verdadera epopeya. En cambio, su
actuación en Montevideo fue típicamente imperialista.
Actualmente (veremos eso en detalle más adelante), Brasil actúa
fundamentalmente como representante del imperialismo norteamericano en
el sur del continente: es el satélite privilegiado. La teoría
del socio menor, o del satélite mayor, "científicamente" elaborada
por la Escuela Superior de Guerra, es la racionalización de la praxis
bandeirante: la conjugación de los intereses brasileños y
los del imperialismo de turno. Al contrario de los bandeirantes, las clases
dominantes brasileñas actuales y sus representantes políticos
-los militares de derecha en el poder- actúan conscientemente. El
general Galbery do Cauto e Silva aclara perfectamente el problema: "Aceptar
conscientemente la misión de asociarse a la política de los
Estados Unidos en el Atlántico Sur ( ... ). El casi monopolio de
dominio en aquellas áreas debe ser ejercido por el Brasil exclusivamente...”5
La subordinación brasileña a los intereses de la metrópoli
tiene su precio: la participación en el saqueo del continente. Y
no está exenta de contradicciones, como no estaba exenta de contradicciones
la asociación entre los portugueses y los bandeirantes. El actual
enfrentamiento Brasil-Estados Unidos con respecto a las doscientas millas
es un ejemplo de esas contradicciones.
Pero eso es tema para otras notas. Por ahora alcanza con la comprobación
de que, para vergüenza nuestra -de los revolucionarios, de los brasileños
comprometidos en la lucha antiimperialista, de la parte consciente del
pueblo brasileño- sigue vigente la herencia portuguesa y la bandeirante.
El espíritu de los "Lusíadas" y de las "bandeiras" permanece
vivo y actuante.
2. Las fronteras
ideológicas y el satélite privilegiado
Mucho ya se ha escrito sobre las tesis del satélite privilegiado y
de las fronteras ideológicas. Vivian Trías6analizó profundamente
la estrategia yanqui-brasileña de integrar y explotar en forma conjunta
y "racional" el continente sudamericano. Nosotros, en varias oportunidades
y especialmente en el semanario Marcha7,
intentamos mostrar la evolución del plan integracionista. Ahora, que analizamos
las últimas posiciones de Brasil en relación con sus vecinos, que
llegan hasta a las amenazas más o menos veladas de intervención
militar, es necesario -para una perfecta comprensión de la situación-
volver a analizar la teoría del satélite privilegiado o del subimperialismo
brasileño y la tesis de las fronteras ideológicas.
La idea básica de la integración latinoamericana bajo la tutela
norteamericana fue expuesla crudamente por N. J. Spykman, uno de los teóricos
geopolíticos más influyentes en Estados Unidos:
"Todo lo que no sea forjar unaa Grossraumwirtschaft -el gran espacio vital-
que incorpore todo el continente en base a una economía planificada, con
producción controlada y dirección centralizada del comercio internacional,
no podrá sobrevivir ( ...). Ninguno de los estados latinoamericanos se
avendría a realizar de buen grado los cambios imprescindibles para crear
esa economía regional ( ... ). Solamente la conquista del hemisferio
por los EE.UU. y la implacable destrucción de las economías nacionales
ahora existentes podría realizar la integración necesaria".8
Partiendo de la estrategia norteamericana, los teóricos geopolíticos
de la Escuela Superior de Guerra brasileña procuraron adaptarse a lo que
parecía ser una fatalidad ineludible, tratando simultáneamente
de asegurar para Brasil una situación privilegiada. El general Golbery
do Couto e Silva, el gran teórico de la "Sorbonne"9,
exponía así el problema:
"Las naciones pequeñas se ven de la noche a la mañana reducidas
a la condición de estados pigmeos y ya se prevé su melancólico
fin, bajo los planes de inevitables integraciones regionales; la ecuación
de poder en el mundo se reduce a un pequeño número de factores,
y en ella se perciben solamente pocas constelaciones feudales - estados barones-
rodeadas de estados satélites y vasallos (...). No hay otra alternativa
para nosotros sino aceptarlos (los planes de integración del imperio)
y aceptarlos conscientemente..."10.
Y el teórico de la Escuela Superior de Guerra añadía en
defensa de su tesis:
"(…) Brasil parece estar en condiciones superiores, por su economía
no competitiva con la economía de Estados Unidos, por su larga y comprobada
posición de amistad y, sobre todo, por los recursos decisivos de que dispone,
para una 'bargaña ( canje) leal' (... )", y proponía concretamente "una
alianza que, por otro lado, traduzca el reconocimiento de la real estatura de
Brasil en el Atlántico Sur, poniendo término a cualquier política
bifrontal y acomodaticia con relación a nuestro país y a la Argentina
... ".
En resumen, según los geopolíticos de la "Sorbonne",
los Estados Unidas deberían reconocer el destino manifiesto de Brasil
en América del Sur, eligiéndolo “satélite privilegiado”: “También
Brasil puede invocar un destino manifiesto tanto más cuanto que éste
no choca, en el Caribe, con el de nuestros hermanos del Norte”.
Con el golpe militar del 1º de abril de 1964 y la eliminación de
las fuerzas nacionalistas populares, las tesis de la Escuela Superior de Guerra
pasaron a constituir la estrategia de ltamaratí para América latina.
Llegaba el momento en que los militares de derecha brasileños -partiendo
del dogma castrense de la necesidad de unidad de comando- se prepararan para
la ingrata tarea que les fuera atribuida por el Pentágono y por los monopolios
norteamericanos, dentro de su estrategia global de lucha contra el comunismo.
La idea de la creación de un estado militarista subdesarrollado al servicio
del plan imperialista de integración latinoamericano y del mantenimiento
de la paz imperial, podría ser entonces puesta en práctica.
La piedra angular de la "doctrina de la Sorbonne" era la bipolarización
mundial entre Washington y Moscú y la inevitabilidad de la tercera guerra
mundial. Para "mantenerse fiel a su formación occidental y cristiana",
no le quedaría a Brasil otra alternativa que la incorporación total
e incondicional al bloque occidental, o sea, a los Estados Unidos. Otra de los
hombres de la "Sorbonne''', el mariscal presidente Castelo Branco, analizaba
la situación de la siguiente manera:
"En la presente coyuntura de una confrontación del poder bipolar,
con radical divorcio política-ideológico entre los dos respectivos
centros de poder, la preservación de la independencia presupone la aceptación
de un cierto grado de interdependencia, ya sea en el campo militar o en el político.
Consideramos nuestro deber optar por una íntima colaboración con
el sistema occidental, en cuya preservación repasa la propia supervivencia
de nuestras condiciones de vida y dignidad humana".
El diario O Globo, reflejando los puntas de vista oficiales del gobierna de Castelo
Branco, aconsejaba "deshacerse de interpretaciones anticuadas sobre la soberanía
absoluta por incompatibles con el derecho internacional y principalmente con
el derecho de gentes (...). Las modernas doctrinas de soberanía condenan
el culto idólatra e irracional de la soberanía y afirman el concepto
de la soberanía relativa".
Vasco Leitao da Cunha, el, ministro de Relaciones Exteriores de Castelo Branco,
establecía de la siguiente manera la posición de ltamaratí,
la tesis de las fronteras ideológicas:
"De ahí nace un concepto inmanente a la naturaleza de la alianza
interamericana, que es el de la interdependencia entre las decisiones de la política
internacional de los países del continente. La concepción ortodoxa
y rígida de soberanía nacional fue formulada en una época
en que las naciones no integraban en sus responsabilidades la obligación
de cooperar en la búsqueda de los objetivos comunes (...). Pocos tienen
dudas de que los mecanismos de defensa previstos en el sistema interamericano
contra agresiones o ataques abiertos son enteramente inadecuados a las nuevas
situaciones generadas por la subversión que trascienden las fronteras
nacionales y por las agresiones sutiles, indirectas, pero no menos peligrosas
que las acciones ostensibles (...). O el sistema se prepara para la revisión
de los conceptos clásicos de agresión e intervención, o
entonces probablemente no sobrevivirá. O el sistema se renueva o corre
el riesgo de perecer".
La condenación de Itamaratí a las fronteras nacionales era clara
y contundente:
"Las fronteras físicas entre los países americanas son anticuadas:
la hora exige el sacrificio de una parte de la soberanía nacional; la
interdependencia deberá sustituir a la independencia".
En un documento confidencial -AAA 520.1 (22) (del ministerio de Relaciones Exteriores)
-, divulgada por Tribuna da Imprensa 11 ,
el Itamaratí aceptaba totalmente la tesis norteamericana de integración
continental, no sólo en el terreno económico, político y
cultural sino también en el militar:
"El gobierno brasileño considera útil el nuevo concepto del
principio de soberanía, que debería estar basado en la existencia
de un sistema político-social común y no en las obsoletas fronteras
físicas o políticas. El principio de interdependencia debe tener
sentido práctico, tanto en la propuesta alianza como en la Organización
de los Estados Americanos -OEA-, que se podría encargar de ciertos deberes,
obligaciones y derechos hasta ahora de competencia exclusiva de los gobiernos
de los respectivos países. La idea de interdependencia ya tiene raíces
profundas y cada día se arraiga más, por intermedio de varios tipos
de contactos y actitudes comunes, no sólo en el campo cultural y político
sino también en la estrecha colaboración y cooperación militar".
La Fuerza Interamericana de Paz -FIP-, entonces en estudio, era definida así por
el ministro Leitao da Cunha:
"La idea precisamente de una fuerza de paz es la que preside la organización
de un cuerpo de bomberos. Por lo tanto, es una idea de cooperación, de
pacificación. No es una idea bélica. La fuerza de paz nunca puede
tener un objetivo bélico. Ella puede, en un momento determinado, si fuera
atacada, tener que emplear sus armas para defenderse. Pero eso también
lo hace la policía y el propio cuerpo de bomberos: cuando hay pánico
en un incendio, tiene a veces que usar sus armas".
La política de intervención militar del Brasil en países
del continente que son considerados sus áreas estratégicas, fue
intensa y profundamente debatida por la Escuela Superior de Guerra. Un documento
secreto divulgado en la época por Marcha, colocaba en estos términos
la preocupación de los militares brasileños respecto a la subversión
en los países limítrofes:
3.2. Posibílidades:
"El enemigo (el comunismo) puede:
a) perturbar el tráfico
marítimo en el Atlántico Sur;
b) actuar a lo largo del litoral brasileño, particularmente en el nordeste,
el Reconcavo baiano, en Guanabara y en el golfo de Santos;
c) conquistar el poder, por medios pacíficos o violentos, en uno o más
países de América latina;
d) intensificar acciones de guerra revolucionaria en uno o más países
de América latina;
e) fomentar o apoyar acciones de guerra revolucionaria en el Brasil;
f) realizar acciones militares en áreas vecinas a las fronteras terrestres
de Brasil, particularmente en Rio Grande do Sul (Uruguay), Mato Grosso (Bolivia)
y Rio Branco (Venezuela).
"En este cuadro, el grupo comunista interno, apoyado por otros de connotación
ideológica marxista-leninista, tiene posibilidades de convulsionar la
vida nacional, explotando los desajustes políticos y socioeconómicos
existentes…".
Durante el gobierno de Castelo Branco, Brasil estuvo a punto de poner en práctica
la tesis intervencionista en relación con Uruguay, entonces "convulsionado
por intensa agitación sindical". Hermano Alves, en el Correio da
Manha12, describía cómo
el general comandante del III Ejército "traducía" en
lenguaje popular la complicada filosofía geopolítica de la "Sorbonne".
"El general Justino Alves Bastos hizo declaraciones de excepcional gravedad
sobre la situación en el Uruguay y sobre las intervenciones del gobierno
brasileño. Dijo que la situación en el Uruguay está bastante
convulsionada. Desmintió que tropas brasileñas hubiesen sido desplazadas
para la frontera de aquel país. Pero explicó que la frontera está constantemente
vigilada por tres divisiones de caballería. Declaró que el ejército
está vigilante y hace mucho que ni duerme.
"Afirmó también el general Justino que es hora de que las
viejas doctrinas de política externa sean sustituidas, como preceptúa
el mariscal Castelo Branco, por normas más realistas y objetivas, porque
nadie puede estar tranquilo en su casa cuando la casa del vecino se prende fuego.
Y agregó que el llamado principio de autodeterminación de los pueblos
sirvió solamente a los comunistas. Yo mismo era contrario a la política
entonces seguida por Itamaratí -prosiguió el general- y que resultó en
la pérdida de Cuba para el mundo democrático, en favor de los soviéticos.
Aseguro, sin embargo, que no habrá nueva Cuba en América latina
a despecho de la ofensiva comunista en Santo Domingo, en Bolivia y en otros países
del continente...".
Y Brasil no estaba solo en la posición intervencionista. La visita del
general Onganía -entonces comandante en jefe del ejército argentino-
a Río, y sus conversaciones con el General Costa e Silva, en aquella oportunidad
ministro del Ejército, mostraban una total unidad de los dos subimperios
respecto de las fronteras ideológicas. En la época, llegaron a
Montevideo noticias, muy concretas, originadas en el propio Estado Mayor de las
fuerzas armadas brasileñas, de que los dos jerarcas militares habían
acordado la intervención conjunta del Uruguay en caso de necesidad; algo
al estilo de la invasión de Polonia por alemanes y soviéticos.
La tesis sobre las fronteras ideológicas parecía totalmente victoriosa.
Con el apoyo de los dos grandes del hemisferio, estaría asegurada la formación
de la FIP.
En lo económico, los planes integracionistas se desarrollaban, aparentemente,
también sin mayores obstáculos. El esquema elaborado en Wall Street
y aprobado prácticamente por unanimidad (registrase la única excepción
de Ecuador), en Punta del Este, bajo la batuta personal de Lyndon Johnson, era
perfecto. Con la institución del Mercado Común Latinoamericano,
desaparecerían las fronteras económicas, haciendo más racional
la explotación del continente sur por los monopolios norteamericanos 13.
El enorme complejo industrial yanqui instalado en Sao Paulo, fue planeado con
miras al mercado común. Al contrario de la estrategia inglesa para América
latina (dividir para explotar mejor), la norteamericana se basaba en el principio
de que hay que integrar para explotar mejor, más racionalmente 14.
La "filosofía de la entrega", elaborada y divulgada por
la Escuela Superior de Guerra, partía de dos premisas fundamentales:
la polarización de fuerzas entre Washington y Moscú y la
inevitabilidad de la tercera guerra mundial. Considerando nuestra "formación
occidental y cristiana" y la "inexistencia" de otra alternativa,
la adhesión total e incondicional a los EE. UU. podría estar,
incluso, históricamente "justificada".
Sucede que el antagonismo Unión Soviética-Estados Unidos
no era absoluto ni irreversible. La "coexistencia pacífica" se
consolida cada vez más. Crece, consecuentemente, el número
de militares latinoamericanos que están convencidos de haber creído
un "cuento del tío" al apoyar la sumisión a los
Estados Unidos bajo el pretexto de "salvar a América latina
de la hidra del comunismo', cuando observan la cordialidad y el entendimiento
casi total existente entre el Kremlín y la Casa Blanca, y, ahora,
la diplomacia del ping pong entre chinos y yanquis.
Otra de las causas fundamentales del fracaso de la política integracionista
latinoamericana puede ser encontrada en los frutos de la dominación
inglesa en el continente sur. Los efectos de la “balcanización” son
difíciles de anular. La desconfianza y los conflictos entre nuestros
países -en general hábilmente incentivados por el imperia1ismo-
produjeron brechas profundas, generaron resentimientos y rivalidades muchas
veces absurdos. El nacionalismo de nuestros pueblos fue -en muchos casos--
dirigido en contra de un pueblo hermano vecino y no en contra del enemigo
común: el imperialismo de turno.
Podríamos definir como una "herencia maldita" ese fenómeno
geopolítico, una herencia dejada por Inglaterra a sus herederos,
los norteamericanos. Como la estrategia de los dos imperios es diametralmente
opuesta (dividir para explotar mejor - integrar para explotar mejor) los
planes del Tío Sam son obstaculizados por los “efectos residuales" del
imperio que pasó. Eso quedó absolutamente claro en los casos
del Mercado Común Latinoamericano y en el de la Fuerza Interamericana
de Paz.
Como vimos anteriormente, los planes yanquis de integración se procesarían
en distintos campos. En lo político, la Organización de Estados
Americanos asumiría una serie de atribuciones y prerrogativas de
los actuales estados-miembros, dentro de las tesis de la interdependencia
o de la independencia relativa. En el campo militar, la FIP se encargaría
del mantenimiento de la "paz imperial", tornando dispensables
las intervenciones directas y unilaterales tantas veces consumadas por
los EE. UU. en el pasado. En lo económico, la solución estaría
en el Mercado Común, en la abolición de las fronteras económicas,
que permitiría una explotación más racional del continente
por los monopolios internacionales.
Los planes iniciales de los teóricos geopolíticos norteamericanos
preveían una integración total de la economía americana
("que incorpore todo el continente en base a una economía planificada…"),
o sea, un mercado común panamericano. Pero el propio Spykman admitía
que "solamente la conquista del hemisferio por los EE. UU. (...) podría
realizar la integración necesaria", pues "ninguno de
los estados latinoamericanos se avendría a realizar de buen grado
los cambios imprescindibles para crear esa economía regional... ".
Es obvio que habría resistencia por parte de las burguesías
nacionales de nuestros países a aceptar una integración que
incluyera a los propios EE.UU. en el Mercado Común. Sería
el equivalente a admitir un lobo en un rebaño de ovejas.
Había que disfrazar la dominación norteamericana. Y la mejor
manera de hacerlo era elegir un satélite privilegiado, un socio
menor, un testaferro que, dentro del Mercado Común Latinoamericano,
representase los intereses yanquis. La idea fundamental consistía
en establecer una base territorial preferencial para los monopolios internacionales.
Se repetiría, entonces, en el ámbito continental, la exitosa
experiencia de Sao Paulo -la gran base territorial del capital extranjero
en Brasil-. La situación privilegiada que el estado bandeirante
ocupa hoy dentro del contexto brasileño 15 (una
gran parte de la plusvalía generada en el resto del país
afluye a Sao Paulo, asegurando a los paulistas --incluso a los obreros--
un nivel de vida muy superior al nacional), es una muestra de lo que sería
la posición que ocuparía Brasil dentro de una América
latina, o por lo menos de una América del Sur integrada según
los planes yanqui-brasileños.
La burguesía industrial brasileña había sido conquistada
paulatinamente por las tesis geopolíticas de los militares de la
E.S.C., puesto que muchos de sus representantes hicieron el curso de la
escuela. La asociación entre la burguesía industrial y los
militares (una versión subdesarrollada del "estado militarista" vigente
en EE. UU., brillantemente analizado por Fred J. Cook 16),
tenía como objetivos fundamentales el mantenimiento del status interno
(amenazado durante el gobierno de Goulart por los planes reformistas .y
por el acelerado avance de las masas), y la abolición de las fronteras
económicas en el continente, lo que aseguraría a los monopolios
internacionales establecidos en Brasil y a la burguesía industrial
brasileña asociada a los mismos una considerable ampliación
de mercado. En vez de incorporar al mercado de consumo la masa campesina
brasileña (como pretendían los sectores nacionalistas populares),
se intentaría conseguir clientes allende las fronteras.
Es incuestionable que Brasil presenta mejores condiciones geográficas,
económicas y sociales que la Argentina (el otro candidato al puesto),
para desempeñar el papel de satélite privilegiado. Además
de ser una zona equidistante, Brasil reúne toda una serie de ventajas
naturales, económicas y sociales: enormes reservas de materias primas;
una siderurgia ya bastante desarrollada y con posibilidades prácticamente
ilimitadas; un fabuloso potencial hidroeléctrico; un proletariado
mucho menos politizado y organizado que el argentino, y un incalculable "ejército
de reserva" constituido por el subproletariado y por una enorme masa
campesina semiocupada.
A esas ventajas naturales, económicas y sociales había que
agregar una situación política favorable (a los monopolios):
un régimen militar eficiente y duro, que aplastando toda oposición
nacionalista y frenando violentamente la lucha social, asegurase al capital
extranjero el máximo de seguridad y libertad de acción. Eso
ocurrió el 19 de abril de 1964 con el golpe militar.
La elección de Brasil para el puesto de satélite privilegiado
se concretó durante el gobierno de Castelo Branco. En razón
de la política de entrega total ejecutada por Roberto Campos, de
la modificación de las leyes sociales otorgadas por Getúlio
Vargas, de la eliminación del "aparato de vigilancia nacionalista" y
de toda auténtica organización sindical, los monopolios internacionales
se decidieron. Representantes de 80 grandes grupos económicos norteamericanos,
cuando fueron recibidos en audiencia por el entonces mariscal presidente,
declararon: "Brasil es el lugar predilecto para que las compañías
internacionales realicen inversiones".
Esas manifestaciones de grupos económicos en favor de Brasil se
multiplicaron, principalmente en los últimos meses. "Brasil
constituye el mejor terreno para los inversores extranjeros en Latinoamérica",
decía en un editorial la revista del Banco de Londres y América
del Sud, en su número correspondiente al mes de abril. El presidente
de la Chrysler Corp., John Ricardo, afirmó a la prensa que su compañía
prefiere hacer inversiones en Brasil "porque hay tranquilidad y mentalidad
exportadora".
Los organismos financieros internacionales piensan lo mismo. Henry Keams,
presidente del Eximbank, en su reciente visita a Brasil, comprobó la
existencia de "un clima de confianza". En razón de eso,
declaró que "los negocios del establecimiento crecen más
en Brasil que en cualquier otro país donde mantiene relaciones financieras" (el
banco aprobó créditos por 1000 millones de dólares
a Brasil). Igual preferencia fue establecida por el gobierno de Washington.
Cable del 27 de agosto último informa que "Brasil, India y
Paquistán son los principales beneficiarios de la ayuda norteamericana
(...)".
Lo más extraño es que la dictadura militar brasileña
haya logrado también la confianza y la preferencia de los países
socialistas. El Jornal do Brasil 17 informó recientemente
que la Unión Soviética había propuesto financiar "la
construcción de dos importantes centrales hidroeléctricas
brasileñas, incluida Sete Quedas 18,
en la frontera de Brasil con Paraguay. El plazo de financiación
sería de 20 años, con una prórroga variable entre
5 y 6 años". El proyecto Sete Quedas es muy ambicioso; la usina
llegaría a producir unos 12/15 millones de kilovatios y sería
la más grande del mundo; la financiación ofrecida por los
soviéticos sería de 1.500 millones de dólares.
Esa preferencia internacional conseguida por Brasil aseguró a su
economía un nuevo y acelerado auge desarrollista. Despertó,
por otro lado, la desconfianza de otros países, especialmente de
la Argentina. Los militares argentinos en el poder y la burguesía
asociada del país vecino habían apoyado, sin restricciones,
las tesis integracionistas, incluso la creación del Mercado Común,
aprobada en Punta del Este. Tenían, entonces, ilusiones de que la
Argentina pudiera salir victoriosa en la disputa con Brasil, ocupando ella
el puesto de satélite privilegiado. Poco a poco, a medida que se
consolidaba la hegemonía brasileña, los dirigentes del "estado
militarista subdesarrollado" argentino comprendieron que su adhesión
a los planes de integración económica sería un suicidio
nacional.
La abolición de las fronteras económicas (el funcionamiento
del Mercado Común estaba previsto para 1973) significaría
la liquidación de gran parte de la industria argentina. Un ejemplo:
un coche Ford fabricado en Brasil (considerando que es elaborado casi totalmente
con materia prima nacional, por una mano de obra más barata aún
que la argentina y en cantidades superiores, y que el Ford porteño
es fabricado esencialmente con materia prima importada) debe tener un precio
de costo real 20 ó 30 por ciento inferior al similar argentino.
Parece obvio que la Ford --eliminadas las fronteras económicas-
decidiera el cierre de su fábrica en la Argentina, abasteciendo
todo el mercado sudamericano con su sucursal en Sao Paulo.
Cuando los militares y la burguesía asociada argentinos se dieron
cuenta de los verdaderos objetivos de la integración económica
planeada por Washington-Sao Paulo, pasaron a frenarla. Costa Méndez,
ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Onganía, denunció que
el plan del Mercado Común contenía una "división
continental del trabajo", que perjudicaba en forma irreversible el
desarrollo industrial argentino. Corno otras "burguesías asociadas" comprendieron,
también, el trasfondo de los planes integracionistas, los mismos
pasaron a ser saboteados. Los objetivos previstos para 1973 fueron postergados
para 1980.
Hoy, prácticamente, ya no se habla del Mercado Común. La
propia ALALC 19 vive un proceso
de estancamiento que puede degenerar en un deterioro total e irreversible.
Parece cada vez más evidente que la integración latinoamericana
no se procesará bajo la dirección de las clases dominantes
actuales. Surgirá -con toda seguridad- del proceso de liberación
nacional y social de nuestros pueblos, de la lucha contra el enemigo común:
el imperialismo yanqui.
En lo relativo a la integración militar -a la FIP-- ocurrió algo
semejante. Cuando la invasión de Santo Domingo por los norteamericanos,
el gobierno de Castelo Branco, para justificar su posición de satélite
privilegiado, se apresuró a mandar tropas. Washington esperaba igual
procedimiento de los argentinos. Pero el hecho de que un general brasileño
fuera nombrado subcomandante de la fuerza intervencionista eliminó esa
posibilidad. Los militares de derecha argentinos aceptan, sin vacilaciones,
el liderazgo norteamericano; no pueden, sin embargo, por una cuestión
de prestigio, aceptar el subliderazgo de los brasileños. Y los planes
de la FIP fueron definitivamente archivados.
Los planes de trasformar la Organización de Estados Americanos en
un supergobierno continental fracasaron por los mismos motivos. Hoy, la
OEA no pasa de una modesta sigla en el organigrama del State Department.
Los fundadores de la nación norteamericana revelaron, desde el comienzo,
una rara visión geopolítica. La consigna de George Washington:
Europa para los europeos, América para los americanos, sería la
base de una política que se mantendría por más de siglo
y medio. Esa estrategia se caracterizó por el aislamiento de Europa y
un intervencionismo paternalista en el continente americano.
En América latina, la estrategia norteamericana, consustanciada en la
llamada Doctrina Monroe, se mantiene hasta nuestros días. Es verdad que
bajo distintos planteos tácticos, unos duros, otros relativamente blandos.
Ejemplos de la línea dura: la Enmienda Platt, las innumerables intervenciones
armadas en América Central, el big stick de Theodore Roosevelt ("Hablar
quedamente y llevar un gran garrote; de esta manera llegaremos lejos"),
la anexión de las más ricas provincias mexicanas, de Puerto Rico
y de la zona del Canal de Panamá a los Estados Unidos.
El otro Roosevelt, con su política del buen vecino, es el representante
de la "corriente liberal". En realidad, el cambio fue meramente táctico;
Franklin Delano deseaba solamente eliminar las odiosas intervenciones de los
marines. En sus palabras se puede encontrar el germen de los futuros planes de
la FIP: "Nuestras intervenciones unilaterales en asuntos internos tienen
que terminar (...). Cualquier derrumbamiento de la legalidad y el orden en una
república que pusiera en peligro a las demás, deberá interesar
a todo el continente (...) ". El propósito hegemónico sobre
todo el continente seguía absolutamente vivo.
y continuaría vivo bajo el liberal reformista John F. Kennedy, que al
asumir la responsabilidad de la invasión de la Bahía de Cochinos,
usó un lenguaje idéntico al de Theodore Roosevelt: "Si alguna
vez la doctrina interamericana de no intervención oculta o excusa una
política de pasividad, si las naciones de este hemisferio fracasan en
cumplir con su cometido contra la penetración comunista, entonces quiero
que quede bien claro que este gobierno no dudará en hacer frente a sus
obligaciones primarias (...)".
En los últimos años, ante el amenazador avance de los pueblos latinoamericanos,
los EE.UU. han intentado, en forma bastante confusa y contradictoria, establecer
nuevas versiones de la doctrina de Monroe, que le aseguren por algunas décadas
más la hegemonía en el continente. Fracasada la tentativa paternalista-reformista
de Kennedy (la Alianza para el Progreso), aplicaron el pragmatismo intervencionista
de Johnson, que también se reveló absolutamente ineficaz: los planes
de integración continental fracasaron totalmente; la utilización
de golpes militares como fórmula rara frenar cualquier avance nacionalista-popular
pasó a constituirse en un peligro después de la experiencia peruana;
los planes de colonización cultural tropezaron con la creciente resistencia
de intelectuales y estudiantes; el control de la natalidad -fundamental para
evitar la explosión revolucionaria del hemisferio- fue frustrado por la
Humanae Vitae; la conciencia antiimperialista se profundiza y se traduce en nuevos
avances nacionalistas-populares, como la victoria de Allende.
Nixon, cuando asumió la presidencia, tuvo que enfrentarse con la dura
realidad: el total fracaso de la "gran estrategia" de Johnson. Desesperado
por comprender lo que pasaba en América latina, mandó a Nelson
Rockefeller a inspeccionar las tierras del imperio situadas al sur del río
Bravo. Las observaciones del "gran ejecutivo" servirían de base
para elaborar la nueva estrategia, distinta del reformismo paternalista de J.F.K.
y del pragmatismo intervencionista de Johnson. Objetivo, siempre el mismo: mantener
el dominio y contener el amenazador avance de los pueblos mestizos hacia su total
liberación nacional y social.
Pero el problema de las relaciones entre el Norte y el Sur es complejo, difícil,
si no imposible de resolver. Simplemente porque, en razón del enfrentamiento
dialéctico entre los EE.UU. y Latinoamérica (y al contrario de
lo que decía un general brasileño), lo que es bueno para Estados
Unidos es malo para los latinoamericanos; los intereses de uno y otros son inconciliables.
Para comprobar el fracaso de la política de Nixon en América latina,
hay que volver al Informe Rockefeller. Las sugerencias del ejecutivo de la Standard
Oil fueron, fundamentalmente, tres: aumento de la ayuda militar para combatir
la subversión, mayores facilidades para el capital extranjero y una apertura
del mercado norteamericano a las exportaciones de productos manufacturados o
semiindustrializados procedentes de nuestros países.
La primera de las sugerencias: que el gobierno de los Estados Unidos "responda
a los pedidos de otros gobiernos del hemisferio en materia de camiones, jeeps,
helicópteros y equipo militar para proveer movilidad y apoyo y otros equipos
de control de comando, para la adecuada comunicación entre las fuerzas,
y armas livianas para las fuerzas de seguridad" y que, "en vista de
la creciente subversión contra los gobiernos del hemisferio, del terrorismo
y la violencia ( ... ) sean continuados y fortalecidos los programas de capacitación
que traen personal militar y policial del hemisferio a los Estados Unidos y a
centros de entrenamiento de Panamá", fue integralmente aceptada por
Nixon. Las fuerzas represivas de América latina están hoy mucho
mejor equipadas y entrenadas. Un cable de una agencia internacional da cuenta
de que, solamente en Brasil, más de cien mil policías y militares
fueron entrenados por la CIA en las más modernas tácticas anti
guerrilleras.
La segunda proposición: el gobierno americano "debe procurar impedir
que se apliquen reglamentaciones impositivas a las inversiones privadas de los
Estados Unidos en el extranjero", también fue puesta en práctica.
Las facilidades, privilegios y garantías al capital foráneo son
cada vez mayores en casi todos los países latinoamericanos. En este aspecto,
también se destaca Brasil: para justificar su posición de satélite
privilegiado, prácticamente todos los controles al capital extranjero
fueron eliminados, las leyes sociales modificadas, negándose al extremo
de bajar el impuesto a la renta del 25 al 15 por ciento para las empresas extranjeras.
Las nacionales siguen pagando el 25 por ciento.
La tercera sugerencia, la fundamental, del Informe era: "urge una nueva
política comercial", una política que sustituya la ayuda por
el comercio: Trade not Aid. Nuevas relaciones comerciales, fundamentalmente concesión "de "preferencias
arancelarias en un plazo razonable", por parte de Estados Unidos. La "única
solución" para disminuir el crónico déficit en la balanza
de pagos y para estimular, a la vez, el desarrollo de América latina,
sería la apertura del rico mercado norteamericano para los productos manufacturados
o semiindustrializados procedentes de nuestros países: el sueño
dorado de las burguesías asociadas latinoamericanas.
A los monopolios norteamericanos establecidos en Latinoamérica también
les interesaba la medida. La reducción de las tarifas aduaneras yanquis
y la explotación intensa de nuestros proletariados, les aseguraría
una enorme sobre tasa de beneficios. Pero es evidente que, en los Estados Unidos,
los propósitos de esos grupos económicos chocan violentamente con
los de otros, que por no haber expandido sus actividades a nuestros países,
cuentan solamente con mano de obra cara, norteamericana.
A esa contradicción entre distintos sectores de las clases dominantes
norteamericanas, hay que agregar otra, fundamental y decisiva; la oposición
de la clase obrera yanqui a cualquier medida de liberalismo cambiario que, es
obvio, aumentaría el desempleo y pondría en riesgo los altos salarios
del trabajador metropolitano. La clase obrera norteamericana -así como
la de los países imperialistas europeos- siempre fue beneficiada por la
explotación del hoy llamado Tercer Mundo. El saqueo de las riquezas naturales
de nuestros países, las pérdidas que sufrimos en el intercambio
comercial, la alta tasa de explotación de la mano de obra nativa -transformadas
en plusvalía internacional- proporciona a los monopolios la posibilidad
de pagar altos salarios en las metrópolis. Con esa política, se
exporta parte de las contradicciones sociales, y se asegura una relativa paz
social en los países centrales.
En los últimos años, la situación empezó a cambiar.
Otros países capitalistas -especialmente Alemania occidental y Japón-,
valiéndose de una mano de obra mucho más barata que la norteamericana
y de una tecnología también avanzada, iniciaron una verdadera invasión
del rico mercado consumidor de los Estados Unidos. Los monopolios yanquis, para
hacer frente a esa competencia, tuvieron que cambiar su estrategia comercial:
pasaron a importar determinados productos manufacturados o semiindustrializados,
elaborados por sus sucursales en otros países, también con mano
de obra barata.
Es obvio que esa política ocasiona un serio enfrentamiento social en los
Estados Unidos; la paz social vigente en las últimas décadas, con
razón del acomodamiento de la clase obrera a la sociedad de consumo y
de su participación en la explotación de los países subdesarrollados,
desaparece gradualmente. Un documento -recientemente divulgado- revela la ya
explosiva situación. Los sindicatos que nuclean a los obreros de la General
Electric y de la Westinghouse -a pesar de ser típicos sindicatos amarillos
norteamericanos- denuncian violentamente el hecho de que los dos monopolios (que
dominan el mercado norteamericano de aparatos eléctricos y electrónicos)
están produciendo, en el exterior, cada vez más artículos,
desde radios y televisores a transistores hasta enormes turbinas generadoras,
destinados al consumo estadounidense. En el documento, los dirigentes sindicales
denuncian, en lenguaje prácticamente revolucionario, la explotación
a que están sometidos, por los dos monopolios, los trabajadores del Tercer
Mundo.
Eso representa un cambio radical en la posición de los obreros norteamericanos
Con respecto a la explotación del proletariado de los países subdesarrollados.
Creemos que no interesa el hecho de que ese cambio Sea oportunista, motivado
por intereses egoístas; lo que importa es el surgimiento de esta muy importante
contradicción en la metrópoli. Las recientes medidas de Nixon -que
incluyen el aumento del la por ciento en las tarifas aduaneras- representan la
victoria de los sectores proteccionistas yanquis y el archivo de los reclamos
de nuestras burguesías asociadas.
Una inflación de precios que ya alcanza la tasa de 0,7 por ciento mensual;
un desempleo que ya supera el 6 por ciento de la mano de obra; un creciente déficit
en la balanza de pagos (en el período marzo/mayo de 1971, por primera
vez desde 1893, la balanza comercial también presentó un saldo
negativo); la agudización del enfrentamiento con las minorías raciales,
y la transformación revolucionaria de la contradicción generacional,
son otras de las causas internas de la crisis norteamericana.
En el campo internacional, se robustecen otros factores de crisis: el avance
-a pesar de contradictorio y nada agresivo- del mundo socialista; la caída
del dólar como moneda internacional; la competencia cada vez mayor de
otros países capitalistas, especialmente Japón y Alemania; el empantanamiento
militar en el Sudeste asiático y la perspectiva del surgimiento de nuevos
conflictos en el interior de las inmensas fronteras del imperio; la crisis casi
caótica de América latina y la rápida concientización
de nuestros pueblos que pueden provocar, en cualquier momento, un incontrolable
proceso revolucionario.
En lo relativo a nuestra América, la crisis se traduce en una completa
desorientación, en una total falta de perspectivas por parte de los estrategas
metropolitanos. Por primera vez desde que Monroe lanzó su doctrina, en
la década 20 del siglo pasado, los Estados Unidos no saben qué hacer
con América latina. Y esa perplejidad, esa frustración, esa impotencia
generan un inmovilismo. Inmovilismo que, a su vez, ocasiona un verdadero vacío
de poder imperial en el continente sur.
Ese vacío de poder asusta a las clases dominantes latinoamericanas (Mao
Tse-tung dijo que el imperialismo yanqui es la única columna que sostiene
a las oligarquías de los demás países; no debe ser la única,
pero, sin duda, es la más importante). Y asusta especialmente a las clases
dominantes brasileñas y los militares de derecha que las representan políticamente
en este momento. Sí, porque todos los planes de la burguesía industrial
brasileña están basados en su alianza comercial con los Estados
Unidos (teoría del satélite privilegiado) y los esquemas estratégico-militares
de los generales brasileños, mantenimiento del status y paz imperial en
el continente (teoría del gendarme) están íntimamente vinculados
con la acción del Pentágono.
Los diarios brasileños que representan el pensamiento de los militares
ultras, de las clases dominantes y de los monopolios extranjeros establecidos
en Brasil, especialmente O Estado de S.Paulo, pasaron a hablar, en los últimos
meses, con creciente intensidad, de ese vacío de poder derivado del "abandono
de las cosas de América latina", de la "deserción" de
Estados Unidos, etcétera.
Y proponen, específicamente -considerando que ese "vacío de
poder" puede llevar el hemisferio al "caos revolucionario" y a
la "victoria del comunismo internacional"- que Brasil ocupe el lugar,
que corrija la omisión del gobierno Nixon, que asuma la responsabilidad
de asegurar la permanencia del hemisferio en el mundo occidental y cristiano:
pretenden, en fin, que Brasil se transforme de subimperio en imperio.
Esa tesis fue fortalecida, en los últimos días, por las declaraciones
categóricas del almirante Adalberto de Barros Nunes, ministro de Marina
brasileño que, después de insistir en la existencia de "un
vacío de poder del Atlántico Sur", preconiza una actitud expansionista
de Brasil (cable de A.F.P., 13/10/71).
¿Tendrá el estado militarista brasileño capacidad para realizar
el ambicioso avance, y concretar la transformación cualitativa de subimperio
en imperio? ¿O no pasará todo de un sueño de pobre?.
A ejemplo de lo que pasó, hace años,
en algunos países centrales
-Alemania, Japón e Italia, especialmente- se habla mucho, hoy, en Brasil
de milagro económico. Una intensa y científicamente elaborada campaña
publicitaria intenta convencer (y en gran parte convence) al pueblo de que el
país vive un auge desarrollista, que todos los grandes problemas nacionales
están siendo resueltos por el gobierno castrense y que Brasil se transforma
rápidamente en una gran potencia. La prensa brasileña refleja un
clima de optimismo total, de euforia absoluta. Con una técnica que recuerda
a Goebbels, se dice al pueblo que Brasil é o maior y que Nada
segura este país. A los recalcitrantes, a los desconformes, a los
incrédulos, a los "pesimistas", la advertencia totalitaria: Ame-o
ou deixe-o.
A los representantes de los grupos económicos internacionales se asegura
que Brasil constituye actualmente la mejor y la más segura inversión
para sus capitales. En este particular, los publicistas brasileños dicen
la verdad.
La actual experiencia desarrollista brasileña tiene una gran importancia
para el mundo capitalista. "El modelo brasileño de capitalismo industrial" (como
lo denominan los tecnócratas) está siendo apuntado como el camino
para los demás países subdesarrollados, en especial para los latinoamericanos.
La solución estaría en el neocapitalismo brasileño y no
en sospechosas teorías nacionalistas-populares o socialistas. El embajador
de los Estados Unidos en Brasilia, hablando frente a una subcomisión del
Senado de su país, se mostró entusiasmado con la "fórmula
brasileña" y la recomienda a otros países: "Ese progreso
está siendo obtenido mediante un sistema de libre empresa que, creo, sirve
de muy buen modelo a otras naciones que puedan estar considerando otras formas
de desarrollo económico para alcanzar sus objetivos" (una clara referencia
a Cuba, Perú, Chile, etcétera).
En consecuencia, lo que ocurre actualmente en Brasil trasciende los límites
nacionales. Se intenta rehabilitar una hipótesis que ya había sido
descartada: la de que el liberalismo económico pueda sacar a los países
del Tercer Mundo del estancamiento y de la miseria. Eso explica el total apoyo
que el capitalismo internacional monopolios y organismos financieros estatales
o supranacionales-está proporcionando a Brasil.
Inicialmente, cabe preguntar: ¿cuáles son los objetivos encarados
por los estrategas económicos brasileños? Joao Paulo dos Reis Velos
o, el ministro de Planeamiento, contesta: "Crear en Brasil una sociedad
industrial en el trópico que preserve los valores nacionales, humanos
y culturales, capaz de realizar la síntesis de la tecnología con
el humanismo moderno". ¡Bonitas palabras! El todopoderoso ministro.
de Hacienda, Delfim Netto -el hombre que sustituyó a Roberto Campos como
el agente Nº 1 de los monopolios- es más objetivo y fríamente
pragmático; descarta el humanismo: "Queremos crecer rápidamente
y, por tanto, necesitamos agredir a los mercados internacionales ( ... ). El
desarrollo no es paz, es sufrimiento".
En el análisis del desarrollo económico brasileño de los últimos
años, hay que utilizar los datos estadísticos oficiales (los únicos
disponibles), a pesar de que -lo sabemos y es fácil probarlo- los mismos
están groseramente falsificados.
Los datos estadísticos oficiales revelan que los primeros años
de la dictadura fueron de crisis económica: el P.I.B. aumentó 2,9
% en, 1964; 2,7 % en 1965; 5,1 % en 1966, y 4,8 % en 1967. El pequeño
desarrollo fue prácticamente absorbido por el crecimiento demográfico:
2,8 %. A partir de 1968, comienza el milagro: las tasas de aumento pasan a situarse
entre el 8 y el 10 %.
En una nota publicada en Marcha, demostrábamos que estos datos son totalmente
cuestionables: "Sabemos que existe una cierta relación entre el
aumento de la producción industrial y el consumo de energía eléctrica.
No hay una coincidencia absoluta entre ambos, pues otros sectores ajenos a la
producción industrial también consumen electricidad. De cualquier
manera, el consumo de kws. es un buen testigo del desarrollo del sector secundario
de la economía de un país. Analicemos lo que informan las estadísticas
al respecto. Entre 1960 y 1966, el consumo de energía aumentó un
40,23 %; la producción industrial, un 46 %. La correlación es completamente
distinta en los últimos años, en los años del milagro. Así,
en 1968, cuando el gobierno señala un aumento de 13,2 % en la producción
industrial, el consumo de energía pasó del índice 107 al
114, o sea, creció solamente 6,5 %. Lo mismo ocurrió en 1969:
presunto aumento del producto industrial, 10,8 %; consumo de electricidad, solamente
5,26 % mayor".
Es obvio que el aumento de la producción podría haber sido obtenido
con utilización de otro tipo de energía, como, por ejemplo, una
mayor aplicación de fuerza humana (hipótesis poco probable, pues
significaría un retroceso tecnológico). Pero los datos estadísticos
descartan, incluso, esa probabilidad. El Anuário Estatístico
do Brasil, 1970 demuestra que el número de obreros ocupados en el
sector "industria de transformación" (el más importante
de todos) disminuyó:
31/12/1968
-
31/12/1969
2.218.278
-
2.011.511
Parece evidente el fraude, pero vamos a aceptar como buenos los datos de
la Fundaçao
Getúlio Vargas, y a razonar con ellos".
Es innegable el avance de la producción en algunos sectores, especialmente
en el de artículos de consumo durables, (automóviles, electrodomésticos,
etcétera). El más espectacular es el de la industria automovilística.
La industria automotriz brasileña surgió en la misma época
que la argentina (últimos años de la década del 50) y, como
en el país del sur, se estructuró en forma totalmente irracional.
Sin considerar las limitaciones del mercado nacional, once fábricas se
instalaron en Brasil. Consecuentemente, producían (cada fábrica)
poco y caro. Otro aspecto de la deformación de la industria instalada
por los monopolios internacionales en los países subdesarrollados lo ofrece
la prioridad establecida en la producción. Así, en Brasil, desde
su creación en 1957, la industria automotriz fabricó 3.307.141
vehículos; de ese total, solamente 124.193 son tractores. Eso, en un país
esencialmente agrícola y que presenta un nivel muy bajo de mecanización
de los trabajos agrícolas.
La producción brasileña de coches de 1967 fue igual a la del año
anterior (225.389 Y 224.575 vehículos, respectivamente). Las plantas industriales
y los locales de los revendedores estaban llenos de coches sin posibilidad de
venta. El pánico se había generalizado. Fenómeno equivalente
-saturación del mercado- se verificaba en la Argentina.
En Brasil, la crisis fue superada. Los últimos datos estadísticos
revelan que, en el primer semestre de 1971, la industria del país norteño
produjo 239.835 unidades. Según las previsiones -confirmadas par los datos
relativos al tercer trimestre- la producción alcanzará a 520.000
a fin de año. La producción argentina sumó 114.842 vehículos
en los primeros seis meses del año.
Cabe preguntar, ¿por qué solamente en tres años la
industria automovilística brasileña consiguió duplicar
a la argentina?.
Como la exportación de coches es insignificante, prácticamente
inexistente en ambos casos, la explicaci6n podría encontrarse en el ascenso
cuantitativo y cualitativo de las clases medias brasileñas y en
el estancamiento de las argentinas.
Un informe que nos llega de Brasil aporta datos impresionantes sobre la
evolución
de las clases medias en los últimos años: el coche (antes privilegio
de las clases altas) es ahora accesible a las clases medias (22 % de las familias
de clases medias tiene actualmente dos coches); las familias de las clases medias
brasileñas poseen hoy toda la línea de electrodomésticos
(de la licuadora al "estéreo"), y cerca del 35 % de ellas se
da el lujo de cambiar sus artefactos anualmente; las clases medias hoy hacen
turismo en forma intensa y se divierten a lo grande (Porto Alegre, una capital
provinciana de 870.000 habitantes tenía, antes de 1964, quince boites;
hoy existen más de 400).
¿Cómo fue obtenido ese avance espectacular de las clases medias
brasileñas en los últimos años?.
Fundamentalmente en razón de una planificada, intensa, continuada e inhumana
transferencia de renta. Las clases bajas, los campesinos sin tierra, los minifundistas,
los trabajadores rurales, el subproletariado y los obreros no especializados
están pagando el boom de confort que gozan hoy las clases medias.
El hecho tiene una justificación política. En un país como
Brasil, donde casi la mitad de la población --la que vive en el campo-
prácticamente no existe políticamente; donde un enorme subproletariado
y la propia clase obrera, constituidos por semianalfabetos, sin conciencia de
clase, sin organización sindical, luchan exclusivamente por la supervivencia
diaria, la importancia política de las clases medias se vuelve fundamental
para la estabilidad del régimen político y del sistema social
vigentes.
Los monopolios internacionales que dominan hoy la economía brasileña
y sus asociados, la llamada burguesía nacional, los militares y los tecnócratas
que en su nombre ejercen el poder, saben muy bien eso. Y tratan de incorporar
las clases medias a la sociedad de consumo subdesarrollada que es hoy Brasil.
Es evidente que lo consiguieron. Y con eso, mercado de consumo para sus productos
y apoyo político total e incondicional; estabilidad para la dictadura
castrense y para el statu quo. Esa tesis parece confirmarse por la situación
inversa imperante en la Argentina y Uruguay, donde la pauperización de
las clases medias aparece como uno de los principales factores de las profundas
crisis social y política.
¿Es posible comprobar esa transferencia de renta en beneficio de las
clases medias?.
¡Cómo no! Además de las clásicas fórmulas de
transferencia del sistema capitalista -la apropiación de la plusvalía,
la explotación del campo por la economía urbana, de la nacional
por los monopolios internacionales- por las cuales los que están en la
base de la pirámide social aseguran el confort de las clases altas y financian
el progreso de los países ricos, Se puede verificar la existencia de otras
fórmulas, "inventadas" por los tecnócratas brasileños.
Los recursos del Banco Nacional de Habitação (B.N.H.), originados
en el seguro de desempleo (consecuentemente, plata de los obreros y empleados),
son aplicados a la construcción de casas y apartamentos que, por ser inaccesibles
a las clases trabajadoras, se .destinan a las clases medias, y son vendidos al
plazo fantástico de 180 meses.
Lo mismo ocurre con los recursos de las Caixas Económicas (lo equivalente
en el Uruguay sería la Caja Nacional de Ahorro Postal). Las reservas de
los pequeños ahorristas se destinan en gran parte a la financiación
de bienes de consumo durables. Se proporciona así a las clases medias
la posibilidad de comprar su coche en 50 ó 60 cómodas cuotas
mensuales.
Por medio del Instituto Nacional de Previdencia Social (I.N.P.S.) se procesa
también una escandalosa transferencia de renta. Con recursos provenientes
de las contribuciones de la gran masa obrera, que gana el salario mínimo
legal o menos, se jubilan a los cuarenta años, con un mínimo mensual
de 260 dólares, comerciantes, industriales, tecnócratas y
profesionales.
Mientras las clases medias adquieren, por esa y otras vías no más
honestas, capacidad adquisitiva para comprar cada vez más artículos
de uso superfluo o de lujo, disminuía la producción de productos
fundamentales para la supervivencia popular. Algunos ejemplos, sacados del Anuario
Brasileiro de Estatística. 1,970, lo comprueban:
Producción
1967
1968
1969
Vehículos (unidades)
225.382
278.936
352.192
Azúcar (toneladas)
4.318.240
4.203.238
4.216.010
Arroz (toneladas)
6.791.990
6.652.388
6.394.285
Porotos (toneladas)
2.547.577
2.419.677
2.199.974
Vemos que, mientras artículos alimenticios de primera necesidad (el arroz
y los porotos representan la dieta fundamental del 80 % de la población)
bajaron su producción en el período en un 6,23 por ciento (considérese,
además, el aumento demográfico de 2,8 % al año), la producción
de coches aumentó el 56,3 %.
El propalado "milagro económico brasileño" beneficia
solamente a una pequeña porción de la población: las
clases dominantes, las medias (entre ellas, en forma destacada, los militares
de rango medio y alto) y, es obvio, especialmente, a los monopolios internacionales.
El gobierno de Garrastazú Médici
decretó el 1º de mayo
nuevos niveles de salario mínimo para todo el territorio brasileño.
Los límites extremos son Cr$ 268,80 para los estados de Sao Paulo, Rio
de Janeiro, Guanabara, Minas Gerais y Distrito Federal, y de Cr$ 182,40 para
el Nordeste. Los menores de 16 a 18 años tienen derecho al 75 % y los
de 14 a 16, al 50 % del salario mínimo.
El salario mínimo fue instituido el 1º de mayo de 1941. Justificando
su medida, Getúlio Vargas-argumentaba: "Buscamos por este medio asegurar
al obrero una remuneración equitativa capaz de proporcionarle los medios
necesarios para su manutención y la de su familia. El establecimiento
de un estándar mínimo de vida que deberá ir aumentando gradualmente,
asegurando a los trabajadores una mejor participación en la renta nacional,
y mejores niveles de salud y productividad...".
El salario mínimo era considerado por Vargas como un salario de supervívencia.
Fue calculado con la base de las necesidades mínimas del obrero y su familia,
considerando los principales rubros de gastos: alimentación, habitación,
transporte, vestido, higiene, etc. (los gastos relativos a la salud quedaron
a cargo de los organismos de previsión social). En lo relativo a la alimentación,
el salario mínimo decretado el 1/5/1940 tomó como base las cantidades
mínimas de alimentos que un trabajador adulto necesita consumir para poder
sobrevivir y trabajar normalmente. Las mismas que habían sido establecidas
por el decreto-ley 399, del 30/4/1938, eran: 6 kilogramos de carne, 7,5 litros
de leche, 4,5 kilogramos de porotos, 3, kilogramos de arroz, 1,5 kilogramos de
harina, 6 kilogramos de papas, 600 gramos de café, 6 kilogramos de pan,
7,5 docenas de bananas, 3 kilogramos de azúcar, 0,750 kilogramo de grasa
de cerdo y 0,750 kilogramos de manteca.
En 1951, en su segundo gobierno, Vargas
estableció el criterio que debía
determinar el establecimiento del salario mínimo: alimentación
50 %, habitación 25 %, vestido 13 %, higiene 6 % y transporte 6 %. El
24/12/51, el gobierno fijó el nuevo salario mínimo en 1.200 cruceiros,
lo que equivalía a 64 dólares.
El desarrollo de la economía
brasileña en los últimos 20
años fue muy grande (tenemos a mano los datos oficiales del Producto Interno
Bruto de 1949 a 1969: la evolución fue del índice 100 al 333,6).
Un aumento mucho mayor que el de la población (entre los censos de 1950
a 1970, la misma pasó de 51.944.000 a 93.545.000). O sea, el P.I.B. aumentó un
233,6 %, mientras que la población creció solamente un 80 %. Esto
significa que, si se hubiera mantenido la participación de las clases
trabajadoras en la distribución de la renta nacional, el salario mínimo
real actual debería ser casi el doble del vigente en 1951, situándose
cerca de los 120 dólares mensuales (eso sin considerar el aumento de la
productividad y la desvalorización del dólar en esos años).
En cambio, el salario mínimo regional más alto en la actualidad
(después del 1º de mayo) equivale a U$S 45,50. Tenemos así la
prueba de que el boom desarrollista de las últimas dos décadas
no benefició en lo más mínimo a los trabajadores; al revés,
fue obtenido con el sacrificio de los mismos.
Después de la muerte de Getulio
Vargas, se aceleró la decadencia
del "estado paternalista". El fortalecimiento de la burguesía
industrial, la "invasión" económica del país
por los monopolios internacionales, la elección para la presidencia de
la República de típicos representantes de la "burguesía
asociada", como Kubitschek y Janio Quadros, determinaron la quiebra del
equilibrio social establecido por el paternalismo getulista. Pero, en lo fundamental,
se mantuvo el conjunto de leyes que garantizaban los derechos de las clases trabajadoras.
Fue
a partir del 19 de abril de 1964, con el golpe militar, que se archivó definitivamente
la política paternalista. El nuevo régimen asumió en forma
descarada la defensa de las clases dominantes y de los monopolios internacionales.
Un ex ministro del gobierno de Costa e Silva decía (Veja, 29/12/71): "La
distribución de la renta nacional es una cuestión de poder. En
1964 hubo una revolución en este país y el gobierna revolucionario
está distribuyendo la renta -y el poder- según sus objetivos".
El
gobierno castrense adoptó integralmente la orientación del Fonda
Monetario Internacional, el más poderoso y eficiente de los instrumentos
del imperialismo en la explotación de los países y de las clases
trabajadoras del Tercer Mundo. En lo relativo a la política salarial,
la receta del F.M.I. es la congelación, que en la realidad se traduce
en una baja del salario real de los trabajadores. Los salarios, de acuerdo con
el decreto-ley N9 15 (de clara inspiración fondomonetarista) firmada por
el mariscal presidente Castelo Branco, ya no serían reajustados conforme
al aumento del costo de vida, sino de acuerdo "al residuo inflacionario
considerado como compatible con la programación financiera del gobierno".
Lo que, traducido a lenguaje popular, significa que los trabajadores brasileños
pasaron a ganar cada vez menos en relación con el costa de vida y que
el aumento de la tasa de explotación proporcionó nuevos recursos
a la acumulación de capital, al boom desarrollista.
Los propios tecnócratas
responsables del "milagro brasileño" admiten
la baja de los salarios reales. El profesor Mário Henrique Simansen, uno
de los teóricos más destacados del actual equipo económico,
afirma que el gobierno podría establecer una política salarial
más liberal, que aumentase la renta de los pobres, pero "eso sería
devorar la gallina de los huevos de oro, consumiendo un ahorro que permitirá en
el futuro una mejor distribución". (Jornal do Brasil, 27/4172). A
continuación, analizando los datos de los censos de 1960 y 1970, el citado
economista admite que el sector más pobre de la población (40 %)
participaba con 11,2 % en la renta nacional al comienzo de la década pasada,
mientras que, en 1970, el mismo recibía solamente el 9,05 %. A su vez,
los sectores más ricos de la sociedad brasileña (5 %), que en 1960
usufructuaban el 36,07 % de la renta nacional, pasaron a adueñarse, diez
años después, del 48,53 %.
Es tan brutal el procesa de explotación
de las clases asalariadas brasileñas,
tan violenta el proceso de apropiación de la plusvalía, de acumulación
de capital, que incluso organizaciones al servicio de los monopolios internacionales
y diarios que reflejan los intereses de las clases dominantes norteamericanas,
se escandalizan. La Rand Corporation, en su informe sobre el Brasil (elaborado
a pedida del Departamento de Estado) afirma: "Las propias cifras oficiales
(brasileñas) revelan que los trabajadores soportan la carga del programa
de estabilidad desde 1964. El desarrollo económico obtenido por el régimen
militar fue posible en razón de la liquidación de los sindicatos
y de las ligas campesinas..." (O Estado de S. Paul, 1/2/72). El Washington
Post, en ocasión de la visita de Garrastazú Médici a los
Estados Unidos, se preguntaba: "El milagro brasileño, la obtención
por tercer año consecutivo de una tasa de crecimiento del 9 %, ¿no
significa que los pobres están ayudando a los ricos?". Y contestaba: "Las últimas
cifras indican que el 80 % de los brasileños con menos ingresos recibieron
el 27,5 % del producto nacional bruto en 1970, mientras que en 1960 les correspondía
el 35 %; entre tanto, el sector más rico (5 %) aumentó su participación
en el mismo período del 34 al 50 %" (Cable de IPS, 27/4/72).
Un estudio
elaborado por el Departamento Intersindical de Estadísticas
y Estudios Socioeconómicos de Sao Paulo (D.I.E.E. S.E.), con datos oficiales,
revela que si los brasileños siguieran consumiendo alimentos con la base
del "mínimo vital" establecido por Vargas, en 1938, una familia
obrera (dos adultos y dos niños) estaría gastando actualmente,
en São Paulo (solamente en alimentación), 302,37 cruceiros, o sea,
37 % más que el salario mínimo vigente (Jornal do Brasil, 27/4/72).
El
referido organismo prueba (siempre con datos estadísticos oficiales),
que el salario mínimo tenía, en 1958, un poder adquisitivo equivalente
a 590 cruceiros actuales. Como el salario mínimo vigente hasta el 30 de
abril pasado era de 225 cruceiros, sería necesario, para recuperar la
capacidad adquisitiva perdida, que el nuevo salario mínimo incorporase
un aumento del 265 %. El aumento concedido por Garrastazú Médici
osciló entre el 19,15 y el 24,44 por ciento en las diferentes regiones
del país.
En sus insospechables estudios, el D.I.E.E.S.E. muestra que el
sueldo familiar total era, en 1958 (cuando trabajaba como promedio una persona
por familia) de 10,14 cruceiros nuevos. En 1970, trabajando un promedio de dos
personas por grupo familiar, el salario familiar total era de 9,20 (cruceiros
de 1958).
Otro argumento imbatible del citado organismo: el salario mínimo
aumentó,
en el período 1958/1970, del índice 100 al 2644; el costo de vida
subió de 100 a 7361 (Veja, 29/ 4/71).
Parece incuestionable la existencia
de un proceso de transferencia de la renta -de abajo hacia arriba- en la sociedad
brasileña, sometida hace ocho años
al gobierno de los militares y de los tecnócratas representantes de los
monopolios internacionales, todo de acuerdo con la receta del F.M.I. para los
países subdesarrollados.
Veamos ahora cómo ese proceso afecta la
vida de un obrero brasileño
y su familia. ¿Cómo vive hoy un trabajador urbano (ni hablar de
los rurales) en el rico centro-sur (ni pensar en el Nordeste); ¿cómo
usufructúa los beneficios, el confort, los placeres de la sociedad de
consumo?.
Jornal do Brasil en su edición del domingo 30/4/72, publica un
reportaje de Heraldo Dias y Hamilton Correia sobre la vida de un obrero en Rio
(la ciudad maravillosa…). El obrero, Durval Vicente Ferreira, nordestino,
natural del estado de Paraíba, hace ya 11 años que vive en la antigua
capital brasileña. Ya no es, consecuentemente, un pau de arara (apodo
dado a los nordestinos que emigran hacia el sur o al oeste del país),
un recién
llegado. Después de más de una década, se podría
esperar que Durval estuviera ya perfectamente integrado a la sociedad de consumo
vigente en los estados del centro-sur brasileño.
El paraibano Durval (35
años), obrero de la construcción, tiene
mujer y tres hijos menores. En este momento viven en su casa una hermana casada,
su hijo y el marido, pues éste está desocupado. Durval se considera
feliz: tiene un empleo y gana el salario mínimo (225 cruceiros). Vive
(habría que ver cómo viven ocho personas en dos habitaciones) en
Nova Iguaçú, a una hora de viaje de Rio. Paga por la casita 70
cruceiros, o sea 31 % del sueldo. Si Durval tomase el ómnibus diariamente
para ir al trabajo, gastaría 72 cruceiros mensuales, otra tercera parte
de lo que gana. Como eso es totalmente imposible, Durval duerme durante la semana
en el propio local de trabajo. Eso le permite, además, trabajar tres horas
extra por día 20. Por consiguiente,
nuestro personaje ve a la familia solamente la noche de los sábados y
los domingos.
Los reporteros describen el rancho (la canasta familiar) comprado
por Durval a un costo de 36,65 cruceiros y que debe alcanzar para toda la semana:
6 kilogramos de arroz, 6 de porotos, 3 de fariña de mandioca, 3 de azúcar,
una pequeña lata de leche en polvo para los niños, un paquete chico
de maicena, medía kilo de café, medio kilo de carne seca (charque)
y medio kilo de chorizos 21. Si dividimos
el costo por siete y multiplicamos el resultado por 30, tendremos el presupuesto
mensual de Durval para alimentación: 157 cruceiros (cerca de 25 dólares),
para alimentar ocho personas. O sea, menos de la mitad del calculado por el D.I.E.E.
S.E. como el "mínimo de supervivencia" para una familia de cuatro
personas. Solamente en alquiler y alimentación de su familia, Durval gasta
su salario. El transporte y su alimentación en Rio los paga con las horas
extra.
¿Cuáles son los placeres de la sociedad de consumo que usufructúa
nuestro Durval? Dijo a los periodistas que le gusta mucho el cine. Y recuerda
nostálgico el día -hace tres años- en que se permitió la
extravagancia de gastar 0,50 cruceiros para ver una película en Rio.
Bueno, preguntará el lector, ¿y la ropa y los zapatos? Es obvio
que Durval y su familia no andan totalmente desnudos. Durval explica que, en
general, no se queda más de un año en el mismo empleo (una de las
exigencias de los monopolios internacionales para radicarse en Brasil fue la
revocaci6n de la ley de la estabilidad otorgada por Vargas a los obreros). Cada
vez que es despedido recibe una indemnizaci6n de cerca de 170 cruzeiros, que
utiliza para vestirse él y su familia.
Pero, dirá algún lector
entusiasmado con el "milagro brasileño",
la mayoría debe ganar mucho más que el salario mínimo y
consecuentemente gozar de condiciones de vida mucho mejores que las de Durval
y su familia. Los números prueban que ¡no! El censo de uno muestra
que la población brasileña era de 93.545.293 habitantes. La poblaci6n
econ6micamente activa 29.204.379. La distribuci6n de los salarios era, entonces,
la siguiente: 31 % ganaban menos de 100 cruceiros; 13 % entre 101-150; 14 % entre
151-200; 18 por ciento entre 201-250; 15 % entre 251-500; 6 % entre 501-1.000;
2 % entre 1.001-2.000; 1 % más de 2.000.
Durval, con toda su miseria, está entre
la mitad más privilegiada
de la población brasileña. Hay que imaginarse cómo vive
el 58 % que gana menos que el salario mínimo, los millones de desocupados
y los millones que en el campo viven todavía bajo un sistema semifeudal
o formas mal disfrazadas de esclavitud.
En las notas anteriores analizamos
los varios intentos desarrollistas de Brasil en los últimos
años. Vimos cómo la tentativa
nacionalista-popular-reformista de incorporar– por la reforma agraria– la
masa campesina al mercado de consumo fue descartada –como peligrosa
y subversiva – por la burguesía y por los militares de derecha.
Expusimos las tesis de la integración económica continental
y del satélite privilegiado -un intento de división de
trabajo en nuestros países protagonizado por los monopolios internacionales-
y su fracaso. Registramos también el colapso de las esperanzas
de las burguesías asociadas latinoamericanas de "conquistar" el
rico mercado de consumo norteamericano para sus productos industrializados
o semi manufacturados. Vimos, finalmente, cómo, a pesar de todos
esos fracasos, el gobierno castrense-tecnócrata brasileño
-sacrificando violentamente a las clases trabajadoras a través
de una inhumana redistribución de la renta nacional- consiguió asegurar
un mercado interno bastante amplio y creciente para las transnacionales
que dominan en forma absoluta algunos sectores de la economía
brasileña, especialmente los que producen "bienes de consumo
durables".
Pero el actual boom desarrollista brasileño no
se limita a eso.
Hay que reconocer, honestamente, que otros sectores de
la economía
-en especial los que constituyen la infraestructura- pasan también
por una fase de desarrollo acelerado.
Los planes de desarrollo de los sectores
que constituyen la infraestructura económica brasileña para
los próximos años
son verdaderamente espectaculares. Y aparentemente bastante concretos,
realistas, pues están basados en una amplia financiación
e inversi6n internacionales, en gran parte ya asegurada. Veamos algunos
ejemplos.
La producción de acero en 1970 fue de 5.367.701 toneladas. Hace
pocos meses fue lanzado el Plan Siderúrgico Nacional con los siguientes
objetivos: 10 millones de toneladas en 1975 y 20 millones en 1980. En este último
año, Brasil estaría entre los diez mayores productores de
acero del mundo. Por su magnitud -aumento de casi 300 % en solamente nueve
años- el plan parecía absolutamente fantástico. Pero,
confirmando la tesis -expuesta anteriormente- de que en Brasil se juega
actualmente algo muy importante para el capitalismo mundial, en pocas semanas
organismos financieros internacionales aseguraron los recursos necesarios
para el ambicioso salto, cerca de 2.000.000.000 de dólares. Más
todavía: la realidad superó la expectativa. Después
de obtenida la financiación para la etapa de las 20.000.000 de toneladas,
el gobierno brasileño recibió de la Nippon Steel Corp., una
oferta para la construcción de una nueva usina siderúrgica
destinada a producir y exportar de 8 a 10 millones de productos semiterminados
de acero. Por lo visto, está totalmente asegurado el éxito
del Plan Siderúrgico Nacional que, según expresó el
general Alfredo Américo Silva, presidente de la Companhia Siderúrgica
Nacional..., "fue elaborado tomando en consideración los objetivos
del actual gobierno de ampliar nuestras fronteras económicas y sociales".
En
lo relativo a la energía eléctrica, el plan no es menos
ambicioso. Según afirma el presidente de Eletrobrás, ingeniero
Mario Behring, "Brasil elevará la potencia eléctrica
instalada de 12 millones de kW en 1971 a treinta millones en 1980".
La etapa más importante del plan energético sería
la construcción de la usina de Sete Quedas en colaboración
con el Paraguay. Según una hipótesis, la planta hidroeléctrica
produciría 15 millones de kW.; según -otra, la potencia sería
de 12 millones. En cualquier caso, Sete Quedas sería la mayor del
mundo (Grand Coolie en los Estados Unidos, Krasnoyarsk en la U.R.S.S. y
la canadiense Churchill Falls, producen, respectivamente, 9,7, 6,9 Y 5,5
millones de kW.).
Según declaraciones del diplomático soviético
Iván
Pizarets al O Estado de S. Paulo, la Unión Soviética estaría
interesada en la financiación de la misma -1.500.000.000 de dólares-
mediante un acuerdo con General Electric. El único obstáculo
a la ultimación del crédito parecería ser la terquedad
del dictador Stroessner, que con su anticomunismo primario y fuera de moda,
se mostraría reacio a aceptar plata roja. Los diplomáticos
de Itamarati lo estarían trabajando en el sentido de que aceptara
la filosofía brasileña, realista, pragmática, que
es así sintetizada por un periodista paulista: "Hay que superar
el miedo (al capital extranjero); el miedo no da divisas".
Otro plan
ambicioso pero aparentemente realista es el relativo a la construcción
naval. La flota mercante actual cuenta con 356 embarcaciones con un total
de 2.455.000 toneladas, de las cuales 113, con 1.636.183 toneladas, tienen
menos de 10 años de servicio (una flota relativamente moderna).
Actualmente se construyen barcos por un total de 1.406.000 toneladas. La
previsión establece, para 1974, un total de 5.750.000 toneladas
(será superior entonces al conjunto de las flotas mercantes de los
demás países latinoamericanos).
Ese plan podría ser
ampliamente superado con la ayuda japonesa. Japón desarrolla en
este momento una violenta ofensiva para dominar en forma absoluta el transporte
marítimo mundial. Un cable de AFP
(8/11/71) señala: "El Japón dominará próximamente
el mercado mundial de los fletes marítimos (...). La participación
japonesa en el transporte general marítimo, que era de 25 por ciento
en 1964, fue de 39 % en 1968 y será de 50 % en 1975 y 55 % en 1980".
Otra
de las prioridades establecidas por el gobierno brasileño se
relaciona can el comercio exterior. Las exportaciones aumentaron de 1.430
millones de dólares en 1964 para 2.525 millones en 1970. En el corriente
año se prevé que llegarán a 2.700.000.000. Además,
se registra una transformación cualitativa en las exportaciones
brasileñas. El café y otros productos alimenticios, y materias
primas de origen vegetal, que constituían la casi totalidad de lo
exportado en el pasado, van siendo desplazados por minerales y productos
manufacturados. En 1970, la exportación de mineral de hierro alcanzó un
total de 27.906.006 toneladas por un monto de 208.600.000 dólares.
En lo relativo a los productos industrializados, los pronósticos
son igualmente muy optimistas: la exportación alcanzaría
680 millones de dólares en 1971, 940 en 1972 y 2.000 millones en
1976.
¿A qué atribuir esos planes desarrollistas tan ambiciosos
y aparentemente bastante realistas?.
La explicación parecería estar en el hecho de que se procesa,
en este momento, una redistribución internacional del trabajo. El
capitalismo internacional, intentando sobrevivir, trata de racionalizar
sus actividades. Uno de los aspectos fundamentales de esa racionalización
estaría en el establecimiento de una economía a nivel supranacional,
o sea, la eliminación gradual de las fronteras económicas.
A lo sumo, la ampliación de la experiencia del Mercado Común
Europeo.
Según todo indica, los años 70 verán el triunfo de
las empresas transnacionales. Esos supermonopolios, eliminando la competencia
y produciendo en las áreas económicas y geográficas
más ventajosas, sin mayores consideraciones de orden nacional, darían
una nueva cara al actual imperialismo.
Algunos países del Tercer Mundo –con condiciones naturales
excepcionales– serían "beneficiados" en la reorganización
del sistema capitalista mundial, en la nueva distribución internacional
del trabajo. Serían transformados en bases de operaciones preferencíales
del capital supranacional, en satélites privilegiados, en colonias
de los supermonopolios. Es obvio que a esas colonias privilegiadas les
estarían aseguradas una serie de ventajas con relación a
los demás pueblos subdesarrollados.
Un ejemplo típico de esa reorganización del sistema capitalista
a nivel mundial y de esa redistribución internacional del trabajo
lo da el hecho -citado anteriormente- de la acción de General Electric
y de la Westinghouse, fabricando cada vez mayor cantidad de productos destinados
al mercado norteamericano en sus fábricas instaladas en países
periféricos. Otra experiencia en este sentido sería el plan
japonés-brasileño de construcción naval: en vez de
llevar mineral de hierro brasileño (el Japón es actualmente
el mayor importador del mismo) a las antípodas, se instalarían
usinas siderúrgicas niponas en Brasil y se ampliarían los
astilleros japoneses ya existentes, para fabricar, en el país de
origen de la materia prima, los superpetroleros de 400.000 toneladas. Además
del ahorro -que debe ser considerable, teniendo en cuenta el bajo precio
del mineral y la enorme distancia a que debe ser transportado- en la materia
prima, conseguirían los monopolios nipones una sobretasa de ganancia
al explotar la mano de obra brasileña, todavía más
barata que la barata mano de obra existente en Japón. Una de las
causas fundamentales del milagro japonés fue el bajo nivel de los
salarios: 240 dólares mensuales, muy inferior a los norteamericanos.
Ese bajo salario es todavía tres veces superior al sueldo medio
pagado en Brasil a un obrero industrial.
Otro factor que deberá tener enorme importancia en el desarrollo
económico mundial, en los próximos años, es el constituido
por el problema de la polución o contaminación del medio
ambiente. La tremenda concentración industrial en los países
centrales creó una situación verdaderamente catastrófica:
el aire y los cursos de agua están contaminados: metales tóxicos
(en especial el plomo, el mercurio, el cadmio), diseminados en el medio
ambiente, serían los responsables de nuevas y terribles enfermedades
y deformaciones físicas y mentales.
El smog en algunas metrópolis ya alcanza tal intensidad que impide
el tránsito. Tan grave es el problema que los científicos
llegan a pronosticar que los próximos serían "los últimos
30 años de la Tierra".
En consecuencia, la situación exige inmediatas y drásticas
medidas. Y como suele ocurrir, los países ricos intentarán
transferir el problema a las áreas periféricas marginadas,
es decir, a los pueblos del Tercer Mundo. En realidad, la transferencia
ya ocurre parcialmente, en forma natural. En el Seminario Regional Latinoamericano
sobre problemas del Medio Ambiente Humano y Desarrollo, realizado en setiembre último
en México, un delegado denunció un nuevo tipo de pérdida
que se verifica en las relaciones entre los países ricos y los subdesarrollados
(una más entre tantas anotadas por Lenin y por los modernos analistas
del imperialismo):
"La combustión de hidrocarburo, gas, materias orgánicas,
etc., que se procesa diariamente en los Estados Unidos consume una cantidad
de oxígeno del que solamente el 60 % se produce por fotosíntesis
en el territorio de U.S.A.; de tal modo que Norteamérica debe ser considerada
un importador de oxígeno que toma de los países vecinos, a la
vez que un exportador de contaminación atmosférica y de las aguas".
Esa situación sería una explicación más para
el interés de los yanquis por la Amazonia (los planes del Hudson
Institute) 22.
Temen los norteamericanos que los brasileños -con la voracidad que
-siempre caracterizó su
acción en la conquista de su hinterland-.
destruyan la selva amazónica que, con sus 4,5 millones de kilómetros
cuadrados, constituye la más grande reserva de agua y de oxígeno
del planeta.
Pero -aseguran los científicos- este intercambio que se procesa
naturalmente no sería suficiente para proteger debidamente la vida
y la salud de los habitantes del mundo rico. Habrá que adoptar medidas
preventivas muy costosas.
La solución del problema parecería no ser fácil, pues
el mismo tiene implicaciones múltiples y muy complejas. En principio
chocan -en los países centrales- los científicos con los
economistas representantes de los intereses monopolistas. Los primeros
presentan soluciones preventivas radicales, que son consideradas inadmisibles
por los segundos. Los gastos para tornar "limpias" determinadas
industrias serían tan grandes que las mismas se tornarían
antieconómicas. Ahora parece surgir una solución conciliatoria:
las industrias consideradas más nocivas, como la química,
la petroquímica y la siderurgia, la papelera, etc., serían
transferidas, gradualmente, hacia los países subdesarrollados. Los
cálculos de los costos demostrarían que los gastos de transferencia
serían inferiores a las inversiones adicionales necesarias para
hacer inofensivas determinadas industrias. Es obvio que se descarta la
hipótesis de tomar cualquier medida preventiva en las industrias
por instalarse en los países periféricos.
Esa posible transferencia de industrias, determinada por problemas de higiene,
encuadraría perfectamente en los proyectos anteriormente mencionados
de "racionalizar" la producción mundial. A la larga,
la solución resultaría totalmente satisfactoria: evitaría
la polución en los países metropolitanos y, a la vez, aumentaría
las ganancias de los monopolios con la explotación de la mano de
obra barata existente en los países periféricos. Como lo
declaró un experto de las Naciones Unidas, "el mundo rico vio,
en estos problemas del medio ambiente, una manera como otra cualquiera
de hacer negocios" (AFP, 22/10/71).
El tema candente fue debatido en la Conferencia Mundial sobre el Medio
Ambiente, que se celebró en junio de 1972 en Estocolmo. Si
hubiera unidad entre los países del Tercer Mundo, ellos podrían
enfrentar con éxito al "sindicato de los contaminadores" (así denomina
Iván Chemlah el mundo industrializado). Habría que exigir
sendas indemnizaciones por las pérdidas que sufrimos, en especial
por las derivadas de la contaminación de la atmósfera y del
agua de los ríos y mares. Pero esa unidad difícilmente será conseguida,
pues algunos gobiernos cipayos no solamente no se opondrán sino
que irán a disputar el "privilegio" de que se "exporte
la polución" a sus respectivos países.
Entre esos gobiernos -podemos adelantar- se destacará el brasileño.
Un senador oficialista -José Sarney- anticipó la posición
del gobierno castrense sobre el problema: "Que venga la polución,
siempre que se transfieran las fábricas". Opinión absolutamente
acorde con la filosofía predominante entre los militares de derecha
y tecnócratas que gobiernan actualmente Brasil: desarrollo a cualquier
precio, sin ninguna consideración de carácter nacional, social
o humano.
Considerando todos esos aspectos, no es necesario ser profeta para prever
que Brasil va a ser protagonista, en los próximos años, de
un prodigioso proceso desarrollista. Por su posición geográfica
privilegiada, por sus recursos naturales incalculables, por la enorme reserva
de mano de obra barata que posee, por la existencia de un gobierno duro
y eficiente que sofoca cualquier prurito revolucionario y asegura
la "paz social" y da las máximas garantías a las
inversiones foráneas, Brasil será, con toda seguridad, la
base preferencial de operaciones del capitalismo internacional en
el Tercer Mundo. Lo planeado con relación a América latina
y que fracasó en razón de los efectos de la "balcanización" del
continente, se concretará ahora a escala mundial. Salvo hechos imprevisibles
que cambien la tendencia actual, Brasil se transformará, en los
próximos años, en una colonia de nuevo tipo: una colonia
con múltiples metrópolis (la penetración europea y
japonesa es actualmente de la violenta mucho mas acelerada que la yanqui,
eso en razon de la violenta crisis que conmueve la economía norteamericana);
una colonia industrializada, económica, política y militarmente
fuerte; consecuentemente, peligrosa para sus vecinos no “beneficiados”con
la reestructuración de la economía mundial que se procesa
actualmente y con la redistribución del smog.
Para aquilatar las posibilidades expansionistas
(imperialistas) de un país,
es fundamental un examen de su potencialidad humana y económica,
una interpretación de sus clases dominantes y de su régimen
político, un análisis de su capacidad diplomática
y del poderío de sus fuerzas armadas. Ya vimos que en lo relativo
a posibilidades económicas, Brasil tiene todo para convertirse,
en los próximos años, en una potencia imperialista. Intentaremos
un rápido y sintético examen de los demás aspectos
citados de la actual realidad brasileña.
El régimen instaurado en Brasil el 1º de abril de 1964 no puede
ser clasificado, científicamente, de dictadura militar. Eso sería
un simplismo imperdonable. El golpe tuvo características muy distintas
del clásico cuartelazo latinoamericano. Es innegable que los militares
de derecha, cuando derrocaron el gobierno de Goulart, tenían un
amplio apoyo social. Los latifundistas, la burguesía "nacional",
gran parte de las clases medias y la reacción católica (en
aquel momento, antes del Concilio Vaticano II, ampliamente mayoritaria)
apoyaron en forma incondicional y militante el movimiento castrense.
Hoy, siete años y medio después del golpe, el apoyo de las
clases altas y medias al régimen militar sigue; es posible que haya
aumentado. Para lo que nos proponemos, interesa saber cuál es la
participación de las mismas en el gobierno; saber quién efectivamente
detenta el poder político actualmente en Brasil.
La clase dominante tradicional -los latifundistas- a pesar de que el gobierno
mantuvo intactos sus privilegios semifeudales, está en pérdida
dentro del contexto social. La economía rural tradicional está totalmente
en crisis. El café (durante un siglo fue el puntal de la economía
brasileña; en consecuencia, hasta 1930, los barones del café fueron
los "dueños" de la política nacional), por causas
climáticas y sanitarias, está con su producción seriamente
afectada. La participación porcentual de Brasil en el mercado internacional
del café es cada vez más reducida. Y el peso de la producción
cafetalera en el PIB es cada vez menor.
En el Nordeste, el estancamiento de la economía rural -semifeudal
y totalmente rudimentaria- es total y genera graves, conflictos sociales.
En otras regiones, especialmente en el sur del país, la economía
rural pasa por una rápida transformación: de semifeudal se
transforma en capitalista. Ejemplos: la pecuaria extensiva de Rio Grande
do Sul cede lugar a la agricultura mecanizada; solamente los cultivos de
trigo, soja y arroz tendrán este, año una producción
superior a los cinco millones de toneladas, con un valor aproximado a seiscientos
millones de dólares (total superior a la producción pastoril).
Como los empresarios agrícolas son otros, la aristocracia ganadera
va siendo desplazada. En resumen, la participación de la clase rural
tradicional en la renta nacional disminuye verticalmente y, en consecuencia,
su poder político.
Al auge industrial de los últimos años debería corresponder
un avance político de la burguesía. Pero eso no ocurre: al
revés, la burguesía nacional -como clase independiente y
políticamente influyente- está desapareciendo. Ya analizamos,
en otras oportunidades 23,
cómo la burguesía industrial -surgida en forma muy artificial
bajo la protección del Estado nacionalista y paternalista de Vargas-
pasó a asociarse en la posguerra con el capital financiero y monopolista
internacional. Hoy, su vinculación y subordinación, a los
monopolios es casi total. Hace algunos meses divulgamos en Marcha datos
de la revista Visión sobre la absorción
de la economía brasileña por el capital extranjero. Luego, nos
llega otro estudio al respecto, hecho por la revista Comércio e
Mercado, órgano oficial de la Confederação do
Comércio. Según esa publicación, que utiliza datos
oficiales, la participación del capital extranjero es la siguiente:
industria, 70,2 %; comercio, 58,3 %; transporte, 67,8 %; prensa, 69,2 %; publicidad,
89,9 %. Considerando que una gran parte de la economía -especialmente
en los sectores de infraestructura- sigue todavía controlada por entes
estatales, queda claro, que es insignificante la participación de la
llamada "burguesía nacional" en el producto económico
y, consecuentemente, mínimo su poder político.
En contrapartida, la influencia política de los monopolios internacionales
es cada vez mayor. El actual gobierno, brasileño está integrado,
en forma prácticamente exclusiva, por militares y tecnócratas.
Un diputado conservador de oposición, Ulisses Guimaraes, definió así la
situación: "Los militares tienen el poder y los tecnócratas
ejercen el gobierno". Hay que agregar: los tecnócratas que
gobiernan representan menos los intereses de las clases dominantes nacionales
que los de los monopolios extranjeros.
La asociación de los intereses de los militares (esencialmente políticos)
y de los monopolios (esencialmente económicos) explica la situación
interna y la actual acción diplomática brasileña en
América latina: búsqueda de nuevos mercados y tentativas
de control político-ideológico sobre los pueblos vecinos.
Esta extraña composición gubernamental, esa espuria asociación
de intereses, podría generar un fascismo sui generis: un fascismo
subdesarrollado, En el Cuaderno de Marcha NQ 37, analizamos en detalle
cómo los métodos fascistas -especialmente en lo relativo
a la represión- fueron adoptados por los gobernantes castrenses:
la total eliminación de los derechos políticos y humanos
y la institucionalización de la censura, de la delación,
de la tortura y del asesinato político, como normas de gobierno.
Sin embargo, algunas de las características del fascismo clásico
no se encuentran en el cuadro político brasileño. Así,
el nacionalismo. El nacionalismo de Mussolini y de Hitler tenía
doble faz: era "antiimperialista" en relación con los
países capitalistas más fuertes, y, a la vez, imperialista
en relación con los pueblos más débiles. En el caso
brasileño, la situación es distinta. En relación con
las grandes potencias capitalistas, la sumisión es total, la entrega
es absoluta. El nacionalismo surge -y en forma muy agresiva- en las relaciones
con los países limítrofes.
Los constantes pronunciamientos de periódicos (todos con el "visto
bueno" gubernamental) y de integrantes del propio equipo' dirigente
-fríamente "científicos" algunos, simplemente
histéricos otros- sobre los proyectos latinoamericanos del régimen
militar brasileño son muestras de nacionalismo imperialista.
Otras dos características fundamentales del fascismo clásico
-el partido y el "führer"- todavía no son visibles
en la escena política brasileña. A dar crédito a las
palabras de Plínio Salgado, -el fracasado líder de la Ação
Integralista Brasileira, el partido nazi de los años 30, y actualmente
uno de los voceros más acreditados del régimen- el ejército,
o mejor, las fuerzas armadas podrían sustituir al partido. Según
un cable de una agencia internacional, el líder integralista propone
una estrategia que garantice la estabilidad del frente interno y la expansión
mundial de Brasil. El instrumento de esa estabilidad y de esa expansión
serían las fuerzas armadas.
"El ejército, como las demás armas, deberá integrarse
en las universidades, empresas y laboratorios de investigación, para
ponerse al día con los avances de la ciencia, sobre todo en la química,
electrónica y energía nuclear." Las fuerzas armadas deberán
iniciar "una acción decisiva contra la depravación, las
conductas y la propaganda deletéreas que destruyen a la juventud a través
de los medios de información (...). Tenemos que crear una fuerza militar
consciente de la realidad del mundo contemporáneo, poseedora de modernos
conocimientos estratégicos, orientada por una filosofía que le
dé comprensión de la interrelación entre las tres armas,
de éstas con la población civil y con las condiciones geográficas,
económicas, sociológicas de la nación, no olvidando el
estudio de idénticas condiciones en los países que, en su caso,
podrán ser nuestros aliados o enemigos".
Considerando la experiencia histórica, para evitar las contradicciones
que se verificaron entre la Wehrmacht y el Partido Nazi, los militares
brasileños podrían intentar transformar el ejército
en el propio partido. Lo que sería consecuente con el dogma castrense
de la necesidad de unidad de comando.
Faltaría entonces solamente el líder, el jefe nacional, el
fiihrer.
La historia muestra que el jefe surge cuando las condiciones objetivas
y subjetivas están maduras. Actualmente, debe de haber, entre los
generales brasileños, varios candidatos al puesto.
El expansionismo imperialista -tanto en su forma clásica como en
la versión fascista- puede tener varios objetivos: la conquista
territorial (la lucha por el Lebensraum de Hitler), el control de las fuentes
de las materias primas indispensables al pleno desarrollo interno, la apertura
de nuevos mercados, el combate de las "ideologías extrañas",
etcétera.
En el caso brasileño, se podría descartar la primera hipótesis.
'Con más de la mitad de su inmenso territorio (8,5 millones de kilómetros
cuadrados) por civilizar, no debería interesar a Brasil (como Nación)
la conquista de más territorio. Eso no obsta para que 'Ciudadanos
brasileños, impulsados por sus intereses privados, estén "invadiendo" prácticamente
Paraguay y Bolivia, comprando enormes áreas de tierras, haciendo
exactamente lo mismo que los norteamericanos en la Amazonia brasileña.
El espíritu de los bandeirantes sigue absolutamente vivo. Si continúa
la ocupación, podrá Ocurrir algo semejante a lo que pasó con
los territorios mexicanos incorporados a la Unión, el equivalente
a los Sudetes, que sirvió de pretexto a Hitler para invadir Checoslovaquia.
El control de las fuentes de materias primas tampoco debe constituir una
causal determinante en los planes expansionistas brasileños. El
territorio brasileño contiene, en su seno, casi todas las materias
primas necesarias a su desarrollo industrial, por más intenso que éste
sea. Eso no impide que los militares geopolíticos brasileños
vigilen con cuidado el posible destino de fuentes de materias primas de
los países vecinos. Un caso típico es el del mineral de hierro
y manganeso de Mutún (Bolivia). Esos yacimientos no interesan directamente
a Brasil; el interés brasileño es indirecto: impedir que
la Argentina consiga el control del mismo y se transforme en una potencia
siderúrgica.
En lo relativo a la apertura de nuevos mercados, la situación es
distinta. Los ambiciosos planes desarrollistas brasileños estarían
condenados al fracaso si nuevos mercados no fueran conquistados. No en
lo relativo a la producción industrial de materias primas (acero,
barcos, etc.) que, como vimos anteriormente, tendrían su colocación
asegurada en los países centrales, en razón de la proyectada
distribución internacional del trabajo. Lo que preocupa a la burguesía
asociada brasileña y a los monopolios internacionales instalados
en Brasil es la obtención de mercados para la colocación
de bienes de consumo durab1es. Y parece evidente que Latinoamérica
continúa siendo el mercado viable para la industria yanqui localizada
en Sao Paulo. Fracasada la tentativa del Mercado Común Latinoamericano,
la diplomacia brasileña busca hoy, a base de acuerdos bilaterales
y otras maniobras inteligentes, expandir las fronteras económicas.
La otra causa fundamental del expansionismo brasileño tiene características
distintas: es esencialmente política y solamente en forma indirecta,
económica y social. Las clases dominantes brasileñas, sus
asociados, los monopolios internacionales establecidos en Brasil y los
militares que los representan en el poder, pueden llegar él las últimas
consecuencias en su política expansionista, bajo la bandera del "combate
a ideologías extrañas", en "defensa de los principios
de la civilización cristiana occidental".
Al combatir esas "ideologías foráneas" en el exterior,
estarían en realidad defendiendo su territorio de la "contaminación",
de la polución ideológica y consecuentemente asegurando el
mantenimiento de los i privilegios económicos y sociales internos.
Los constantes y virulentos ataques de la prensa brasileña y de
algunos personeros del régimen contra regímenes comO' el
de Perú, de Chile, el del general Tones en Bolivia y ahora el del
general Alejandro A. Lanusse en la Argentina (O Estado de S. Paulo califica
a Lanusse de "un nuevo Perón" y afirma que la integración
argentina al Pacto Andino no tiene una importancia económica pero
sí política, y más aún ideológica, cuyos
propósitos: son el antiimperialismo, las nacionalizaciones y las
socializaciones sin indemnizaciones), constituyen una etapa previa de la "guerra
ideológica preventiva".
Hay que recordar, por lo fundamental que es, el pensamiento del Estado
Mayor de las Fuerzas Armadas Brasileñas, difundido por su principal
vocero, Oliveiros Ferreira, publicado por O Estado de S. Paulo y transcripto
en Marcha, 18/6/71 sobre la doctrina del cerco y la guerra preventiva:
"La doctrina del cerco parte de la tendencia del proceso histórico
de encontrarse Brasil rodeada por regímenes hostiles (…). Más
temprano o más tarde el país deberá enfrentarse con enemigos
localizados en las fronteras. Ese enfrentamiento no es considerado solamente
dentro de las formas clásicas de guerra de posiciones o de movimientos;
según la doctrina del cerca no serán solamente ejércitos
los que invadirán nuestras fronteras sino también y sobre todo
ideas adversas, que llegarán antes que las ejércitos o serán
traídas en la punta de sus bayonetas".
Para hacer frente a esa invasión, Brasil debe adoptar la táctica
de la guerra preventiva:
"En la primera etapa la guerra preventiva deberá ser conducida
por la cancillería; esto es, deberá impedir que las fuerzas enemigas
ganen terreno (psicosocial) en la frontera y al mismo tiempo asegurar a las
fuerzas nacionales algún triunfo importante por la incorporación
de poblaciones extranjeras al moda de pensar brasileño (...). Del éxito
de esas misiones dependerá que la preparación militar propiamente
dicha sea reactivada a que los planes militares sean archivados para otra oportunidad".
El golpe que derrocó al general Torres constituye una prueba de
que la "guerra preventiva" ya salió del plano teórico.
La "conquista" de Bolivia por los brasileños representa
el primer caso de aplicación práctica de la tesis de la "guerra
ideológica preventiva" y la primera batalla fue ganada con
un costo mínimo y tuvo un éxito total Según informes
directos y absolutamente fidedignos que nos llegan de Bolivia, la inversión
brasileña para "conquistar los comandos militares bolivianos
para la causa de la democracia" (con la única excepción
del mayor Sánchez) fue de solamente U$S 1.400.000 (la increíble
miseria vigente en el país hermano explica que una cifra tan insignificante
produzca tan considerables resultados).
Las consecuencias del cuartelazo de Banzer fueron, en efecto, altamente
compensatorias para Brasil. Un foco de polución ideológica
que podría contaminar el "medio ambiente" brasileño
fue eliminado. La posibilidad de que las reservas del Mutún pasaran
al control argentino fue postergada. Gracias al actual gobierno títere
boliviano, las “fronteras brasileñas están en los Andes” (se
tornó realidad lo que afirmaba, hace algunos meses, O Estado de
S. Paulo). "Por coincidencia", pocos días después
del golpe, se volvieron a levantar las reclamaciones de "una salida
al mar para Bolivia". Además, por intermedio de Bolivia, Brasil
conseguirá infiltrarse en el Pacto Andino. Luego del gorilazo, el
general Hugo Bethlem -ya entonces actuando no más como estratega
militar y sí como ejecutivo de empresas brasileñas- llegó a
Bolivia con 20 millones de dólares para inversiones.
Y todo fue obtenido en base a la centenaria diplomada de los patacones,
aplicada con tanto éxito contra Rosas. No fue necesaria la intervención
del general Humberto Mello, el comandante del II Ejército que estaba
estratégicamente colocado en la frontera brasileño-boliviana,
aguardando los resultados del golpe. La solución de reserva, la
segunda etapa de la "guerra preventiva", preparada para el caso
de que fracasara el movimiento golpista, no fue necesaria.
Cumplida, con éxito total, la primera etapa del plan expansionista,
los militares brasileños se preparan para la que posiblemente será la
segunda. Las maniobras del III Ejército en la frontera del Uruguay,
previstas para el mes de octubre (1971), fueron suspendidas. Ningún
comunicado oficial al respecto fue emitido, para que -informa un cable- "no
se atribuyese a la prensa izquierdista uruguaya la victoria representada
por la suspensión".
En realidad, las maniobras fueron solamente transferidas para otra región:
el valle del Paraíba. O Estado de S. paulo, del 6 de noviembre,
describe así el plan de las maniobras que se realizan actualmente: "Ante
una situación de caos en el país amarillo, el país
azul lo invade. El país rojo declara guerra al azul y pasa a apoyar
al país invadido. Los países verde y lila se mantienen neutrales".
Cualquier similitud de ese plan de campaña con la propalada invasión
brasileña al Uruguay ante "una situación de caos",
con la posible reacción argentina y la probable neutralidad de los
otros países de la cuenca -Bolivia y Paraguay-, ¿será mera
coincidencia?.
En razón de las denuncias que habíamos publicado en Marcha,
fuimos buscados, en los primeros días de julio de 1971, por un enviado
que nos hizo entrega de una nota originada en círculos militares
argentinos, la cual analizaba así el Operativo Treinta Horas. El
comentario -obviamente no firmado- fue publicado el 28 de julio.
"La alarma tiene el tamaño de un extenso y minucioso informe enviado
desde Rio a Buenos Aires por el general Osiris Villegas. Aunque el texto ha
circulado en forma restringida entre ciertos jefes militares, desconociendo
la mayoría de la oficialidad las vigilias y desvelos que mortifican
al Estado Mayor del ejército argentino. La verdad es que el diálogo
con fuentes responsables hace posible conocer el contenido básico de
dicho documento. Su tema es la intervención militar de Brasil al Uruguay,
un punto aparentemente no muy novedoso si se recuerdan algunas expresiones
recientes de 'la prensa carioca. Pero ocurre que salvo esos fuegos retóricas
mojados en tinta de imprenta, no existía otra constancia de un propósito
semejante. Tanto es así que hubo observadores apresurados empeñados
en adjudicar tamaña iniciativa a una supuesta línea dura de Itamaratí en
constante puja con una línea blanda encarnada por el propio presidente
Garrastazú Médici. La realidad es otra.
"La realidad es que hace varios meses Brasil alertó a los medios
diplomáticos latinoamericanos sobre su decisión de invadir Uruguay
en un plazo no mayor a seis meses y de acuerdo con la evolución política
del país oriental. Fue esa comunicación, que un funcionario del
Palacio San Martín comentó al autor de esta nota, la que decidió al
gobierno argentino a solicitar amplia información a su representante
en Rio. La respuesta del general Osiris Villegas no sólo confirmó el
trascendido sino que abundó en datos muy concretos con respecto al Operativo
Treinta Horas, rótulo con el que se conoce en esferas castrenses brasileñas
el plan de invasión. El despliegue de fuerzas realizado por el ejército
brasileño en ocasión del secuestro del cónsul Días
Gomide durante el año anterior, no tuvo la intención de presionar
a las autoridades uruguayas para que cedieran a las exigencias de los guerrilleros,
sino que: fue una especie de borrador para tantear en plena frontera su capacidad
de maniobra en casa de una intervención. De allí surgió el
plan mencionado. Y también la conclusión de que bastan treinta
horas a Brasil para ocupar el suelo uruguayo y aplastar toda resistencia.
"El plan se nutre de detalles que permiten sospechar que durante los últimos
años Itamaratí ordenó un relevamiento minucioso de cada
metro de la tierra uruguaya. Junto a esos datos figura la evaluación
de circunstancias políticas Y militares Y sociales que se enumeran a
continuación:
a) Las fuerzas armadas uruguayas carecen de armas y hombres para neutralizar
o demorar una ofensiva militar brasileña. La ciudadanía oriental,
aunque politizada en grado extremo, no está emocional ni técnicamente
preparada para una resistencia masiva.
b) La acción guerrillera puede aisladamente provocar algunos trastornos,
pero no está en condiciones de ensayar ninguna respuesta de entidad
frente a un ejército en pie de guerra como el brasileño.
c) Las opciones políticas del futuro uruguayo son dos: o triunfa
el Frente Amplio en caso de tener lugar las elecciones o triunfa un partido
tradicional, lo que incidirá en un mayor auge de la guerrilla. Cualquiera
de estas alternativas es considerada peligrosa y bastan, en opinión
de las autoridades brasileñas, para justificar la invasión.
d) Vistas las urgentes necesidades de expansión de Brasil, teniendo
en cuenta que la ocupación de Uruguay podría satisfacer no
sólo esas necesidades sino socorrer económicamente al país
oriental, resultaría posible consolidar la paz social interna en
la medida en que se incrementen las fuentes de trabajo bajo control brasileño.
e) Lateralmente, como punto a favor, el plan destaca un generalizado sentimiento
antiargentino o antiporteño del uruguayo medio, lo que psicológicamente
beneficiaría la estrategia a corto y largo plazo de Itamaratí.
"El Operativo Treinta Horas no se agota en estos considerandos. Buena
parte del texto analiza la repercusión de la invasión a nivel
continental e internacional. La necesidad de que éste se cumpla en menos
de dos días se debe al propósito de impedir que una ofensiva
diplomática mundial paralice el plan, obligue a gestiones conciliadoras,
permita la intervención de terceros. Consumada la intervención,
toda reacción de signo contrario será estéril. En cambio,
si ella se dilatara más allá del límite previsto, Brasil
no podría impedir el consiguiente revuelo en las Naciones Unidas y aun
en la OEA, con resultados perjudiciales para su propósito. De aquí que
encarezca una eficaz movilización bélica, de modo que cualquier
reclamo o convocatoria resulten tardíos.
"El análisis no omite, obviamente, la repercusión del operativo
en la Argentina. Es que cualquiera que sea el grado de fastidio que suscite
a la Casa Rosada, la doble alternativa de un gobierno socialista en Uruguay
o de una profundización de la acción guerrillera, siempre será infinitamente
menor frente al hecho de que se altere el equilibrio geopolítico de
América del Sur, y Brasil amanezca dueño de Uruguay, del Río
de la Plata, etcétera. No es por azar que los últimos meses han
mostrado una enconada puja entre los dos grandes países, ni tampoco
que el canciller argentino De Pablo Pardo haya aludido en algún cónclave
continental reciente a las pretensiones imperialistas de Itamaratí.
Esta puja es fruto del Operativo Treinta Horas, del informe enviado desde Río
a Buenos Aires por el general Osiris Villegas, de la transparente conciencia
de que los acuerdos contra el terrorismo aprobados por Paraguay, Guatemala,
Haití y Ecuador bajo la presión de Brasilia no son sino retóricos
pactos con los que el régimen militar brasileño se asegura apoyo
o solidaridad para traspasar la frontera uruguaya.
"Justamente, la prensa de Brasil ha comentado desfavorablemente la demora
de la administración Lanusse en secundar los pactos antisubversivos
elaborados por Itamaratí. Es que el presidente argentino dio seguridades
al presidente uruguayo de que no respaldaría dichas gestiones. Es decir,
que no aceptaría la intervención brasileña. Ese es el
temperamento, por otra parte, de los oficiales del ejército argentino
que conocen el plan y no cesan de estudiarlo, diagramando a su vez una contraofensiva
que permita neutralizar la amenaza. Los encuentros de Lanusse con Allende,
Velasco Alvarado y Tones responden precisamente a ese diagrama, superando cualquier
diferencia de índole política con los gobiernos de Chile, Perú o
Bolivia. Pero hasta dónde esta acción diplomática podrá disuadir
a Brasil de su propósito es cosa que pertenece al misterio. El Operativo
Treinta Horas juzga la capacidad de respuesta militar argentina y llega a la
conclusión de que la superioridad del país del Norte es, en hombres
y armamentos, de cinco contra uno. También juzga la capacidad de respuesta
diplomática y considera que la inestabilidad de Lanusse, las renovadas
sombras de un golpe de estado, la misma crisis política y social del
país, que vanamente se procura disipar con una vaga salida electoral,
impiden otorgarle eficacia a cualquier alianza. Evidentemente, la Argentina
necesitaría algo más que un apoyo diplomático. Pero su
política interna o externa de los últimos años parece
conspirar contra su liderazgo en esta emergencia.
"En esta semana, dos oficiales del estado mayor del ejército argentino
visitarán Rio, intentarán empaparse de nuevos detalles acerca
del plan y elaborarán informes complementarios. Les anima la convicción
-como dijo uno de ellos- de que "Brasil no puede ni debe llegar al Plata".
Pero esta expresión de deseos tolera el escepticismo si, en definitiva,
no se sabe hacia qué lado jugará su influencia Estados Unidos.
Es que los argumentos invocados por ltamarati para invadir Uruguay son los
mismos que los invocados por el agregado naval norteamericano en tierra oriental
para apostar un navío de guerra del país del Norte en la costa
uruguaya. El Operativo Treinta Horas omite toda referencia acerca de cualquier
tipo de reacción estadounidense. En este contexto, la iniciativa de
trasladar marines al Plata puede responder a tres cosas:
a) Alertado Estados Unidos de los propósitos brasileños,
intentó neutralizarlos mediante la amenaza de su presencia militar
concreta en aguas uruguayas.
b) Fracasada la gestión de introducir sus naves en aguas uruguayas,
Estados Unidos decidió dar el espaldarazo a Itamaratí para
que consume la intervención.
c) Esa presencia militar norteamericana podría tener la intención
de disuadir a la Argentina de cualquier respuesta militar.
Pero éstas son especulaciones. Lo concreto y palpable es que el
Operativo Treinta Horas existe, que fija un plazo menor a seis meses para
la invasión de Uruguay, que justifica la intervención tanto
en el caso de un triunfo del Frente Amplio como en el caso de un triunfo
de un partido tradicional, partiendo de la base de que esta victoria originará un
régimen que no hará sino profundizar la lucha guerrillera.
Frente al minucioso plan, es natural que el Estado Mayor del ejército
argentino no consiga conciliar el sueño. También es natural
que el presidente Pacheco Areco haya arrancado a Lanusse la promesa de
que no secundará acuerdos antisubversivos que, de hecho, no son
sino el disfraz de la intervención lisa y llana. Pero aquí también
se abre un nuevo interrogante. El precio a pagar por el gobierno uruguayo
para obtener ese apoyo. Curiosamente, el presunto plan contra los dos presidentes
orquestado en Buenos Aires y en el que nadie cree, ha permitido a expertos
policiales y militares argentinos trasladarse a Montevideo en busca de
datos sobre las posibles conexiones de los movimientos guerrilleros que
operan en ambas márgenes del Plata. Aunque la supuesta intentona
terrorista es tan descabellada que nadie le concede seriedad, parece oficializar
el pretexto de un mayor acercamiento de las fuerzas de seguridad argentinas
para descabezar a los sediciosos uruguayos. Otra forma de ejercer la intervención
y de aliviar las vigilias de Pacheco Areco."
"Hay que transformar, por determinado tiempo, naciones como Bolivia en
una especie de protectorado.
Ejercer sobre ellas una especie de tutela de sus
hermanos mayores, para que la integración
se haga aquí con las
naciones del continente y no con los dominadores del supermundo,
sean de izquierda
o de derecha,"
Huga Bethlem (general retirado del ejército brasileño) (AFP,
27-5-71).
"La ocupación de Bolivia por el subimperialismo brasileño
no es un eufemismo
ni un tópico político, sino una trágica
realidad."
Mayor Rubén Sánchez (IPS, 3-2-72).
En el número de Marcha del 18/6/71 transcribimos un editorial del
O Estado de S. Paulo, firmado por Oliveiros Ferreira, principal vocero
civil del Estado Mayor de las fuerzas armadas brasileñas. Como la
doctrina del cerco y la tesis de la guerra ideológica preventiva
constituyen actualmente los fundamentos de la diplomacia de Itamaratí para
América del Sur, conviene recordar sus puntos esenciales:
"La doctrina del cerco parte de la tendencia del proceso histórico
de encontrarse Brasil rodeado por regímenes hostiles (...). Más
temprano o más tarde el país deberá enfrentarse con
enemigos localizados en las fronteras. Ese enfrentamiento no es considerado
solamente dentro de las normas clásicas de guerra de posiciones
o de movimientos; según la doctrina del cerca no serán solamente
ejércitos
los que invadirán nuestras fronteras, sino también y sobre
todo ideas adversas, que llegarán antes que los ejércitos
o serán
traídas en la punta de sus bayonetas".
Para hacer frente a esa "invasión" Brasil debe adoptar
la táctica de la guerra preventiva: "En la primera etapa, la
guerra preventiva deberá ser conducida por la cancillería;
esto es, deberá impedir que las fuerzas enemigas ganen terreno (psicosocia1)
en la frontera y al mismo tiempo asegurar a las fuerzas nacionales algún
triunfo importante por la incorporación de poblaciones extranjeras
al modo de pensar brasileño (...). Del éxito de esas misiones
dependerá que la preparación militar propiamente dicha sea
reactivada o que los planes militares sean archivados para otra oportunidad".
En nota publicada por Marcha (19/11/71) denunciábamos: "El
golpe boliviano constituye una prueba de que la guerra preventiva ya salió del
plano teórico. La conquista de Bolivia por el régimen militar
brasileño representa el primer caso de aplicación práctica
de la «guerra ideológica preventiva»".
Hoy tenemos informes mucho más amplios, que confirman totalmente
nuestra denuncia. El golpe de agosto en Bolivia fue planeado y financiado
por el régimen militar brasileño. Y tuvo el apoyo directo
de diplomáticos y militares de Brasil, además de la participación
ostensiva de las propias fuerzas armadas del país norteño.
La etapa previa al golpe fue muy importante. Había que preparar
psicológicamente al pueblo brasileño para la posibilidad
(en el caso del fracaso del movimiento golpista) de la intervención
militar directa de Brasil.
El gran estratega del golpe, el general retirado brasileño Hugo
Bethlem, declaraba en junio de 1971, cuando la instalación de la
Asamblea del Pueblo en Bolivia: "Estoy totalmente en favor de la intervención
brasileña en Bolivia" (Jornal do Brasil, 2/6/71). Y agregaba
algunos días después: "En Bolivia se instaló ahora,
con la complicidad del gobierno ilegítimo, el primer soviet del
continente, con la orientación directa de la U.R.S.S. Es una operación
que se desarrolla a nuestras espaldas, amenazando los «espacios brasileños" (Jornal
da Brasil, 21/6/71). La posibilidad de un régimen "bolchevique" en
un país vecino (cuyas fronteras con Brasil se extienden a lo largo
de más de tres mil kilómetros) quitaba el sueño a
los militares de derecha brasileños. Estaba configurado un caso
típico de aplicación de la guerra preventiva.
Poco antes del golpe, O Estado de S. Paulo analizaba, pragmáticamente,
la situación: "Brasil no puede perder su imagen de gran potencia.
Por lo tanto, si la situación se vuelve grave en Bolivia, cabe asumir
el papel de guardián de la democracia en el continente y hacer valer,
si es necesario por la fuerza, los fundamentos de la civilización
occidental y cristiana".
La única hipótesis viable para evitar la intervención
directa y ostensible por parte de Brasil, era la de que los propios bolivianos
demócratas -con ayuda de Brasil- se librasen del nefasto régimen.
Bethlem expresaba así la alternativa: "Mi plan de tutelaje
fue presentado, en realidad, como una actitud de hermano mayor. Esa tutela
podría ser mantenida por los propios bolivianos, bajo la protección
de los países democráticos" (Jornal do Brasil, 21/6/71).
Lo que significaba que Bolivia podría ser ocupada por su propio
ejército (o mejor, por los sectores "no sovietizados" del
mismo), de manera similar a lo que ocurrió en Brasil, el 1º de
abril de 1964, y dentro de la teoría del Pentágono de utilizar
las fuerzas armadas de los países dependientes para la ocupación
de los mismos, en caso de necesidad.
En Bolivia, la campaña de propaganda brasileña también
fue intensa y científicamente elaborada. Por un lado se explotaba
el sentimiento nacionalista boliviano, canalizándolo contra Chile:
folletos reproducían el mapa de Chile con garras que intentaban
aprisionar a Bolivia y, sobre fondo verde y amarillo -los colores nacionales
de Brasil- la leyenda: Bolivia: cuenta con nosotros. Por otro, considerando
la hipótesis del fracaso del golpe a nivel nacional, se incentivaba
el sentimiento separatista vigente en el departamento de Santa Cruz de
la Sierra (esta región está sometida, hace años, a
un intenso proceso de infiltración por parte de hacendados y colonos
brasileños; proceso idéntico al que ocurre en la Amazonia
brasileña, cuyas tierras están siendo compradas en forma
masiva por empresarios yanquis, lo que configura un caso típico
de subimperialismo, de transferencia de expoliación).
Por eso Santa Cruz fue transformada en la base territorial del golpe, en
el centro de la conspiración. De ahí la actuación
destacada del cónsul brasileño, Mario Amorim, herido cuando
explotó una bomba en la prefectura de Santa Cruz, en donde se reunía
con el comando golpista. El cónsul, según el diagnóstico
del Instituto Clínico Quirúrgico del Oriente, "presentaba
una herida producida por objeto no identificado, que le cortó las
capas superiores del globo ocular y se alojo detrás del ojo" (Jornal
do Brasil, 26/8/71).
El tráfico de armas brasileñas fue acelerado en los días
que precedieron al golpe. Antes eran transportados por los caminos
de quileros, en forma clandestina. Después de la prisión
de Banzer -que aceleró la eclosión del golpe- el transporte
de armas pasó a ser hecho en forma ostensible y masiva. Así,
los pasajeros del Lloyd Aéreo Boliviano, llegados de Buenos Aires,
el día 18 de agosto, a las 15.30, asistieron en el aeropuerto de
Santa Cruz, a la descarga de armas y municiones de un avión de la
Fuerza Aérea Brasileña. El ex ministro de Defensa boliviano,
general Luis Reque Terán, confirma la entrega de armas brasileñas: "El
19 de agosto, el mismo día que Banzer propalaba su proclama insurreccional
desde radio Santa Cruz, en esa ciudad, único centro en poder de
los rebeldes, aterrizaba un Globe Master de la aviación militar
brasileña. En los días siguientes ocho aviones más
llevaron a Santa Cruz y al aeropuerto de El Alto quince mil fusiles, 500
ametralladoras, bombas y municiones varias" (cable de AP, 7/3/72).
Agregaba Reque Terán: “Después de la caída
de Torres, los aviones brasileños siguieron llegando, pero ya no
bajaron armas de ellos sino hombres de negocios…”.
Era el inicio de la segunda etapa de la ocupación; la económica.
Lo curioso (y que revela el grado de efectividad a que ya llegó en
Brasil el "complejo económico-militar", la asociación
de los militares con los hombres de negocios) es que el personaje central
de las dos etapas fue el mismo: nuestro conocido general Hugo Bethlem.
Después de haber negociado la adhesión a "la causa
de la democracia" de la casi totalidad de los comandantes de tropa
bolivianos, "nuestro hombre brasileño en La Paz" hacía
su aparición ostensible en la capital del país andino, "presidiendo
la ceremonia de la creación de la Cámara de Integración
Brasil-Bolivia (CIBRABOL)" (Fólha de São Paulo, 18/9171).
Según la prensa brasileña, Cibrabol dispone y ya empezó a
aplicar, en Bolivia, 20 millones de dólares.
Una semana después del golpe, el Banco Agrícola de Bolivia
recibía del Banco do Brasil S.A., un préstamo de 5 millones
de dólares, destinado al fomento de la agricultura en Santa Cruz
de la Sierra. Paralelamente, el mismo Banco do Brasil distribuía
entre los cholos bolivianos cajas de fósforos COn los colores brasileños
y leyendas propagandísticas. Sin duda una modernización,
si se la compara con la bisutería y quincallería que los
conquistadores distribuían a los indios hace cuatro siglos...
El Diario de La Paz (25/9/71) enumera algunos de los proyectos de "cooperación
brasileño-boliviana": a) explotación conjunta de los
recursos del río Madeira; b) investigación conjunta de los
recursos minerales de la región de las lagunas Mandiore y Gaíba;
c) varios proyectos industriales programados por la Corporación
Boliviana de Fomento, y d) construcción de escuelas en las localidades
de Ribeirata, Guayameria y San Borja.
Un cable fechado de La Paz (17/2172), decía; "Funcionarios
del Banco Novo Mundo de São Paulo, Brasil, llegaron a esa capital
para estudiar la posibilidad de instalar una sucursal de dicha institución
en La Paz (...). Los directores del banco conversaron con el presidente
del Banco Central de Bolivia, con el objetivo de estudiar diversos proyectos
industriales. Entre los planes presentados figura la instalación
de una fábrica de cerámica y una de aceite, un ingenio azucarero
en el Alto Beni, el establecimiento de una fábrica de papel en Santa
Cruz y el montaje de torres repetidoras de televisión que abarcarían
todo el territorio boliviano, con dos ramales, uno hacia Santa Cruz y otro
hacia el Beni".
Pero la etapa fundamental del proceso de la integración de Bolivia
debería iniciarse con la visita del Presidente, general Hugo Banzer,
a Brasil. O Estado de S. Paulo (6/4/72) comentaba en editorial: "El
encuentro entre los presidentes Médici y Banzer en Corumbá tiene
importancia no solamente política sino también económico-social
y fundamentalmente geopolítica"; y agregaba: "Hoy el poder
brasileño no se consolida solamente en el Sur sino también
en el Oeste y hasta en las selvas amazónicas. Eso explica nuestra
atención por los problemas de nuestros vecinos (...). El desarrollo,
la seguridad y la estabilidad de Bolivia se tornaron un imperativo del
desarrollo, de la seguridad y de la estabilidad de nuestras regiones fronterizas
con aquel país".
Un enunciado más de la tesis de la Escuela Superior de Guerra sobre
las fronteras ideológicas. Si el desarrollo, la seguridad y la estabilidad
de un país dependen, de forma cooperativa, de la estabilidad, de
la seguridad y del desarrollo de los países vecinos, se justifica
la intervención, incluso directa y armada en el país amenazado
por la anarquía, por el caos. Hay que evitar, a cualquier precio,
la propaganda del mal. La guerra ideológica preventiva aparece así como
una simple e inevitable medida profiláctica.
En el caso de Bolivia, se explica el interés muy especial del régimen
castrense brasileño. A pesar de ser, como decía Golbery do
Cauto e Silva, una prisionera geopolítica, Bolivia tiene una importancia
fundamental en el proceso latinoamericano, tanto por su situación
geográfica como por sus riquezas naturales. País mediterráneo,
rodeado por dos subimperios y por países con los cuales tuvo serios
enfrentamientos armados en el pasado, y cuyas consecuencias y resentimientos
todavía perduran, Bolivia será, necesariamente, uno de los
nexos más importantes en el proceso de integración hemisférica,
en la formación de la Patria Grande de los latinoamericanos. Paralelamente,
a pesar de la extrema pobreza actual de su pueblo, Bolivia tendrá un
papel muy importante en el desarrollo del continente, en razón de
su enorme potencial económico. Los teóricos geopolíticos
de los dos subimperios –Brasil y Argentina– saben eso.
En los planes de la Escuela Superior de Guerra y del Estado Mayor de las
Fuerzas Armadas brasileñas, el control del Atlántico Sur
(analizaremos ese aspecto más adelante) y la presencia brasileña
en el Río de la Plata tienen un carácter prioritario. Pero
la posibilidad de llegar al Pacífico es otro de los objetivos fundamentales
de los "hombres de la Sorbonne".
Como una de las causas fundamentales de la influencia de los Estados Unidos
como potencia mundial radica en el hecho de tener acceso a las costas de
los dos grandes océanos, los teóricos del subimperialismo
brasileño consideran seriamente la hipótesis de una salida
al Pacífico para Brasil.
A toda una serie de argumentos de carácter geopolítico manejados
hace tiempo, hay que agregar ahora otros de tipo político – ideológico.
Están relacionados con lo que los militares de derecha que gobiernan
actualmente Brasil denominan la bolchevización del litoral pacífico.
Lo que pasa en Perú, lo que ocurre en Chile y ya ahora en Ecuador,
preocupa intensamente a los modernos cruzados brasileños. El general
Jarbas Passarinho, ministro de Educación, uno de los principales
cerebros del régimen, ya afirmó, categórico:
"Los Andes pueden significar una barrera física importante, pero
no significa eso que son intransponibles".
Con la "conquista política" de Bolivia, surge para Brasil
la oportunidad de llegar al Pacífico. En este caso, los planes expansionistas
brasileños coinciden con un viejo sueño boliviano (desde
1919, se hacen planes al respecto): la construcción del ferrocarril
Cochabamba-Santa Cruz, que empalmaría con los sistemas que llevan
a Santos, en el Atlántico, y a Arica, en el Pacífico. Ese
plan está directamente vinculado a los propósitos de "una
salida al mar para Bolivia". La reivindicación boliviana, absolutamente
justa, puede, sin embargo, en este momento servir a los intereses imperialistas
-norteamericanos y brasileños- empeñados en una lucha sin
cuartel contra Chile.
La importancia política del problema quedó evidenciada con
las visitas del contraalmirante Alberto Albarracín Crespo y del
presidente Rugo Banzer a Brasil. Las declaraciones del director de la Escuela
de Estado Mayor de Bolivia tienen el propósito, evidente, de enconar
los ánimos contra Chile: "El gobierno de Chile tornó imposible
la utilización del puerto de Arica, más próximo de
Bolivia, al hacer una serie de exigencias, entre ellas la prohibición
de desembarque de algunas mercaderías, como armas, por ejemplo".
(O Estado de S. Paulo, 4/4/72).
Posteriormente, el general Banzer volvió al tema del ferrocarril
e hizo una clara referencia a las reivindicaciones bolivianas sobre Arica: "Entre
esta progresista y luminosa ciudad de Corumbá y Santa Cruz de la
Sierra, existe una vía férrea construida gracias a la cooperación
brasileña. La misma está integrada a la gran red de ferrocarril
brasileña y llega al Atlántico, en el puerto de Santos. En
el sentido opuesto, a través del territorio boliviano deberá unirse
a la red boliviana occidental, buscando el horizonte marítimo en
el puerto de Arica, que antes se llamaba Puerto Potosí" (Jornal
do Brasil, 5/4/72).
A pesar del enorme interés geopolítico de Brasil por el plan,
el gobierno brasileño no reaccionó a las sugerencias bolivianas.
Es obvio que el alcance económico del proyecto está por
arriba de las, todavía modestas, posibilidades inversionistas de
Brasil. En la declaración conjunta firmada por los dos presidentes,
el gobierno de Garrastazú Médici se comprometió solamente
a aportar cinco millones de dólares para la adquisición de
material ferroviario destinado al tramo Corumbá-Santa Cruz de la
Sierra.
Otro de los objetivos fundamentales del viaje de Banzer era la venta de
gas de petróleo a Brasil. Una vez más, la incapacidad económica
brasileña perjudicó los propósitos de Brasilia de
incorporar Bolivia a su zona de influencia. El gasoducto Santa Cruz de
la Sierra-São Paulo representaría una inversión superior
a 250 millones de dólares. Descartada completamente la hipótesis
por los técnicos de Petrobrás, sigue Bolivia dependiendo
exclusivamente de la Argentina para la venta de su gas de petróleo
(a iniciarse, en breve, con la inauguración del gasoducto de Yacuiba,
construido a un costo de 56.250.000 dólares).
También en lo relativo al aprovechamiento del mineral de hierro
y del manganeso de Mutún -que puede representar la redención
económica de Bolivia- es difícil conciliar los intereses
brasileños y bolivianos. El proyecto de una planta siderúrgica
binacional, elaborado durante el gobierno del mariscal Castelo Branco,
que utilizaría el mineral de Mutún y Urucúm, y gas
de petróleo boliviano, parece haber sido totalmente descartado por
los brasileños. No figura siquiera en el Plan Siderúrgico
Nacional, que establece la meta de 20 millones de toneladas de acero para
1980.
La falta de interés brasileño contrasta violentamente con
la imperiosa necesidad que tiene la Argentina de asegurarse el suministro
del mineral boliviano. Las enormes reservas de Mutún (calculadas
en 40 mil millones de toneladas), transportadas económicamente a
través de los ríos Paraguay y Paraná hacia la planta
siderúrgica de San Nicolás, representan la Única posibilidad
actualmente conocida de que la Argentina se transforme en una potencia
siderúrgica. Es obvio, por lo tanto, que el general Lanusse podrá hacer
-en su próximo encuentro con el presidente boliviano-- las ofertas
y proposiciones que Banzer esperaba escuchar de los gobernantes brasileños.
Propuestas que éstos no pudieron formular, también por incapacidad
económica. En efecto, si no fuera por ese obstáculo, los
militares brasileños -movidos por sus planes geopolíticos-
comprarían el mineral boliviano.
Otro de los propósitos básicos de la visita de Banzer a Brasil,
la apertura del puerto de Santos a las importaciones Y exportaciones bolivianas,
tampoco fue obtenido. El almirante Albarracín, después de
la mencionada crítica a Chile, daba por asegurada la solución
brasileña: "Con Brasil las cosas serán distintas. Tenemos
gran afinidad con los brasileños y creemos que tendremos libre tránsito
para cualquier producto".
A pesar de que esta reivindicación boliviana no significase ningún
costo financiero para Brasil, no fue atendida. Escribe el enviado especial
de O Estado de S. Paulo, desde Corumbá: "El hecho de no haber
conseguido del presidente Médici, a lo largo de la conversación
de 78 minutos, una definición clara del gobierno brasileño
sobre la pretendida salida boliviana hacia el Atlántico, tal vez
haya sido la causa del aspecto sombrío del presidente Hugo Banzer,
luego que terminaron las negociaciones entre los dos jefes de Estado".
La causa de la negativa brasileña en ese caso parece ser eminentemente
política. La concesión de una salida al mar a Bolivia podría
disminuir la presión de los bolivianos sobre Arica. Y es obvio que
el interés yanqui-brasileño en este momento es agudizar al
máximo todas las contradicciones que puedan existir entre Chile
y Bolivia.
En resumen, la conferencia entre los dos generales presidentes, a pesar
de la total afinidad ideológica existente, resultó un rotundo
fracaso. Los teóricos geopolíticos brasileños deben
estar pensando cuán difícil es constituir un imperio en nuestros
días. No es suficiente -golpe de estado mediante- imponer un gobierno
cipayo en un país vecino. Hay que superar, además, toda una
serie de obstáculos de orden geográfico y económico
(para no hablar de los sociales, humanos, y los relacionados con las tradiciones,
la cultura y la idiosincrasia de cada pueblo), para integrar un territorio
limítrofe a su propia economía. Entre muchas otras cosas,
es necesario fundamentalmente disponer de muchos recursos económicos,
mucho dinero, recursos de los cuales el novel candidato a imperio todavía
no dispone. El fracaso de la visita de Banzer fue el primero de los muchos
que sufrirá el imperialismo subdesarrollado de Brasil, en sus intentos
de imponer su hegemonía sobre los pueblos vecinos y hermanos.
Para la Escuela Superior de Guerra, sigue vigente
la tesis sobre la interdependencia, de la independencia limitada, relativa,
para los países latinoamericanos.
En reciente documento la Escuela afirma: "En los países subdesarrollados
es tan grande la interdependencia que se hace difícil establecer
acciones estratégicas, a mediano o largo plazo, en cada una de
aquellas áreas" (O Estado de. S. Paulo, 15/7/71).
Otros sectores defienden la tesis de que Brasil debe abandonar la "solidaridad
continental" y buscar su propio destino. Es el caso de O Estado de
S. Paulo cuando pregona que "la OEA es una organización puramente
geográfica, tan absurda como la que quisiera hacer discutir juntas
a la Unión Soviética y España, a Francia y Albania" y
sugiere "que Brasil debe dar la espalda a la farsa de la solidaridad
continental y seguir su camino de gran potencia en plena efervescencia
(...)". Araujo Castro, el actual embajador brasileño en los
Estados Unidos, comparte esa tesis: "Tal vez Brasil debe relacionarse
con los Estados Unidos más corno Brasil y menos como país
del grupo latinoamericano" (Veja, 4/8/71).
La palabra oficial de Itamaratí es distinta. Gibson Barbosa insiste
en los planes integracionistas y a la vez intenta neutralizar las declaraciones
de los sectores militares de derecha y de las clases dominantes más
duros, negando las ambiciones de hegemonía brasileñas: "Brasil
observa con alegría el progreso de las naciones vecinas; se dispone
a contribuir para -acelerado y considera que el progreso brasileño
está indisolublemente unido al de los países que con nosotros
forman la comunidad latinoamericana (...). No tenemos la pretensión
de dirigir u orientar el proceso latinoamericano. Queremos sí, participar
en él. No aspiramos a liderazgos y mucho menos a hegemonías.
No deseamos imponer modelos. Esos conceptos están ligados a políticas
de poder, contra las cuales Brasil se rebela y de cuya práctica,
en el pasado y en el presente, solamente han resultado sufrimientos y frustraciones
para la humanidad" (AFP, 31/1/71).
Posición mucho más realista, pragmática y cínica
que la del canciller es la defendida por Roberto Campos:
"Combatir zonas de influencia es un excelente leitmotiv para discursos
diplomáticos, llenos de ternura por la igualdad de los pueblos. Pero
eso nada tiene que ver con la realidad. Nos guste o no, nuestra influencia
sobre la Luna es pura ficción, nuestra influencia sobre Afganistán
es nula, pero nuestra presencia en Paraguay y Bolivia es algo ponderable. La
vida política internacional es como el reino animal de George Orwell: «Todos
los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros"" (Veja,
28/7/71).
Ya analizamos, en varias oportunidades, los fracasos de los planes yanqui-brasileños
de integración política, militar y económica de América
latina. En el plano político, las tesis sobre las fronteras ideológicas
elaboradas por la Escuela Superior de Guerra de Brasil fueron totalmente
superadas en razón de los procesos que se desarrollan en Perú y
Chile, de la actual tendencia de la política externa argentina y
de la distensión que se registra actualmente en la política
mundial.
La teoría del pluralismo político se muestra virtualmente
victoriosa en el continente, principalmente después de las múltiples
visitas del general Lanusse, del encuentro de Fidel Castro con los militares
peruanos y del reciente viaje del presidente mexicano Luis Echeverría
a Chile.
La integración del continente a nivel militar también fracasó,
y los planes acerca de la FIP (Fuerza Interamericana de Paz) están
definitivamente sepultados en los archivos del Pentágono. En el
terreno económico, el fracaso integracionista resulta equivalente;
el continente continúa balcanizado; el Mercado Común Latinoamericano,
tan eufóricamente lanzado en Punta del Este, es cosa del pasado;
la propia ALALC enfrenta una seria crisis, y su estancamiento es total
24.
Como consecuencia del fracaso de los planes integracionistas, los monopolios
norteamericanos establecidos en Brasil, la "burguesía asociada" brasileña,
la Escuela Superior de Guerra y el Itamaratí tuvieron que rever
su estrategia. En el proceso de elaboración de la nueva política
externa brasileña, se observan varias tendencias.
A la derecha de "idealistas" como Barbosa, de pragmáticos
como Campos, están los sectores ultras de las fuerzas armadas, que
siguen pensando como Golbery do Cauto e Silva: "La guerra es inevitable.
Solamente nos resta preparamos para ella, con determinación, con
clarividencia y con fe" 25.
Mientras siguen las discusiones teóricas sobre el papel de Brasil
en América del Sur, algunos planes prácticos son puestos
en marcha para alcanzar la soñada hegemonía. Abandonando
objetivos muy complejos (como los que pretendían la transformación
de la OEA en un súper gobierno, la creación de la FIP y el
establecimiento del Mercado Común Latinoamericano), se concretan
acuerdos bilaterales con varios países. Paralelamente, se aceleran
los esfuerzos para conseguir la integración físico-geográfica
del continente. Con el fracaso de los economistas y diplomáticos,
pasaron a primer plano los ingenieros. La tesis puede ser resumida así:
creada la infraestructura integracionista -ferrocarriles, carreteras, puertos
y puentes-- la integración económica será una consecuencia
inevitable.
Siguen los estudios boliviano-brasileños de interconexión
Atlántico-Pacífico. El ferrocarril Santos-Arica podría
ser la concreción del sueño de los militares brasileños.
Paralelamente se intentan otras posibilidades en el mismo sentido. En junio
pasado, cuando la visita del entonces canciller ecuatoriano Pontes Yepes,
el país andino concedió a Brasil el derecho de establecer
un puerto libre en San Lorenzo, en el Pacífico ecuatoriano. Por
su proximidad con el canal de Panamá, el mismo tiene una gran importancia
geopolítica. Una tercera tentativa de marcar la presencia brasileña
en el gran océano se encuentra en pleno desarrollo. La carretera Transamazónica,
que recorre de Este a Oeste toda la región amazónica brasileña,
empalmará con el sistema vial peruano que lleva al Pacífico.
Con la visita, en noviembre último, del canciller brasileño
a Guyana, avanzaron a la vez considerablemente los planes de los geopolíticos
de la "Sorbonne" de establecer una cabeza de puente brasileña
en el Caribe. Fue decidido, entonces, ligar las rutas transamazónicas
brasileñas con el hinterland highway de la antigua colonia británica. "El
canciller brasileño ofreció al gobierno guyano la colaboración
brasileña en la construcción de la carretera Georgetown-Lethem,
que empalmaría con la BR 174, la carretera brasileña que
liga Manaus-Caracaraí-Boa Vista. Brasil también financiaría
la construcción del puente necesario para ligar las dos carreteras",
informa un cable publicado por O Estado de S. Paulo, el 11/11/71. Además
el gobierno brasileño financiaría un nuevo puerto (que quedaría
bajo el control accionaría brasileño), posiblemente en la
propia Georgetown, que funcionaría como puerto libre para Brasil.
Aparentemente, la única dificultad que enfrenta el gobierno brasileño
para asegurarse una posición en el Caribe sería la oposición
venezolana. La zona de Lethem forma parte del área de 150 mil km2
que Venezuela reclama como suya.
Sin embargo, a pesar de esas embestidas hacia el Pacífico y el Caribe,
la principal preocupación de los teóricos geopolíticos
brasileños continúa siendo el control del Atlántico
Sur y la presencia de Brasil en el Río de la Plata, consideradas
cama condiciones básicas necesarias para la consolidación
de Brasil como gran potencia. y esa preocupación se traduce en un
ambicioso plan -carreteras, ferrocarriles, puentes y puertos- ya en plena
y acelerada ejecución.
Dentro del plan de integración física del Cono Sur, el perfeccionamiento
de las carreteras que llevan al Uruguay es de fundamental importancia y
tiene dos objetivos específicos. Uno ostensible, confesado por el
propio ministro de Hacienda brasileño, Delfim Netto: "Hacer
más homogéneas las economías de Brasil y Uruguay".
El otro objetivo, por su carácter netamente militar, es inconfesable
26.
Los planes carreteros se desarrollan a ritmo acelerado, "a ritmo de
Brasil grande", como pregona la propaganda gubernamental. El año
pasado, el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) otorgó a Brasil
47 millones de dólares (56,3 % del total de un programa de 83 millones),
para la construcción y mejoramiento de 626 kilómetros de
las carreteras que conectarán Brasil con Uruguay. El plan incluye
los siguientes proyectos:
a) ruta BR 153, entre
Jaribé,
Bagé y Aceguá;
b) ruta BR 158, entre Rosario
do Sul y Livramento;
c) ruta BR 392, entre Sao
Sepé y Canguçú;
d) ruta BR 116, entre Pelotas y Jaguarao.
Otro proyecto fundamental en el plan de incorporar económicamente
el Cono Sur a través de obras de infraestructura es el relativo
al superpuerto de Rio Grande, en el vecino estado de Rio Grande do Sul.
Considerando que todas las previsiones de los técnicos mundiales
en transporte señalan que, dentro de diez o veinte años,
los grandes barcos -petroleros y graneleros de 300 a 500 mil toneladas-
dominarán en forma absoluta el transporte marítimo mundial,
Brasil se prepara para la eventualidad; lo que es absolutamente correcto,
elogiable. Lo que se condena es que lo hace con evidentes -y confesados-
propósitos hegemónicos. Bajo el título "El control
de los mares del sur", la revista Veja (20/5/71) escribe: "De
Santos para el Sur solamente un puerto podrá abrigar los gigantescos
barcos que, en los años 80, transportarán hasta 500 mil toneladas
de carga: el puerto de Rio Grande (...). Ningún puerto del Uruguay
o de la Argentina podrá competir con él. La primera etapa
de la construcción (del superpuerto) ya fue iniciada (...). Los
puertos uruguayos y argentinos no ofrecen un privilegio: la profundidad
necesaria de las aguas. Por lo tanto, Río Grande podrá en
algunos años obtener un virtual monopolio en las exportaciones e
importaciones del Cono Sur".
Se confiesa descaradamente el objetivo político de la obra:
"Este motivo -mucho más político que económico- alcanza
para justificar la contrucci6n del superpuerto de Rio Grande. Es tan evidente
el objetivo político que no se hizo siquiera un estudio serio y profundo
sobre la viabilidad econ6mica del proyecto 27.
"El objeto de conquistar el liderazgo político en la Cuenca del
Plata elimina cualquier objeción económica al proyecto",
concluye la revista brasileña.
Pero no terminan ahí los planes de los militares brasileños
de dominar el Atlántico Sur. Sorpresivamente, en los últimos
meses, la prensa brasileña empezó a divulgar manifestaciones
reivindicativas sobre la Antártida. Según los especialistas
brasileños en el asunto, liderados por el diputado derechista Eurípides
Cardoso de Menezes, Brasil tiene derecho sobre cerca de 500.000 kil6metros
cuadrados de territorio antártico, en base al llamado "derecho
de defrontación". Así, todas las tierras comprendidas
entre los meridianos del Arroyo Chuy y la isla Martín Vaz pertenecerían
a Brasil 28.
Y la campaña ya pas6 del terreno teórico al concreto. Jornal
do Brasil (14/3/72) informa: "La expedición brasileña
a la Antártida partirá probablemente en octubre pr6ximo,
cuando empieza el verano en aquel continente. En la expedición,
que será transportada en dos barcos de la marina de guerra, participarán
científicos y técnicos que determinarán las riquezas
que la Antártida podrá ofrecernos (...)".
Hay más todavía. Con los proyectos -en marcha acelerada-
relativos a la integración Brasil-Portugal (que analizaremos más
adelante), Brasil heredada las colonias lusitanas en África. Marcaría
su presencia en la otra margen del océano Atlántico, y concretaría
así el Sueño geopolítico de la "Sorbonne":
transformar el Atlántico Sur en un mare nostrum brasileño.
Pocas veces en la historia se hicieron planes tan ambiciosos, tan monumentales,
tan increíbles, tan delirantes, tan fantásticos como los
que engendra actualmente el subdesarrollado imperialismo brasileño.
En esta serie de notas hemos intentado analizar en forma sistemática
y objetiva la gestación de lo que podría ser un proceso expansionista
(imperialista) brasileño, proceso de imprevisibles consecuencias
para el futuro inmediato de nuestra América. Este análisis
mostró claramente la existencia de teorías sobre el papel
hegemónico de Brasil en el continente sur; de tesis, lo que es más
grave, elaboradas por organismos del propio gobierno brasileño,
como la Escuela Superior de Guerra Y el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.
No cabe duda respecto a la existencia de planes -concretos, como el Operativo
Treinta Horas, filtrado por los servicios de inteligencia argentinos. El
golpe de Bolivia, financiado, planeado y orquestado por la diplomacia y
los servicios secretos brasileños, constituye una prueba fehaciente
de que los militares de derecha brasileños ya pasaron de la teoría
a la práctica. El éxito de la operación Bolivia constituye,
a la vez, un estímulo para nuevos avances.
Después del derrocamiento del general Torres, el blanco principal
pasó a ser el Uruguay. En lo que podría ser clasificado como
un verdadero escalonamiento de terrorismo ideológico a nivel internacional,
la prensa brasileña (que, es necesario repetir, refleja el pensamiento
de las clases dominantes, de los monopolios internacionales y de los sectores
de la derecha militar, pues en razón de la censura absoluta vigente,
nada se publica en Brasil que no tenga el imprimatur gubernamental)
mantiene una campaña psicológica preparatoria del proceso
intervencionista.
Un marco fundamental de esa campaña fue el editorial de O Estado
de S. Paulo, publicado en Marcha el 14/1/71, que se atreve a afirmar que "Los
acontecimientos de Uruguay amenazan con colocarnos, en cualquier momento,
ante una posición perfectamente idéntica a aquella que en
1851 forzó a Brasil a transponer las fronteras del sur...".
Con un descaro pocas veces verificado en la historia, el mismo O Estado
decide que el Uruguay "se volvió no viable por su crisis interna".
O Globo (Grupo Time-Life, otro de los voceros oficiales del régimen
castrense brasileño) establece la prioridad del Uruguay en la lucha
antisubversiva brasileña allende las fronteras: En el póquer
de la subversión latinoamericana, Bolivia acaba de liberarse del
castro-comunismo. El Uruguay, mientras tanto, parece dispuesto a candidatearse
para ocupar su puesto..." (cable de Interpress, 14/9/71).
Murilo Meto Filho, el más acreditado vocero del gobierno de Garrastazú Médici
en la prensa brasileña, después de afirmar que "existen
hoy naciones predestinadas y naciones condenadas" y que "en esta
lucha, los países que se agigantan en el escenario necesariamente
van expulsando del mismo a los competidores", coloca en estos términos
la "misión mesiánica" de Brasil en Latinoamérica: “Nuestras
esperanzas se vuelven hacia los presidentes Pastrana, Caldera, Ibarra,
Banzer, Alvarado, Allende, Stroessner, Areco y Lanusse: que tengan éxito
en sus programas de recuperación y desarrollo. En el caso de que
alguno de ellos fracase, estará aflojando ante la subversión
y abriendo las puertas al caos. Es para la eventualidad de ese peligro
que necesitamos (los brasileños) estar siempre preparados. Más
aún: precisamos ser fuertes en todos los sentidos” (Manchete,
23/10/71). Lo que -sacando la retórica- quiere significar: en el
caso de inminente e irreversible peligro "comunista", en cualquier
país de América del Sur, Brasil, actuando como “tutor” del
subcontinente, intervendrá.
La "campaña psicológica preparatoria" no está limitada
a la prensa. Militares brasileños discuten descaradamente sobre
la conveniencia de colocar a los países vecinos bajo un régimen
de protectorado (general Hugo Bethlem). Miembros del propio gobierno acusan
la existencia de "un vacío de poder en el Atlántico
Sur" e informan sobre la decisión de Brasil de llenar ese vacío
(almirante Adalberto Barros Nunes, ministro de la Marina); el Estado Mayor
de las Fuerzas Armadas elabora planes de invasión como el Operativo
Treinta Horas. Se acelera la conclusión de carreteras estratégicas
que conducen al Uruguay y se inaugura, en Santa María (R. G. do
S.), la mayor base aérea de Latinoamérica. El ejército
está siendo entrenado para enfrentarse a una situación que,
según voceros del régimen castrense, es la vigente en el
Plata: "Ante una situación de caos en el país amarillo,
el país azul lo invade. En país rojo declara guerra al azul
y pasa a apoyar al país invadido; los países verde y lila
se mantienen neutrales".
El más destacado y brillante agente de la inteligencia brasileña,
el coronel Moacir Pereira, fue rebajada del cargo de subjefe del Servicio
Nacional de Informaciones (uno de los puestos más importantes dentro
de la jerarquía del gobierno militar, pues el SNI -mezcla de FBI
y Gestapo- es un superministerio), al puesto de simple agregado militar
en una embajada de "segunda categoría como es la de Brasil
en el Uruguay. Es sabido que el coronel no cayó en desgracia. ¿Por
qué está aquí?.
¿Llegará el gobierno brasileño a poner en práctica
-como pregonan sus voceros- el Operativo Treinta Horas, o sea, llegará a
la invasión del territorio uruguayo en el caso de "la victoria
del Frente Amplio" o de "un irreversible avance del movimiento revolucionario"?.
Intentaremos responder, analizando el problema en sus múltiples
aspectos, examinando las posibilidades, las limitaciones, los obstáculos,
los pros y contras de esas hipótesis.
1. Brasil es un subimperio y como tal no tiene
capacidad de decisión.
Ese sería un argumento fundamental, decisivo, en contra de la tesis
de la invasión. En su condición de subimperio, sería
necesario que Brasil obtuviese el visto bueno de los Estados Unidos para
actuar. Los subimperios -se argumenta- no tienen autonomía para
tomar decisiones trascendentales como sería la invasión de
un país, que pondría en riesgo la paz y la estabilidad del
imperio en el continente. Los subimperios suelen actuar de acuerdo con
los intereses y determinaciones de la metrópoli, encuadrados en
la estrategia global del imperio: cumplen órdenes, ofician de gendarmes.
Ejemplos históricos de la actuación de los subimperios constituyen
las guerras de Brasil contra Rosas y Solano. López, en defensa de
los intereses británicos.
Aceptada esa premisa, se podría descartar totalmente la hipótesis
de invasión del Uruguay o de cualquier otro país latinoamericano
en el futuro próximo, mientras Brasil no supere su actual condición
de subimperio. Parece obvio que a los Estados Unidos no le interesa, en
este momento (cuando está atrapado por una seria crisis interna,
empantanado en Indochina, enfrentado a la rebelión del Tercer Mundo
y a toda una serie de agudas contradicciones con sus asociados del mundo
capitalista), crear una situación violenta en América latina,
especialmente en un país tan lejos de sus fronteras como el Uruguay
29. Una situación que -además- podría degenerar en
un conflicto armado de imprevisibles proporciones y/o determinar la eclosión
de un incontrolable proceso revolucionaria a nivel continental. Los motivos
que pudieran tener los Estados Unidos para llegar a una decisión
tan radical como sería ordenar o simplemente apoyar o permitir una
invasión brasileña en Uruguay, no son suficientemente fuertes
y determinantes.
Las motivaciones político-ideológicas existentes están,
además, en este momento, minimizadas en razón de la casi
total distensión que se verifica en el enfrentamiento Este-Oeste.
Sería totalmente absurdo que, mientras practica con Mao Tse-tung
la diplomacia del ping-pong, Nixon tornase una decisión ultrarradical
contra un pequeño país del hemisferio. El anticomunismo primario,
grosero e histérico ya pasó de moda entre los países
ricos; sigue teniendo vigencia solamente en países atrasados y dependientes
como Brasil.
Ocurre que las relaciones imperio – subimperio no están exentas
de contradicciones. Por más controlado, dominado, vendido que esté Brasil
actualmente, sigue teniendo una dosis de autonomía que -en determinadas
ocasiones y dadas ciertas circunstancias- pueden perjudicar los planes
imperiales. El Pentágono y la CIA, al establecer en Brasil un Estado
militarista subdesarrollado, con características netamente "fascistas",
crearon un monstruo. Un monstruo que, como en el caso de "Frankenstein",
no siempre es obediente a la voz del creador.
Hay que considerar -en este particular-o lo que piensan los militares brasileños
(lo manifestaron en varias oportunidades) sobre la actual política
(o mejor, sobre la falta de una política) de Nixon en Latinoamérica.
Están convencidos de que los Estados Unidos "están capitulando
ante el comunismo internacional, produciendo, en lo relativo a América
latina, "un peligroso vacío de poder". En consecuencia,
los militares ultras brasileños, como modernos cruzados, están
dispuestos a corregir la "omisión" yanqui, ocupando ese
vacío.
Esa convicción podría -a pesar de que los actuales planes
norteamericanos descarten cualquier tipo de intervención directa,
ostensible y armada en América latina- dar origen a una aventura
militarista de parte de los ultras brasileños.
2. La diplomacia de los patacones difícilmente resultaría
en el Uruguay.
Vimos anteriormente cómo la diplomacia y los servicios brasileños,
actuando can toda habilidad y con un mínimo de gastos, Consiguieron
voltear el régimen popular-nacionalista del general Torres y, hasta
cierto punto, y cómo meses antes del golpe pregonaba el general
Hugo Bethlem transformar a Bolivia en un protectorado brasileño.
Nuestra experiencia de siete años de Uruguay y el conocimiento que
juzgamos tener de su pueblo y de sus militares, nos hacen pronosticar que
difícilmente los métodos aplicados en Bolivia resultarían
aquí. Cualquier tentativa de transformar este país en un
simple títere del régimen castrense brasileño chocaría
violentamente con el profundo y militante sentimiento nacional de los orientales.
Sentimiento que, partiendo de la gesta de Artigas y de los Treinta y Tres
Orientales, está hoy más vivo que en cualquier otro momento
de la historia de este pequeño gran pueblo, sin duda el más
conciente y po1itizado de Latinoamérica.
Fracasada la diplomacia de los patacones, los militares brasileños
tendrían que poner en práctica la segunda etapa de su proyectada
guerra ideológica preventiva, o sea, la invasión. Es posible
que, consumada la brutal y estúpida agresión, el ejército
brasileño -en razón de su enorme superioridad humana Y material
ocupase todo el territorio oriental. Pero -tenemos total seguridad- mantener
esa ocupación no sería fácil. La presencia de tropas
enemigas en la tierra de Artigas originaría una masiva y heroica
patriada. El pueblo uruguayo se incorporaría a una enorme montanera
que acosaría permanentemente al invasor. Después de un siglo
y medio de vida independiente, mantenida muchas veces con la sangre generosa
de sus hijos, la nación uruguaya no retrocedería a la condición
de Provincia Cisplatina, como pretenden los militares ultras brasileños,
obsesionados por la idea de la "vocación rioplatense de Brasil".
Si los diplomáticos brasileños, los agentes del S.N.I. y
del D.O.P.S. radicados en Montevideo, conocen, superficialmente al menos,
la historia del pueblo oriental y tienen un mínimo espíritu
de observación, deben de haber informado a sus jefes que el Operativo
Treinta Horas no sería un simple desfile militar...
3. El conflicto no quedaría limitado al
Uruguay.
Otro argumento de enorme peso en contra de cualquier aventura militarista
brasileña en el Cono Sur, es el de que la Argentina, en defensa
de su propia seguridad -se podría decir de su supervivencia como
nación soberana-, no puede asistir de brazos cruzados a la ocupación
de Uruguay. La enorme importancia geopolítica del territorio uruguayo
quedó evidenciada a lo largo de la historia. No fue por una simple
cuestión de prestigio que España y Portugal lucharon durante
más de un siglo por la posesión de la Colonia de Sacramento.
La Argentina no puede admitir la presencia brasileña en Colonia,
clave de toda la cuenca rioplatense, pues eso significaría incluso
el bloqueo de Buenos Aires, el gran puerto argentino.
La intervención argentina en el conflicto cambiaría radicalmente
la perspectiva absolutamente simplista y optimista del Operativo Treinta
Horas. La aplastante superioridad militar brasileña desaparecería
con la intervención argentina. Numéricamente, las fuerzas
armadas brasileñas son aproximadamente 100 % superiores a las argentinas.
Ocurre que el ejército brasileño está dividido en
cuatro cuerpos, distribuidos a lo largo del inmenso territorio, situados
tres de ellos a miles de kilómetros de la frontera sur. De inmediato,
solamente el III Ejército -radicado en Rio Grande do Sul, Santa
Catarina y Paraná, los tres estados sureños- cuyos efectivos
actuales deben sumar cerca de 120 mil hombres (inferiores al ejército
argentino), estaría disponible para el enfrentamiento. Así,
la tentativa de ocupación de un pequeño país, prevista
para treinta horas de acción, podría transformarse en una
guerra dura, prolongada y de muy incierto resultado.
4. El ejército brasileño no es -todavía-
una máquina
de guerra eficiente.
Las actuales fuerzas armadas brasileñas no pueden ser consideradas
-ni del punto de vista humano ni en el aspecto material- una eficiente
máquina de guerra. Hoy, el ejército brasileño está transformado
-dentro de los planes del Pentágono-- en una enorme fuerza represiva
interna, en una gigantesca policía política. Tanto en lo
relativo al armamento que recibe de los Estados Unidos (especialmente equipos
antimotín y antiguerrillero), como en lo referente al entrenamiento
administrado por los militares yanquis, el ejército brasileño
está preparado para luchar contra su propio pueblo, contra la "subversión".
En ese sentido, cumple perfectamente su tarea: su simple presencia -en
las calles o en los cuarteles- sirve para amedrentar. Pero no está preparado
-al menos en este momento- para una guerra externa. Podría cumplir
con éxito una operación relámpago, un Operativo! Treinta
Horas, pero no enfrentarse a un prolongado proceso de guerra convencional.
Es evidente que esas limitaciones podrán desaparecer en los próximos
años, cuando el acelerado desarrollo industrial le proporcione
las fuerzas armadas brasileñas los equipos bélicos pesados
necesarios para ese tipo de guerra.
Actualmente, las fuerzas armadas brasileñas no constituyen un cuerpo
político homogéneo. Todavía no han sido transformadas
en "el partido", como lo reclama el líder nazi criollo
Plínio Salgado. Antes del golpe del 1º de abril de 1964, calculábamos
que entre la oficialidad se contaba un 10 % de izquierdistas (entre nacionalistas-populares
y marxistas); otro 10 % podría ser considerado como de derecha ideológica.
El resto, en su inmensa mayoría, estaba constituido por militares "conservadores", "liberales",
pero fundamentalmente por no políticos; típicos militares
profesionales, cumplidores de órdenes, generalmente "legalistas".
La experiencia histórica demuestra que una u otra de las minorías
militantes conseguían, en determinadas situaciones, obtener el apoyo
de la "mayoría silenciosa" (para utilizar la definición
de Nixon) y hacer triunfar sus puntos de vista. En agosto de 1951, presionada
por la voluntad popular, la mayoría terminó por apoyar el
contragolpe dirigido por Brizola. El 1º de abril de 1964, fue completamente
distinto: contaminados por la histérica propaganda anticomunista,
la derecha, más el centro, se volcaron, en forma masiva, a favor
del golpe.
Después del golpe del 1º de abril, el sector progresista fue
violentamente expurgado y la derecha ideológica debe de haber aumentado
considerablemente. Sin embargo, el sector nacionalista volvió a
organizarse; está creciendo y actuando. En ese sentido, es muy importante
la influencia peruana. En los últimos meses varios militares del
país andino dieron conferencias en la Escuela Superior de Guerra,
exponiendo a miles de militares lo que es el camino peruano de liberación.
Es verdad que el general Rodrigo Octavio (un nacionalista, autor de denuncias
sobre la ocupación de la Amazonia por los yanquis), que comandaba
entonces la "Sorbonne", fue obligado a renunciar a ese importante
y fundamental cargo (desde el punto de vista de la formación ideológica
de los militares).
A pesar del avance de los derechistas (hoy deben constituir cerca de 30
% de la oficialidad), la mayoría continúa siendo "apolítica".
Es imprevisible la posición que tomaría ese sector de la
oficialidad -sin mayores convicciones ideológicas, que usufructúa
una situación privilegiada y un alto nivel de confort-, si fuera
colocado ante la alternativa de la guerra. Considérese, además,
que ésa no sería una guerra patriótica en defensa
de la soberanía nacional; al revés, sería una guerra
de agresión, de agresión a un pequeño país
prácticamente desarmado, una guerra sucia, como la de los Estados
Unidos contra Vietnam. No se debe descartar como improbable la hipótesis
de que el sector progresista de la oficialidad, aprovechando la oportunidad,
asumiera el liderazgo de la mayoría e intentase el derrumbe de los
ultras.
Existe otro factor a ser considerado al analizar la efectividad guerrera
del ejército brasileño. Antes del golpe, en razón
de un intenso trabajo de concientizacíón, de politización,
hecho por el movimiento nacionalista popular, se habría producido
otra importante división en la pirámide castrense: una división
horizontal. La organización política de los sargentos en
las tres armas y de los marineros y fusileras navales (soldados profesionales)
en la marina, fue uno de los hechos político-revolucionarios más
importantes del periodo 1961/64. En agosto de 1961, la actuación
de los sargentos fue decisiva para la victoria de la causa popular. El
general Machado Lopes, comandante del III Ejército, adhirió al
contragolpe solamente porque ya no disponía de ninguna unidad para
luchar contra el pueblo. Los sargentos habían dominado la situación
dentro de los cuarteles, mientras el pueblo conquistaba las calles.
Otros síntomas de la intensa "lucha de clases" que se
desarrollaba en los cuarteles fue la rebelión de los sargentos (toma
y ocupación por 24 horas de la capital de la República; Brasilia,
en setiembre del 63) Y la rebelión de los marineros y fusileros
navales, en marzo del 64 en Rio. Es verdad que cuando se produjo el golpe
del 1º de abril, el "esquema revolucionario de los sargentos" no
funcionó. Pero eso se explica: Goulart, con su política de
conciliación con las clases dominantes y con el imperialismo, había
desarticulado la organización, al transferir a las guarniciones
más lejanas del territorio nacional a los jefes de los "comandos
revolucionarios de los sargentos".
A pesar de la purga -después del golpe- de miles de oficiales, suboficiales,
sargentos, cabos, marineros y fusilero s navales (no menos de 10 mil fueron
expulsados), es evidente que deben de haber quedado en el seno de las fuerzas
armadas brasileñas semillas de aquella concientización. Semillas
que podrían germinar en el caso de que las fuerzas armadas brasileñas
fueran lanzadas a una guerra estúpida y fratricida como sería
la ocupación del Uruguay.
Debe considerarse igualmente el hecho de que, en lo relativo a la tropa,
el ejército brasileño tiene una formación netamente
democrática. La tropa está constituida sobre la base del
servicio militar obligatorio, al cual están sujetos todos los jóvenes
brasileños. Y sabemos que, a pesar de la tremenda campaña
publicitaria "fascista" del régimen, de la "educación
moral y cívica" obligatoria en todos los niveles de la enseñanza
y de la casi total falta de información político-ideológica
imperante en el país, la juventud brasileña no fue ganada
por el enemigo. Está lejos de constituir una masa pasiva que pueda
ser transformada en carne de cañón por los comandos militares.
Con todas esas divisiones -verticales y horizontales-, con todas esas contradicciones
internas, es imprevisible lo que puede ocurrir con ese ejército
cuando sea sacado de su inercia, de su hábitat y lanzado a operaciones
de guerra convencional en gran escala. Creemos no ser demasiado optimistas
si prevemos un desastre total.
5. Los efectos económicos de la guerra.
Una guerra -aun convencional- constituye, en nuestros días, una
práctica muy costosa y puede tener enormes efectos sobre la economía
de los países participantes. La agresión de los Estados Unidos
a Vietnam es un ejemplo convincente de esos resultados. Inicialmente, la
guerra tuvo efectos positivos sobre la economía norteamericana:
los gastos bélicos actuaron como incentivos sobre la misma. A la
larga, la aventura belicista del Pentágono resultó desastrosa.
Entre las varias causas de la actual crisis económica en los Estados
Unidos, posiblemente la más importante sea la verdadera sangría
de recursos ocasionada por la gloriosa lucha del pueblo vietnamita.
A pesar del auge desarrollista que vive hoy Brasil, su economía
continúa siendo típicamente subdesarrollada; no soportaría
la tremenda prueba de una guerra a mediano o largo plazo. Recordamos, en
ese sentido, lo que pasó en 1961 con la llamada "guerra de
la langosta". Como pesqueros franceses invadían constantemente
el mar territorial brasileño en busca del codiciado crustáceo,
el presidente Janio Quadros mandó que toda la flota de guerra se
dirigiera hacia el Nordeste a proteger la soberanía nacional. Como
De Gaulle amenazase, a su vez, con mandar portaaviones para asegurar los
barcos de pesca franceses, la situación se mantuvo tensa durante
varias semanas. En el corto período, la marina gastó todo
su presupuesto anual. Dos años después, nos informaba un
amigo funcionario de Petrobrás: el Ministerio de Marina no había
pagado todavía el "fuel-oil" Y los lubricantes gastados
en la guerra.
De cualquier manera, la guerra sería una interrupción violenta
en el desarrollo de la economía brasileña, lo que parece
no interesar a los monopolios internacionales que la controlan.
6. La guerra es uno de los caminos de la revolución.
Las fuerzas progresistas de todo el mundo tienen una posición muy
clara en relación con la guerra de agresión: son radicalmente
contrarias. Si la decisión estuviera en sus manos, ninguna guerra
estallaría. Ocurre que las guerras surgen por la voluntad de los
gobiernos imperialistas, de los monopolios internacionales, de las clases
dominantes y de los militares de derecha de los países agresores.
Ante la inevitabilidad de una guerra, cabe a las fuerzas progresistas encauzarla
en el rumbo de la revolución. La experiencia histórica muestra
que uno de los caminos de la revolución es la guerra. De no haberse
producido la derrota rusa en 1917, es muy probable que Lenin hubiese muerto
en el exilio y que un zar cualquiera gobernase actualmente la Santa Rusia.
Lo mismo se puede argumentar con relación a China: sin la guerra
antijaponesa es posible que Mao Tse-tung estuviera hasta hoy luchando en
las montañas de Yenán.
En nuestro caso, una guerra provocada por los militares de derecha brasileños
podría ser el acelerador del proceso revolucionario en los países
implicados. En el Uruguay, el movimiento revolucionario sería inmediata
y enormemente fortalecido. En la Argentina, el gobierno, para obtener la
base popular can que enfrentar la amenaza imperialista, tendría
que evolucionar rápida y radicalmente hacia la izquierda y tratar
de conseguir alianzas con otros países progresistas como Perú y
Chile. En Brasil, los movimientos revolucionarios -que actualmente viven
su peor momento de los últimos siete años, prácticamente
barridos por la violenta y eficiente máquina represiva organizada
por la CIA- podrían aprovechar los funestos resultados de la guerra
sobre la economía y sus reflejos sociales, además de la inevitable
división de las fuerzas armadas, para intentar avanzar revolucionariamente.
La “guerra preventiva”" brasileña podría
transformarse en la espoleta de la revolución continental.
Conclusión
En la hipótesis de que los militares brasileños analizasen
dialécticamente -como nosotros- la situación en sus múltiples
aspectos y evaluasen fría y objetivamente las posibles consecuencias
de una aventura militarista en el Cono Sur, con toda seguridad archivarían
definitivamente su Operativo Treinta Horas y otros planes elaborados por
el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. Pero es mucho pedir que los militares
reaccionarios, fanatizados por el anticomunismo más primario, obcecados
por la idea de que están predestinados "a salvar a Latinoamérica
del comunismo", razonen dialécticamente o, por lo menos, utilicen
la lógica y la razón al establecer sus planes. En consecuencia,
no se puede descartar la hipótesis de la invasión, por más
absurda e irracional que sea. La actuación de los militares de derecha
brasileños en estos siete años y medio fue marcada, generalmente,
por una total irracionalidad, irracionalidad que podría manifestarse
una vez más. Hay que estar preparados para enfrentarlos.
1.Prólogo para la edición uruguaya de "¿Irá Brasil
a la guerra?". Fundación de Cultura Universitaria.
2. El ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil.
3. O Estado no es un diario cualquiera, desde el
punto de vista político
es el más importante órgano de la prensa brasileña;
refleja los intereses de los monopolios yanquis establecidos en São
Paulo, de la oligarquía paulista y de la burguesía asociada;
salvo alguna pequeña y temporaria contradicción con el régimen
castrense, sus editoriales reflejan la posición del gobierno de
Brasilia; además, hay que considerar la censura total vigente en
Brasil: nada -que no tenga el visto bueno gubernamental se publica en la
prensa brasileña.
4. No podría ser más clara la amenaza de invasión
del Uruguay. En el' capítulo "¿Uruguay o Provincia Cisplatina?" analizamos
las intervenciones del imperio brasileño en el Plata.
5. "Geopolítica
do Brasil" (edición Libraria José Olimpio Editora).
6. En "Imperialismo y Geopolítica
en América Latina".
7. En “Una historia sucia:
El capital extranjero en Brasil" (edición L. y S) y en "Seis
años de dictadura" (edición "Cuadernos de Marcha").
8. En "Estados Unidos frente
al mundo".
9. Designación popular de
la Escuela Superior de Guerra brasileña.
10. Obra citada.
11. Diario conservador
de Rio de Janeiro.
12. Diario liberal de
Rio de Janeiro.
13. Desde el punto de vista
monopolista, es absurdo que las grandes empresas internacionales tuvieran
que instalar sucursales en cada uno de nuestros países, cuando
una sala fábrica, estratégicamente situada, podría
abastecer el limitado mercado consumidor latinoamericano.
14. Es obvio que la integración
planeada en Punta del Este no tenia nada que ver con la Patria Grande soñada
por San Martín, Bolívar, Artigas, Ugarte y tantos otros,
y aceptada hay por casi todas las corrientes progresistas de nuestra América.
Lo que surgiría del mercado común no seria la Patria Grande
sino la "Colonia Grande", la colonia integrada.
15. En Sao Paulo se genera
el 59,2 % de la renta industrial de Brasil.
16. En "O Estado militarista" (edición
Civilizaçao Brasileira – Rio).
17. Diario liberal de
Río de Janeiro.
18. El proyecto de Sete
Quedas fue posteriormente sustituido por el de Itaipú, 160 kilómetros
más al Sur.
19. Asociación
Latino Americana de Libre Comercio.
20. Sería necesario hacer
un estudio serio sobre el problema de las jornadas de trabajo en los países
subdesarrollados; eso de las 8 diarias es un cuento chino: para sobrevivir,
el obrero tiene que trabajar 10 a 14 horas diarias e, incluso, tener dos
empleos.
21. Sería
también
altamente reveladora una pesquisa científica sobre el poder alimenticio
-calorías, proteínas, vitaminas, etc.- de los elementos considerados
en 1938 como el mínimo vital y de los que consume hoy una familia
obrera brasileña.
22. Los analizaremos en
el capítulo "La lucha por la Amazonia".
23. Especialmente en "Clases
sociales en Brasil" (edición "Cuadernos ,de Marcha").
24. Según el informe
de su XI Conferencia Ordinaria, las importaciones realizadas entre los
países
miembros totalizaron 1.342 millones de dólares en 1970, con un incremento
de solamente 43 millones sobre el año anterior. A su vez, las importaciones
de los países asociados provenientes de fuera de la zona arrojaron
un total de 10.538 millones en 1970, verificándose un aumento de
1.343 millones de dólares sobre 1969. Como vemos, el aumento de
las compras hechas por los países de la ALALC a terceros en un solo
año superó al total del intercambio entre los países
miembros. El comercio intrazonal representa solamente el 12,8 % del total.
25. Obra citada.
26. "Disminuir" el
Operativo Treinta Horas.
27. El superpuerto tendrá una
capacidad de carga de 20 millones de toneladas/año en su primera
etapa, total varias veces superior a la capacidad de exportación-importación
del estado del extremo sur de Brasil.
28. La pretensión brasileña
afectaría una porción considerable de la Antártida
Argentina.
29. Posiblemente
una situación
idéntica a la uruguaya vigente en algún país de América
Central podría determinar una "repetición" de Santo
Domingo.